Topuzian, “Falso movimiento…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 14 / Julio 2023 / pp. 227-231 227 ISSN 2422-5932
SOBRE
FALSO MOVIMIENTO. EL GIRO
CUANTITATIVO EN EL ESTUDIO DE LA
LITERATURA
FRANCO MORETTI
Trad. de Diego Bentivegna. Buenos Aires, Eduntref, 2023, 116 pp.
por
Marcelo Topuzian
Universidad Nacional de Tres de Febrero Universidad de Buenos Aires
Doctor en Letras de la Universidad de Buenos Aires e investigador adjunto del CONICET.
Se desempeña como profesor asociado a cargo de la cátedra de Literatura Española III de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y dicta regularmente cursos y seminarios en la
Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos (UNTREF), la Maestría en Literaturas Española
y Latinoamericana y la Maestría en Estudios Literarios (UBA). Ha publicado los libros Muerte y
resurrección del autor (1963-2005) y Creencia y acontecimiento. El sujeto después de la
teoría, y coordinado el volumen colectivo Tras la nación. Conjeturas y controversias sobre las
literaturas nacionales y mundiales.
Correo electrónico: mtopuzian@gmail.com
ORCID: 0000-0003-3492-3199
DOI: https://zenodo.org/record/8212669
RESEÑAS
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“Comprender qué es lo que estamos haciendo concretamente cuando estudiamos
literatura”: este es el objetivo de máxima de Franco Moretti en su nuevo libro
y, vale decirlo, en toda su obra. Estamos ahora ante una recopilación de
artículos publicados previamente en revistas u obras colectivas en Italia, pero
revisados para esta edición y acompañados de un artículo nuevo sobre Carlo
Ginzburg y un prefacio. Es una continuación posible de La literatura vista desde
lejos (2007), de Lectura distante (2015) y del colectivo Literatura en el laboratorio
(2018), y a la vez una toma de distancia. Algunas afirmaciones de este nuevo
libro de Moretti pueden resultar sorprendentes e incluso escandalosas para
quien haya entendido, para bien o para mal, aquellas publicaciones sobre
todo, la última como una pretensión de sometimiento completo de la
investigación literaria y de la historia de la literatura a los desarrollos de los
recursos técnicos del análisis digital cuantitativo. Sin embargo, en realidad es
un retorno a las fuentes de Moretti (por ejemplo, a Fernand Braudel y a la
escuela historiográfica de los Annales) y también un atisbo de algunas de las
posibilidades que cabría esperar del futuro de los estudios literarios en
general, si lo tienen.
El título remite a un film de Wim Wenders, con guion de Peter Handke
y del director: Falsche Bewegung (1975) (en alemán el movimiento no es solo
(en) falso, sino también equivocado o incorrecto). Trasposición moderna de
Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, clásico de los clásicos del género al
que Moretti dedicó uno de sus primeros trabajos importantes, la novela de
educación, el film carece por supuesto completamente de las certezas de
Goethe: el ¿héroe? no termina de empezar a convertirse en escritor y hasta
quizás deba transformarse en otra cosa (¿cineasta?). El título resume entonces
un recorrido retrospectivo que no se sabe si realmente es el de un verdadero
aprendizaje, si tiene o no sentido, o si se perdió por el camino y se
metamorfoseó. Plantea, por lo tanto, una pregunta seria a unas humanidades
digitales Moretti discute expresamente hasta la legitimidad de la misma
denominación (siempre en inglés en el original) que han confiado
demasiado en que su destino y sus propósitos podrían ser completamente
determinados por el estado de los avances en los desarrollos técnicos del
software de búsqueda y administración de datos. Frente a esto, Moretti vuelve
a reivindicar el rol central de la teoría literaria y del estudio de la forma: su
propósito original siempre fue, claro, retomar tradiciones teóricas
legendarias formalismo ruso, Stilkritik, estructuralismo
1
y darles la osatura
empírica que merecían” (106). Pero entiende la forma, desde una perspectiva
1
A los que sin dudas habría que sumar la Teoría de la novela de Lukács.
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marxista, como trabajo y producción que le dan a la literatura su verdadera
dimensión social, frente a lo que considera el perfil o bien temático y
contenidista de las técnicas de análisis cuantitativo hoy más usuales que
terminan idealizándola, desmaterializándola y trivializándola, o bien
abstractamente formalista, orientado a la reducción de las interacciones de
elementos a simples modelos sin vínculo sustantivo con la historia. Solo
hipótesis teóricas en sentido fuerte pueden guiar este tipo de análisis más allá
de una mera comprobación de los presupuestos de sentido común acerca de
los fenómenos estudiados. Si no, las humanidades digitales solo servirán para
establecer una nueva simplificación, la de las tendencias, más arbitraria o
inmotivada aún que la que resultaba del viejo canon de los clásicos.
La forma es lo único que vale la pena, pero a la vez es lo más difícil de
estudiar cuantitativamente, al menos si se la piensa, como Moretti, en su
dimensión material, es decir, a partir de la fuerza que somete sus materiales
para transformarlos. Porque, en última instancia, siempre el análisis formal
de la literatura busca devolver la obra al mundo. Historizando a la manera de
Fredric Jameson, muestra lo irresuelto en los materiales de alprovenientes
que ella resolvió y también mo lo hizo (como una “ingeniería inversa”, dice
Moretti). Pero el análisis cuantitativo y serial de vastos corpus no puede
terminar de hacer esto por sí solo, dada la primacía que en él tienen el dato y
su administración clasificatoria y sistematizante. Las resoluciones formales
parecen ser todavía eso que vuelve atractivas las obras literarias en la
singularidad de su acontecer en un momento determinado, aunque luego
pueda volverse repetible, e incluso normativo, pero el estudio cuantitativo
solo parece poder explorar regularidades en lapsos temporales indefinidos (o
cuya definición depende, en todo caso, de decisiones, más o menos
arbitrarias, del investigador, no de la lógica de sus materiales mismos). La
conclusión de Moretti es que interpretación y cuantificación son dos prácticas
que pueden trabajar juntas, pero que nunca podrán ser lo mismo. Un patrón
no es una forma y una tendencia no es una norma: en contra de la
interdisciplinariedad normativa y burocrática, Moretti afirma que “entender
por qué ciertos todos permanecen orgullosamente irreductibles los unos
respecto de los otros nos dirá mucho más que miles de reconciliaciones
forzadas” (42). Hay que preguntarse por qué los detalles tienden a hacer
perder de vista la estructura del conjunto en el análisis cuantitativo y por qué
a las lecturas interpretativas les resulta tan fácil olvidar, en sus
generalizaciones, los detalles molestos que podrían echarlas a perder.
Se puede analizar cuantitativamente la interacción entre elementos
estructurales y pensar el conjunto como sumatoria de esos elementos; pero
con ello se pierde la posibilidad de formular hipótesis teóricas fuertes sobre
el desarrollo histórico de la literatura. La abundancia de datos debería alentar
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la formulación de conceptos ambiciosos, y no, al revés, volverlos
improcedentes. En última instancia, todo apunta a una inventiva capaz de
diseñar no solo nuevas herramientas, sino sobre todo nuevos objetos de
investigación para los estudios literarios más allá del libro, el texto o la obra
particulares, es decir, de los disponibles para la close reading. “La estadística se
estudia y se aprende; lo difícil es ser capaces de esa imaginación científica que
confiere a las ciencias naturales su extraordinaria audacia intelectual” (115).
De aquí el interés común tanto por la obra de Fernand Braudel como
de Carlo Ginzburg. En su apuesta a las ciencias sociales como fuente de
renovación metodológica, el primero permitía devolver a la crítica literaria
marxista, en años en que tenía “más en cuenta a Lacan y a Derrida que a
Marx”, a “una historia materialista llena de cosas” (105). Y en los casos límite
frente a una media histórica se pueden percibir las fuerzas que movilizan la
evolución de la literatura en términos formales y normativos; pero las
anomalías, como la historiada en El queso y los gusanos, interrogan los criterios
mismos con que se ha pensado la lógica de esa evolución, siempre
homogénea. Esto sucede, indica Moretti, porque “los grandes números no
funcionan del mismo modo en el ámbito económico-social y en el ámbito
cultural” (105).
Moretti cita a Bruno Latour eventualmente, pero no creo que comparta
sus convicciones a propósito de la cientificidad: esta sigue dependiendo,
según él, fenomenológicamente, de una reducción, de un salto, de un corte
masivos respecto del sentido común a lo Bachelard o Koyré, a quienes
también cita pero mucho más sistemáticamente. Cabe entonces preguntarse
si esa diferencia del funcionamiento de los grandes números en el ámbito
cultural no tiene que ver precisamente con las enormes prerrogativas que
sobre él sigue teniendo el sentido común en la figura de un acceso salvaje,
radicalmente democrático, no de un hipotético lector o espectador medio,
y por lo tanto sobre la obligación de los estudios de la cultura de incluir en su
consideración ese sentido común con el que deberían cortar si quieren ser
científicos. No solo hay una cuestión de inventiva teórica en juego, sino
también epistemológica y, en última instancia, institucional: ¿cómo pueden
lograr volver a tener sentido unos estudios literarios cada vez más
encapsulados en la academia si no asumen su implicación en fenómenos que
están lejos no solo de la ciencia, sino incluso de cualquier definición abstracta
de racionalidad?
Los artículos que componen este libro son, en primer lugar, muestras
de las cosas que pueden permitir hacer la lectura distante y el análisis
cuantitativo de literatura. Por ejemplo, la variedad lexical en relación con la
construcción de personajes; la importancia y pertinencia de los casos límite y
las anomalías; la utilidad de las simulaciones de redes dramáticas; la
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posibilidad de visibilizar en gráficos de datos no solo tendencias crecientes o
decrecientes sino interacciones formales entre elementos. Pero, en segundo
lugar, cada trabajo explicita sus alcances polémicos ya no solo respecto de la
tradición hermenéutica, sino también de las variantes hoy dominantes de las
humanidades digitales en el estudio de la literatura. En este último sentido, el
trabajo fundamental del volumen es el último, “Lo cuantitativo como
promesa y como fenómeno”, un balance retrospectivo, que quizás deba ser
también considerado, precisamente, falsch.
Los trabajos de Moretti están escritos siempre como estudios de casos,
y su lectura tiene el sabor que a este género le da la reproducción de una
práctica de búsqueda e interrogación, con sus vacilaciones y sus vías muertas,
sus descubrimientos y sus sorpresas, sus éxitos y sus fracasos. La explicación
en epígrafe de los gráficos usados como ejemplos contribuye favorablemente
a la comprensión de la argumentación general. La traducción cuidadosa y
hasta minuciosa de Diego Bentivegna hace justicia al estilo de Moretti y
vuelve accesible en español esta colección de trabajos cruciales para pensar
hoy un futuro para los estudios literarios.