Rothbard, “Escribir después de morir…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 14 / Julio 2023 / pp. 237-244 239 ISSN 2422-5932
Arenas, Armando Reverón, y Mario Bellatin, entre otros; la dimensión
de Escribir después de morir es aún más ambiciosa. Guerrero sigue
desarrollando el concepto de plasticidad de Catherine Malabou, tan
central en Tecnologías, que la filósofa francesa define como la calidad de
una sustancia que tiene la capacidad de ser formada y de dar forma a
través del tiempo. Los cuerpos de estas figuras disidentes son lo que
Guerrero entiende en su primer libro como materias plásticas que
tienen inscritas en sí sus formas futuras. En Escribir después de morir, él
pone este concepto en diálogo con otros teóricos como Paul Preciado,
José Muñoz, Diana Taylor, Graciela Goldchluk para repensar el archivo
como un espacio en que se manifiesta la agencia de esos cuerpos
plásticos aún después de la muerte. La segunda monografía de Guerrero
consiste no solamente en nuevos análisis de autores como Salvador
Novo y Reinaldo Arenas, sino también examina los archivos de figuras
relacionadas, como el de Pilar y José Donoso. El corpus que analiza es
vasto, incluyendo a crónicas, novelas, fotografías, cartas íntimas,
postales, anillos y en el caso del capítulo sobre la poeta uruguaya
Delmira Agustini, una muñeca y un pájaro embalsamado. Son materiales
que devuelven a sus autores los futuros que les fueron negados en vida.
En este punto Guerrero es contundente: “Todo archivo”, afirmó el
autor en la reciente presentación de su libro en el 17, Instituto de
Estudios Críticos en Ciudad de México, “por más reducido que sea, por
más incompleto que parezca, por más mutilado que haya sido, puede
siempre dar cuenta de aquello que le fue negado, confiscado,
expropiado”. Así, en las palabras de Guerrero, el archivo es un
horizonte amparado en “el quizás del porvenir”. Si la muerte representa
una despedida, es en el archivo donde se conserva la incertidumbre
liberatoria de reencuentros.
Escribir después de morir es único en su énfasis en la materialidad del
contacto mismo del investigador con los materiales del archivo. Esta
relación a través del tacto aparece de diferentes formas en el texto. A
veces, como una mano enguantada tocando una imagen; otras, como la
voz narrativa que documenta la sorpresa de ver la rapidez de una
fotógrafa moviendo de un punto a otro en su estudio santiagueño; y
otras, como la tarea diaria de cuidar a una orquídea que perteneció a un
hombre que murió de sida, pero que sigue floreciendo, a pesar de todo.
El cuidado y el afecto presente en Escribir después de morir lo vuelve un
texto sorprendentemente personal, lo que profundiza y matiza el análisis
académico del texto.
El primer capítulo comienza con la superficie de una imagen: una
figura nebulosa fotografiada y vista por una película transparente. La