Swiderski, “La archivología nacional…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 14 / Julio 2023 / pp. 4-29 20 ISSN 2422-5932
todo, nació al calor de la explosión documental de la segunda mitad del
siglo XX y las exigencias de los gobiernos para que alguien resolviera, de
una vez por todas, la escabrosa cuestión de la selección documental. Por
consiguiente, y también debido a la influencia de Schellenberg, la carrera
tuvo una impronta más administrativa que histórica (Tanodi, B., 2021).
Aurelio Tanodi opinaba que para planificar la enseñanza, era
necesario un censo previo donde se especificaran tanto las clases de
archivos, teniendo en cuenta la organización institucional del país y la
antigüedad de sus fondos, como las necesidades profesionales de
quienes prestaban servicios en ellos. Este último punto era crucial.
Bruno Delmas, egresado de la École Nationale des Chartes, lo
consideraba un problema crítico, al igual que Elio Lodolini. Entre 1972
y 1973 el archivista italiano recorrió América latina con el auspicio del
ICA y del Departamento de Asuntos Culturales de la Organización de
Estados Americanos (OEA). Los resultados de sus observaciones se
publicaron en la Revista del Archivo General de la Nación: “El problema de
fondo de los archivos de América latina es (…) según nuestra opinión,
el del personal. De nada servirán las buenas leyes, si no hay quien esté
en condiciones de hacerlas aplicar” (Lodolini, 1973: 29). No solo hacía
alusión a la deficiente preparación científico-técnica. También
responsabilizaba a los estados por la falta de reconocimiento
profesional, la resistencia a brindarle estabilidad y las bajas
remuneraciones. Tanodi pedía a los responsables políticos que
contrataran graduados universitarios, porque los archivos, además de
centros burocráticos, eran entidades culturales y sociales. Pero no era
ingenuo. Sabía que en el país apenas estaban dadas las condiciones para
abrir una sola escuela profesional. Por eso, en el corto plazo, se
conformaba con que estos egresados recibieran entrenamiento en sus
puestos de trabajo, suplementado con cursillos permanentes y
periódicos, de acuerdo a las necesidades de cada tipo de archivo. Otra
solución era introducir, al menos temporariamente, estudios
complementarios en otras disciplinas como Historia, Bibliotecología,
Documentación e Información y Administración de Empresas.
En un principio, y con el propósito de organizar la enseñanza
formal, se evaluaron dos posibilidades. Una que prefería que se dictara
como carrera separada con planes concentrados en materias
archivísticas, y otra que no tenía reparos en vincularla con las demás
ciencias de la información, en especial con la Bibliotecología,
aprovechando que estos estudios estaban más arraigados, ya contaban
con el apoyo de las autoridades y generaban más confianza entre los
futuros estudiantes, que creían que la existencia de un gran número de