Zemborain, A Sylvia…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número especial / Mayo 2021 / pp. 205-214 205 ISSN 2422-5932
A SYLVIA, CON CARIÑO
Lila Zemborain
New York University
Nació en Buenos Aires y vive en Nueva York desde 1985. Ha publicado los libros de poesía El rumor de
los bordes (Sevilla: Sibila, 2011), Rasgado (2006), Malvas orquídeas del mar (2004) / Mauve Sea-
Orchids (2007), Guardianes del secreto (2002) / Guardians of the
Secret (2008), Usted (1998), Ábrete sésamo debajo del agua (1993). Ha colaborado con Marín
Reyna en el libro de artista La couleur de l’eau (París: Virginia Boissiere, 2008), y en los catálogos de
arte Heidi McFall (New York: Aninna Nosei Gallery, 1995) y Alessandro Twombly (Bruselas, Alain
Noirhomme Gallery, 2007). En el 2002 publicó ensayo Gabriela Mistral. Una mujer sin rostro. Desde
2000 hasta 2007 fue directora y editora de la serie de poesía Rebel Road, y desde 2003 dirige la serie de poesía
KJCC, en el King Juan Carlos I Center, de New York University, donde es directora de la Maestría de
Escritura Creativa en Español. En 2007 recibió la beca John Simon Guggenheim y en 2010 una beca de
residencia en la Millay Colony.
Contacto: lz2@nyu.edu
Todo sobre Molloy
NÚMERO
ESPECIAL
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Número especial / Mayo 2021 / pp. 205-214 206 ISSN 2422-5932
Ni bien Mariano López Seoane me propuso participar en este homenaje a
Sylvia Molloy, me surgió el siguiente título, A Sylvia, con cariño. En general esto
no me pasa, más bien es al revés, el título me llega después de haber elaborado
las ideas o después de haber terminado un proyecto poético. El título hacía
referencia a Al maestro con cariño, una película del año 1967 que vi en algún cine
de Buenos Aires cuando tenía alrededor de doce o trece años, de la cual lo
único que me acordaba era que Sidney Poitier iba de maestro a una escuela
secundaria en un barrio marginal de Londres y se generaban problemas
generacionales y sociales que se resolvían al final, dado el título de la película y
de la famosa canción. To Sir, with Love, cantada según me acabo de enterar por
Lulú, que también actuaba en la película.
Es obvio que a Sylvia me une un enorme cariño y creo que esto es
compartido por todos aquellos que tuvieron y tienen la suerte de conocerla en
distintos contextos o, como yo y muchísimos otros, a través de sus clases y sus
sabios consejos como directora de tesis doctorales. Esto fue a principios de los
noventa cuando Sylvia empezó a dirigir el Departamento de Español y
Portugués de NYU. Me tocó tomar con ella, como oyente, el Seminario
Doctoral, donde trabajábamos nuestros proyectos de tesis. Yo no iba ni para
atrás ni para adelante con un proyecto que ya me habían aprobado hacía dos
años, pero que había quedado trunco porque en el ínterin me había vuelto a
Buenos Aires, había tenido un hijo y mi padre había muerto y por lo tanto el
tema no me funcionaba. Cuando entré en el Seminario de Sylvia ya había
decidido cambiar de tema, pero no lo tenía demasiado enfocado. Por un
mínimo comentario que hice en clase respecto al cambio de nombre de
Gabriela Mistral, en quien me estaba enfocando supuestamente para subvertir
su concepto de la maternidad ahora que yo había tenido un hijo y me sentía
una experta, Sylvia me encaminó hacia una perspectiva mucho más amplia y
significativa para mí. A ella le interesó la idea que yo planteaba de que para
transformarse en autora, Mistral hubiera tenido que “matar” literariamente su
nombre de pila, que el seudónimo naciera de las cenizas de un nombre. Esta
intuición que Sylvia me instó a extrapolar, no sólo me abrió un camino en la
escritura académica, sino que también generó reverberaciones fundamentales
en mi posición como poeta, en el sentido de expandir la voz hacia otras formas
de representación que fui descubriendo al desmenuzar algunas de las
figuraciones del sujeto lírico en la poesía de Mistral.
Pero no es de que quiero hablar aquí sino de Sylvia, y lo que quiero
decir, es que Sylvia me enseñó en la práctica lo que significa ser una maestra,
que según el Diccionario Etimológico de Chile, viene de magister, el que está
más experimentado en una actividad cualquiera por eso dirige u ordena. Con
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Sylvia aprendí que enseñar a escribir es tener la capacidad de guiar al otro (ya
sea estudiante o no) para que encuentre la conexión con sus propias
obsesiones y ayudarlo a resolverlas a través de un estilo particular de escritura.
Esto es lo que trato de hacer ahora en mi propia enseñanza. Esto es lo que
probablemente haya hecho Sydney Poitier en el contexto de la escuela
secundaria y por eso le dedican la canción.
Y aquí pasó al segundo aspecto de este escrito que sigue teniendo que
ver con el título. A Sylvia, con cariño, es una dedicatoria, que asume la posición
de título como en la canción. ¿Por qué usar una dedicatoria como título? Tras
revisar los libros que Sylvia me regaló a lo largo de estos años, me di cuenta
que todos están dedicados. ¿Qué es este ritual de dedicar un libro con letra
manuscrita del autor? ¿Qué dice del autor? ¿Qué dice del libro en sí? ¿Qué dice
de la relación con la persona a la que se dedica? Y sobre todo, me recuerda a
una pregunta fundamental que se hace Sylvia en la introducción a la antología
Women’s Writers in Latin America y que cito en mi tesis: ¿Qué hacen los textos de
las mujeres cuando dicen yo? Y a otra referencia que no recuerdo bien de
dónde es, de Sylvia también, donde menciona el placer que le produce cuando
el autor o autora de un ensayo (creo) cuenta en primera persona alguna suerte
de anécdota personal para contextualizar o ilustrar lo que es diciendo, el
placer de encontrar ese yo autobiográfico.
Nada más autobiográfico y más sintético que una dedicatoria. Sylvia no
escribe la dedicatoria en la página de dedicatoria sino en la página impar
anterior, aquella que muestra sólo el título del libro en una enorme superficie
blanca. La página de dedicatoria, según me vengo a enterar por los expertos de
Google, es la gina en donde figura el nombre del autor, el título y el nombre
de la editorial. Pero Sylvia no utiliza esa página. Para Sylvia una dedicatoria
tiene el formato de un poema que juega estratégicamente con el blanco de la
página y con el título del libro. Son en general textos de versos breves,
angostos, más o menos todos del mismo largo que van formando un
rectángulo que incluye la firma. En la mayor parte de sus dedicatorias no
incluye fecha ni lugar, pero la incluye en tres de sus libros y recuerdan la
situación en que el libro fue entregado.
Pero veamos cada una de las dedicatorias de los siete libros que tengo
de Sylvia, qué dicen y dónde están ubicadas en la gina. Empiezo por la
segunda edición de su primer libro de ficción En breve cárcel, publicado en 1998.
En breve cárcel
Para Lila,
Nueva versión,
mismo soliloquio
- ¿o no?
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Un abrazo
Sylvia
El texto está amontonado en el ángulo superior derecho de la página. Como si
no tuviera una gran superficie en donde extenderse, como si estuviera preso
del título que no le dejó otra posibilidad. El texto presenta una contradicción y
una duda, si la nueva versión de En breve cárcel (1998) mantiene o no el mismo
soliloquio que la versión anterior o sea la que fue publicada originalmente en
1981. ¿Es esta la duda de la autora o un planteo que le deja al lector? Además,
¿es este el soliloquio del personaje encerrado en un cuarto de Paris que narra
en tercera persona o el del yo que escribe la dedicatoria? El inciso - ¿o no?”
introducido por el guión, además de aportar un corte visual en el texto, deja
flotando la respuesta. Esta dedicatoria más bien alejada que comenta sobre
cuestionamientos de índole literaria, culmina con la despedida, “Un abrazo” y
debajo la firma. La costumbre de despedirse en la correspondencia escrita con
un abrazo siempre me ha parecido contradictoria. Implica generalmente, una
relación más cercana que la de los “Saludos”, pero pasar de los saludos al
abrazo, algo tan físicamente íntimo, me resulta siempre perturbador. ¿Por qué
habría de abrazarme con alguien que apenas conozco? En este caso, leo el
abrazo de Sylvia como un abrazo formal, una manera formal de despedirse, de
cerrar la dedicatoria. Seguro que en ese momento, posiblemente 1998 cuando
se publicó el libro, nuestra relación fuera todavía la de directora de tesis /
estudiante, aunque yo ya hubiera defendido mi tesis el año anterior.
La dedicatoria de El común olvido es post 9/11, un evento que modificó
radicalmente las relaciones entre las personas que lo vivieron de cerca y
produjo cambios de vida sustanciales.
El común
olvido
Para Lila y Rafael,
estos fragmentos
de un Buenos Aires
recordado, posible
mente soñado,
con todo mi cariño,
Sylvia
Shelter Island, 10 de septiembre ‘02
En septiembre del 2002, la relación ya es más cercana, incluye a mi ex marido,
Rafael, y la entrega del libro se produce en mi casa de Shelter Island a fines de
verano, donde Sylvia ha venido de visita. El texto, más expandido ahora, se
alinea nuevamente a la derecha, pero esta vez debajo del título, ocupa mucho
más espacio en la hoja que en la dedicatoria anterior. Para mantener el formato
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rectangular, la palabra “posiblemente” ha sido cortada por un guión, lo cual
muestra la importancia visual de la dedicatoria. El comentario ahora habla
sobre algunos temas del libro, la fragmentariedad de la memoria y la
representación de un espacio (que nos une), Buenos Aires, “recordado,
posiblemente soñado”. Nuevamente la dedicatoria establece una dicotomía con
respecto al proceso de escritura. La representación del lugar de origen, desde el
punto de vista del que se ha ido, que se extraña y produce extrañeza, ¿proviene
del recuerdo o del sueño, es decir, de una inabarcable ficción? Las
yuxtaposiciones que se producen por el encabalgamiento de la palabra
“probablemente” generan un cierto tipo de respuesta: recordado/posible,
mente/soñado y agregan un elemento poético a la dedicatoria que se cierra esta
vez con una despedida mucho más afectuosa, “con todo mi cariño”.
En Varia imaginación (2003) la dedicatoria es mucho más escueta, no por
eso deja de ser cariñosa. Esta estructurado a partir del tulo del libro, que se
incluye en la dedicatoria formando una especie de poema en el cual la palabra
“esta” está seguida por una línea semicircular que dibuja la comunicación entre
el texto manuscrito y el texto impreso.
Lila querida
Esta
Varia imaginación
con mi amor,
Sylvia
De Varia imaginación Sylvia no hace comentarios, con lo cual me voy remitir al
texto que da título al libro. Es precisamente en ese fragmento, porque este sí es
un libro fragmentario en variedad temática y formal, basado principalmente de
recuerdos, en el que Sylvia describe las invenciones que surgieron en su madre
y en ella misma alrededor de una sexualidad escondida. Con un humor que no
deja de ser afectivo, Sylvia cuenta que su madre le pregunta si tiene un hijo en
París dados los viajes frecuentes que ella hace a esa ciudad. Para disuadirla
Sylvia inventa un novio que se llama Julián, haciendo referencia al nombre que
Vita Sackville-West le había dado a su amante también para disimular la
relación homosexual. Finalmente Sylvia termina por decirle a la madre que
tiene relaciones con mujeres y su madre se muestra sorprendida y triste a pesar
de que en el primer viaje de Sylvia a Paris le había advertido sobre las mujeres
mayores que buscan secretarias. Sylvia elige el título Varia imaginación para
representar estas verdades a medias, a partir de las cuales surgen todo tipo de
imaginaciones con las cuales cubrir la verdad. Y me pregunto si no es
justamente ese encubrimiento lo que generó en Sylvia su fascinación por la
ficción autobiográfica, tanto a nivel crítico como a nivel creativo, las
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imaginaciones varias que surgen para representar un yo que en definitiva se
quiere y no se quiere decir. En esta dedicatoria tan corta, Sylvia dos veces hace
referencia al afecto que existe entre nosotras, querida” y “con mi amor”. Lo
cual no deja de hacerme sonreír.
Ya para el 2010 Sylvia publica Desarticulaciones un libro también de
fragmentos en el que narra la pérdida de la memoria de una amiga como
consecuencia del Alzheimer. Con este texto parece que se hubiera instituido
esta modalidad de libro, textos breves que se pueden leer de un tirón, en una
sola sentada como decía Poe de los cuentos. Esta dedicatoria repite el formato
de la de El común olvido, un texto alineado a la derecha debajo del título.
Desarticulaciones
Para Lila,
Estos pedacitos
de recuerdos
con mi amistad y
cariño.
Sylvia
Aquí Sylvia en lugar de usar la palabra “fragmentos” introduce el
diminutivo “pedacitos” haciendo referencia a la particularidad de recorte que
tienen los recuerdos que se aparecen de improviso en la amiga y que no tienen
relación entre si, entre los cuales la voz narrativa circula para tratar de fijarlos
de alguna manera. Esta claro por esta dedicatoria y las anteriores que la
relación con la memoria y el recuerdo son aspectos fundamentales de la obra
creativa de Sylvia, que intenta por todos los medios articular lo desarticulado.
He notado que, en general, los textos de Sylvia tienen un principio y un fin,
son textos más bien cerrados en si mismos como si estuvieran perfectamente
recortados. Lo que genera la fragmentariedad es la yuxtaposición, ese enorme
espacio en blanco que puede haber entre un texto y otro, entre una página y
otra. Una vez le comenté a Sylvia en su oficina de NYU, esto mismo, que cada
capítulo de El común olvido era un ciclo cerrado y ella me contestó que
efectivamente le gustaba guardar todos sus papeles en carpetas y que para ella
cada capítulo era como una carpeta. Me resulta muy interesante que una
costumbre casi diría burocrática, articule también una estética, como si guardar
todo en carpetas pudiera finalmente articular el caos. Sylvia cierra la dedicatoria
agregando la palabra “amistad” a la de “cariño” que ya había utilizado en otras
dedicatorias. Para ese entonces, ya habíamos fundado, junto con Mariela
Dreyfus, la Maestría de Escritura Creativa de NYU y lo que antes había sido tal
vez una relación más de tipo profesora/estudiante, madre intelectual/hija,
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devino en una amistad, gracias al trabajo colaborativo en un proyecto
innovador que nos fue trayendo y nos trae grandes satisfacciones.
(escribir) Paris (2012) es un libro que reúne dos textos, uno de Sylvia y
otro de Enrique Vila Matas, publicado por Brutas Editoras, la pequeña
editorial que fundó Lina Meruane en New York en 2011 para promocionar la
escritura en español. La dedicatoria debajo del título del libro es compartida.
Del lado izquierdo de un dibujo de un sombrero del cual baja una línea vertical
hecho por Vila Matas, Sylvia escribe su dedicatoria; del otro lado está la de Vila
Matas
(escribir) PARÍS
Lila amorosa. Para
Sylvia. Lila
(Firma de Vila Matas)
Esta corta dedicatoria que Sylvia escribió en la presentación del libro en la
librería McNally-Jackson, es más apurada, me define más a mí, que a ella o al
libro, es una muestra de cariño. Esta escrita en el entorno oficial de las
dedicatoria de libros, una apuesta de las pequeñas editoriales para salvar los
costos, de las grandes editoriales para vender más libros. En estos casos, el
autor essentado en una mesa con una pila de libros al lado y una cola de
gente esperando para intercambiar un par de palabras y tener la firma del autor.
Aquí se hace patente el fetichismo de la letra escrita, cómo es la letra del autor,
cómo es su firma. Además del elemento visual, hay una propiedad casi diría de
textura, como si el lector pudiera tocar algo del autor por tener su letra
manuscrita. Cuando me compré la poesía reunida de John Ashbery en la
presentación en el Poetry Project hace unos años y me firmó el libro con una
letra temblequeante, me dio la sensación de que tenía una mayor cercanía con
él, casi una relación de parentesco. Ahora que está muerto, compruebo que las
palabras de Derrida leídas mientras escribía mi tesis sobre Mistral con Sylvia y
que definían al nombre como epitafio son absolutamente ciertas. Lo que queda
es el nombre. Y hay algo en la textura de esas palabras, algo en la inscripción
de tinta que dejaron esos dedos sobre el papel, esa acción de dejar la constancia
de un cuerpo en la letra escrita, lo que hace que ese cuerpo permanezca
fantasmagóricamente vivo en toda su organicidad.
El libro Vivir entre lenguas (2016) me lo regaló Sylvia un año después de
su salida. Para este momento, Sylvia ya ha dejado la universidad y nos vemos,
más esporádicamente, entre sus viajes a la Argentina y a otros lugares donde la
invitan con frecuencia, o entre Nueva York y el North Fork, donde las dos
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tenemos casas. A veces nos encontramos en el ómnibus y esta es una agradable
sorpresa porque sin haberlo planeado nos ponemos al día. Tal vez en uno de
esos viajes se acordó de que no me había dado el libro o fue en uno de los
almuerzos que cada tanto tenemos en Greenport donde indefectiblemente
comemos un delicioso huevo sobre avocado toast en Bruce’s. O a lo mejor me
lo dejó en NYU en algunas de sus visitas. Dentro del libro encuentro un Post
It que dice: “Hola Sergio, ¡aquí está! Lila” y la devolución de Sergio Chejfec
“¡Gracias! S”. No en qué momento se lo habré prestado, pero que habla
de la circulación de los libros entre amigos y estudiantes. Y me pregunto ahora
qué debería hacer con los libros firmados porque evidentemente tienen un
valor afectivo y ese valor afecta de alguna manera la libre circulación. Pero
volviendo a Sylvia, la dedicatoria se ubica, por única vez, en la primera hoja del
libro, en esa página en blanco que Wikipedia llama de “presentación”. Esta
alineada como siempre a la derecha superior del rectángulo pero con márgenes
más generosos, como si el hecho de vivir entre lenguas hubiera facilitado esa
amplitud.
Para Lila,
este vaivén
lingüístico,
con un beso,
Sylvia
20/9/17
Otra vez la dedicatoria hace referencia al contenido del libro, llamándolo
“vaivén lingüístico”. La fecha sorpresivamente muestra este vaivén. Aparece
dividida en barras al estilo argentino, primero el día, después el mes y después
el año, y no a la inversa al estilo americano, primero el mes y después el día,
algo a lo que no tuvimos más remedio que acostumbrarnos todos los que
llegamos a este país. Sylvia está consciente que está escribiendo en español tal
vez porque le ha quedado grabada la prohibición de los padres de mezclar los
dos idiomas, si mezclamos “nos regañan”, dice. Pero Sylvia, no hace más que
mezclar y de fascinarse justamente con la mezcla de idiomas. De ahí su interés,
entre otros, por Hudson, a quien le dedica dos secciones del libro. Una para
ironizar sobre el malentendido sobre la lengua en que Hudson escribe, que
muchos argentinos creen que es el castellano, cuando en realidad lo que leemos
es una traducción del inglés. Y la otra para comentar sobre el proceso de
escritura de Hudson, que consistía en poner palabras en castellano para no
perder el hilo cuando no podía encontrar la palabra correspondiente en inglés.
Sylvia dice que le hubiera gustado ver esos borradores de Hudson “marcados
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por ese vaivén lingüístico” del que es presa el escritor bilingüe. Y me intriga
saber si en los borradores de Sylvia se desenvuelve también ese cocoliche, que
antecede y prescribe la elegancia y la precisión de sus textos, esa variedad de
lenguas que Sylvia sabe pronunciar, como dice con orgullo, sin acento que la
delate.
Citas de lectura es, por ahora, el último libro que me firmó Sylvia, el 31 de
enero de este año cuando nos encontramos a tomar un café en Aldo’s de
Greenport a la vuelta de mis vacaciones de invierno en Buenos Aires. Allí me
encontré de improviso con el libro en los estantes que rodean el ca de la
librería Cúspide en el Village Recoleta. Nada mejor para leer durante las
vacaciones que un libro que habla sobre los libros que han marcado a un autor,
un libro que abre la posibilidad de otras lecturas. Este es el primer libro que me
dedica Sylvia que me he comprado en Buenos Aires, lo cual le agrega esta
cualidad de vaivén. Por supuesto se sorprendió de no habérmelo regalado
antes. La dedicatoria está ubicada como en otros casos, debajo del título y
sigue el mismo formato en cuanto a disposición del texto. La fecha, al estilo
argentino, está separada por guiones y el año sin abreviar. La tinta, un poco
seca, es de una birome que yo le di, por la cual Sylvia un poquito me “regañó”
cuando volví del baño, momento en que aprovechó para hacer la dedicatoria.
Citas de lectura
Lila querida
este libro hecho
de pedacitos
de otros libros,
con enorme cariño,
Sylvia
Greenport 31-1-2020
La palabra “pedacitos” se repite como en la dedicatoria de Desarticulaciones, pero
allí el demostrativo se refiere exclusivamente a los recuerdos, dice, estos
pedacitos de recuerdos”, como si los recuerdos estuvieran colgando de un
espacio sin referencia. En este caso, lo que está hecho de “pedacitos” es el
libro mismo, algo bien concreto. Me sorprende la palabra “pedacitos”, el
diminutivo, en el contexto de la escritura de Sylvia, que parece tan entera, tan
sólida en su construcción. No creo haber notado el uso del diminutivo en
muchos de sus textos. Tendría que fijarme con mayor atención. Pero el
diminutivo en sí, no es un morfema (perdón por esta palabra) que Sylvia use
con frecuencia, a menos que sea de manera irónica, me imagino. está en el
habla coloquial argentina. “¿Tomamos un cafecito?”, “!Qué calorcito hace,
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no?!”, “Te mando un mensajito”, etc. Y aquí se plantea la situación limítrofe
de una dedicatoria, que está adentro y afuera del libro. Ronda entre lo
coloquial, lo epistolar, lo literario y lo afectivo, entre la pose del escritor
firmando el libro y la pose del que lo va a leer. Y esto queda claro en la
dedicatoria general del libro que hace Sylvia, “Al lector con el libro en la
mano”. Me acuerdo de una clase que tomé con ella hace muchos os en la
que hablaba de la “pose” de Darío con un libro en la mano recorriendo los
museos de Paris, mostrándose como gran lector, gran intelectual, como una
persona ilustrada. Creo que ha escrito un artículo sobre eso. Y desde ese
momento no pude dejar de mirar a la gente con un libro en la mano como una
pose, como si el libro, dice Sylvia en el último capítulo de Citas de lectura, fuera
una extensión de la persona, una metonimia del yo. Me resulta muy graciosa la
imagen. Pero volviendo a los “pedacitos”, casi diría que se contradicen con la
idea de la pose, porque minimizan esa actuación. Un “libro hecho de pedacitos
de otros libros” es casi como un juego infantil, un rompecabezas, un collage,
en donde la pose se desbarajusta, se hace añicos, y se ve el trabajo laborioso de
componer con la mayor concisión, de establecer un dispositivo y un formato
de lo mínimo en el proceso de creación y de edición de un libro. Y siguiendo
en esta línea, si se considera la dedicatoria también como un pedacito”, ese
“pedacito” expande en su estética una relación afectiva. “Con enorme cariño”
termina esta dedicatoria. Y es justamente esa enormidad la que circula dentro
de la precisión y la agudeza de todo el trabajo de Sylvia.
Faltaría tal vez, para terminar, hablar sobre la redondez de la letra de
Sylvia, sobre una letra generosa, abierta, clara, precisa en su alineación
horizontal, pero a la vez abigarrada en su verticalidad, sobre los espacios
inusuales que separan letras y sílabas, sobre la manera de escribir su nombre
con una A mayúscula al final, pero estos rasgos distintivos quedarían para un
estudio grafológico que excede los limites de este escrito.
Shelter Island, abril 2020
Libros de Sylvia Molloy mencionados
En breve cárcel, (Buenos Aires, Simurg, 1998)
El común olvido, (Buenos Aires: Norma, 2002)
Varia imaginación, (Rosario: Beatriz Viterbo, 2003)
Desarticulaciones, (Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2010)
(escribir) PARIS, (New York: Brutas Editoras, 2012)
Vivir entre lenguas, (Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2016)
Zemborain, A Sylvia…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
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Citas de lectura, (Buenos Aires: Lectores, 2018)