Magadán, “Andrés Bello Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 12 / Julio 2022 / pp. 233-240 233 ISSN 2422-5932
ANDRÉS BELLO
(1781 1865)
Cecilia Magadán
Universidad Nacional de San Martín
Profesora y Licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Master of Science en Lingüística
(Georgetown University). Master en Educación (Teachers College, Columbia University) y Doctora (PhD) en
Alfabetización, Lengua y Tecnología (Columbia University). Se desempeña como profesora en institutos de formación
docente, en el Profesorado Universitario en Letras de la Universidad Nacional de San Martín y en la Carrera de
Especialización en Procesos de Lectura y Escritura-Cátedra UNESCO (UBA). Forma parte de la Cátedra Libre de
Estudios filológicos Latinoamericanos “Pedro Henríquez Ureña” (FFyLL, UBA). Es autora de artículos
académicos, libros y materiales didácticos, en particular sobre la integración de TIC en la enseñanza de lengua y
literatura. Sus investigaciones se centran en literacidades multimodales, particularmente en espacios de
enseñanza de lengua.
Contacto: cmagadan@unsam.edu.ar
ORCID: 0000-0002-4771-4372
SEMBLANZA
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Ands Bello: estampas de un maestro humanista
Y ya que la guerra de los lenguajes es general, ¿que hemos de hacer nosotros? Al decir
nosotros quiero decir los intelectuales, los escritores practicantes del discurso. Es evidente que no
podemos huir: por cultura, por opción política, hemos de comprometernos, participar en uno de los
lenguajes particulares a los que nos obliga nuestro mundo, nuestra historia. Y, no obstante, no
podemos renunciar al goce, por utópico que sea, de un lenguaje descolocado, desalienado. Asi que
hemos de sostener en la misma mano las riendas del compromiso y las del placer, hemos de asumir
una filosofía plural de los lenguajes.
Roland Barthes, “La guerra de los lenguajes”, 1973
Hace unos 240 os (más precisamente, el 24 de noviembre de 1781) nacía
en Caracas (Venezuela) Andrés Bello, hijo de Bartolomé y Ana Antonia, y
el mayor de ocho hermanos. Varios rasgos de familia permitirían qui
anticipar la sensibilidad estica que Bello desplegó en su enorme obra,
por ejemplo, el hecho de que su padre era músico (ades de abogado) y
de que su abuelo materno fue uno de los pintores venezolanos s
importantes en tiempos de la Colonia. En su visita a Caracas entre 1799 y
1800, Humboldt regist este aire hogareño de la pequa burguea y
apuntó en su diario: “Varias familias de Caracas tienen una sed de
información, un conocimiento de las grandes obras de literatura francesa
e italiana, y una marcada predilección por la sica, que se cultiva con
gran dedicación (cit. en Jaksić, 2001).
Bello siempre fue maestro, porque como a él mismo le gustaba
destacar en sus escritos, un buen maestro ha de ser siempre un buen
aprendiz. Su educación formal comenzó en el Convento de las Mercedes,
a algunas cuadras de su casa, y hasta 1796 tuvo como supervisor a Fray
Cristóbal de Quesada, un latinista con quien tomó sus primeras lecciones
de gramática y literatura a través de la poea de Horacio y Virgilio, sin
olvidar los clásicos castellanos. En 1797, Bello ingreso a la Real y Pontificia
Universidad de Caracas para obtener su grado de Bachiller en Artes. Para
ese entonces, Bello ya había aprendido a leer francés y poco más tarde,
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también de forma autodidacta (con ayuda de una gramática y un
diccionario), el ings.
Apenas dos os mayor que Sin Bolívar, en 1797 Bello se
convirtió en su maestro; a él le enseñó literatura y geograa durante casi
dos años, tal como Bolívar lo recordaría con admiración en sus cartas aún
después de todas las tensiones políticas que los llevaron a distanciarse.
Cuenta Amunátegui que su trabajo como maestro particular no le
representaba demasiados ingresos y que Uno de los muy raros que dio a
Bello por honorarios algo s que buenas palabras, fue Bolívar, quien le
obsequió un traje completo, esto es, un pantalón y una casaca de paño”
(Amunátegui, 1822: 27). Durante la misma época, consagrado a completar
sus estudios universitarios y antes de iniciarse en cargos administrativos,
Bello conoció a Humboldt y aprendió de cerca en qué consistía el trabajo
de un naturalista; lo acompañó en sus excursiones, a pesar de que sus
condiciones sicas no le permitían completar todas las travesías.
Ya en 1802, y aún sin haber concluido sus estudios en leyes, Bello se
sumó como funcionario al gobierno de la Capitanía General. Participó,
entre otros, de dos eventos clave: la introducción de la imprenta en 1808
y la creación de la Junta en 1810. En esos años comenzó a escribir poesía
y a incursionar en el periodismo como frecuente colaborador para la Gaceta
de Caracas; también produjo dos obras de importancia: El análisis ideológico
de los tiempos de la conjugación castellana y el Resumen de la Historia de Venezuela.
El año 1810 marcó un giro en la vida de Ands Bello: con 29 años,
se embarcó a Londres como Secretario de la misión diplomática que
encabezaron Simón Bolívar y Luis López ndez. Llegaan a Inglaterra
con el fin de difundir los objetivos de la revolución que se haa iniciado
en Caracas y obtener el apoyo de aquella nacn. Fue en Londres donde
Bello continuó su formación, aunque su perfil intelectual destacado (y
también su conocimiento del inglés) fueron sin duda razones para que
formara parte de esa misión. En palabras de Caldera (1977): A pesar de
la fructuosa influencia de la cultura inglesa en su vida, Bello no se hizo un
sabio inglés, sino un sabio americano (51). Durante su larga estadía en
Londres, por casi 20 años, Andrés Bello estud y escribió, no sin padecer
urgencias económicas. Retomó su labor periodística con la Biblioteca
Americana y el Repertorio Americano, publicaciones en las que desarrolló su
ideario para consolidar las naciones americanas. También en Londres se
casó, enviudó al poco tiempo y volvió a casarse. De sus dos matrimonios,
tuvo en total quince hijos, ocho de los cuales nacieron ya en Chile y solo
cuatro sobrevivieron a él.
El nculo de Andrés Bello con Chile se inic ya durante su estadía
en Londres: en 1822 fue designado Secretario de la Legación Chilena hasta
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que, en 1825, recibió una oferta de traslado para trabajar en la Legación
de Colombia. Sin embargo, los problemas políticos y ecomicos de
Colombia crecían e implicaban mayores contratiempos para cubrir las
necesidades familiares de Bello. A pesar de que Bolívar le ofrecía
reintegrarlo a su puesto de secretario, el sueldo no se modificaría; en una
carta en la que le solicitaba que se reviera su cargo y su asignación salarial,
Bello le comunicó a su antiguo alumno no solo la rdida monetaria que
esto implicaba para su bolsillo, sino también la humillación que sentía: “…
me es sensible la disposición citada, no por el perjuicio pecuniario que me
irroga (aunque, en mis circunstancias, grave) sino por la especie de desaire
que lo acompaña (Bello a Bovar, 21 de abril de 1827, OC, XXV, 296-
297, cit. en Jaksić, 2001: 125).
Así, alejado de Bolívar y con noticias desalentadoras sobre las escasas
oportunidades de volver a su tierra, en septiembre de 1828 Bello acep
de inmediato el contrato que le ofrecía Chile como Oficial Mayor en uno
de los ministerios en Santiago. Cuando Bello y su familia ya habían partido
para Chile, Fernández Madrid, un amigo en con, recia una carta de
Bolívar en la que le rogaba interceder para retener a Bello y en la que
reconoa su influencia intelectual como maestro en su juventud:
Persuada Vd. a Bello que lo menos malo que tiene la América es Colombia,
y que si quiere ser empleado en este país, que lo diga y se le da un buen
destino. Su patria debe ser preferida a todo: y él digno de ocupar un puesto
muy importante en ella. Yo conozco la superioridad de este caraqueño
contemponeo mío: fue mi maestro cuando teamos la misma edad; y yo
le amaba con respeto.” (Bolívar a Fernández Madrid, Quito, 27 de abril de
1829, en Cartas del Libertador, VII, pp. 127-128, cit. en Jaks, 2001: 128)
Chile será para Bello el lugar donde se consagrará como maestro. Su labor
docente se desplegó en diferentes ámbitos: en clase (en el Colegio de
Santiago, en el Instituto Nacional y como Rector de la Universidad de
Chile), en sus artículos periosticos sobre educación, en su tarea
legislativa. Durante sus os en Chile comenzaron a circular sus s
destacadas publicaciones: la Filosofía del Entendimiento, la Gramática castellana
y la mayor parte de sus trabajos filológicos, su Historia de la Literatura, sus
estudios de crítica literaria, sus poeas, los Principios del Derecho de Gentes.
Andrés Bello murió a los 84 años, el 15 de octubre de 1865. Aunque
no pudo regresar a Venezuela, logró volver a América para enseñarnos
desde aquí toda su obra. Pedro Henquez Ureña se refirió a él como un
“creador de civilización quien desde Londres lan la declaración de
nuestra independencia literaria, y podamos agregar desde su
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Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, nos continuó
desafiando para independizar la enseñanza de la lengua del yugo de la
venerable rutina”.
Lecciones de Bello para una pedagogía americana
A grandes trazos esbozamos un retrato de la vida de Andrés Bello: las
biograas minuciosas (entre ellas, Amutegui, 1882; Caldera, 1977;
Jaksić, 2001) y los estudios críticos de notables académicos nos permiten
recorrer hoy el valor de sus obras gramaticales, políticas, judicas,
pedagógicas. Sea difícil agregar algo nuevo a esas tantas páginas ya
publicadas, pero la tentación recae en releer algunas ideas de Bello que
vuelven a cobrar sentido desde nuestro presente, como un maestro de
lengua, como un escritor practicante del discurso (para tomar prestadas
las palabras de Roland Barthes), que se comprometió a participar en uno
de los lenguajes particulares de nuestro mundo, de nuestra historia.
Como Rosenblat planteaba, el purismo de Bello me parece discu-
tible y es también verdad quela lengua cambia y las gramáticas quedan
(Rosenblat, 1965), pero justamente esto último hace que, desbrozando su
afán prescriptivo, la gramática de Bello nos ha aportado una doctrina, una
teoría (en mayúsculas, tal como el la destacaba):
Pero cuando todos los hechos armonizan, cuando las anomalías
desaparecen, y se percibe que la variedad no es otra cosa que la unidad,
transformada según leyes constantes, estamos autorizados para creer que
se ha resuelto el problema y que poseemos una verdadera teoría, esto es,
una visión intelectual de la realidad de las cosas. La verdad es
esencialmente armoniosa (Bello, 1841. Alisis ideológica de los tiempos
verbales, cit. en Rosenblat, 1965: 32-33).
Como en esa guerra de lenguajes a la que se enfrentó Bello, podemos como
docentes de lengua aprender sus lecciones: frente a la realidad de las cosas,
descubrir que hablar y decir siempre implican un plural. He aq algunos
fragmentos de esas lecciones que Bello nos de.
La lengua
“En cuanto al estudio del idioma nativo, no encuentro que sea suficiente;
porque no veo que el resultado corresponda al gran mero de clases
destinadas a él. […] Pero no basta indicar el mal; es preciso señalar las
causas. Yo encuentro una en la superficialidad de los libros que sirven de
textos, que no hacen notar los vicios en los que generalmente se incurre,
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que no advierten aquellos que se nos pegan de las obras extranjeras y en
especial francesas, que limitándose a nociones vagas y estériles no dan
bastante noticia de las especialidades del castellano. […] Encuentro la
principal de todas en que no se leen los clásicos de la lengua, que se miran
con excesivo desdén… […] Pero en las escuelas es donde yo deseaa que
se adoptase otro método haciendo conocer a los niños las faltas que en el
lenguaje popular se cometen (que, aunque graves, no son muchas), en vez
de cargar su memoria y ofuscar su entendimiento con definiciones
inexactas, que no representan los hechos de la lengua, y que realmente no
dicen nada a la inteligencia del niño” (Obras Completas, Vol. XXI, pp. 56-57).
La escuela primaria
“La necesidad de las escuelas primarias no puede dudarse; pero ellas no
son s que un medio para la adquisición de conocimientos útiles. Es
preciso dar ideas, difundir nociones sanas, formar el entendimiento y el
corazón. […] Sueño, quimera, utopía, exclaman algunos. Yo, señores,
tengo una fe profunda en la perfectibilidad social. No la comprendo sin el
cultivo de los sentimientos morales, ni es este inteligible para mí sin el
cultivo de la inteligencia (Obras Completas, Vol. XXI, p. 25).
La escuela secundaria
“Se miran generalmente los ramos que forman esta especie de instrucción
como meramente preparatoria para las carreras profesionales; es decir, que
se consideran solamente como un medio, no como un fin importante en
mismo (Obras Completas, Vol. XXI, p. 115).
Sobre la formación de maestros
“La generalización de la enseñanza requiere gran mero de maestros
competentemente instruidos; y las aptitudes de estos sus últimos
distribuidores, son, ellas mismas, emanaciones más o menos distantes de
los grandes depósitos cienficos y literarios. Los buenos maestros, los
buenos libros, los buenos todos, la buena dirección de la enseñanza,
son necesariamente la obra de una cultura intelectual muy adelantada. La
instrucción literaria y científica es la fuente de donde la instrucción
elemental se nutre y se vivifica (Obras Completas, Vol. XXI, p. 11).
Hacia una pedagoa americana
“Es no solo una injusticia, sino un absurdo, privar de este beneficio (del
de la educación) a las clases menos acomodadas, si todos los hombres
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tienen igual derecho a su bienestar, y si todos han de contribuir al bienestar
general. Estas clases, como las más numerosas y s indigentes, son las
que exigen la protección de un gobierno para la ilustración de su juventud
(Obras Completas, Caracas, tomo XVIII, p. 659).
La humanidad no se repite
“Cada pueblo tiene su fisonomía, sus aptitudes, su modo de andar; cada
pueblo está destinado a pasar con más o menos celeridad por ciertas fases
sociales; y por grande y benéfica que sea la influencia de unos pueblos en
otros, jamás se posible que ninguno de ellos borre su tipo peculiar, y
adopte un tipo extranjero; y decimos más, ni sería conveniente, aunque
fuese posible. La humanidad, como ha dicho uno de los hombres que
mejor han conocido el espíritu democrático, la humanidad no se repite
(El Gobierno y la Sociedad. Obras Completas, tomo VIII, p. 286).
Lo local, lo americano
“¿Estaremos condenados todavía a repetir servilmente las lecciones de la
ciencia europea, sin atrevernos a discutirlas, a ilustrarlas con aplicaciones
locales, a darles una estampa de nacionalidad? Si a lo hiciésemos,
seríamos infelices al espíritu de esa misma ciencia europea, y la
tributaríamos un culto supersticioso que ella misma condena (Obras
Completas, Vol. XXI, p. 50).
El maestro que dibujaba sus láminas
En el homenaje a Bello a cien años de su muerte, Rosenblat decía: “La
hermandad de las ciencias y de las letras era el signo de su humanismo.
Esa hermandad es hoy s imperativa que nunca. [] Es sin duda
imprescindible restablecer en nuestra educación la armoa entre las
ciencias y las humanidades, y me parece que nadie mejor que Ands Bello
puede simbolizar esa unión arnica (Rosenblat, 1965: 12).
¿Qué mejor ejemplo que el de aquel maestro que observa la
naturaleza de su entorno para conocerlo y analizarlo, para dibujar sus
propias láminas que ilustrarán su lección? Bello dibujó, escribió y con su
propia pluma nos enseñó su propia semblanza.
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Estampa tomada de: “XVI. Avestruz de América, por Andrés Bello”, en Biblioteca Americana
(1823). Londres: Marchant.
Bibliografía
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