Hernández Galván, “Un archivo del amor queer…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 12 / Julio 2022 / pp. 176-198 189 ISSN 2422-5932
nunca reclamé otro destino más que los domingos compartidos, nunca,
tampoco, temí perderlos, como si la aceptación de la miseria hubiera sido mi
garantía” (López, 2018: 65). Una promesa imaginaria, la de permanecer
habitando una misma temporalidad, que rondaba sobre aquellos “actos del
amor” que uno de los personajes esperaba del otro. Así, esa sensación de
suficiencia se nutría en relación a dos nociones complementarias. La primera
tiene que ver, evidentemente, con no poder habitar una lógica del amor
heterosexual y, la segunda, sobre el sentido de pertenencia del cuerpo, del
tiempo… del amor.
Aquí la lógica heterosexual tiene que ver con las formas de demostrar
amor, principalmente, en el espacio público. Así lo afirma el personaje:
“estábamos en casa y estábamos enamorados, algo dolía, tal vez el disloque
de un día distinto en nuestra agenda amorosa, tal vez demasiada quietud para
una tarde que invitaba a caminar, a mostrarnos juntos” (López, 2018: 128).
Podríamos pensar que el interés de mostrarse juntos (de la mano o no) tiene
que ver con el afán de demostrar que el amor se ha encarnado en un cuerpo.
Si yo estaba con vos, si accedía a que sucediéramos, no era ninguna militancia
de nada para mí, era la manera que yo elegía para estar, poner el cuerpo sobre
la superficie, ni avanzaba a la conquista ni retrocedía o entregaba lo ganado a
quienes se suponía eran los dueños naturales (López, 2018: 92-93).
Ese sentido de insuficiencia, tendríamos que aclarar, responde al desglose del
dolor y la angustia. Al reflexionar sobre ese sentido de insuficiencia y
preguntarse “¿Vos de quién sos?” (López, 2018: 82), el personaje afirma: “el
amor y la propiedad privada, el amor como un consumo” (López, 2018: 82).
Ya que él sí era del otro, pero el otro era también de su familia, de su trabajo
y de su hijo. Es por eso que, ante la deriva de ese sentimiento, trata de
preguntarse quién es él en esa ecuación y posibilidad familiar. El sujeto que
ama, como hemos visto líneas arriba, se desarrollaría en el filo ambiguo de la
felicidad y el fracaso. En las palabras de Barthes, “el sujeto amoroso, a merced
de tal o cual contingencia, se siente asaltado por el miedo a un peligro, a una
herida, a un abandono, a una mudanza, sentimiento que expresa con el
nombre de angustia” (Barthes, 2016: 45). Eso que se llama angustia aparece
ante la imagen de la pérdida ya que, si bien el personaje desea más de lo que
puede darle el objeto del amor, puede conformarse solamente con “añorarlo”
los domingos teniendo en consideración que jamás se vaya de su lado. Es
decir, hacer “todo lo posible por conseguirlo o conservarlo” (Sedgwick, 2019:
27).
Hasta aquí podemos afirmar que la promesa de la felicidad doméstica,
esta promesa del amor romántico queer, encarna tres nociones ensambladas:
1) bajo la noción producida por el régimen de la heterosexualidad obligatoria