Vélez Escallón, The desertmakers…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021 / pp. 179-185 179 ISSN 2422-5932
THE DESERTMAKERS: TRAVEL,
WAR, AND THE STATE IN LATIN
AMERICA,
DE JAVIER URIARTE
Byron Vélez Escallón
Universidade Federal de Santa Catarina
Professor de Literatura hispano-americana na Universidade Federal
de Santa Catarina. Doutor em Literatura pela Universidade Federal de Santa
Catarina (2014) e Profissional em Estudos Literários pela Universidad Nacional
de Colombia (2006). Pesquisador, editor, tradutor e autor do livro Do tamanho
do mundo: O Páramo de Guimarães Rosa com um Yavaratê (Premio Revista
Iberoamericana Mejor Tesis- Pitssburgh: IILI/Revista Iberoamericana, 2018).
Contacto: bairon.velez@ufsc.br
ORCID: 0000-0002-5730-377X
RESEÑAS
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Número 10 / Julio 2021 / pp. 179-185 180 ISSN 2422-5932
En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas
por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las
Disciplinas Geográficas.
Jorge Luis Borges
1
El deseo imperial se escribe y se excribe. The Desertmakers: Travel,
War, and the State in Latin America (Routledge, 2020, 323 páginas), de
Javier Uriarte, nos muestra los modos en los que la idea de América
como tabula rasa, es decir, leída bajo el tropo de un vacío primordial,
se manifestó en proyectos de establecimientos nacionales que
requerían como condición la ficción de una historia siempre por
empezar y de un espacio virgen a la espera de proyectos de
construcción. De ese modo, las élites gobernantes constituyeron y
prepararon en la realidad, no raramente a través de prácticas
sistemáticas de exterminio, ese desierto previamente escrito como
vacío, lo que quiere decir que, más que constatado ese desierto es
desertado: la elaboración compleja de un deseo trágico y absoluto. La
guerra, en ese sentido, es un generador de desiertos, el dispositivo de
ese hacer el desierto que enuncia el título del libro.
Si el desierto es un producto, también es una condición de
posibilidad para la consolidación del aparato estatal en Argentina,
Brasil, Paraguay y Uruguay, y es desde la perspectiva de cuatro
viajeros que The Desertmakers narra y analiza el fenómeno de la guerra
en la América del Sur del intervalo entre 1864 y 1902. Lo hace a la
manera de un tándem, en que la geografía y la ideología dialogan
entre sí, y en que vemos las transformaciones que se operan en las
subjetividades escritas de los autores estudiados, pues, atravesados
por las agruras del conflicto y del paisaje, permanentemente tienen
que ajustar sus percepciones y representaciones a las circunstancias
en que se encuentran. Lejos de casa, esos viajeros miran hacia el viaje
como morada, narrativizando y tratando de dar sentidos a sus
desplazamientos por territorios en estado de guerra para dar sentido
a la propia guerra.
El manuscrito del libro que reseño obtuvo en 2012 el Premio
Nacional de Literatura del Uruguay en la modalidad de ensayo
1
Jorge Luis Borges. “Del rigor en la ciencia”, Los Anales de Buenos Aires, año 1, nro. 3, 1946, p. 53.
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literario inédito. Ese manuscrito, que además fue la tesis con que su
autor, Javier Uriarte, obtuvo su PhD en la Universidad de New York
en el mismo año, evidenciaba ya en su título original Fazedores de
desertos: viajes, guerra y Estado en América Latinala amplitud de
la mirada que abarca, arqueologiza y mapea algunas de las
ocurrencias de nuestra desertificación fundante.
Esa desertificación se constata en cuatro coordenadas
espaciotemporales y muestra los modos por los cuales las burocracias
y los aparatos militares nacionales latinoamericanos se constituyen
por la vía de una proliferación de los signos en torno a significantes
totalizadores vaciados de su mera vinculación a referentes: desierto,
selva, pampa, sertão. Se podría decir que las escrituras abordadas en
The Desertmakerslas cartas de Richard Burton desde los campos de
batalla de la Guerra del Paraguay, The Purple Land de W.H. Hudson,
los escritos de Francisco Moreno sobre la Patagonia y Os sertões de
Euclides da Cunhatransfiguran en procedimientos escriturales
algunos fenómenos asociados a las lógicas extractivistas del capital
global, tan proliferante como saqueador, tan moderno como
fundamentado en el caudillismo de nuestras tradiciones regionales,
científico en la justa medida de su superstición, tan colmado de un
sentido totalizador como totalizador de la catástrofe constitutiva de
América Latina. Esto quiere decir que el mal que aqueja a nuestra
civilización y que atraviesa las escrituras abordadas es la propia
dogmática civilizatoria, su expansión y su extensión: el desierto la
rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas.
Pero ¿en qué consiste esa desertificación? The Desertmakers la
estudia en los acontecimientos de cierta retórica del viaje, con sus
respectivas conceptualizaciones del espacio-tiempo en cuatro
escenarios finiseculares de guerra Argentina, Brasil, Uruguay y
Paraguay. A través del estudio arqueológico de esas escrituras, y
con énfasis en la premisa de que el desierto no estuvo siempre ahí,
es decir, de que el desierto es un lugar que se produjo como desierto, Uriarte
evidencia el papel esencial que la guerra, en sus conexiones con la
empresa colonial y capitalista, jugó en los procesos de modernización
y formación de esos aparatos estatales. Como emprendimiento
capitalista, ese proceso facilitó la sustitución de gentes, la ocupación
y explotación de espacios y sujetos históricos, e incluso la supresión
de poblaciones enteras.
Ahora, si la guerra se asocia a la eclosión de los estados
modernos, no es posible definirla apenas como una forma de
coerción, sino que se constituye como un mecanismo central en la
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monopolización del poder y los gobiernos la apropian como
violencia constituyente, legitimadora de la ciudadanía y de los
aparatos institucionales. El Estado crea la guerra para legitimarse y la
guerra se legitima como una emanación estatal que, en el intervalo
estudiado por Uriarte, acaba por establecer el modo capitalista de
producción que caracteriza a América Latina. Esa lógica de
modernización, entre otras cosas, orienta la transformación que en
el siglo xix tornó sociedades rurales y pastoriles en complejos
asimétricos de producción agroexportadora orientada a los mercados
capitalistas. Formalmente liberales y republicanas, sin embargo, las
nacientes organizaciones estatales de un capitalismo dependiente se
fundamentaron en el autoritarismo del poder económico, de los
símbolos o de las armas, dejando a gran parte de sus poblaciones al
margen deldesarrollo que las alejaría deldesierto, aunque de
hecho se lanzaba a esas mismas poblaciones a una aniquilación
potencial cuando se las hacía sinónimo de un vacío primordial.
Ideologías como el positivismo tuvieron un papel fundamental en esa
perpetuación de la guerra como elemento de modernización, pues las
poblaciones entendidas como al margen de la historia deberían, de
acuerdo con ese paradigma finisecular, desaparecer para dar lugar a
sociedades cada vez más parecidas a los modelos europeos: Ordem e
progresso.
Si la modernización avanza en paralelo con conflagraciones
bélicas a través de las que se hegemonizan élites de gobierno, nos
dice The Desertmakers, no debe asociarse exclusivamente con la
construcción de una idea de nación. Antes bien, materializado
como un complejo burocrático-militar, el estado organiza el
territorio a través de la operación de establecimiento de enclaves
fijos de administración y de territorialidades pasibles de intervención
desde esos emplazamientos. Eso quiere decir que si la guerra y la
violencia estatal son manifestaciones de los procesos de integración
nacional de la segunda mitad del siglo xix, también son herramientas
de la participación latinoamericana en el orden del capital global.
Cambios fundamentales en los sistemas de transporte y
comunicación, crecimiento de la mentalidad burguesa, proliferación y
profesionalización de la letra y establecimiento de los escenarios de
la imaginación pública, además, hacen que la violencia estatal
adquiera aires de necesidad científica o histórica, normalizando
hechos como la destrucción del Paraguay con el exterminio de la
mayoría de su población y el saqueo de gran parte de su territorio,
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la Conquista del Desierto argentina, el militarismo uruguayo o la
masacre de Canudos.
La estructura de The Desertmakers, que permitiría leer cada uno
de sus cuatro capítulos de manera independiente, obliga al autor a
ciertas repeticiones teóricas, sólo evidentes para quien opta por una
lectura linear. Tratando de evitar reproducir esas repeticiones aquí,
veamos algunas características de cada uno de esos capítulos.
En el primero de ellos, Uriarte examina Letters from the Battle
Fields of Paraguay, del célebre Richard Burton, para mostrarnos al
viajero yendo al frente de batalla como un acto de desobediencia o
de desvío y paradójicamente llenando los espacios narrados del vacío
del deseo imperial. El segundo capítulo aborda The Purple Land, de
W.H. Hudson, que narra la travesía y la turbulenta aventura de
Richard Lamb en las postrimerías de la década de 1860, una aventura
que centraliza la guerra como una forma de resistencia a la presencia
imperial británica y que entiende la violencia asociada también al
paisajecomo un elemento esencial de la nostalgia por un lugar
primordial perdido en el pasado: un elemento de identidad, por lo
tanto.
A diferencia de esos dos primeros capítulos, en que los
narradores sonextranjeros que escriben en inglés, la lengua del
imperio, los capítulos tercero y cuarto abordan narrativas de dos
nativos que parten de la identificación con la perspectiva
modernizadora de sus respectivos Estados, aunque esa perspectiva se
modifique a medida que avanza el viaje y la escritura. El tercer
capítulo analiza una variedad de narrativas firmadas por el científico
viajero Francisco Moreno quien, en el contexto de la Conquista del
Desierto, elaboró descripciones evolucionistas de gentes en vías de
exterminio y museificación, así como narró territorios que se
delimitaban a través de la violencia y de esa otra forma de violencia
que llamamos escritura. Como Moreno, Euclides da Cunha, el
protagonista del cuarto capítulo de The Desertmakers, va al sertão
bahiano como representante del ejército de violencia simbólica que
acompaña al ejército de la violencia física, y en esa jornada sufre la
experiencia brutal de quien se descubre del lado ejecutor de los
crímenes que fundan la nacionalidad. Ruinas humeantes, tierras
arrasadas desde sus orígenes geológicos y cadáveres, así, son
imágenes de un sino trágico que en Os sertões es también el destino
del intelectual y de la república a la que representa.
Asesinar, usurpar y arrasar, así, son manifestaciones de la lógica
imperial que comandó la desertificación de vastos espacios
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latinoamericanos, una lógica que las élites del final del xix abrazaron
como propia, pues les permitió consolidarse en un cuadro que les
ofrecía el poder como resultado de una inserción dependiente en el
capitalismo global. De ese modo, enfatiza Javier Uriarte, no hay una
solución simple de las antinomias entre lo externo y lo interno, la
pertenencia o la extranjería, pues las guerras intestinas manifiestan
ese marco global y hacen profundamente ambigua la identificación
de los pueblos bestializados: los indígenas descritos por Moreno, por
ejemplo, ¿son o no son argentinos? Y los sertanejos de Antonio
Conselheiro, rebeldes contra la joven República del Brasil, ¿son
brasileños? La solución se da a través de la doctrina de tierra
arrasada a la que frecuentemente llamamos modernidad, pues es
con la desertificación producida por la guerra que esas comunidades,
con sus temporalidades y espacios singulares, son capturadas afuera
como excepcionalidad absoluta en relación con una interioridad y
una nacionalidad proyectivas y, en el largo plazo, producidas como
homogeneidad simbólica desde la centralidad administrativa de las
grandes ciudades latinoamericanas. La integración de esos espacios
que presupone su mapeamiento, su gestión y su ocupación por los
símbolos del progreso es también un proceso de conquista, de
erradicación de culturas, de limpieza étnica y hasta de genocidio, lo
que acerca este estudio del momento contemporáneo, en que cada
vez de manera más clara el capitalismo dependiente evidencia que las
bases de su realización son la destrucción de la naturaleza, del ser
humano y de sus relaciones sociales.
Por otra parte, ¿se hace esto de una manera cínica? La respuesta
de The Desertmakers es negativa: progreso y nostalgia no son ideas
mutuamente excluyentes, antes bien, son complementarias, pues la
tristeza por pasados perdidos apunta hacia la necesidad de la
construcción de un futuro. Confortable en su sentimiento trágico, el
escritor viajero elaborado como paradigma por Uriarte no raramente
usa una retórica del desvanecimiento, que hace de la memoria de
las ruinas producidas, recordémoslo la carga del hombre blanco,
es decir, la precisa constatación de la necesidad del progreso y de la
inexorabilidad del paso del tiempo. De ese modo, la ruina escrita
impide la percepción del otro y de los espacios-otros, pues esa
retórica dota a sus objetos de un sentido de necesidad que impide
incluso que la guerra sea visibilizada y representada como guerra.
En ese sentido, insiste el autor, la escritura se torna ella misma
un escenario de lucha: lucha contra la dificultad de decir la guerra,
lucha contra la dura constatación de que la violencia es el
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fundamento del Estado, lucha contra el sentimiento de estar
contribuyendo con un progreso que surge a la historia chorreando
sangre y lodo por todos sus poros.
El resultado de la guerra guerra entendida como actividad
de violencia material y simbólica es instalar un desierto real sobre
otro proyectivo, para así efectuar la deglución de ese vacío de
segundo orden que, producido, no es ajeno al Estado, sino que es su
obra y su realización.
Mercado y Estado, así, en un cuadro dependiente, confluyen
hacia la unicidad de un proyecto que se ejecuta como una sistemática
máquina de guerra en que la legibilización, desertificación y
apropiación del espacio pueden leerse al modo de una arqueología de
la destrucción. Tal vez esa cartografía ganase radicalidad si sus
derivas nómades se nutriesen más de las contribuciones situadas de
la teoría marxista de la dependencia, una teoría latinoamericana, que
del pensamiento deleuzo/guattariano (cuya teoría de flujos y stocks
tanto debe al John Maynard Keynes que hoy parece redivivo en
cierto ambientalismo académico del Norte global, también
extractivista en su buena voluntad cultural), aunque lo cierto es que
The Desertmakers, el libro de Javier Uriarte, mapea, sitúa y evidencia
esa sistemática destructiva, no sin darnos elementos para la memoria
de las resistencias que sobreviven y que aún enfrentan a los
contemporáneos fazedores de desertos”.