Paredes, “La universidad de las catacumbas…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 288-292 289 ISSN 2422-5932
Pura es la palabra. Requiere fuego. Hay ahí ceniza, eso es lo que toma sitio
dejando sitio, para dar a oír: nada habrá tenido lugar salvo el lugar.
Jacques Derrida, La difunta ceniza
El testimonio trae consigo vida. Cuando Giorgio Agamben estudia los relatos
sobre los campos de concentración de la Alemania del Tercer Reich y elabora
su teoría sobre el testimonio en Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo
(Homo saccer III), sostiene que “[s]i no hay articulación entre el viviente y el
lenguaje, si el yo queda suspendido en esta separación, entonces puede darse
testimonio” (2014: 137). El testimonio encuentra su espacio en el no-lugar
de la articulación entre el lenguaje y la vida, la bíos y la zoé, lo humano y lo in-
humano, en el no-lugar que (no) existe entre la lírica y el horror, generando
un diálogo posible. En este no-lugar se ubica la reciente publicación de María
Eugenia Villalonga, la cual estudia el campo intelectual y sus producciones
durante la represión cultural que se dio en la última dictadura cívico-militar
en la Argentina (1976-1983), recogiendo voces, experiencias, testimonios de
una contra-cultura que se tejía en los márgenes del horror totalitario. Desde
allí, su estudio propone poner estos testimonios a circular, retratar el cuadro
de una época y, al calor de estos relatos, ver la vida cómo ocurre.
Villalonga pone el foco en los cursos parainstitucionales que se dieron
en el área de las Humanidades (literatura, lingüística, filosofía e historia,
principalmente) como una respuesta a la represión y pobreza cultural en la
enseñanza oficial de aquellos años. Sostiene que
Los cursos dictados por Eduardo Romano, Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer,
Beatriz Lavandera, Nicolás Rosa y los numerosos cursos que muchos
intelectuales dieron sobre estructuralismo, estética, sociología del arte,
filosofía, psicoanálisis lacaniano, historia, economía y marxismo y que
proliferaron en la ciudad de Buenos Aires son el núcleo de una experiencia
pedagógica que se desarrolló durante el periodo más sangriento y represivo
de nuestra historia: un rompecabezas que se irá armando a partir de las voces
de muchos de los que lo atravesaron (2022: 36)
Sólo el inventario de los cursos (que puede leerse entre las páginas 44-45) ya
es riquísimo. Éste registra las clases de Josefina Ludmer sobre Teoría literaria,
de León Rozitchner sobre Filosofía o el curso de Ricardo Piglia sobre Crítica
literaria, pero a la vez, da cuenta de una falta: la ausencia de los docentes y de
los alumnos que asistieron a varios de estos cursos. Esta irreductibilidad de
la parte con el todo, entre los cursos que sí se conocen y la “universidad de