Sozzi, “‘Los herexiarcas de la lengua’…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 11 / Diciembre 2021 / pp. 59-78 59 ISSN 2422-5932
“LOS
HEREXIARCAS
DE LA LENGUA (1892):
RICARDO PALMA Y SU CONTROVERSIA CON
LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
“LOS
HEREXIARCAS
DE LA
LENGUA (1892): RICARDO PALMA AND HIS CONTROVERSY WITH
THE ROYAL SPANISH ACADEMY
Martín Sozzi
Universidad de Buenos Aires Universidad Nacional Arturo Jauretche Universidad Nacional de Hurlingan
Profesor y Licenciado en Letras (UBA), Especialista en Lectura, Escritura y Educación
(FLACSO) y maestrando de la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos (UNTREF). Es
profesor del Seminario de Literatura Argentina y Latinoamericana Contemporánea (UNAHUR), de
Literatura Latinoamericana I (UBA) y del Taller de Lectura y Escritura (UNAJ). Publicó artículos en
libros y revistas especializadas y presentó comunicaciones en diversas reuniones académicas sobre historiografía
literaria y, en particular, sobre la figura de Pedro Henríquez Ureña. Junto con Carlos Battilana
editó Genealogías literarias y operaciones críticas en América Latina (NJ Editor, 2015).
Contacto: martin_sozzi@yahoo.com.ar
ORCID: 0000-0003-3351-0149
DOSSIER
La lengua americana:
literatura, subjetividad, instituciones
en la cultura latinoamericana
Sozzi, “‘Los herexiarcas de la lengua’…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 11 / Diciembre 2021 / pp. 59-78 60 ISSN 2422-5932
Fecha de envío: 20/06/21 Fecha de aceptación: 09/09/21
Ricardo Palma
Lexicografía
Lengua americana
Escrituras disciplinares
Real Academia Española
En el año 1892, Ricardo Palma asiste a las festividades que, debido a las conmemoraciones del IV
Centenario del Descubrimiento de América, se realizarían en diversas ciudades españolas. El escritor
peruano no pierde la ocasión de asistir a diferentes reuniones de la RAE con el objetivo de solicitar la
inclusión en el Diccionario, de voces de gran difusión en América que esta obra no había incorporado.
Su propuesta es rechazada casi por completo. Sin embargo, Palma continuó su reflexión en torno a
los hechos del lenguaje, y prolongó su interés por recopilar neologismos. Esa tarea de coleccionista se
encuentra concretada en sus dos libros lexicográficos Neologismos y americanismos (1896) y
Papeletas lexicográficas (1903) y resulta relevante tanto dentro de su obra, como de diferentes batallas
por el idioma que tuvieron lugar en América Latina.
El propósito del trabajo, en consecuencia, consiste en presentar las disidencias que Palma exterioriza
con respecto a la posición de la Academia y la postura que el tradicionista peruano asume en esas
disputas. Por un lado, la manifestación de un lugar de autoridad respecto del conocimiento del “español
americano”. Por otro lado, postulamos que la censura de la Academia para admitir las voces
propuestas por Palma se vincula con la idea de Beatriz González Stephan de la existencia de
“escrituras disciplinares” plasmadas en libros que, como los diccionarios, establecen reglas de
homogeneización que intentan evitar la disgregación del idioma y, por lo tanto y en este caso, mitigar
el temor de la ruptura de la unidad del mundo hispánico, unidad establecida, precisamente, por el
idioma común.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Ricardo Palma
Lexicography
American Language
Disciplinary Writings
Royal Spanish Academy
In 1892, Ricardo Palma attends the festivities that, due to the commemorations of the IV Centenary
of the Discovery of America, would take place in various Spanish cities. The Peruvian writer does
not miss the opportunity to attend different meetings of the RAE with the aim of requesting the
inclusion in the Dictionary of widely disseminated voices in America that this work had not
incorporated. His proposal is almost completely rejected. However, Palma continued his reflection on
the facts of language, and kept up his interest in compiling neologisms. This collector's task is specified
in his two lexicographical books Neologismos y americanismos (1896) and Papeletas lexicográficas
(1903) and it is relevant both within his work, as well as in different battles for the language that
took place in Latin America.
The purpose of the work, consequently, is to present the dissent that Palma expresses with respect to
the position of the Academy and the position that the Peruvian traditionist assumes in these disputes.
On the one hand, manifestation of a place of authority regarding the knowledge of “American
Spanish”. Secondly, we postulate that the Academy's censorship to admit the voices proposed by
Palma is linked to Beatriz González Stephan's idea of the existence of "disciplinary writings"
embodied in books that, like dictionaries, establish homogenization rules that try to avoid the
disintegration of the language and, therefore, and in this case, mitigate the fear of the breakdown of
the unity of the Hispanic world, a unity established precisely by the common language.
KEYWORDS
Sozzi, “‘Los herexiarcas de la lengua’…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 11 / Diciembre 2021 / pp. 59-78 61 ISSN 2422-5932
De las Academias,
¡líbranos, señor!
Rubén Darío, “Letanía de nuestro señor Don Quijote”
En su ensayo de 1926 El descontento y la promesa”, Pedro Henquez
Ureña retorna a una cuestión que había desvelado a buena parte de los
pensadores latinoamericanos del siglo XIX, el problema del idioma: “No
hemos renunciado a escribir en español señala, y nuestro problema de
la expresión original y propia comienza ahí. […] Nuestra expresión
necesita doble vigor para imponer su tonalidad sobre el rojo y el gualda
(1928: 21). Las palabras del dominicano actualizan, a finales de la cada
de 1920, un debate que desde el momento mismo de la independencia
política cobró vigencia, y que atravesó buena parte del siglo XIX: el de la
polémica en torno a la(s) lengua(s) de las diferentes naciones americanas,
que Carlos Rama (1982) denominaa, apelando a una metáfora bélica, “la
batalla del idioma”.
Si bien la propuesta del dominicano se articula con la squeda de una
lengua literaria diferenciadora respecto del español peninsular, con el
anhelo de una expresión propia nuestra expresión”, de acuerdo con su
conocida rmula, aparece una inquietud genuina vinculada, de forma
s amplia, con las relaciones que una supuesta lengua americana
supuesta debido a que tal lengua no existe, sino como la combinación de
diferentes variantes regionales establece con la lengua metropolitana
otra abstracción inexistente.
Las disputas decimonónicas que anteceden a las postulaciones de
Henríquez Ureña se concretaron, en ocasiones, a partir del debate con un
destinatario concreto y poderoso: la Real Academia Española (RAE), que
había sido fundada en 1713. La corporación operaba a la manera de una
entidad protectora de la pureza del idioma, y contaba con autoridad para
dictaminar frente a posibles pleitos lingüísticos y, de ese modo, dirimirlos.
Nombres desatacados como los de Sarmiento y Juan María
Gutiérrez, entre otros, presentaron disidencias importantes respecto de la
RAE. Sarmiento conocido promotor de una reforma ortográfica, resalta
la falta de potestad de la Academia, a la que tilda de “impotente, sin
autoridad en España mismo, sin prestigio y aletargada por la conciencia de
su propia nulidad (Citado por Velleman, 2004: 43). Gutiérrez, por su
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parte, rechaza, a fines de 1875, la posibilidad de formar parte de la
Corporación debido según declara a su incapacidad para cumplir con el
artículo primero de uno de sus estatutos, el que estipula que uno de los
objetivos centrales de la Academiaes cultivar y fijar la pureza y elegancia
de la lengua castellana(Gutiérrez, 2003: 67). El crítico argentino percibe
que la conjunción de lenguas europeas presentes en Buenos Aires, como
producto de las masivas corrientes inmigratorias, vuelve imposible
cualquier intento de aspirar a la “inmovilidad de la lengua nacional (2003:
69): “una “tarea de Sísifo” (2003: 71).
1
El peruano Ricardo Palma a quien en especial nos dedicaremos a
partir de aquí será otro de los escritores latinoamericanos que, con rasgos
diferentes a los de Sarmiento y Gutiérrez, mantuvo un intenso debate con
la Academia a raíz de la tentativa del peruano, frustrada en muchas
ocasiones, de ampliar el diccionario de la RAE con la inserción de
elementos léxicos propios de las naciones de Arica. El uso recurrente
de modo fundamental, aunque también la cantidad de usuarios y el
hecho de cumplir con las reglas de formación del español, les otorgaba
desde su perspectiva el aval suficiente como para ingresar en el léxico
académico
El prosito de este trabajo consiste en presentar las disidencias que
Palma manifiesta con respecto a la posición de la Academia y la postura
que el tradicionista peruano asume en esas disputas. Artículos previos
como el inaugural de María Isabel Hernández (1984) o los sucesivos de
Roy Tanner (2002) y de Mariela de La Torre (2014), entre otros, ya habían
indagado en esas disidencias. Consideramos, sin embargo, y en eso radica
el aporte del trabajo que, por un lado, Palma construye un lugar de
autoridad enunciativa relacionado con sus conocimientos privilegiados del
español americano; en ese sentido, su posición constituye un gesto que lo
acerca al lugar de enunciación que había asumido en otro contexto
histórico, en circunstancias diferentes otro coterráneo suyo, el Inca
Garcilaso de la Vega con respecto a los historiadores españoles de Indias
a quienes comenta y glosa”. Vale decir, hay un acceso privilegiado por
parte de Palma y respecto de los académicos a esa lengua americana
que se propone rescatar y difundir. Por otro lado, planteamos que el
rechazo académico a la ampliación del diccionario ese texto de carácter
“disciplinar estuvo vinculado, en buena medida, con el temor por la
disgregación de la lengua, recelo que el propio Palma se encarga de
conjurar. En las neas de análisis manifestadas, consideramos que el
1
Es conocida la polémica que Gutiérrez mantiene con el español Juan Martínez Villergas en la
prensa de Buenos Aires, a raíz del rechazo del primero a formar parte de la RAE como “Académico
correspondiente extrangero” (sic) y de los argumentos que esgrime para tal rechazo. Para ahondar
en tal polémica, véase Gutiérrez (2003).
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trabajo adopta una perspectiva vinculada con una mirada glotopolítica,
dado que pone de manifiesto la perspectiva polémica la querella del
tradicionista peruano en relación con uno de los objetos lingüísticos
privilegiados que se propone regular las buenaspcticas del español a
uno y otro lado del oano: el diccionario de la RAE.
Palma en España
En el año 1892, Ricardo Palma, el gran tradicionista, el archivista
minucioso, el bibliotecario mendigo como se autodefiniera, emprende,
a los 59 os, el viaje a Europa. No es el primero: ya había recorrido buena
parte del Viejo Mundo en cumplimiento de un cargo diplomático, y había
visitado Inglaterra, Italia, Bélgica, Francia. No así Espa, que inclui en
este segundo viaje.
El itinerario tendría como objetivo principal asistir a las festividades que,
debido a las conmemoraciones del IV Centenario del Descubrimiento de
América, se realizaan en diferentes ciudades españolas. El destino
fundamental era la capital, Madrid, centro de los festejos, ciudad en la que
participaa, entre conferencias, encuentros varios y congresos, de las
sesiones que la Real Academia Española efectuaba los días jueves
(Hernández: 1984).
Palma haa sido propuesto y había aceptado un lugar como miembro
correspondiente de la Academia en 1878. Había logrado también que se
instalara en Lima la Academia correspondiente de la RAE, que funcionó
de forma bastante eficiente hasta su disolución en 1906.
2
Posteriormente,
renacea bajo otra denominacn: Academia Peruana de la Lengua.
3
Esta faceta de Palma su reflexn en torno a los hechos del lenguaje,
su interés por recopilar neologismos, su poder de escucha y registro de las
voces de la calle, del uso de la lengua por parte de los sectores populares
está algo olvidada por la crítica y los lectores. Al peruano se lo conoce
fundamentalmente por haber popularizado y, en buena medida creado, el
nero de las tradiciones que lo llevaa a escribir cientos de ellas a partir
de la consulta de legajos, expedientes, inventarios, registros. Esa labor de
squeda y recopilación, entonces, esa tarea de coleccionista minucioso,
2
En carta a Mariano Catilina, secretario de la Real Academia Española, fechada el 16 de marzo de
1906, señala Palma: En resumen: Academia Peruana correspondiente de la Española no existe en
Lima, pues Goicochea y yo no alcanzamos a formar quórum, imposibilitados como están por falta de
salud Monseñores Roca y Tovar, y ausentes Larrabure, Gutiérrez de Quintanilla y Rossel. (…) Hasta
1893 nuestra Academia sesionó con regularidad, y con entusiasmo en los que la formábamos. La
Academia de Madrid, con su intransigencia para con los neologismos y americanismos, mató el
entusiasmo, pues mis compañeros no aceptaron el seguir constituidos en corporación de oropel, que
no otra cosa éramos, desde que nuestras iniciativas no se realzaron” (Palma, 2006: 24).
3
Para una historia de la formación y consolidación de las Academias Correspondientes en América,
véase Süselbeck (2014).
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constituye, sí, una de sus facetas primordiales para la elaboración de las
diferentes instancias de su obra. Lo hace tanto por obsesiones personales,
como por razones profesionales: revisa archivos, inspecciona diccionarios,
desentierra documentos, recopila libros, compila y selecciona palabras
olvidadas por las academias, pero vivas en las voces de la calle, de los
documentos legislativos, de los discursos políticos, de los periódicos.
s al de que dedica publicaciones específicas al tema lexicográfico, el
interés lingüístico de Palma puede remontarse incluso a sus tradiciones:
coplas anónimas, frases populares, refranes, aforismos, juegos de palabras,
redondillas transmitidas pora oral pueblan lasginas de sus textos más
conocidos.
4
Esa recopilación de voces blicas, que circulan
anónimamente o no tanto por las calles de Lima, de otras regiones del
Perú y de diversos sectores de América, ingresan en sus textos.
Su buen do le permite registrar esos giros cotidianos que aparecen
en muchas de sus tradiciones, detectar el origen de ciertos sintagmas en
las inflexiones de la oralidad como el que figura, desde el propio título, en
una de sus s conocidas tradiciones:Carta canta. Tomada la anécdota
central de uno de los capítulos finales de los Comentarios reales del Inca
Garcilaso (Libro IX, Capítulo 29,De la hortaliza y yerbas, de la grandeza
de ellas”), el famoso relato en el que dos indígenas creen detectar cierto
poder gico de la escritura a partir de una carta que supuestamente delata
un robo, el episodio pone en evidencia el conflicto entre la voz y la letra,
analizado, también, aunque desde otra perspectiva, por otro peruano,
Antonio Cornejo Polar, a raíz del denominado encuentro de Caxamarca.
El relato manifiesta también, el intercambio lingüístico entre Metrópoli y
colonias (y viceversa): Y don Antonio refirió el caso a sus tertulios, y la
frase se generalizó y pasó el mar” (Palma, 1985: 145), finaliza el texto.
Esta alusión por parte de Palma al Inca Garcilaso no se limita solo al
terreno anectico: fue el mestizo cusqueño uno de los primeros en
establecer los problemas surgidos del conflicto entre el español peninsular
y el quechua, y en postular el modo en que los españoles, por
incomprensn, por ignorancia, por desidia, corrompían el lenguaje
incaico. Esta actitud del Inca por reestablecer un sentido perdido, por
incorporar una hermenéutica correctiva(Zamora, 1987), por denunciar
la corrupción introducida por la dicción española en una lengua ajena,
podría ser pensada como un antecedente de las observaciones
lexicográficas que el tradicionista incorporará en su propia obra. Es decir,
4
Aunque José Miguel Oviedo señala que “con gran frecuencia los sabrosos prototipos de lengua
oral de Palma, eran sólo aparentes; se los había prestado del romancero tradicional, de la literatura
del Siglo de Oro, de las crónicas coloniales, del viejo costumbrismo español. En el fondo era un
escritor castizo, inclinado a usar una norma lingüística de procedencia clásica, arcaizante, con la
pátina de un uso secular” (1985: XXVII).
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Palma no solo recurre a la obra del Inca entre muchas otras como fuente
de relatos, sino que también lo contia en relación con la conciencia
lingüística que el autor de Los comentarios manifiesta y de la que da cuenta
en diversos sectores de sus Comentarios reales.
5
Por otra parte, y como ya señalamos, se encuentran las disputas en
torno a la lengua, las “batallas por el idioma, desatadas en diferentes
lugares de América a lo largo del siglo XIX por escritores, idlogos,
gramáticos como Fray Servando, Andrés Bello, Echevera, Sarmiento,
Gutiérrez. Hacia finales de ese siglo, y con la finalidad de subrayar rasgos
peculiares propios de repúblicas que todavía se encontraban en proceso
de conformación, surge una notable cantidad de obras lexicogficas
destinadas a incorporar y describir las variedades americanas, lo que
demuestra como señalan del Valle y Gabriel-Stheeman la centralidad
del idioma en la legitimación de una nación” (2004: 25).
6
Palma y la RAE
Tanto desde el gobierno español, como de sectores de la intelectualidad
española, las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento fueron
vislumbradas como una posibilidad de reconstruir lazos y de estrechar
relaciones con las naciones hispanoamericanas. Juan Valera expresaba en
la Revista El Centenario que tal festividad debe servir, no como simple
ocasión de recreo, diversiones y pompa, sino para que se reanuden o
afirmen los lazos fraternales entre España y las Repúblicas que fueron sus
colonias (Citado por Sánchez Albarran, 2003: 42).
Agrega Sánchez Albarracín que políticos y escritores espoles, entre
los que se encontraban Francisco Pi y Margall, Marcelino Menéndez
Pelayo, Gaspar ñez de Arce y Emilia Pardo Ban, invocaban desde
sus obras y tribunas, definiéndola como el primer objetivo de las
celebraciones de 1892, la imperiosa necesidad de estrechar nuevos lazos
constructivos con las repúblicas hispanoamericanas (2003: 43).
5
De forma paradigmática en las “Advertencias acerca de la lengua de los indios del Perú”, paratexto
inaugural de los Comentarios que constituye una reflexión sobre ciertos aspectos del quechua.
6
Mariela de La Torre (2014: 166) menciona muchos de los más importantes diccionarios y obras
lexicográficas que se produjeron en los últimos años del siglo XIX, prueba del vínculo privilegiado
que podía establecerse por esos años, en pleno proceso de consolidación de los estados nacionales,
entre lengua y nación: Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico (1883-1884), de Juan de Arona;
Diccionario de chilenismos (1875), de Zorobabel Rodríguez; Diccionario cubano etimológico, crítico, razonado y
comprensivo (1885), de José Miguel Macías; Voces nuevas en la lengua castellana […] Venezolanismos (1889),
de Baldomero Rivodó; Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica (1892), de Carlos Gagini;
Vicios del lenguaje y provincialismos de Guatemala. Ensayo filológico (1892), de Antonio Batres Jáuregui;
Hondureñismos (1895), de Alberto Membreño; Diccionario de mejicanismos (1898), de Féliz Ramos
Duarte; Vocabulario de mexicanismos (1899), de Joaquín García Icazbalceta.
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Uno de los criterios esbozados para justificar la celebracn y
estrechar esos lazos, estaba vinculado con la búsqueda de una unidad dada
por el idioma con. De aln modo, esa exploración se relacionaba con
la upica búsqueda de una unidad perdida luego de las derrotas sufridas
por los realistas en las guerras de independencia y algunos intentos algo
desvdos por recuperar territorios por vía militar: el proyecto de la
Monarqa española de recuperar Nueva España finaliza recién en 1861.
Carlos Rama (1982) sala que hasta 1866 haan existido intentos por
parte de España de una reconquista y restauración monárquica de las
excolonias. Ese sueño imperial culmina con la liberación de la República
Dominicana en 1865 y con la derrota de El Callao en 1866 en el marco de
la guerra del Pacífico. Hasta 1898, además, las posesiones de Cuba y
Puerto Rico son consideradas como parte del territorio español.
Pero las cosas no resultaron tal como se las había previsto. Cuando
en ese octubre de 1892, Ricardo Palma junto con varios intelectuales
americanos pisa suelo español y se vincula, entre otros, con Mendez
Pelayo, pod apreciar el desinterés general que ciertos latinoamericanos
destacados demuestran por el acontecimiento. Muchos de quienes asisten
lo hacen exclusivamente por motivos diplomáticos. El escritor peruano
señala como una de las causas principales de esa frialdad y del alejamiento
latinoamericano respecto de España a “la errada política del gobierno
peninsular, que tardó muchosos en convencerse de que Arica estaba
definitivamente perdida para España (1896: 4). El tradicionista puede
apreciar que la prosecución del dominio continúa o pretende continuar
ejerciéndose en el terreno simbólico: tanto a través del dominio de la
lengua, como en los intentos por apropiarse de la literatura.
El primer encuentro en la Academia se celebra el 20 de octubre
(Hernández, 1984: 50).
7
Ese día es destinado a analizar una serie de
rminos utilizados en América con la finalidad de establecer su posible
incorporación al Diccionario: “presupuestar”, panegirizar,
“plebiscitario”, “exculpar y clausurar son algunos de los que presenta
para que sean considerados por los integrantes del cuerpo acamico. En
las sucesivas sesiones (del 27 de octubre, del 7 de diciembre, del 15 de
diciembre y del 22 de diciembre de 1892) la recepción sigue siendo la
misma: la mayor parte de los americanismos es rechazada por los
académicos españoles.
8
La conclusión de Palma es poco alentadora con
7
Como integrantes de la Academia participaron los señores Fernández Guerra, Valmar,
Campoamor, Núñez de Arce, Saavedra, Casa-Valencia, Castelar, Catalina, Balaguer, Benot,
Commelerán, Barbieri y Tamayo y Baus; entre los correspondientes estaban Vidal y de Valenciano,
Palma, Peralta, Cruz y Fontecha (Hernández, 1984: 50).
8
Mariela de La Torre (2014: 169) incorpora estas ideas de Ernesto Quesada en relación con el
rechazo de la Academia respecto de las propuestas de Palma: “La Academia, de antiguo habituada a
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respecto al lenguaje utilizado en América y su reconocimiento por el
organismo rector de la lengua. Una década después, en el prólogo a sus
Papeletas, señalará: Propuse la admisión hasta de una docena de palabras
que, en su mayor parte, fueron desdeñadas, y me retraje de continuar
proponiendo(1903: III).
No podemos dejar de leer este sentimiento de exclusión que percibe
el escritor peruano en lo que hace al idioma, en relación con la Antoloa de
poetas hispano-americanos de Menéndez Pelayo, preparada también a pedido
de la RAE a raíz de las celebraciones del IV Centenario. A la hora de
establecer una comparación, parece posible percibir que, así como los
académicos españoles regulan el idioma como si fuera propio y establecen
criterios de supresión para todos aquellos elementos xicos que no
consideran relevantes y que coinciden en gran medida con las propuestas
de la academias americanas, Menéndez Pelayo también establece criterios
de selección y de apropiación, de valoración y de exclusión con respecto a
la literatura de la América Hispana: la literatura latinoamericana, la
literatura de la América española, es aquella que un crítico santanderino,
avalado por la Real Academia Española, publica en Madrid.
9
Pero Mendez Pelayo también incide en la disputa por el dominio
de la lengua. En el primer capítulo del Tomo II de la Antología, el destinado
a Cuba, al referirse a la labor del crítico y gestor cultural cubano Domingo
del Monte, afirma
Era Del Monte hombre juiciosísimo, de vasta lección y gusto muy acendrado,
gran celador de la pureza de la lengua castellana, y de la conservación de sus
antiguos tesoros, e hizo en Cuba tan buen servicio como el Conde de la
Cortina en México, oponiéndose a la irrupción de los barbarismos locales y
recomendando el estudio de los clásicos castellanos, de cuyas obras llego a
reunir copiosa biblioteca. (Menéndez Pelayo, 1893, T.II XXVIII).
que cada voz nueva sea propuesta con cierta solemnidad, apoyándola en una serie de citas de
autoridades, a pasarla en seguida a comisión, la que la examina, consulta, comprueba las fuentes, la
ensaya, y solo la aconseja después de mucho tiempo y cuando se trata de algo universalmente
aceptado; no pudo, en el caso de Palma, reprimir su asombro ante aquella arrogancia criolla, que,
violentando las formas y olvidando las tradiciones, presentaba un rosario casi interminable de voces
extrañas, sin citas, sin autoridades, sin más aparente fundamento que el ya anticuado de ‘público y
notorio, pública voz y fama’ […] y que exigía que las tales voces fueran aprobadas sobre el tambor,
sin el trámite de práctica y sin dar lugar a reflexiones sobre la innovación. […] El resultado fue un
fracaso estupendo: la mayoría académica, de suyo conservadora y naturalmente reposada, se resistió
a ser arrollada por aquel brioso ataque: accedió a reconocer, quizá por cortesía, algunas voces;
rechazó de plano otras, que se le antojaron innecesarias o arriesgadas; y aplazó las más, sin ocultar
el ligero escándalo que le producía aquel desenfado americano.” Esta perspectiva, reduce el rechazo
académico a una cuestión personal y deja de lado el trasfondo político de la postura de la RAE.
9
En esta línea puede considerarse la propuesta de John Crow (2002) con respecto a la literatura a
la que denomina “iberoamericana”.
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Nuevamente, aparece la idea de que la lengua debe ser regulada desde la
Metrópoli y que, como señala Palma, sus guardianes se encuentran en la
Península (o en Arica Latina, pero con criterios propios de la
Península): los elementos xicos valorados civilizados son aquellos
compartidos entre España y sus colonias y quedan excluidas aquellas
particularidades locales rbaras que irrumpen en la lengua.
Los libros
En Antecedentes y consecuentes, una suerte de prólogo a Neologismos y
americanismos, Palma plantea el hecho de haber pertenecido a una
generación todavía hispanófila, en oposición a la indiferencia que la
generación actual, la de fines del siglo XIX, manifiesta respecto de España,
lo que lo lleva a señalar que “los americanos de la generación que se va,
vivíamos […] enamorados de la lengua de Castilla (1896: 5). Ese amor
según sugiere es el que lleva a una serie de hispanoamericanos, entre los
que menciona a Bello, Irisarri, Baralt, los Cuervo y Montalvo, a escribir
los mejores estudios que sobre la lengua española se habían producido
hasta el momento. Si el úniconculo que mantiene la unión entre España
y América es el del idioma, es el país europeo el que se ha encargado de
quebrarlo a través de ciertas susceptibilidades instauradas por un
nacionalismo exacerbado.
Palma funda sus disidencias con España y con la Academia, que
pretendía dictar las normas para todo el mundo hispánico en detrimento
del español americano, a partir de la consideración de una serie de criterios
que autorizarían el ingreso de voces americanas en el diccionario de la
RAE. En primer lugar, los establecidos en el uso generalizado de ciertos
elementos léxicos en territorio americano, lo que les otorgaría certificado
de validez. El peruano no puede admitir que se ignoren voces utilizadas
por más de cincuenta millones de americanos (1896: 9) y se admitan
localismos españoles manejados por apenas trescientos o cuatrocientos
mil peninsulares (1896: 5) de Albacete, Zamora o Teruel. En segundo
lugar, los basados en la correcta formación de las palabras de acuerdo con
las normas propias del español. Al referirse, por ejemplo, al uso americano
de los adjetivos “incásico e inico”, dirá:
La autoridad indiscutible é inapelable en la cuestión era la del uso generalizado
en América, y esta autoridad imponía la aceptación de incásico e incáico, voces
ambas de correcta formación, esencialmente, la primera. La Real Academia,
en la que ninguno de sus miembros ha visitado el Perú, decidió que lo era
admisible el adjetivo incáico, lo que implicaba una decisión caprichosamente
autoritaria, que nos ha hecho sonreír á los peruanos (1896: 7).
Sozzi, “‘Los herexiarcas de la lengua’…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
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Frente al uso generalizado y la correcta formación, aparece la decisión
arbitraria de la RAE.
Pese a sus intentos de ampliar los mites del diccionario y sus
reproches a la Academia, la estrategia de Palma no gira en torno a la
posibilidad de una ruptura. Resulta curiosa su firme decisión de intentar
establecer el debate en el terreno propuesto por los linistas españoles.
Sin embargo, al aludir a la postura adoptada por Gutiérrez de renunciar a
su cargo en la RAE, el peruano sala que
Acaso tuvo razón el ilustre argentino don Juan María Gutiérrez, escritor tan
culto y castizo como sus contemporáneos Bello y Pardo, cuando nombrado,
casi á la vez que estos académicos correspondientes, renunció á tal honra
porque, en su concepto, mal se avenía la independencia política con la
subordinación á España en materia de lenguaje (1896: 6).
Lo dicho por Palma podría pensarse como un espaldarazo a la decisión de
Gutiérrez y como una tenue amenaza a la Corporación. También, un
cambio radical con respecto a lo que haa señalado dos cadas atrás,
momento en que le manifestaba:
Lo que no quiero, amigo [escribe a Juan María Gutiérrez el 20 de febrero de
1877], es la anarquía de la lengua. Pues nacimos hablando español, y en
español escribimos, no deseo que cada pueblo americano tenga su dialecto
especial. La confusión de Babel sería funesta, y a todo a lo que puede aspirarse
es a ir lentamente enriqueciendo el español con los americanismos más
generalizados. (Citado por José Miguel Oviedo, 1985: XXVII).
Sin embargo, este último criterio parece prevalecer. No existe en Palma
una idea de ruptura con la Academia, ni una apuesta a favor de la
separación idiomática. En ese sentido, y al igual que Bello, abogará a favor
de un criterio de unidad de la lengua fundada en la sintaxis con: “el
alma de los idiomas”, como la denominará (1896: 9). Las disidencias
respecto del vocabulario menores, por otra parte, al menos desde la
perspectiva del peruano, no ponen en entredicho esa unidad.
10
En sus dos obras lexicográficas, Americanismos y neologismos (1896) y
las Papeletas lexicográficas (1903), Palma se dedica a recopilar voces que no
10
Manuel González Prada, pese a sus notorias diferencias con Palma (Podestá, 1972), plantea algo
similar respecto de la sintaxis de las lenguas. En su “Notas acerca del idioma”, de 1890, señala a
partir de la analogía biológica: “Como el hombre adulto guarda la identidad personal, aunque no
conserva en su organismo las células de la niñez, así los idiomas renuevan su vocabulario sin perder
su forma sintáxica. Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita requieren un glosario, lo mismo Juan
de Mena, i Cervantes le pedirá mui pronto” (1985: 174).
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se encuentran presentes en el diccionario de la RAE. Pero esas entradas
no responden siempre a un criterio común.
Habría que aclarar que ninguno ni Americanismos, ni las Papeletas
representan intentos de establecer diccionarios de localismos como los
que enumera De la Torre (2014) (véase nota 7), sino que las diferentes
entradas constituyen anotaciones algo desalineadas, fichas personales,
comentarios, pero rara vez aparece la definición precisa que responda a lo
que podría ser considerado como el género discursivo entrada de
diccionario”. En ocasiones, sí, se trata de una definicn breve; en otras,
simplemente del ejemplo del uso de una palabra, de un comentario que
resalta un error de la Academia, de una iroa o de un pequeño ensayo
tentativo que procura acercarse a una definición.
En ambos libros es posible distinguir diferentes maniobras para
deslindar los elementos xicos: desde cuestiones vinculadas con la
extensión territorial de su uso (continental, nacional, regional), hasta la
inclusión de términos derivados del quechua; desde el aval otorgado por
haber sido incluidos en crónicas de Indias o en el propio Quijote, hasta la
alusión a fenómenos geográficos, climatológicos, culinarios, culturales
acontecidos en territorios americanos.
A pesar de que desde el propio título se apunta a la catalogación en
tanto “americanismos, losrminos compilados por Palma no siempre lo
son. Junto a algunos de amplia utilización continental, como Acápite
(“decimos en todas las repúblicas de América” (1896: 17)), “Accidentado”
(“General uso en América(1896: 18)) o “Clausurar(“En las diezizéis
repúblicas de Arica lo conjugamos por activa y por pasiva (1896: 25)),
conviven otros de menor extensión, como Chingado”, (utilizado en
“México y las repúblicas centro-americanas” (1896: 27), “Gauchaje”
(pronunciado en las repúblicas del Plata (1986: 33)) o “Ñáñigo” (en la
isla de Cuba (1896: 40)) e incluso algunos acotados al ámbito urbano
como “Disfuerzo(“Es un limeñismo (1896: 30)).
En su gran mayoría, los términos propuestos por el peruano
directamente no se encuentran como entradas léxicas en el diccionario de
la RAE; en otras ocasiones, aparece el término, pero falta alguna acepción
que considera relevante, dado que esa carencia implica el reconocimiento
de ciertos sentidos, pero el desconocimiento de la acepción americana. Al
definir “Gamonal”, por ejemplo, señala: “El ricacho, el cacique de pueblo.
Esta acepción americana no la trae el Diccionario (1896: 33).
De entre los americanismos, hay una buena cantidad derivada del
quechua: cincuenta y cinco, lo que pone de relieve algo que Marco Martos
Carrera menciona respecto del caso del español del Perú:
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La lengua vencedora no deja de tener las huellas de aquellas con las que
comparte el territorio, como el quechua, el aimara y las cuarenta lenguas
amazónicas registradas, e incluso de aquellas que desaparecieron en poco
o mucho tiempo como el sec, el tallán, el lenguaje de Olmos, el culle, el
mochica (2017: 44-45).
Ese contacto de lenguas, por supuesto, genera rminos nuevos, variantes,
oscilaciones. Elementos léxicos desconocidos, en buena medida, para
España, pero de uso cotidiano en amplios sectores de América. Del mismo
modo, se verifica el ingreso de diversas entradas vinculadas con prácticas
culturales ingenas como danzas y vestimentas.
Pero más al de la efectiva utilización de esos términos en la
totalidad o en ciertos sectores de la América Hispana, uno de los objetivos
de Palma consiste en argumentar del modo más convincente posible para
lograr lo que pocos años antes, a finales de 1892, haa constituido un
fracaso en las sesiones de la RAE: persuadir a los acamicos del ingreso
de las palabras que el tradicionista considera omitidas. Para ello, recurrirá
a todo un arsenal de pruebas de diferente tipo. A la manera de un nuevo
Inca Garcilaso como deamos más arriba, Palma recurre a su
conocimiento de un extenso archivo oral y escrito para demostrar que el
uso americano de muchas de las voces propuestas cuenta con un respaldo
autorizado. Apela, también, al hecho de “haber estado al:
Desde que ninguno de los señores académicos ha vivido en los pueblos
sudamericanos donde predomina el quechua, y por consiguiente
aprovechado la oportunidad para estudiarlo, mal podemos acatar
imposiciones antojadizas. No se puede legislar sobre lo que se desconoce
(1903: IX).
El peruano construye una posicn enunciativa prestigiosa, manifiesta un
determinado ethos, que le permite ubicarse en un espacio de autoridad
alternativa a la de los académicos españoles. De ese modo, determina que
palabras como “Apacheta, “Baquiano, “Curaca, “Chaquira,
“Empacarse o “Quipucamayo” no constituyen neologismos ya que
pueden rastrearse en diferentes historiadores de Indias, como el Padre
Acosta, el propio Inca Garcilaso o tantos otros.
Los momentos en que Palma demuestra su mayor competencia
lingüística están vinculados con la corrección de términos mal definidos o
mal transliterados en el diccionario de la RAE. Es el caso de entradas
como Cacharpari o Juro”, en las que desenvuelve su conocimiento
particular del léxico utilizado en América y desautoriza a los académicos:
aquí no existe una “hermenéutica reformadora”, una relectura de un relato
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histórico previo, como haa postulado Margarita Zamora respecto de la
intervención del Inca Garcilaso en relacn con los historiadores
españoles, pero una intención correctiva, una manifestación de
autoridad sobre la propia lengua y una puesta en entredicho del poderío
de la Academia. Valga como ejemplo:
Jora (Del quechua) El maíz preparado para hacer chicha El Diccionario
trae, en tal acepción, la palabra sora tan desconocida, en Arica, como el
cachazpari de que ya hemos hablado (1896: 36).
Finalmente, aparece la inclusión de destacados lingüistas españoles que,
mediante el uso de algunos de los rminos recopilados por Palma, avalan
su accionar: Marcelino Menéndez Pelayo, quien inserta “Criollismo” en su
Antología; el académico Cánovas, defensor de “Esclavócrata”; muchos
académicos” que han utilizado “Medioeval; Segismundo Moret, afecto a
“Sindicato”. Voces, todas, incluidas por Palma en los Neologismos, que
no fueron incorporadas en el léxico de la RAE, pero que, sin embargo,
son utilizadas aun por quienes las repudian.
Podríamos preguntarnos el porqué del rechazo, por parte de la
Academia, a las propuestas de Ricardo Palma en unas festividades
destinadas como ya salamos a fomentar la unión, a reestablecer lazos
de proximidad, a aprovechar cierta hispanofilia todaa presente que
prontamente se resquebrajaa. El 5 de noviembre de 1892, en la
inauguración del Congreso Literario Hispanoamericano, Palma se declara
hispanófilo:
s que la acción de los Gobiernos, s que la accn de la diplomacia,
ha sido eficaz la accn de la Academia Española para despertar en los
pueblos americanos una corriente que, si me es lícito, la bautiza con el
nombre de hispanófila. (1893: 132).
Pero pocas líneas después presentará ciertos reparos o al menos cierta
necesidad de tolerancia ante algunas posibles divergencias:
Los pueblos americanos, pueblos jóvenes, con ideales distintos, con
aspiraciones diversas, con manera de ser política y social de España,
reclaman, hasta en su lenguaje especial, que España no considere como
herexiarcas de la lengua a los que proclamamos el uso de voces nuestras,
aceptadas en nuestro idioma (1893: 132).
Como hitesis podríamos postular que las censuras de la Academia para
admitir las voces propuestas por Palma, tanto en Neologismos, como en las
Papeletas, se vinculan con la idea postulada por Beatriz González Stephan
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de la existencia de ciertas escrituras disciplinares: Constituciones,
gramáticas y manuales, postula Gonlez Stephan como géneros
discursivos constituyeron a través de sus leyes y normas un campo policial
de vigilancia y ortopedia que captaba e inmovilizaba al ciudadano(1999:
14). Vale decir, esos textos planteaban reglas de homogeneización de la
ciudadanía, establean pautas para la configuración de una nacionalidad,
proponían nones para la unidad del Estado-nación.
Del mismo modo que al interior de las fronteras nacionales era
necesaria la postulación de ciertas pautas que conjuraran la diversidad
cultural y la proliferacn de las lenguas producto en gran medida de los
aluviones inmigratorios, como mencionamos, en el caso del mundo
hispánico se percibe el riesgo de la desintegración ya concretada en el
terreno político de un sustrato cultural común. De al la necesidad de
manifestaciones que como la celebración del IV Centenario o la creación
de la Revista Española de Ambos Mundos tendieran a establecer lazos de
unión entre los diferentes componentes de ese universo. El sostenimiento
de los lazos idioticos, entonces, resultaba crucial para sostener la
unidad, de allí pomicas en las que se internaron el filólogo colombiano
Rufino Jo Cuervo y Miguel de Unamuno. Mientras el primero tea que
la división del español en muchas lenguas regionales resultara inevitable,
Unamuno sostenía la postura contraria y defena la pureza e
indivisibilidad de la lengua.
11
12
Pero el temor estaba presente y la fijeza del Diccionario pretendía
conjurar esa dispersión y multiplicidad. Kaplan y Baldauf (citados por
Velleman: 2014) salan que los intentos de preservacn de una lengua
pueden estar relacionados con dos situaciones diferentes: una, vinculada
con el resguardo de la comunidad, en el caso de que un idioma se vea
amenazado por la extinción; la otra, la conservación de un elemento
dominante, en el que el peligro que acarrea el uso debe ser conjurado,
mantenido dentro de ciertos márgenes, para evitar el desvío respecto de
una norma tipo. El temor de Andrés Bello (y la desconfianza de la
Academia) consiste en que exista un deso de un determinado factor
dominante y que los diferentes dialectos del espol se transformen en
inmanejables e, incluso, que difieran en tal grado que lleguen a
11
Con respecto al temor por la fragmentación lingüística, también forma parte de las alertas
presentadas por Bello en su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Afirma allí
el chileno: “Pero el mayor mal de todos, i el que, si no se ataja va a privarnos de las inapreciables
ventajas de un idioma común, es la avenida de neolojismos de construcción, que inunda i enturbia
mucha parte de lo que se escribe en América, i alterando la estructura del idioma tiende a convertirlo
en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros; embriones de idiomas futuros que
durante una larga elaboración reproducirían en América lo que fué la Europa en el tenebroso período
de la corrupción del latín” (1847: XI).
12
Para ampliar esta polémica entre Cuervo y Valera puede verse del Valle (2004).
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transformarse en nuevas lenguas romances. En este sentido, es que
debemos considerar que un diccionario, cualquiera sea, no consiste como
señala Velleman–, en un listado de palabras, en un “calogo de nombres”
(2014: 181), sino que “es un documento que refleja la realidad social tanto
de la comunidad lingüística como de los compiladores” (2014: 181).
El Diccionario de la RAE, entonces, los arfices que lo diseñan y
estipulan qué ingresa y q no en sus páginas, establecen un territorio de
control, disciplinan la lengua, estipulan los alcances del idioma: trazan
fronteras, delimitan un territorio, señalan el alcance del léxico admitido.
Lo que queda por fuera, no existe, al menos desde la consideración
académica. En su intento por exorcizar la proliferación léxica, el
diccionario de la RAE se propone mantener al español dentro de ciertas
coordenadas que no deben ser transgredidas.
Los libros de Palma su perspectiva respecto de la lengua, no
obstante, no buscan generar una ruptura idiomática y, como consecuencia
de ella, la dispersión de lenguas americanas particulares. El peruano
considera como ya señalamos que los lazos de unión entre España y los
países hispanoamericanos implican, también, la equiparación de los
localismos de diferentes sectores de los territorios de habla hispana,
además del otorgamiento de cierta autoridad a las Academias
Correspondientes, desdas de forma sistemática ante cualquier propuesta
divergente a la de la Academia Española. De al, la reacción irritada de
Palma al detectar que esos lazos de unión son solo declamatorios y
aparentes, y no implican una equiparación en cuanto al acceso al lugar
prestigioso del diccionario que también eso es el diccionario, lo que lo
lleva a salar:
A, por ran de capricho erigido en sistema ó por esritu anti-
americano, he llegado á explicarme el por qué nunca la Academia tomará
en seria consideración los diccionarios de Zorobabel Rodríguez, Juan de
Arona y Daniel Granada.
Ese exclusivismo de la mayoa académica importa tanto como decirnos:
Señores americanos, el Diccionario no es para ustedes. El Diccionario es
un cordón sanitario entre España y Arica. No queremos contagio
americano (1896: 16).
Antes que lazos de unión, el diccionario exterioriza las relaciones de
dominación, fomenta la ruptura.
En las Papeletas lexicográficas, por su parte, la situación es algo
diferente a la apreciable en Neologismos. Si en este último el tono es crispado
debido al todavía reciente rechazo experimentado en tierra española, el
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comienzo de las Papeletas resulta mucho más contemplativo. En Madrid,
Palma había sido ignorado, pero, sen señala:
Mejor fortuna tuvo mi opúsculo [Neologismos y americanismos]; pues de los
vocablos en él apuntados adquirieron lugar en la edición 13ª del
Diccionario los siguientes: (1903: III)
Y contia un listado de 141 palabras incorporadas en esa edición del
Diccionario de la RAE, de entre las 458 que el libro incluye; es decir, algo
menos de un tercio de las propuestas, lo que significa una notoria mejoría
con respecto al fracaso sufrido en la capital espola. Evidentemente la
noticia genera un optimismo que transforma las ideas más radicales de
Palma con respecto a la Corporación, lo que lo lleva a salar:
Con estas papeletas abro á la Real Academia campo para que destruya la
que yo lla mi axiotica frase de que el Diccionario es un cordón sanitario
entre Espa y América. Y la destrui si, como me dan á entender mis
esclarecidos compañeros y amigos don Eduardo Benot, don Juan Valera,
don Benito rez Galdós y don Daniel de Cortázar, domina ahora en la
docta corporación esritu de liberal confraternidad para con los pueblos
hispano-americanos. Créalo la Academia. Su acción, s que la de los
gobiernos, puede vigorizar nculos (1903: X).
En las Papeletas hay un notable incremento de los términos a incorporar y
definir (recordemos que el tulo es Dos mil setecientas voces que hacen falta en
el Diccionario), quizás por el entusiasmo que le generó el éxito de su anterior
“opúsculo”. También redefine algunos que ya habían aparecido en los
Neologismos. Los criterios de inclusión de elementos léxicos no difieren, ya
que se siguen fundando en el reinado del uso:Es el pueblo quien crea las
palabras señala y el uso quien las generaliza (1903: VI).
Un Palma más optimista cree haber alcanzado su cometido inicial:
ampliar el Diccionario de la RAE conrminos de uso común en Arica
que daan una idea cabal, al menos más aproximada, de una comunidad
idiomática hispanoamericana.
A manera de cierre
Hacia el final de la Introduccn a las Papeletas, Palma se refiere a sus
fichas, en las que recopila los diferentes vocablos, como “piedrecitas
talladas. Esas piedrecitas trabajadas, rugosas, asentadas por el tiempo nos
permiten establecer una cierta analogía con los muros incaicos que, por
primera vez, percibe, al arribar al Cuzco, Ernesto, el narrador de Los ríos
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profundos, la novela de otro peruano: José Maa Arguedas. Al caminar por
las calles de esa ciudad, el niño Ernesto percibe sobre el muro incaico, el
muro español:
Eran más grandes y extrañas de cuanto había imaginado las piedras del
muro incaico; bullían bajo el segundo piso encalado es decir, el muro
español (…). Me acordé, entonces, de las canciones quechuas que repiten
una frase patética constante: Yawar mayu, río de sangre; yawar unu, agua
sangrienta (Arguedas, 1986: 6).
Esos muros españoles no fueron levantados al paficamente, como una
sugerencia realizada a los incas. Podríamos pensar que la labor
lexicográfica de Palma aspira a invertir los parámetros de esas
construcciones encaladas impuestas con el poder de las armas. El peruano
Palma pretende completar el edificio del idioma español con el agregado
de algunos vocablos, de esas metafóricas “piedritas que vendn a
completar esa construcción inacabada y parcial. Asentados por el uso y la
costumbre, y por un tiempo que garantiza legitimidad, los vocablos del
español americano buscan el reconocimiento de la Academia a tras de
su incorporación al diccionario. Lo que Palma viene a señalar, es que esa
construcción sigue estando desplazada y que las promesas de integración
realizadas en la celebración del Centenario son falsas. La potica española
contia siendo imperial ya no a través de las armas, sino de un libro el
Diccionario que busca proclamar el español correcto: en ese espacio
libresco, sugiere el tradicionista, Arica su lengua, sus expresiones
sigue sin encontrar un lugar propio, un espacio equiparado con el de la
Metrópoli: un patrimonio común. El lugar en definitiva que le
corresponde.
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