Maggio-Ramírez, “Lectura y contralectura…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 12 / Julio 2022 / pp. 255-258 257 ISSN 2422-5932
introducción al tema para dejar espacio para profundizar en la lectura de los
autores que presenta, cuyas obras se encuentran en castellano. La paleografía,
desde la reconfiguración que encaró Armando Petrucci, y la bibliografía
material de tradición inglesa, también son reseñadas para que sirvan como
caja de herramientas para el novel investigador.
El capítulo siguiente se pregunta por cuál es la especificidad de
pertenencia de la historia de la lectura cuando comparte tema, fuentes y
miradas con distintos campos disciplinares. La historia de la cultura escrita,
en tanto abarca las producciones manuscritas, desde la aparición de la
imprenta es el paraguas disciplinar que permite, al decir de Danton, “abordar
la mixtura temática de la cultura escrita, la civilización impresa, los usos
editoriales, la teoría de la recepción, y las modalidades de apropiación de los
discursos” (Parada, 36). Ese recorte se volverá a plegar sobre sí mismo para
ampliarse en nuevos caminos. Desde las humanidades se indagó sobre la
Historia de la Lectura desde paradigmas como la microhistoria italiana y la
antropología simbólica, pero no hicieron más que fomentar el auge de los
estudios de casos en oposición a los estudios seriales de Annales. La
materialidad del impreso y las formas en que se lo interpretan, la fisiología de
la lectura y su representación de la literatura médica, así como los estudios de
usuarios desde la bibliotecología son distintos territorios en los que florece la
historia de la lectura y que Parada introduce al lector.
El capítulo tres, “Pensar la Historia de la Lectura ‘de otro modo’”, se
pregunta por la esencia de la disciplina que la encuentra en las interrelaciones
que se establecen con otros eslabones de la cadena de valor del libro. Por
ejemplo, el autor que indica cómo leer un texto opera sobre un horizonte de
posibilidades, que luego se pueden contrastar con otras fuentes. La
materialidad del texto, la distintas estructuras y formatos en los que se
organiza y distribuye la información también implican un nuevo espacio para
pensar la lectura, por lo que apuesta siempre a pensar por fuera de lo
establecido para asir la lectura en tiempo pasado.
La Historia de la lectura se encuentra en sus primeras etapas, es una
“disciplina en construcción teórica e inmersa en una etapa experimental y
provisional” (Parada, 92). Los límites se ampliaron al incorporar, además del
libro como objeto de lectura, a los productos de la cultura escrita, aunque
nuestro autor propone ampliar los límites para abarcar también la cultura oral.
La historia cultural, que enmarca las distintas maneras de responder por la
historia de la lectura, es un paradigma que tal vez vuelva a reconfigurarse.
La bibliotecología y las ciencias de la información no suelen visitar la
historia de la lectura desde un paradigma cultural que desborde más allá de
las estadísticas de usuarios. Alejandro Parada, desde su rol como bibliotecario
y profesor de Historia del Libro y las Bibliotecas, avanzó en la Historia de la