Montaldo, “Molloy a destiempo” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021 / pp. 151-158 151 ISSN 2422-5932
MOLLOY A DESTIEMPO
Graciela Montaldo
Columbia University in the City of New York
Doctora en Letras (Universidad de Buenos Aires). Fue docente en la Universidad Simón Bolívar, en
Caracas, y profesora visitante en diversas universidades estadounidenses y europeas. Actualmente es profesora
en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Forma parte
del consejo editorial de las revistas Iberoamericana, Revista Hispánica Moderna, Estudios y
Cuadernos de Literatura. Ha escrito artículos y ensayos para libros y revistas internacionales y ha editado
varios volúmenes colectivos, entre ellos The Argentina Reader (con Gabriela Nouzeilles, 2002). Ha
publicado Museo del consumo. Archivos de cultura de masas en Argentina (2016), Rubén
Darío. Viajes de un cosmopolita extremo (2013), Zonas ciegas. Populismos y experimentos
culturales en Argentina (2010), Propiedad de la cultura (2004), Teoría crítica, teoría cultural
(2001), Ficciones culturales y fábulas identitarias en América Latina (1999), Sensibilidad
amenazada (1995) y De repente el campo (1993).
Contacto: gm2168@columbia.edu
Todo sobre Molloy
NÚMERO
ESPECIAL
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Quisiera comenzar con dos anécdotas personales. La primera sucede
a mediados de los años 80s en Buenos Aires. Mientras estudiaba y
pensaba en lo que sería mi trabajo de investigación, encontré y
compré, en una librería de viejo de Av. de Mayo, el libro La Diffusion
de la littérature hispano-américaine en France au XXe siècle (1972). Yo ya
había leído con admiración Las letras de Borges (1979) pero aquel libro
un poco mítico me atraía especialmente. Por entonces Sylvia para mí
era simplemente una autora. Lo compré por el tema, que me
entusiasmaba y, a medida que lo leía, me fascinaba leer cómo Sylvia
iba tejiendo relaciones entre esos escritores y escritoras: en ese libro
ella estudiaba los intríngulis de las traducciones, los vaivenes de las
amistades, los proyectos de libros, las relaciones intelectuales. Era el
tipo de libros que me gustaba leer y que me hubiese gustado escribir:
esos que entienden la literatura, y las prácticas culturales de manera
puntual y amplia a la vez, esos que estudian obras y autores no como
casos aislados o excepcionales sino como operadores dentro de un
tejido cotidiano donde pesan tanto las determinaciones de la
institución cultural como el mercado y las relaciones personales,
afectivas, casuales. Aquel libro pensaba todas esas cosas a la vez y
hacía que entender la literatura fuese entender esas relaciones. En un
punto era un libro completamente distinto a La letras de Borges, por su
objeto; pero algo los unía ya que, en ambos, se desarrollaba un
mismo sistema de lectura, curioso y desviado, haciendo ya evidente
un rasgo de su crítica: todo es legible. En eso, Sylvia estaba a tono
con su época, pero lo hacía a su manera.
La segunda anécdota sucede a mediados de los años 90, en
Caracas. Con mis colegas, invitamos a Sylvia a dar un taller en la
Universidad Simón Bolívar. Como parte de la invitación, yo solía
llevar a lxs invitadxs a conocer parte de la ciudad y los alrededores.
En una de las visitas fuimos al centro histórico de Caracas y, en un
momento, le indiqué el edificio de la Biblioteca Nacional. Quiso
conocerla y se preguntó si habría papeles de Teresa de la Parra.
Fuimos al salón de manuscritos, pedimos ver los de Teresa de la
Parra y un empleado muy entusiasta nos trajo varias cajas llenas de
papeles. En la sala estábamos solas, no había cámaras, no había
guardias. Pero no robamos nada. Solamente abrimos las cajas y
empezamos a sacar papeles y papeles, ensayos, traducciones
manuscritas, cartas, escritos autobiográficos. Leíamos
fragmentariamente lo que íbamos descubriendo. No podíamos creer
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que todo estuviese a la mano. Pero no habíamos ido para investigar
así que Sylvia, que había trabajado sobre Teresa de la Parra en At face
value. Authobiographical writing in Spanish America (1991), y que lo
volvería a hacer más adelante, tomó algunas notas de la autobiografía
para futuras investigaciones y se molestó un poco por la censura a
que la biógrafa oficial había sometido el diario de Teresa. Sylvia
estaba fascinada por aquellos documentos pero no le dio carácter
sagrado ni valor de verdad superior. Es probable que de la Parra
ocultara tanto más de lo que su biógrafa había censurado. Enseguida
nos fuimos a comer cocadas a La Guaira.
Solo ahora veo que estas dos anécdotas están ligadas al archivo.
Que las dos anécdotas con Sylvia (el hallazgo del libro que me abrió
al mundo de las relaciones intelectuales y la visita a la biblioteca
donde revisamos papeles desordenadamente), diferentes como eran,
se conectaban por el interés en trabajar con el archivo. Sin el
documento, el primer libro sería imposible. También los que
siguieron. Y empiezo por aquí porque Sylvia es reconocida en tanto
crítica como una lectora suspicaz, inteligente, creativa, que nos
proporcionó muchísimos close readings iluminadores. Lo es, sin
duda. Pero como si eso, que es real, fuera poco, el trabajo de Sylvia
está sustentado por una lectura igualmente sutil e iluminadora del
archivo, de los documentos. El archivo teje un red que, a veces,
desaparece del primer plano de la lectura, pero sostiene argumentos y
conexiones pero que, sin embargo, no encadila. Sylvia lee el archivo
como si fuera literatura. No quiero decir que lo lea como ficción
sino, al contrario, que lo lee como un dispositivo complejo, que
siempre puede querer estar diciendo otra cosa, un dispositivo
literario, aquel que no obedece a la literalidad, al que hay que
arrancarle sus sentidos y que puede estar mandando señales
contradictorias y aún así interpelar zonas precisas.
Un ejemplo muy claro de su forma de leer el archivo sería el
que hace en el notable artículo Secreto a voces: traslados lésbicos
en Teresa de la Parra (1995), donde comienza con un close
reading de una tabla de acontecimientos históricos. Sylvia empieza a
leer, por el final, el volumen de la Biblioteca Ayacucho dedicado a
Teresa de la Parra. Allí encuentra el punto ciego del archivo no en lo
dicho o lo no-dicho sino en la incapacidad del propio archivo, que
está canonizando a esta escritora extraña, de registrar. De ese modo,
está leyendo la doble faz del documento y recuperando el archivo
también en su inmaterialidad. Teresa, la mujer que no se casa, a la
que no se le conocen novios, no es solo una figura lesbiana sobre
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la que se cierne el silencio del prejuicio de clase, de la institución; es
también la figura que proyecta la reticencia del documento, de ella
misma, y de la propia institución crítica que no quiere meterse en
problemas. Es una escritora que se niega a ser escritora. También
aquí como en otros textos, al leer, Sylvia lee todo, en una operación
en que la lectora dialoga con su objeto, como lo había hecho
excepcionalmente con las letras de Borges.
Los dos primeros libros que mencioné (sobre la literatura
hispanoamericana en Francia y sobre Borges) se resisten a una
definición y se destacan porque son como anomalías en su época,
son libros que no entran dentro de lo que se hacía en los años 70 en
la crítica latinoamericana, aunque están muy atentos a su presente.
Son libros personales, que se volverán modelos posteriormente.
¿Qué se hacía en esos años en la crítica? Entre la sociología de la
literatura y la cultura y el estructuralismo y su post, la crítica se
dedicaba a otra cosa. De esa otra cosa, no me voy a ocupar aquí,
porque me interesa desarrollar lo que no se hacía en esos años pero
que Sylvia sí hizo.
Quisiera comenzar por señalar la idea de la construcción de una
voz desde el género. Tal cosa no es una novedad hoy pero lo fue, y
muy radical, en el momento en que Sylvia comenzó a hacerlo. Fue
allí que, para la crítica latinoamericana, comenzó a abrirse un mundo
problemático, al considerar el género no solo como una perspectiva
teórica sino como un lugar de enunciación. Pero no se trata de la
fundación de una voz feminista o queer en la crítica
hispanoamericana sino de algo más radical, una voz que desorienta la
cultura desde el cuestionamiento no de los estereotipos sino desde la
raíz misma que los sostiene. Sylvia tomaba el discurso de género
como un problema. Así inauguraba también el espacio para voces
femeninas en la crítica latinoamericana, una institución que, hasta
principios de los años 70, estuvo dominada por el discurso
masculino. Lo hace desde un lugar bastante impensado e impensable
para la crítica de esos años. Da un paso al costado, no sigue
tendencias, se descoloca.
Recordemos que ella no está en los proyectos épicos de la
crítica latinoamericanista de esos años (la Biblioteca Ayacucho, el
Centro Editor de América Latina). Hay una razón biográfica y es que
Sylvia ya estaba fuera de la Argentina y de América Latina, fuera del
circuito de críticos latinoamericanos, trabajando en otras
tradiciones críticas. Pero hay también una razón que obedece a la
institución de la crítica, dominada por el discurso y el paradigma
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masculino en esos años, cuando se estudiaba todavía la tradición
liberal y se permanecía dentro su paradigma. David Viñas junto con
Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar, son quienes mejor ayudaron a
criticar fuertente la tradición de la cultura liberal latinoamericana sin
llegar a desmontarla, incluso a través de sus intentos de introducir
nuevas discusiones (la oralidad, la transculturación, los personajes
menores, la interpretación política, la lectura a contrapelo). Sus
esfuerzos se concentraron en deconstruir los mecanismos de
dominación de las elites a través de la cultura. Allí están los
excelentes textos críticos de Rama sobre Rubén Darío, sobre la
ciudad letrada; los también sofisticados de Viñas sobre Lucio V.
Mansilla y la generación del 80; los de Cornejo Polar desmontando
el dispositivo del indigenismo en las culturas andinas. Ellos y sus
proyectos (Biblioteca Ayacucho principalmente) recurren a una
revisión por primera vez muy crítica del canon, sin duda, pero no
salen mucho más allá a explorar otras formas de entender la cultura y
enfrentarse a otras formas de producción cultural. No solo los
registros no letrados quedaron fuera de su radar, también las
producciones de comunidades menores y cómo operaron ellas dentro
de la literatura en español.
Sylvia se atrevió a ir más allá, a explorar zonas desconocidas.
No abandonó el canon, al contrario. Pero no lo hizo eje de su
reflexión y mucho menos de su enemistad.
Pero tampoco en Estados Unidos Sylvia estaba identificada con
corrientes al día acoplándose a modas académicas. Aunque estaba
comprometida con la construcción de una voz desde el género en la
que también estaban empeñadas Jean Franco, Mary Louise Pratt,
Francine Masiello, Sara Castro-Klarén, Ileana Rodríguez entre otras,
con las cuales creó diálogos al interior del género y también
interpelando a las críticas latinoamericanas. Ella no trabajaba aislada
pero tampoco hacía masa. En sus libros académicos y ensayísticos se
pueden trazar recorridos por sus temas teniendo en cuenta de qué
modo Sylvia generó una escritura única en la Academia que
estableció una articulación entre temas con una amplia genealogía
latinoamericana, diálogos con la academia norteamericana,
discusiones con la teoría y con lxs críticxs de Europa, Estados
Unidos y América Latina.
Quisiera describir ese trabajo como el diseño de un lugar único,
que Sylvia inauguró para el futuro, para lxs latinoamericanistxs más
jóvenes, de diferentes tradiciones críticas, al poner en diálogo todas
esas formas de leer pero, a la vez, diseñando ese lugar a través de la
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pasión de elecciones completamente personales, que obedecieron a
su propia curiosidad aunque siempre en diálogo. Ese hacer lo que no
se hacía le da a su obra un tono especial: es como si hubiese llegado
tan tarde a lo que se hacía en la primera línea del latinoamericanismo,
de la disciplina de su época, que llegó primera a todo y por eso ahora
nos interpela de manera activa. La obra de Sylvia lanzó su voz al
futuro.
Conviene regresar a Hispanism and Homosexualities, un libro
seminal que Sylvia editó en 1998 con Robert McKee Irwin. En la
introducción, lo que ambos editores desarrollan es la idea de discutir
la homosexualidad no como un tema, como algo que aparece o se
insinúa en las obras y menos como rasgos biográficos de escritores y
escritoras, sino, por el contrario, ellxs entienden la homosexualidad
en la cultura hispanoamericana como un eje para discutir la
disciplina. Como lo ha demostrado inteligentemente el libro reciente
de Fernando Degiovanni, Vernacular Latinoamericanisms. War, the
Market, and the Making of a Discipline (2018), y como ya lo habían
desarrollado James Fernández y Sebastiaan Faber sobre el
Hispanismo, en la academia americana la discusión sobre la disciplina
se hizo esencial en las últimas décadas para entender las redes de
poder, las geopolíticas del saber que dominan nuestro campo de
estudios. En aquel libro temprano, Sylvia y Robert plantearon la
necesidad de pensar conjuntamente las sexualidades con la disciplina
que las estudia para entender las economías del deseo y las políticas
de la cultura. Esas economías y políticas no pueden deslindarse de
los modos en que la misma disciplina planteó las prioridades de sus
temas: ellos estudian, por ejemplo, de qué modo la disciplina
misma convirtió el estudio del deseo sexual en el deseo de la
construcción de la nación. El interés el deseo- de la disciplina no fue
representar sino instalar formas de discusión y construir sus
propias políticas del deseo. También allí, hubo que recurrir al
archivo, a revisar no solo las obras sino la institución crítica en su
conjunto. Ese libro no pasó desapercibido, pero todavía sigue siendo
subvaluado respecto de su gran gesto de ruptura con la disciplina
que, en medio de la euforia por los estudios culturales y el comienzo
de los estudios de género, no fue a estudiar los contenidos sino las
formas del debate crítico. Hay allí un modelo, una forma de leer.
Sylvia lee los textos, los textos literarios, pero también lee el archivo
y la misma institución crítica.
Y en el mismo sentido, conviene también regresar a At Face
Value (1991) su libro sobre autobiografías en Hispanoamérica. La
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forma en que Sylvia problematiza allí el uso de la primera persona es
algo que excede el género, pues nos enseña que la autobiografía no
es un relato sobre la vida sino una forma de leer y de escribir, de usar
la primera persona, una forma de enunciación. A comienzos del siglo
XXI se vivió cierta desmesura de la primera persona que no se supo
muy bien cómo denominar (¿literatura del yo?). También esta vez,
este libro de Sylvia volvió para dialogar con el futuro, para
restablecer zonas problemáticas en que el presente dirige su mirada
al pasado. Ya sabemos que la autobiografía existía y que tenía su
crítica, pero Sylvia dio vuelta, a principios de los 90, la forma de
leerla, colocando las preguntas sobre el nero en otro lugar,
cambiando las preguntas. Como en el caso de las
(homo)sexualidades, leyó la autobiografía en sus formas de enunciar,
de argumentar, antes que en sus contenidos. Y si recordamos Las
letras de Borges volvemos a ver la recurrencia de la complejidad de los
tiempos culturales. Sylvia habla allí del carácter voluntariamente
pasajero de los textos de Borges. Es ese carácter el que le permitió a
Borges interpelar a la literatura más allá de sus contemporáneos.
Y si es posible decir que Sylvia llegó tan tarde que llegó
primera, que interpeló a generaciones futuras incluso cuando todos
los tiempos se aceleraron, creo que también atravesó geografías de
manera sostenida. Fue una de las primeras críticas argentinas que
entabló diálogos latinoamericanos, que vio en las culturas de la
región, un espacio problemático y supo leer en algunas de sus
producciones culturales las redes de conexión entre los textos, la
constitución de voces anómalas y disidentes. Esta suerte de estar a
destiempo le da a la obra de Sylvia una capacidad particular: la que,
sin estridencias, crea comunidades inesperadas, viniendo de otros
tiempos y otras geografías para reactualizarse cada vez como la voz
joven de la crítica.
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Bibliografía
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and the Making of a Discipline. Pittsburgh: University of
Pittsburgh Press, 2018.
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Fernández, James. Longfellows Law: The Place of Latin America
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Cambridge: Cambridge University Press, 1991. Acto de presencia.
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---. and Robert McKee Irwin (eds.). Hispanisms and Homosexualities.
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