Giuggia, Ficciones posapocalípticas… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021/ pp. 39-63 39 ISSN 2422-5932
FICCIONES POSAPOCALÍPTICAS AMBIENTALES EN
LA LITERATURA ARGENTINA RECIENTE:
SOBRE
UN FUTURO RADIANTE
DE PABLO
PLOTKIN Y
EL SISTEMA DE LAS ESTRELLAS
DE
CARLOS CHERNOV
POST-APOCALYPTIC
ENVIRONMENTAL FICTIONS IN RECENT ARGENTINE
LITERATURE:
UN FUTURO RADIANTE
OF PABLO PLOTKIN AND
EL
SISTEMA DE LAS ESTRELLAS
OF CARLOS CHERNOV
Agustina Giuggia
Universidad Nacional de Córdoba - CONICET
Licenciada en Letras Modernas y estudiante del Doctorado en Letras de la Universidad Nacional de
Córdoba. Integrante del equipo de investigación “Archivos de la modernidad latinoamericana: escrituras
contemporáneas de la teoría, la crítica y la literatura”, radicado en el Centro de Investigaciones de la Facultad de
Filosofía y Humanidades (CIFFYH), Universidad Nacional de Córdoba.
Contacto: agustinagiuggia@gmail.com
ORCID: 0000-0001-7563-4778
Imaginarios planetarios
en la cultura latinoamericana
DOSSIER
Giuggia, Ficciones posapocalípticas… Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 10 / Julio 2021/ pp. 39-63 40 ISSN 2422-5932
Fecha de envío: 31/05/21 Fecha de aceptación: 01/07/21
Imaginario
Posapocalipsis
Naturaleza
Antropoceno
En las últimas décadas, la literatura argentina ha sido testigo de la aparición de un conjunto de
novelas pertenecientes a un imaginario particular: el posapocalíptico. A diferencia de otras
manifestaciones del mito, estas ficciones ponen en escena catástrofes de índole natural que dejan de
lado las configuraciones religiosas del apocalipsis para centrarse en las responsabilidades humanas
frente a la destrucción del mundo. En este sentido, dichas ficciones no constituyen un hecho aislado en
el orbe literario y cultural, sino que forman parte de una problemática mayor vinculada a los debates
en torno a la noción de Antropoceno. El siguiente trabajo se propone realizar una aproximación al
modo en el que estas obras desafían las construcciones literarias canonizadas en torno a la
naturaleza, a partir de la configuración de un imaginario posapocalíptico ligado al colapso ambiental
antropogénico. Las obras que conforman el corpus de análisis son: Un futuro radiante (2016) de
Pablo Plotkin y El sistema de las estrellas (2017) de Carlos Chernov.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Imaginary
Post-apocalypse
Nature
Anthropocene
ABSTRACT
KEYWORDS
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1. Introducción
En su libro Los imaginarios planetarios (2018), Mary Louise Pratt realiza
un profundo y detallado estudio de América Latina a través de sus
imaginarios. Para la autora, la configuración de este tipo de
representaciones no es una dimensión secundaria de la existencia
humana, sino que es un aspecto constitutivo sin el cual el
comportamiento de los individuos y las colectividades permanecería
completamente indescifrable (2018: 15). En este sentido, podría
decirse que un imaginario no solo habilita la expresión de deseos y
temores de una sociedad determinada, sino que también orienta el
modo en el que las personas actúan y dotan de significado su
existencia.
1
La literatura, entre tantas otras manifestaciones del arte,
permite identificar y analizar la construcción de esos imaginarios
culturales, al habilitar la lectura en clave estética de procesos
históricos y sociopolíticos de la región. Tal como sostiene Pratt, la
modernidad occidental desarrolló y privilegió la literatura escrita
como espacio expresivo donde cultivar y estudiar los poderes de la
imaginación (16), pensemos, por ejemplo, en el papel que siglos
atrás desempeñó la literatura en la construcción de los proyectos
civilizatorios de las nuevas naciones latinoamericanas. Podríamos
decir entonces que, en la actualidad, la relevancia del campo literario,
en tanto productor de imaginarios, aún sigue vigente, aunque las
visiones de mundo que allí se construyen se diferencian de las
creadas tiempo atrás. Las preguntas que ahora interpelan a la crítica
cultural son, entre otras, las siguientes: ¿qué imaginarios subyacen a
la literatura latinoamericana reciente?, ¿qué nuevas concepciones de
mundo traen consigo?, ¿de qué manera dichos imaginarios se ven
marcados por la crisis de futuridad (Pratt, 34) provocada por el
fracaso de los proyectos modernizadores?
Dentro de los acotados límites de este trabajo, para responder
esos interrogantes, nos dedicaremos a analizar un tipo de imaginario
1
En este trabajo, utilizamos el término imaginario en el sentido en el que lo hacen Genevieve Fabry e
Ilse Logie en su libro Los imaginarios apocalípticos en la literatura hispanoamericana contemporánea, es decir,
como “una red de representaciones mentales alimentadas por un legado mítico, religioso y/o histórico,
dotada de un valor epistemológico y axiológico” (2010: 12).
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cada vez más recurrente en la literatura argentina y latinoamericana
reciente: el imaginario posapocalíptico. Tal y como lo expresa el
nombre mismo, las ficciones que conforman este imaginario se
caracterizan por narrar lo que sucede luego de una catástrofe de gran
magnitud que destruye al mundo tal como se lo conocía. Para
abordar sus características y el modo en el que este tipo de
narraciones se construyen en la actualidad, tomaremos como
referencia el estudio realizado por la crítica norteamericana Heather
Hicks, en su libro The Post-Apocalyptic Novel in the Twenty-First Century.
Modernity beyond salvage (2016).
2
Según esta autora, en el siglo XXI, la
idea de apocalipsis ha virado desde sus orígenes religiosos hacia una
versión secularizada del fin del mundo. En este sentido, para Hicks,
las narrativas contemporáneas del desastre global utilizan las
convenciones del imaginario posapocalíptico desde un marco secular
para interrogar e interpelar la categoría de modernidad: Con el
surgimiento de la modernidad en el siglo XVIII, el apocalipsis pasó
de sus orígenes como la historia de la aniquilación de un mundo
humano pecaminoso a convertirse [] en la historia del colapso de
la modernidad misma (Hicks, 2. La traducción es nuestra). Para la
autora, estas ficciones exploran futuros posibles después de la
destrucción de las estructuras físicas, las formaciones sociales y los
valores de la vida moderna: En el después de la catástrofe, los
personajes se enfrentan a los restos del mundo moderno, desde el
dominio inmaterial de las palabras y las ideas hasta los detritos
físicos de objetos y máquinas, y deben apuntalar esos fragmentos
(3. La traducción es nuestra).
Este colapso de la modernidad del que habla Hicks puede
relacionarse con otro concepto teórico central para abordar
críticamente a las ficciones posapocalípticas: eldespués del fin,
categoría creada por James Berger para anunciar que aquello que
caracteriza al imaginario posapocalíptico es el acto de narrar lo que
sucede después de un evento concebido como el final. Para este
autor, lo que permanece luego del apocalipsis son las secuelas y los
restos del fin; es por ello que el estudio del posapocalipsis es un
análisis de lo que ha desaparecido y de lo que ha quedado, y de qué
manera los restos han sido transformados. En palabras del autor: el
2
En su libro, Hicks realiza un estudio sobre la ficción posapocalíptica a partir de obras literarias
norteamericanas, canadienses e inglesas recientes, tomando como uno de los disparadores del análisis a
la obra de Daniel Defoe, Robinson Crusoe, en tanto sostiene que el protagonista de esta obra es un
ejemplo paradigmático del sobreviviente que debe enfrentar la pérdida del mundo propio y del modo
de vida moderno.
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final nunca es el final. El texto apocalíptico anuncia y describe el fin
del mundo, pero entonces el texto no termina, ni el mundo
representado en el texto, ni el mundo mismo. En casi todas las
presentaciones apocalípticas, algo permanece después del final
(Berger, 1999: 5. La traducción es nuestra).
Sumado a lo anterior, Hicks sostiene que, en el presente siglo,
el marcado aumento del interés literario y crítico en la ficción
posapocalíptica se debe a la utilización de las convenciones de este
género para explorar un conjunto de problemáticas culturales,
políticas, económicas y medioambientales urgentes, como por
ejemplo, la identificación de las causas antropogénicas del
calentamiento global y, por ende, la concepción de que los humanos
pueden ser los responsables de una catástrofe global. En este
sentido, podríamos decir que la recurrencia cada vez mayor de un
imaginario posapocalíptico, tanto en la literatura anglófona como en
la latinoamericana, no puede leerse de forma aislada, sino que
requiere de un abordaje contextualizado que permita reconocer el
impacto de los debates cada vez más acuciantes sobre el
Antropoceno.
3
Las ideas antiquísimas del ocaso de la vida en la tierra,
del colapso inminente y del futuro incierto se encuentran motivadas,
desde hace algunas décadas, por un hecho científico sobre el que las
llamadas ciencias naturales vienen trabajando hace tiempo: el cambio
climático y la consecuente crisis ambiental planetaria.
Según los inventores del término, Paul J. Crutzen y Eugene F.
Stoemer (2000), el Antropoceno nombra una nueva época geológica
en la historia terrestre en donde las acciones de los seres humanos
tienen consecuencias determinantes y, sobre todo, irreversibles para
el ambiente y el planeta.
4
Si bien los debates en torno a su origen son
múltiples y aún continúan, la propuesta de periodización de Crutzen
y Stoemer es una de las más aceptadas por la comunidad científica.
Para estos investigadores, el comienzo de esta nueva época se generó
con la Revolución Industrial y se intensificó en la década del
cincuenta con lo que se conoció como la Gran Aceleración, debido a
3
Según Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowski, una proliferación de discursos sobre “el fin
del mundo” cobraron nueva vida “cuando se formó el consenso científico respecto a las
transformaciones en curso del régimen termodinámico del planeta” (2019: 21).
4
Es necesario aclarar aquí que, desde el inicio de este debate, investigadores de diversos campos
disciplinares han optado por prefijos alternativos que intentan circunscribir al agente de las
transformaciones climáticas. Una de las propuestas más interesantes es la de Jason Moore, quien en su
libro El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital (2020) sostiene que el agente de
este escenario catastrófico no es la humanidad en tanto especie, sino el sistema de producción
capitalista.
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elementos tales como el crecimiento dinámico de la población, el
aumento del consumo, la explotación desenfrenada de los recursos
naturales y la urbanización a gran escala, entre otros.
Como se puede apreciar en la amplia y variada bibliografía que
existe sobre el tema, desde sus inicios, las discusiones en torno a la
noción de Antropoceno no se limitaron al ámbito de las ciencias
naturales, sino que pronto se trasladaron a las disciplinas sociales y
humanísticas (Chakrabarty, 2018; Danowski y Viveiros de Castro,
2019; Descola, 2017; Latour, 2017; Morton, 2018; Svampa, 2020;
Trischler, 2017). Esto quiere decir que, en tanto propuesta de
periodización geológica, el Antropoceno se ha convertido también en
una discusión multidisciplinar en torno a la idea de fin del mundo y a
los límites de la concepción moderna de naturaleza, afectando
directamente a la experiencia humana en su dimensión estética y
filosófica. Según Maristella Svampa, el Antropoceno funciona como
concepto-diagnóstico en tanto plantea un cuestionamiento del
paradigma cultural de la modernidad, basado en una visión
instrumental de la Naturaleza, funcional a la lógica del capital (2020:
32). Esta revisión de una perspectiva antropocéntrica genera, en
palabras de Svampa, hondas repercusiones filosóficas y
antropológicas (2020: 6) en el campo de las humanidades, en tanto
conduce a un replanteamiento de dicotomías centrales para dicho
paradigma, tales como las de naturaleza/cultura y humano/no
humano.
5
Teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí, a lo largo de este
trabajo intentaremos caracterizar a este imaginario posapocalíptico a
partir de dos obras literarias argentinas escritas en los últimos diez
años: Un futuro radiante (2016) de Pablo Plotkin y El sistema de las
estrellas (2017) de Carlos Chernov, con el propósito de analizar el
modo en el que estas ficciones construyen un imaginario
posapocalíptico ligado al colapso ambiental, así como también de
identificar los diálogos que estas obras permiten establecer con los
debates en torno al Antropoceno.
2. La imaginación del desastre
5
En esta misma línea podríamos ubicar los aportes de Helmuth Trischler en torno a la noción de
Antropoceno en tanto concepto cultural. Según este autor, el debate acerca de la época de los seres
humanos es una buena oportunidad tanto para superar la división temporal, ontológica,
epistemológica e institucional entre naturaleza y cultura que ha dado forma a la visión del mundo
occidental desde el siglo XIX, como para explorar nuevas formas de colaboración interdisciplinaria y
transdisciplinaria” (2017: 42).
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En el año 2006, el crítico literario Fernando Reati publica su libro
Postales del porvenir. La literatura de anticipación en la Argentina neoliberal
(1985-1999), en donde estudia un corpus de obras argentinas
caracterizadas por el predominio del futuro como marco temporal de
la acción y por la construcción de un porvenir desde una perspectiva
distópica.
6
Según Reati, estas obras se distancian de la novela
histórica, predominante durante el período de la dictadura y la
posdictadura militar, a través de un desplazamiento cronológico que
da cuenta de un nuevo contexto de producción: la Argentina
neoliberal de las décadas del 80 y 90. Para el autor, la ficción
anticipatoria que predomina en el país en esos momentos, al
proyectarse imaginativamente hacia el futuro y al anticipar las
posibles direcciones de la historia nacional, ilustra la manera en que
las transformaciones del país en esa década y media de
neoliberalismo y globalización impactaron en el inconsciente
colectivo y sus productos culturales (2006: 14).
7
Tomando como punto de partida e interlocutor principal al
análisis de Fernando Reati, Alejo Steimberg publica, en el año 2012,
un artículo titulado El futuro obturado: el cronotopo aislado en la
ciencia ficción argentina pos-2001, en donde retoma la categoría
creada por Mijaíl Bajtin para delimitar y caracterizar a un corpus de
obras de ciencia ficción surgidas en los albores del siglo XXI.
8
Si
para Reati ciertas ficciones nacidas durante el menemismo
pertenecían a una literatura de anticipación que proyectaba futuros
distópicos, para Steimberg, aquellas surgidas luego del colapso
socioeconómico del 2001 abandonan ese costado predictivo para
configurar cronotopos posapocalípticos donde el final ya ocurrió:
Se trata de narraciones que tienen en común la falta de interés
por los motivos del apocalipsis o por el apocalipsis en sí, que
se concentran en la reconstrucción ulterior y que dejan de lado
6
Para Reati, la literatura de anticipación se caracteriza por imaginar futuros posibles y por criticar
aspectos de la sociedad contemporánea, a través de dicha proyección temporal.
7
Las obras de anticipación estudiadas por Fernando Reati en su libro son las siguientes: Manual de
historia (1985) de Marco Denevi, La reina del plata (1988) de Abel Posse, Una sombra ya pronto serás (1990)
de Osvaldo Soriano, Las repúblicas (1991) de Angélica Gorodischer, No somos una banda (1991) de
Orlando Espósito, El aire (1992) de Sergio Chejfec, La ciudad ausente (1992) de Ricardo Piglia, Los
misterios de Rosario (1994) de César Aira, La muerte como efecto secundario (1997) de Ana María Shua, El oído
absoluto (1997) de Marcelo Cohen, Cruz diablo (1997) de Eduardo Blaustein, Planet (1998) de Sergio
Bizzio y 2058, en la Corte de Eutopía (1999) de Pablo Urbanyi.
8
Steimberg construye su corpus de estudio con tres obras: Plop (2004) de Rafael Pinedo, Donde yo no
estaba (2006) de Marcelo Cohen y la novela gráfica El cuervo que sabía (2008) de Kwaichang Kráneo (alias
de Carlos Lima).
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el aspecto de advertencia presente en muchas obras del
género. Como si la debacle de un modelo (en este caso el
neoliberal), la caída de un paradigma, más allá de la visión
negativa que de él pueda mantenerse, obturase la posibilidad de
la proyección; como si la única manera de imaginar un futuro
consistiese en cortarlo casi completamente del contexto de
producción de la obra, retomando la temporalidad de un
presente eterno propia del imaginario tradicional
posapocalíptico (2012: 128).
Como se desprende de su análisis, este tipo de imaginario se
construye en un tiempo futuro (de allí su vínculo con el género de la
ciencia ficción), en donde el fin del mundo ya ha ocurrido y lo que
queda son los restos de una civilización colapsada. Podríamos decir
entonces que, en tanto variante particular del tema del fin del
mundo en la cultura, en el imaginario posapocalíptico, el apocalipsis
nunca supone el fin del planeta de manera literal, sino que implica el
fin del mundo en tanto totalidad significante.
9
Para recapitular, mientras que para Fernando Reati las ficciones
anticipatorias de finales del siglo XX fueron el producto de las
transformaciones sociales, económicas y políticas provocadas por el
neoliberalismo y la globalización en el país, para Alejo Steimberg las
obras anticipatorias surgidas luego del colapso socioeconómico del
2001 pertenecen necesariamente a un imaginario posapocalíptico,
porque la magnitud de la crisis nacional obturó cualquier posibilidad
de proyección. En esta misma línea, quisiéramos postular una
hipótesis de lectura que podría analizarse en continuidad con las
propuestas de estos autores: en las últimas dos décadas, la literatura
argentina ha sido testigo de la aparición de un conjunto de ficciones
en donde el apocalipsis toma la forma de una catástrofe ambiental,
por lo que la naturaleza aparece representada como una fuerza
destructiva que afecta de manera irreversible las condiciones de
reproducción de la vida (Latour, 2017). A su vez, consideramos que
estas ficciones pueden ser leídas en diálogo con los debates sobre el
Antropoceno nombrados anteriormente, debido a que se alejan de la
configuración religiosa del mito del apocalipsis para centrarse en las
responsabilidades humanas frente a la destrucción del mundo. Si en
9
Según Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowski, en su libro ¿Hay mundo por venir? Ensayo
sobre los miedos y los fines, en los discursos sobre el fin existe una recurrencia particular: la de la fórmula
“el fin de X tal como lo conocemos” (2019: 56). En el caso de la literatura posapocalíptica, esa fórmula
podría completarse de múltiples maneras: el mundo, la civilización, la naturaleza, la cultura, la
humanidad, la vida, entre otros.
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sus orígenes míticos, el fin del mundo aparecía como un modo
divino de impartir justicia, las evidencias científicas recolectadas en
los últimos tiempos han erosionado ese origen y lo han transformado
no solo en un pronóstico posible, sino también en un proceso ya
iniciado e irreversible. Tal como sostiene Marco Kunz, la versión
secularizada del mito del apocalipsis se presenta ora como una
catástrofe natural ora como una consecuencia de actos humanos,
pues el único ser capaz de juzgar, condenar y destruir al hombre es el
hombre mismo (2010: 87).
10
Para concluir este apartado, podríamos decir que, a diferencia
de las obras estudiadas por Reati y Steimberg, en estas ficciones
posapocalípticas recientes, el fin del mundo ya no aparece como
producto de una crisis política y/o económica nacional, sino que
nace de una certeza a escala planetaria: la inminencia de una
catástrofe medioambiental sin precedentes que destruye las
condiciones materiales de existencia, a la vez que, como sostiene
Hicks, pone en jaque al paradigma cultural y civilizatorio de la
modernidad y sus estrategias de desarrollo dominantes.
11
En estas
obras, la presencia de agentes no humanos tales como el cambio
climático antropogénico o la propagación misma de la toxicidad no
solo provoca el quiebre de la idea de naturaleza como un escenario
inerte de la acción, sino que también introduce escalas espacio-
temporales ajenas a la perspectiva humana (Chakrabarty, 2018).
12
En
10
En un artículo titulado “Nueva narrativa especulativa/anticipatoria”, María Laura Pérez Gras
sostiene que, en la actualidad, “son cada vez más los textos que incorporan los problemas ecológicos
de las crisis ambientales y climáticas del planeta, cuestiones que en las décadas anteriores no tenían un
foco central, en comparación con las cuestiones sociales y económicas” (2020: 7).
11
Si bien los debates sobre el Antropoceno dan cuenta de una crisis ambiental de escala planetaria que
excede los límites nacionales y que afecta a la humanidad en tanto especie, es importante resaltar que
este fenómeno ha profundizado las desigualdades sociales y ambientales existentes, especialmente en
las periferias globalizadas. En este sentido, creemos necesaria una mirada en clave local y territorial de
esta crisis global que permita considerar los procesos neoextractivistas que afectan a América Latina y
otras regiones del sur global, como por ejemplo, la expansión de las fronteras de extracción y la
intensificación de la megaminería y el agronegocio. En palabras de Svampa: “existen dos factores
mayores, íntimamente ligados, que explican la magnitud de estos eventos: uno es de carácter global, el
Cambio climático, que profundiza y multiplica los fenómenos climáticos extremos; otra es de carácter
regional/nacional, vinculada a la expansión de la dinámica extractivista, bajo la forma de diferentes
modelos de desarrollo, incompatible con los ciclos de la Naturaleza” (2020: 27). Véanse los aportes de
García Acosta (2017), Ulloa (2017) y Svampa (2020).
12
En su libro Hiperobjetos. Filosofía y ecología después del fin del mundo (2018), Timothy Morton crea el
concepto de “hiperobjeto” para nombrar fenómenos y/o entidades que “se distribuyen masivamente
en tiempo y espacio en relación con los humanos” y que por ende “involucran una temporalidad
radicalmente distinta de las temporalidades a escala humana a las que estamos acostumbrados” (15). A
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relación con esto, en un artículo central para pensar la narración en
tiempos del Antropoceno, Gabriel Giorgi (2020) sostiene que el
ingreso de agentes no humanos a la novela es ante todo una pregunta
por la temporalidad y un desafío formal, a la vez que una puesta en
jaque de la perspectiva antropocéntrica. En sus palabras:
Cabe investigar en qué medida la novela puede ser un laboratorio
para escalas temporales, para un modulado de lo narrable, allí donde
las escalas reconocibles del género dejan de funcionar, y cómo la
novela puede absorber esas magnitudes planetarias que se disparan
en el horizonte de los escenarios antropocénicos. (2020: 4)
Teniendo presente esta pregunta por la escala y la narración que
formula Giorgi, a continuación propondremos un análisis de las
novelas arriba nombradas a partir de las siguientes preguntas
disparadoras: ¿de qué manera estas ficciones dan cuenta de la
presencia de agentes no humanos?, ¿qué tipo de cronotopo ponen en
escena?
13
, ¿de qué modo estos imaginarios posapocalípticos instalan
una pregunta por la naturaleza en el marco de los debates del
Antropoceno?
3. Cuando el aire se vuelve irrespirable
Un futuro radiante (2016) es la primera novela del escritor y periodista
argentino Pablo Plotkin. En ella, se nos presenta una Buenos Aires
desierta, devastada y contaminada por una serie de explosiones
químicas que cambiaron al mundo para siempre. En este escenario,
dos hermanos, el narrador de la historia y un personaje llamado
Dubi, buscan sobrevivir, a la vez que intentan desenredar su historia
familiar y fraternal.
En esta novela, como en el resto de las obras pertenecientes al
imaginario posapocalíptico, el comienzo de la narración presenta una
estructura in media res, en tanto el relato se inicia tiempo después de
su vez, estos hiperobjetos se caracterizan, según Morton, por ocupar una “fase espacial de alta
dimensionalidad que los vuelve invisibles a los humanos durante ciertos períodos de tiempo” (16).
13
Para abordar las particularidades del cronotopo posapocalíptico, en este trabajo, utilizaremos como
referencia el estudio de Petter Skult “The Post-Apocalyptic Chronotope” (2012), quien toma como
base de su análisis la noción creada por Mijaíl Bajtín en su texto “Las formas del tiempo y del
cronotopo en la novela” (1937). Según Skult, el cronotopo particular de este tipo de ficciones se
caracteriza por ese prefijo “post” que no solo denota un tiempo posterior al apocalipsis, sino que
también señala la presencia de otros dos períodos temporales: el preapocalipsis y el apocalipsis en
mismo. En cuanto al espacio, la otra parte constitutiva del cronotopo, Skult dirá que este ha cambiado
irrevocablemente luego del apocalipsis y por ello, genera en aquellos que lo habitan un efecto de
extrañamiento.
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ocurrida una catástrofe que cambia de manera radical al mundo. De
allí el prefijo post, elemento que denota un tiempo posterior al fin
del mundo y que supone a su vez otros dos períodos de tiempo: el
preapocalipsis y el apocalipsis en sí mismo (Skult, 2012). En estas
ficciones, el evento de destrucción masiva no se incluye dentro de la
narración, por lo que debemos acceder a él a partir de ciertas
referencias indirectas, distribuidas a lo largo de la obra, que dan
cuenta de un colapso ambiental que generó y continúa generando un
deterioro irreversible en el ecosistema. En la novela de Plotkin,
sabemos que la catástrofe ambiental fue consecuencia de una serie de
explosiones graduales que ocasionaron el peor accidente químico de
la historia (299), lo que significa que las modificaciones ambientales
fueron producto de la actividad humana:
Fue vendido como un episodio aislado, un accidente químico que
dejó muertos y obligó a evacuar Villa Inflamable. Estaba claro que a
partir de entonces respiraríamos un aire peor, pero nadie previó la
cadena de sucesos que derivaría en el éxodo, la cuarentena y el cierre
de las fronteras. (2016: 178)
En esta obra, la contaminación ambiental ocasionada por este
desastre químico se puede observar en las referencias continuas que
el narrador realiza al agua envenenada, a la condensación de ácido en
el ambiente y a la presencia de nubes fosforescentes que vuelven al
aire irrespirable, todas marcas de una toxicidad omnipresente: La
bruma amarillenta de las primeras semanas posteriores a las
explosiones había vuelto, estancada en el horizonte del oeste como
un recordatorio, un gas que dibujaba las fronteras difusas del
desastre (236). Los animales, por su parte, se convierten en archivos
de esta toxicidad liberada, al volverse transmisores involuntarios de
extrañas enfermedades causantes de epidemias. Las palomas, por
ejemplo, pasan a tener ojos incandescentes y a contagiar a los
humanos con sus picaduras, lo que hace que deban ser controladas y
sacrificadas. Los roedores y los perros que deambulan por las calles
desiertas también se transforman en amenazas para los humanos.
Todo esto deriva en un recrudecimiento del control biopolítico por
parte de las autoridades (Foucault, 2014), mediante estrictas medidas
sanitarias tales como rondas cronometradas de inspección, el
sacrificio masivo de los infectados, la obligación de usar barbijos, la
protección frente a los animales enfermos y el cumplimiento de
períodos de cuarentena en caso de contagio.
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En la novela, la naturaleza pasa a ser un agente de
transformaciones, una especie de fuerza antagonista, al aparecer
retratada como un elemento tóxico que ha destruido todo tipo de
refugio seguro para los sobrevivientes y que, por lo tanto, ha
dificultado el desarrollo mismo de la vida. En esta obra, el paisaje
que dibuja la catástrofe ambiental es el de una ciudad irrespirable y la
de un basural biológico, tomado por la maleza y los roedores
(2016: 34), marcado por la escasez de recursos y los consecuentes
éxodos masivos. En este sentido, Carolina Grenoville sostiene que
en Un futuro radiante se proyecta
un mundo desprovisto de los atributos que habían hecho de la Tierra
un sitio apto para el desarrollo de la vida. Y la clausura trágica y
definitiva es sustituida por la larga e indefinida sobrevivencia de la
naturaleza, que prosigue engendrando muerte y más muerte en un
estado de agonía perpetua. (2020: 65)
La sobrevivencia de una naturaleza que sigue propagando muerte, tal
y como sostiene Grenoville, pone de manifiesto el hecho de que la
catástrofe ambiental no comienza con el evento apocalíptico y
culmina con él, sino que es el producto de una violencia de
destrucción lenta sobre el ambiente (Nixon, 2011) que se vuelve
evidente e imposible de ser negada a partir del colapso. En Un futuro
radiante, esto se puede observar en las reiteradas ocasiones en las que
narrador resalta que lo ocurrido fue un proceso y no un accidente,
como lo quisieron hacer ver las altas esferas de poder. A su vez, los
efectos de larga duración de este desastre ambiental requieren ser
pensados como fuerzas destructivas ya liberadas frente a las cuales la
humanidad no tiene demasiado que hacer: en esta novela, la
toxicidad es un elemento omnipresente que envuelve a los cuerpos y
les impone su ritmo.
Como en toda ficción posapocalíptica, es posible observar el
modo en el que la catástrofe ambiental configura un cronotopo que
se diferencia rotundamente del mundo previo al desastre. En cuanto
al elemento temporal, podría decirse que el apocalipsis da inicio a un
tiempo poshistórico o ahistórico, inaugurando lo que Alejo
Steimberg llama un presente eterno de supervivencia (2012). Esto
se debe a que la irrupción de un evento de destrucción ambiental de
esa escala provoca no solo el quiebre de toda cronología previa, y
por ende la sensación de anulación del paso del tiempo, sino que
también impide seguir pensando una temporalidad en términos
exclusivamente humanos. Pensemos en la complejización de la
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Número 10 / Julio 2021/ pp. 39-63 51 ISSN 2422-5932
cuestión temporal que, en esta obra, supone la toxicidad que ha
liberado la catástrofe: ¿cuál es el efecto y la duración de ese agente?,
¿cómo es posible narrar su acción si es un elemento que escapa a la
percepción humana?
En Un futuro radiante, lo que da inicio a la catástrofe es un
mundo en permanente estado de emergencia en donde el control
biopolítico de los cuerpos se vuelve cada vez más estricto, debido a
que es la reproducción misma de la vida lo que está puesto en
cuestión. El objetivo primordial de los sobrevivientes, humanos y no
humanos, es tratar de subsistir en un mundo que no ofrece refugio
alguno y que, por lo tanto, dificulta cualquier posibilidad de
proyección: empezaba a entender que la vida sería esto por bastante
tiempo, y me iba convenciendo de que mi mandato de productividad
ya no tenía el prestigio de otras épocas (2016: 19). Como es posible
observar, en esta novela, el narrador es un sobreviviente, personaje
paradigmático de este tipo de ficciones (Berger, 1999), quien debe
enfrentarse tanto a la destrucción ambiental como al colapso material
y simbólico de sus condiciones de existencia.
En la obra, la administración de todo aquello que ha
sobrevivido está a cargo de una Autoridad de Emergencia corrupta,
que cierra las fronteras y fragmenta la ciudad en comunas sometidas
a su dominio.
14
Sin embargo, el poder se disputa también entre tres
grupos: los pistoleros, quienes manejan las calles y el suministro de
los recursos; los ambientalistas, ecologistas armados que habitan en
el antiguo predio de Agronomía y que buscan revivir los cultivos de
la tierra; y los linyeras, una comunidad de marginados y drogadictos
liderados por Panzer, un vagabundo cuyo proyecto de dominación
política se basa en la comercialización de una droga tóxica. En este
presente trastornado, el capital material y simbólico con el que
contaban los personajes antes del colapso debió ser resignificado en
orden a un mandato de supervivencia constante. En palabras del
narrador:
Se me ocurrió que en cada barrio debía haber algún
delirante como Ravani y algún matón como Panzer para
14
En “Imaginaciones territoriales para después del final (Argentina, siglo XXI)”, Mariana Catalin y
Lucía de Leone sostienen que los imaginarios posapocalípticos, “proponen cronotopías singulares, que,
sosteniéndose entre la lectura en clave de ese futuro en relación con el presente y la apertura de
variables que desestabilizan cualquier extrapolación, ponen en juego […] desde espacios derruidos o en
vías de extinción a espacios estructurados por controles autoritarios o en los que se dispone una
gestión del final en el orden presente que tiene como horizonte algún tipo de nueva normalidad”
(2020: 154).
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custodiar la pantomima. Todos debían fantasear con su
propia versión de la Refundación. Era el viejo discurso de
la descentralización política llevado a la práctica como un
psicodrama apocalíptico. El poder se había atomizado y
estaba a merced de linyeras mutantes e ingenieros
lumpenizados. La refundación de la Agronomía era la del
fizz, la de los cuerpos vivos y muertos tornándose
fosforescentes mientras la ciudad prolongaba su stand-
by[]. (2016: 300)
En esta obra, la toxicidad liberada por las explosiones químicas se
transforma a su vez en un modo de administrar biopolíticamente los
cuerpos. Panzer, el líder linyera de este nuevo mundo, es uno de los
que tienen el objetivo de volver a Buenos Aires una ciudad
importante mediante el comercio a gran escala de una droga química
llamada Fizz, sustancia que no solo implica un rédito económico,
sino que también habilita el control de la población sobreviviente al
volver fosforescentes e inconscientes a los que la consumen. De allí
el título de la novela de Plotkin: el futuro es radiante no por lo que
promete, sino por la exposición de los cuerpos a una radiación
constante, que circula tanto en el ambiente, como a través de este
compuesto químico adictivo. Esto demuestra que la naturaleza tóxica
producto del apocalipsis afecta tanto al medio ambiente como a los
cuerpos de los sobrevivientes.
En cuanto al elemento espacial del cronotopo posapocalíptico,
la catástrofe supone un espacio que se caracteriza por un contraste
extremo con el anterior, de allí la importancia de las referencias a un
pre-apocalipsis, es decir, a un escenario previo al desastre que
funciona como marco de referencia y que permite establecer e
identificar un post: Los efectos de la luz y el ácido eran tan
cambiantes que el solo hecho de poner un pie en la avenida San
Martín me generaba la ilusión de despertar en un mundo nuevo, un
paisaje que moría y nacía cada vez (2016: 92). En primer lugar, el
contraste entre estos mundos se construye mediante la presencia de
ruinas y restos que el colapso ha dejado a su paso, hecho que genera
una experiencia de extrañamiento para los personajes, quienes tienen
que enfrentar la desaparición rotunda de todo lo que consideraban
familiar. Locales vacíos, semáforos apagados, autos amontonados,
edificios abandonados, ciudades deshabitadas, cajeros automáticos
cubiertos por enredaderas e hipermercados saqueados pueblan la
ciudad y transforman el espacio cotidiano en un paisaje siniestro
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Número 10 / Julio 2021/ pp. 39-63 53 ISSN 2422-5932
(Skult, 2012).
15
En las imágenes que describe el narrador podemos
visualizar una ciudad espectral, transformada por la maleza y la
contaminación: Jardines delanteros convertidos en pequeños
pantanos, antiguos juegos de plaza carcomidos por el ácido, perros
hurgando en los bordes de los contenedores volcados (173).
Otra característica recurrente del imaginario posapocalíptico,
que implica un contraste rotundo con el mundo previo, es la caída
del suministro eléctrico y de todo servicio esencial como el agua
potable, el gas y el combustible. Esta situación habilita un mercado
ilegal en donde estos recursos se venden y adquieren a precios
altísimos, lo que provoca que aquellos que dominan este intercambio
se ubiquen en las esferas más altas de poder. Podría decirse que el
valor exorbitante de estos elementos se relaciona con el hecho de
que, en estos mundos, la naturaleza ya no puede pensarse como
recurso disponible a la necesidad humana, sino que de ahora en más
es una naturaleza vuelta resto y, por lo tanto, disfuncional al sistema
de producción.
Por otra parte, el contraste con el cronotopo anterior al
desastre se crea a partir de la utilización de flashbacks en donde el
narrador, ahora convertido en testigo, da cuenta a través del relato
de sus recuerdos, de un orden social, político, económico y cultural
distinto al que ahora habitan. Estas apelaciones a un espacio y a un
tiempo pasado permiten dimensionar el cambio rotundo ocasionado
por la catástrofe ambiental y, en Un futuro radiante, también funcionan
como modo de conocer la historia personal del protagonista. En este
sentido, los flashbacks no solo funcionan como un modo de vincular
un cronotopo preapocalíptico como uno posapocalíptico, sino que
también cumplen la función de establecer un enlace entre la crisis
pública ocasionada por la catástrofe y la crisis privada que atraviesa
el protagonista, quien se debate entre aceptar una paternidad no
deseada y recuperar los lazos dañados con su hermano Dubi.
Para concluir este breve análisis, podríamos decir que, tanto en
esta obra como en tantas otras pertenecientes al imaginario
posapocalíptico, la catástrofe no solo tiene consecuencias
ambientales, sino que también provoca la caída de un determinado
proyecto civilizatorio que alguna vez supuso la dominación y
explotación de la naturaleza. En Un futuro radiante, el narrador da
15
En Lo siniestro (1919), Freud introduce la definición de unheimlich (siniestro) para nombrar todo
aquello que, estando destinado a permanecer oculto, secreto, ha salido a la luz. Lo siniestro sería,
entonces, aquello perteneciente al orden de lo espantoso que afecta las cosas que nos resultan
conocidas y familiares desde tiempo atrás.
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cuenta de esta especie de regresión que trajo consigo el apocalipsis,
aludiendo a una vuelta a la barbarie que se creía superada, a través
de una frase contundente: la humanidad había vuelto a las cavernas
(138).
16
Esta idea de retroceso, que puede leerse en relación con un
imaginario moderno, se confirma en los diferentes proyectos
políticos de Refundación de la ciudad que llevan adelante las
distintas comunidades que presenta la novela. Sin embargo, estos
intentos están condenados al fracaso, en tanto es la posibilidad
misma de progreso y control de la naturaleza lo que estas ficciones
vienen a derrumbar. En estas obras posapocalípticas marcadas por la
catástrofe ambiental, no solo se derrumba de manera radical la
concepción moderna del mundo como objeto y recurso sometido a la
disposición del sujeto (Andermann, 2018), sino que también se da un
proceso de inversión: aquí es la naturaleza la que se convierte en
agente principal de la acción y se rebela contra los humanos y su
violencia.
4. Cuando el agua todo lo arrasa
El sistema de las estrellas (2017), del escritor argentino Carlos Chernov,
narra el estado del mundo doscientos años después de un desastre
climático que elimina a la mayor parte de la población de la Tierra y
deriva en una guerra de todos contra todos. Los vencedores,
transformados en exóticos millonarios, se apropian de los medios de
producción y dan inicio a un nuevo orden social basado en un
estricto control biopolítico sobre la vida y la muerte de los
habitantes.
Al igual que sucedía en Un futuro radiante, esta novela construye
un imaginario posapocalíptico en tanto narra las consecuencias de
una catástrofe ambiental, a la que solo tenemos acceso gracias a
referencias indirectas: aquí no es necesario explicar en detalle lo
sucedido, sino que el origen antropogénico y el calibre de ese
acontecimiento puede leerse en los restos que ha dejado el
16
Según Carolina Grenoville, gran parte de la narrativa distópica argentina del siglo XXI gira en torno
a lo que ella llama “la neurosis localista de una involución hacia la barbarie” (2020: 64). Esto podría
vincularse con la lectura que realiza Claire Mercier sobre cierta narrativa distópica latinoamericana en
su artículo “Distopías latinoamericanas de la evolución: hacia una ecotopía”. Para la autora, este tipo de
obras configura una visión anti-darwinista de la civilización humana, ya que presenta una involución de
la humanidad hacia un estado primario. En sus palabras: “la involución, a diferencia de una extinción
que acontece si la especie no logra adaptarse–, denota un retroceso […]. Sin embargo, en las obras, la
selección natural, consecuencia de un cataclismo, actúa en contra de lo humano que, en vez de
evolucionar, retrocede a una condición primitiva, es decir alejándose de la esfera de la civilización”
(2018: 234).
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apocalipsis. Es así como sabemos que La Gran Catástrofe, como le
llaman al evento apocalíptico, supuso una inundación sin
precedentes que dejó al mundo bajo las aguas. Conocemos, además,
que la causa de esta catástrofe fue un proceso de calentamiento
global que provocó, entre otros desastres, el derretimiento de los
polos y el aumento significativo del nivel del mar, todas
manifestaciones locales de un hiperobjeto que cambió para siempre
al mundo conocido. Como veremos, la naturaleza, en esta obra, no
constituye un espacio inerte en donde tienen lugar los
acontecimientos narrados, sino que manifiesta su poder de agencia
en la destrucción de todo espacio de refugio para los sobrevivientes
(Haraway, 2020), lo que supone migraciones constantes y
evacuaciones masivas. El agua contaminada, el poder destructivo del
sol y el surgimiento de epidemias transmitidas por animales
constituyeron algunas de las consecuencias de este evento de
destrucción masiva que mermó la población y obligó a los
sobrevivientes a dejar atrás las ciudades sumergidas:
Después de sobrevivir años y años en campamentos de desplazados,
atormentados por el hambre, con temor de dejar la carpa o el
cobertizo de chapas y cartones, y encontrar al regreso que les habían
robado las escasas pertenencias o violado a la mujer y a los hijos,
después de largas temporadas de una ducha por semana al aire libre
y de la amenaza permanente de enfermedades transmitidas por los
mosquitos o por el agua, los refugiados estaban dispuestos a aceptar
cualquier cosa, incluso una ciudad bajo techo. (2017: 16)
A lo largo de toda la narración, el elemento temporal se caracteriza
por el carácter oximorónico propio del posapocalipsis: luego del fin
del mundo, la naturaleza continúa engendrando muerte como un
eterno retorno de lo mismo. No hay proyección posible, porque lo
único que permanece es ese presente eterno de supervivencia del que
hablábamos anteriormente. A su vez, el evento apocalíptico es la
evidencia misma de una violencia de larga duración ejercida sobre el
ambiente que no empieza ni culmina con La Gran Catástrofe.
En cuanto al otro factor constitutivo del cronotopo, en esta
novela no hay marcas espaciales que permitan circunscribir la novela
a una locación geográfica precisa. Podríamos decir que esto se debe a
que estas ficciones posapocalípticas dan cuenta de fenómenos
ambientales antropogénicos que por su magnitud son imposibles de
ser reducidos a escalas regionales y/o nacionales. El elemento
espacial de este cronotopo es el de una destrucción masiva de todo
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aquello que se consideraba familiar y seguro en un mundo pre-
apocalíptico. La contaminación ambiental, al devastar no solo las
condiciones materiales de existencia sino también todos aquellos
mecanismos de protección de la vida, configura espacios de
supervivencia (Giorgi, 2008), en donde la legibilidad de los cuerpos
se interrumpe para dar lugar a una vida meramente orgánica,
sometida a los imperativos de la subsistencia. Podríamos decir
entonces que, en cronotopos posapocalípticos como el que presenta
El sistema de las estrellas, se instala una pregunta por la vida que resiste
al margen de cualquier tipo de reconocimiento político, social y/o
jurídico y cuyo personaje paradigmático es el sobreviviente. En este
caso, ese lugar lo ocupa Goma, el protagonista de esta novela, quien
logra correrse del lugar que le estaba predestinado por su condición
social y ascender a las esferas más altas de su comunidad. Esta
versión algo distorsionada de la figura tradicional del héroe, más que
representar los valores morales de su sociedad, se dedica a hacer lo
que sea necesario para poder torcer su inexorable destino hacia la
muerte.
17
En las ciudades techadas viven los proletarios, es decir, la clase
trabajadora que, como la familia de Goma, cuenta con escasos
recursos de supervivencia. Estas construcciones se caracterizan por
estar edificadas a partir de un material liviano, barato y resistente,
pero altamente inflamable. Esto tiene un claro objetivo de control:
ante cualquier intento de rebelión contra el status quo, el
levantamiento puede ser aplacado de manera inmediata mediante
incendios capaces de destruir el asentamiento en cuestión de
minutos. A su vez, los niveles interiores de estas ciudades techadas
se caracterizan por no recibir de manera directa la luz del sol, por lo
que el único contacto es a través de un pozo de aire que atraviesa
toda la construcción: Para potenciar el reflejo de la luz solar, los
padres destinaban horas de su descanso a pintar las paredes de los
pozos [] para que sus hijos no enfermaran de raquitismo (18).
Estas ciudades, construidas y diseñadas por arquitectos contratados
por las clases más altas, configuran una nueva distribución espacial
que contrasta rotundamente con el mundo anterior al desastre y
responde a la necesidad de controlar a la población sobreviviente.
Hacia arriba, estas edificaciones lindan con la Terraza, lugar al
que los proletarios no pueden acceder salvo en contadas ocasiones.
17
En este sentido, el personaje de Goma podría leerse en diálogo directo con la figura de otro
sobreviviente posapocalíptico: el protagonista homónimo de la primera novela de Rafael Pinedo, Plop
(2004).
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Hacia abajo, tienen contacto con la tierra a través de cuerdas que les
permiten acceder a los suelos de la ciudad. En los bajos, como se le
llama a este espacio, existe todo aquello que no se encuentra en las
ciudades techadas, especialmente, animales y plantas, dos recursos
valiosos manejados por traficantes. El suelo de la ciudad se
caracteriza por estar atravesado por arroyos cargados de basura, por
lo que los habitantes de los cimientos
Filtraban el agua y recogían los desechos orgánicos; desde papel,
cáscaras y restos de verduras hasta el lodo cloacal; con esta sopa de
detritos alimentaban a las lombrices rojas. De las lombrices obtenían
carne para consumo humano y abono para las plantas. Los criadores
aprovechaban la ausencia de sol en los bajos: la luz ultravioleta mata
a las lombrices rojas. (2017: 10)
Como se puede observar, los habitantes de los cimientos sobreviven
mediante el tráfico de animales y de plantas, así como también de la
construcción de armas, debido al uso no restringido del fuego.
Además de esto, aquellos que viven en los bajos se dedican a
comerciar con buzos chatarreros, es decir, sujetos que trabajan en el
desguace de las ciudades sumergidas. Por su parte, los proletarios se
ganan la vida mediante trabajos insalubres que les acortan la vida,
como por ejemplo la manipulación de silicio, o gracias a la venta de
sus hijos a la Oficina Administradora de Amores, institución que se
encarga de comprar bebés a las madres proletarias y vendérselos a las
clases más altas, quienes eligen a sus futuros hijos por catálogo. Este
organismo trabaja en conjunto con el Banco de Genética Humana,
lugar donde los proletarios varones venden su esperma. En palabras
del narrador: [las ciudades seguras] se habían convertido en
gigantescas fábricas de vidas humanas destinadas a ser bombardeadas
al exterior (30).
Los que compran estos bebés son los habitantes de las zonas
restringidas, es decir, familias de clase alta que viven en entornos
menos contaminados y por ende más seguros. Esto demuestra que,
en esta sociedad posapocalíptica, hay grupos sociales que no solo
pueden hacerle frente de mejor manera a las consecuencias de la
catástrofe, sino que también logran sacarle provecho a la crisis.
Según el testimonio de uno de los personajes de la novela llamado El
Albino: En una especie de réplica geográfica de la lucha de clases,
La Gran Catástrofe ubicó a la clase alta en las tierras altas y a la clase
baja en las tierras bajas (128). Luego y gracias al apocalipsis, los
millonarios lograron el control total de la población sobreviviente a
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partir de una distribución geográfica estricta y de la puesta en marcha
de una serie instituciones. Entre estas organizaciones se encuentra la
ya nombrada Oficina de Amores, que además de la tarea de comprar
y vender bebés, administra el negocio de la prostitución: aquellos
niños que no son adoptados por ninguna familia, recaen en la
exposición y venta de su propio cuerpo para no morir de hambre.
Sumado a lo anterior, otra de las instituciones mediante las cuales los
millonarios configuran un control biopolítico es a través de la
Oficina de Labores, un organismo que recluta proletarios para así
proveer mano de obra barata a las clases poderosas. Entre las labores
más comunes que estos pueden realizar, se encuentra el trabajar en
las minas, en las guaneras o en las milicias infantiles: ingresar a esta
institución es tener la certeza de que no se va a alcanzar la adultez.
Por último, otro de los organismos mediante los cuales los
millonarios realizan una administración biopolítica de la población es
el Instituto de Investigaciones Evolutivas, un centro de
experimentación con cerebros humanos. El objetivo principal de
estas investigaciones es, según los propios científicos, la búsqueda
del placer y la vida eterna mediante un proceso de enfrascamiento
dividido en dos partes: en primer lugar, la separación del cuerpo y el
cerebro; en segundo lugar, la introducción de este último en un
receptáculo en el que se lo conecta a las llamadas películas de la
vida.
18
Mediante este procedimiento de enfrascamiento, los
científicos buscan eliminar la parte corruptible del ser humano para
conservar solo aquella que puede prolongarse en el tiempo. Es
interesante observar que, en esta sociedad, mientras los pobres solo
tienen su cuerpo para sobrevivir, los ricos pagan fortunas para
perderlo y así lograr la vida eterna.
Tal y como sucede en otras ficciones posapocalípticas, aquí la
catástrofe ambiental implicó también la destrucción de todo orden
social, cultural y político previo y la puesta en funcionamiento de un
nuevo sistema basado en un control biopolítico explícito. De esta
manera, podríamos decir que el resultado del colapso de las
estructuras preapocalípticas supuso el advenimiento de un estado de
emergencia que ya no pierde el tiempo en ocultar sus intenciones,
sino que las vuelve explícitas: en esta novela el objetivo de los ricos
es manejar los procesos biológicos más elementales de la vida. Lo
paradójico es que este objetivo se busque en un mundo que
18
Las películas de la vida son imágenes y sensaciones que se le proyectan a los enfrascados, a través de
diferentes estímulos, para que sientan lo mismo que están sintiendo los actores.
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evidencia que todo aquello que los humanos creían controlar nunca
estuvo completamente en sus manos:
¿Para qué sirve ser millonario si uno no puede gobernar los
acontecimientoss importantes de su vida: la reproducción y la
muerte? Los ricos han aprovechado La Gran Catástrofe para
terminar con La vida salvaje, la vida dominada por factores ajenos
al control humano. Ahora el dinero realmente hace la diferencia, la
ventaja de ser millonario no se limita a la posesión de bienes
materiales; en los nuevos tiempos, también permite reducir la
influencia del azar sobre la vida. (71)
Como se puede apreciar en esta cita, la ciencia se ha dedicado a
recuperar las ciudades sumergidas, mediante procedimientos de
recongelamiento de los polos, y a incrementar el placer y la duración
de la vida de los más ricos, como una especie de intento desesperado
de la humanidad por retomar, luego de la catástrofe, ese control que
creían propio. Sin embargo, en este contexto de destrucción masiva,
dicha empresa no hace más que revelar su carácter absurdo. Como
sucedía en Un futuro radiante, en El sistema de las estrellas no solo
podemos detectar una naturaleza destruida que reacciona a la
violencia sufrida, sino que también es visible la disminución
progresiva del poder de agencia humano: el mundo abierto por el
apocalipsis es un mundo que escapa al control antropogénico.
5. A modo de cierre
A lo largo de este trabajo, hemos intentado dar cuenta de la
presencia, en ciertas obras de la literatura argentina reciente, de un
imaginario posapocalíptico en donde el fin del mundo es el resultado
de una catástrofe ambiental. Estas ficciones se alejan de las
configuraciones religiosas del mito, a la vez que sobrepasan toda
lectura en clave nacional e histórica para integrar un debate mucho
más amplio, provocado por la evidencia acuciante de un cambio
climático antropogénico que puede conducir a la extinción del
planeta.
En ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines,
Deborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro leen esta
proliferación de discursos actuales sobre el fin del mundo como
experiencias de pensamiento acerca del viraje de la aventura
antropológica occidental hacia su declive (2019: 30). En este
sentido, el imaginario posapocalíptico, en tanto manifestación
particular de la idea de fin de mundo, permite narrar la catástrofe tal
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y como es pensada por las teorías del Antropoceno, es decir, como
un desastre ya desatado e irreversible. En las ficciones analizadas, los
acontecimientos que los sobrevivientes deben enfrentar no se
encuentran en el porvenir, sino en un pasado más o menos reciente
(Latour, 2017).
Sumado a lo anterior, podríamos decir que este imaginario
vuelve a poner en primer plano un interés que desde sus orígenes, y
en casi todas sus variantes, ocupó al género de la ciencia ficción:
alertar acerca de las consecuencias que los avances científicos y
técnicos pueden tener sobre el planeta y sus habitantes. En este
sentido, Un futuro radiante y El sistema de las estrellas, a la vez que
hacen ingresar a la narración agentes no humanos, nos hablan de un
fracaso, es decir, de un modo occidental y antropocéntrico de
relacionarnos con el mundo que se ha vuelto insostenible. El hecho
de que estas ficciones presenten cronotopos casi inhabitables es un
recordatorio de que la naturaleza no es un recurso inagotable, como
la pensó el capitalismo, ni un ente posible de ser controlado y
dominado para beneficio de una sola y única especie.
En conclusión, el Antropoceno es un evento que trastoca no
solo nuestra vida material sino también nuestros imaginarios. Las
ficciones aquí analizadas muestran algunas de sus consecuencias más
dramáticas, pero no ya en clave de advertencia: el hiperobjeto
convive con nosotros. Quizás uno de los trabajos de la crítica
cultural, en medio de un debate político de dimensiones planetarias
como es este, sea justamente desmontar una mirada antropocéntrica
sobre el mundo para pensar luego nuevas formas posibles de
convivencia con otros seres vivos y también con estos otros agentes
no humanos que han llegado para quedarse.
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