Albin y Sued “Cambaceres, un bautista…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 12 / Julio 2022 / pp. 151-175 165 ISSN 2422-5932
Existan o no, propone Barthes, nombres como Laumes, Argencourt,
Villeparisis, Combray o Doncières, no dejan de presentar una “plausibilidad
francofónica” y “su verdadero significado es: Francia, o mejor todavía, la
‘francidad’” (124). Y si el nombre Loulou hace del personaje un tipo nacional,
en Potpourri, el nombre del criado gallego del narrador, don Juan José Taniete,
pronunciado por él mismo como “Juan Jusé Taniete” (2016: 70), funciona de
un modo similar, remitiendo a las opciones fonéticas de la lengua gallega que
se desplegarán exagerada y permanentemente en el habla del personaje. En
tanto tipos locales y desde sus propios nombres, el criado gallego vale por
sus relaciones con el amo criollo tanto como la prostituta francesa por sus
relaciones con el rastacuero porteño.
El 8 de octubre de 1884 El Nacional señalaba que Música sentimental se
encontraba saturada del bajo fondo parisino en que se degradaban “los Pablos
criollos y las Loulous boulevardières”, y proponía que “no ha sido escrita para ellas,
sino para ellos, los Pablos que se vinculan a las Loulous” (Cymerman, 2007:
760-761). Al pasar del singular al plural y del plano de los personajes al plano
de los lectores, esta reseña no solo concibe a los personajes como tipos
sociales y locales sino que intenta establecer un puente entre la realidad y la
ficción y, como sugería Amante respecto de los personajes de En la sangre,
hace funcionar –nuevamente en calidad de advertencia– aquellos nombres
ficcionales genéricos como pronombres que podrían ser ocupados en
cualquier momento futuro por otros posibles nombres reales.
Pablo y Loulou son casi los únicos personajes que tienen un nombre
propio en Música sentimental. El narrador, el mismo vago de Potpourri, persiste
en su resistencia a ser nombrado, mientras que el cónsul argentino en
Mónaco –el otro personaje que reaparece en la segunda novela de
Cambaceres al ser convocado como padrino en el duelo que, por su amorío
con la condesa, tiene Pablo con el conde– ha perdido el genérico apodo de
Pepe con el que era nombrado en Potpourri y ahora se lo enuncia tan solo
como el “cónsul” (Cambaceres, 1884: 205). La condesa y el conde tampoco
son llamados por sus propios nombres, lo mismo que el médico que atiende
la herida y luego la enfermedad de Pablo: en los tres casos, son siempre
enunciados como la condesa, el conde y el médico.
En el cap. XII, cuando el conde y Loulou irrumpen en la casa de Pablo y lo sorprenden reunido con la
condesa y el narrador, alguien dice: “Lucas Gomez, y Loulou!” (Cambaceres, 1884: 136). Como parte de
un rápido diálogo digno de una comedia de enredos, esa intervención –cuyo locutor no se explicita, pero
puede inferirse que se trata del vago– podría llevar al error de asignar el nombre de Lucas Gómez al
conde, así como en Potpourri el sintagma “¿Entiendes, Fabio?” podría llevar a creer que este es el nombre
del narrador. Sin embargo, el nombre Lucas Gómez –originalmente, el de un Alcalde español– formaba
parte de una tradición oral que había hecho del sintagma una expresión aplicable a un momento en que
las cosas salen mal, en que lo planeado fracasa. Al respecto, Luis Montoto y Rautenstrauch aclara:
“Cuando a la postre sale mal un negocio por torpeza o ineptitud de quien en él anda, se suele invocar el