Topuzian, “Falso movimiento…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 14 / Julio 2023 / pp. 227-231 229 ISSN 2422-5932
marxista, como trabajo y producción que le dan a la literatura su verdadera
dimensión social, frente a lo que considera el perfil o bien temático y
contenidista de las técnicas de análisis cuantitativo hoy más usuales –que
terminan idealizándola, desmaterializándola y trivializándola–, o bien
abstractamente formalista, orientado a la reducción de las interacciones de
elementos a simples modelos sin vínculo sustantivo con la historia. Solo
hipótesis teóricas en sentido fuerte pueden guiar este tipo de análisis más allá
de una mera comprobación de los presupuestos de sentido común acerca de
los fenómenos estudiados. Si no, las humanidades digitales solo servirán para
establecer una nueva simplificación, la de las tendencias, más arbitraria o
inmotivada aún que la que resultaba del viejo canon de los clásicos.
La forma es lo único que vale la pena, pero a la vez es lo más difícil de
estudiar cuantitativamente, al menos si se la piensa, como Moretti, en su
dimensión material, es decir, a partir de la fuerza que somete sus materiales
para transformarlos. Porque, en última instancia, siempre el análisis formal
de la literatura busca devolver la obra al mundo. Historizando a la manera de
Fredric Jameson, muestra lo irresuelto en los materiales de allí provenientes
que ella resolvió y también cómo lo hizo (como una “ingeniería inversa”, dice
Moretti). Pero el análisis cuantitativo y serial de vastos corpus no puede
terminar de hacer esto por sí solo, dada la primacía que en él tienen el dato y
su administración clasificatoria y sistematizante. Las resoluciones formales
parecen ser todavía eso que vuelve atractivas las obras literarias en la
singularidad de su acontecer en un momento determinado, aunque luego
pueda volverse repetible, e incluso normativo, pero el estudio cuantitativo
solo parece poder explorar regularidades en lapsos temporales indefinidos (o
cuya definición depende, en todo caso, de decisiones, más o menos
arbitrarias, del investigador, no de la lógica de sus materiales mismos). La
conclusión de Moretti es que interpretación y cuantificación son dos prácticas
que pueden trabajar juntas, pero que nunca podrán ser lo mismo. Un patrón
no es una forma y una tendencia no es una norma: en contra de la
interdisciplinariedad normativa y burocrática, Moretti afirma que “entender
por qué ciertos métodos permanecen orgullosamente irreductibles los unos
respecto de los otros nos dirá mucho más que miles de reconciliaciones
forzadas” (42). Hay que preguntarse por qué los detalles tienden a hacer
perder de vista la estructura del conjunto en el análisis cuantitativo y por qué
a las lecturas interpretativas les resulta tan fácil olvidar, en sus
generalizaciones, los detalles molestos que podrían echarlas a perder.
Se puede analizar cuantitativamente la interacción entre elementos
estructurales y pensar el conjunto como sumatoria de esos elementos; pero
con ello se pierde la posibilidad de formular hipótesis teóricas fuertes sobre
el desarrollo histórico de la literatura. La abundancia de datos debería alentar