Chávez Fajardo, “Americanismos, americanismo…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 11 / Diciembre 2021 / pp. 8-36 20 ISSN 2422-5932
Garzón es el primero (y único, creo) que especifica esta acepción “en la
Argentina” y cita, justamente, la autoridad de Cané. A su vez, Garzón
complementaba: “Es curiosa, porque revela el triste concepto de una
época, que, felizmente para nosotros, ya pasó” (Garzón 1910: s.v.
americanismo).
La referencia a americanismo es insuficiente si sigo al TDHLE, en
donde aparece la información bajo la acepción “apego o entusiasmo por
lo americano”. Es insuficiente por dos razones: en primer lugar, se
requiere de una diferencia específica: “en rechazo a lo Europeo” y con una
explicación enciclopédica que determine, además, el contexto: dentro de
los espacios de organización estatal nacionalista. En segundo lugar, funde
el TDHLE el apego hispanoamericano con el apego que se tiene al país
norteamericano, perdiéndose un matiz histórico relevante. En este caso en
particular, el del americanismo sarmientino, pienso en los cambios de aplicación,
una de las tipologizaciones de polisemia que propuso Ullmann. En rigor,
las palabras tienen cierto número de aspectos diferentes, según el contexto
en el que son usadas. Frente a algunos que pueden ser efímeros, “otros
pueden desarrollarse en matices permanentes de significado y, al aumentar
la separación entre ellos, podemos llegar eventualmente a considerarlos
como sentidos diferentes del mismo término” (Ullmann 180) en donde, si
bien el sentido sarmientino fue efímero y muy acotado, da cuenta de un
momento histórico clave dentro de la historia argentina.
3. Americanismo como confraternidad hispanoamericana. Un sentido de
americanismo viene de la línea ideológica bolivariana más laxa y tiene que
ver con la idea de la confraternidad hispanoamericana grosso modo, sin
proyecto político implicado directamente. Suele aparecer, justamente, en
contextos de reacción frente a determinado evento o personaje el que
tiene, en efecto, un sello americanista. Por ejemplo, el ecuatoriano Juan
Montalvo afirmaba en sus Catilinarias del periodista colombiano Adriano
Páez: “Admiro el talento de Páez, su laboriosidad ejemplar, su
ardiente americanismo, su corazón, su carácter, me admiran mucho
más. Inteligencia es prenda común; cual más cual menos, como no seamos
tontos, a nadie le falta su poquito; prendas como las que le adornan a Páez,
son de todo punto raras. Para él no hay vanidad nacional, egoísmo, deseo
de prevalecer sobre los otros: no existe el Táchira ni el Carchi: Venezuela,
Ecuador, Perú, Chile, Buenos Aires, son su patria tanto como
Colombia.” (1894: 28). En efecto, en su fase como cónsul en Europa en
la década del setenta del siglo XIX, Páez desarrolló una veta
hispanoamericanista de la que destaca la fundación y dirección de la Revista
Hispanomericana en París, la que renombró La América Latina en Londres y
fue, además, uno de los primeros divulgadores de Martí en el mundo no