
Bianchi, “La marafa soy eu…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 14 / Julio 2023 / pp. 167-192 178 ISSN 2422-5932
También la lengua de fronteras en la novela interviene, crea, juega,
desafía y propone enredos asociativos de palabras e incorpora
neologismos:
como un juego-de-jugar: pimpirrota, piribela floral, loculho sierva,
cincinati, abrolhos, carmencinda, madressilva, pirilampos, antanas
bástistas, casamarilla, locos complutos, boludo lorgo, lacalheseda,
amarelinhas, esconde-atrás, noclins ereiras, marcha adelante, los
cantantes jugos de rueda, teresinas-de-jesus, las teresinas, entraçada
gaucha, guapa glauchas, catatéicos, constreros, filíciquis, rosaes, oscuro
misterio de fábula original, las tranças, las troupas, helicáreos rans,
duncans, vitrinas, duendes, vagaus, pilvos conscentes, broquílides
silfos, lunfens de lérias, lunfens vivaces, como un juego-de-jugar: (39).
Bueno arremete con el uso de la lengua marafa cuando explicita que el
portuñol de la frontera carece de normas, porque es errante, ágrafo,
cambiante (2007). El uso (Agamben, 2017) entonces, responde a la
modulación de cuerpo y voz marafos de lo viviente, no propios ni de
otros, es la lengua viviente y migrante. Entonces, la marafa exclama:
“Olvido guaranis y castejanos, marafos afros duros brasileños porque sei
que escribo y esto es como grafar impresso todo el contorno de uno
cuerpo vivo en el muro de la calle central” (Bueno, 1992: 37). Confecciona
el tejido ancestral plasmado en la escritura en la que fluye el recorrido de
memorias migrantes de fronteras eternas que permanece tatuado en los
cuerpos, impreso en las pieles, bordado en el mapa ñanduti.
La voz narradora de la marafona discurre entre el recuerdo del deseo,
del dolor, de la vejez expuesta en su piel surcada por várices, cicatrices,
arrugas, canas y en su cuerpo delator de infertilidad uterina, entre el
recuerdo de su destino y de los pueblos pobres, de la tierra y del calor.
La frontera integra el conjunto de imágenes implicadas en el
significado suscitado por la lengua y por el territorio y, también,
conceptualiza los difusos contornos de los cuerpos que devienen
“clepsidra” (32), aves y hormigas parlantes (33). Como señala
Andermann: “No se trata apenas de infringir, o de disolver, en la
lengua, la triple frontera entre portugués, castellano y guaraní; el texto
también transgrede los límites de género (literario, en primer lugar, al
oscilar entre la nouvelle, el poema y el teatro; aunque también –y en parte
En la novela, la marafa enreda las palabras y teje un entramado lingüístico como las arañas crean la
telaraña o ñandutí, que además es una delicada prenda de encaje bordada a mano muy artesanal y
bonita, típica de Paraguay. Cuenta Josefina Plá (1969) que el ñandutí, es un nombre revelador que
alude a las líneas generales del patrón básico, que recuerdan el trabajo de la epeira, la huésped
infaltable de los huertos y espesuras de todos los climas templados.