Eve, “Las humanidades digitales…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 164-191 180 ISSN 2422-5932
Hicks también señala, sin embargo, contextos nacionales específicos que
contribuyen a la desigualdad de género en la industria informática. El caso bri-
tánico presenta un ejemplo de “una iniciativa gubernamental top-down para in-
formatizar” que vino acompañada de una “discriminación estructural explícita”
en, por ejemplo, las estructuras salariales relativas al género del servicio civil
británico. La modernización de las tecnologías no viene acompañada, tal vez de
manera evidente, de avances sociales afines.
Indirectamente, sin embargo, la sexualidad también contribuye a la divi-
sión sexual del trabajo en el contexto británico. El supuesto en el que se basaba
gran parte de la jerarquía británica del valor del trabajo era que un hombre, en
tanto sostén de hogar, tenía que ganar lo suficiente para mantener a una familia
nuclear. Por el contrario, se suponía que las mujeres que trabajaban no tenían
las mismas “necesidades” salariales y, por lo tanto, todo el sistema de remune-
ración estaba estructurado para pagar menos a las mujeres que a los hombres.
Esta asunción, en otras palabras, partía de la base de que todas las mujeres ade-
más de ser heterosexuales, se casarían y, por tanto, serían proveídas por un hom-
bre. De modo que, en este caso, es imposible separar la sexualidad asumida de
los roles de género.
Por supuesto, Hicks no es ni mucho menos la única persona que ha estu-
diado el estatuto de género del trabajo en el entorno informático. Los trabajos
de Jennifer Light (1999), Jean Jennings Bartik (2013), Nathan Ensmenger (2010)
y Janet Abbate (2012), entre otros, constituyen el contexto en el que se inscribe
este estudio más reciente. Podríamos considerar más a fondo, también, a Margot
Lee Shetterly, autora de Hidden Figures: The American Dream and the Untold Story of
the Black Women Mathematicians Who Helped Win the Space Race (New York: William
Morrow and Company, 2016)., actualmente una gran película de Hollywood.
Sin embargo, en última instancia, el trabajo de Hicks tiene su recompensa.
La narrativa que traza se enfoca en la caída de la industria informática británica,
al menos en parte debido a sus políticas salariales y laborales basadas en el gé-
nero. También nos da una pausa para reflexionar sobre la naturaleza crítica del
surgimiento del trabajo de género en la informática en la Segunda Guerra Mun-
dial y las instalaciones de descifrado de códigos en Bletchley Park. Mientras es-
cribo en 2021, el mundo se enfrenta a la pandemia del coronavirus COVID-19,
un momento de crisis comparable en su perturbación a las dos guerras mundiales
del siglo pasado. Me atrevería a apostar que un programa de reconstrucción tec-
nológica de la economía será clave para muchas estrategias gubernamentales tras
esta catástrofe. Queda por ver si aprendemos las lecciones del estudio de Hicks
a la hora de reproducir estructuras laborales socialmente desiguales en el espacio
digital.
Sin embargo, volviendo a la intersección de estas dos primeras críticas
conjuntas de las humanidades digitales –que las humanidades digitales son neo-
liberales y que las humanidades digitales son apolíticas– hay una tercera: que los
estudios literarios digitales son inútiles. Timothy Brennan articuló esto de ma-
nera más aguda en su artículo en Chronicle of Higher Education, titulado “The Di-
gital Humanities Bust” (2017), refrán común con el que casi cualquiera que haya