Satucci, “Simplemente Clarice” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 299-302 300 ISSN 2422-5932
Que cada cual encuentre una retórica, un registro personal de escritura de-
pende de la relación que trace con las naturalidades de la lengua, con la idea
propia de lenguaje natural y con la prescindibilidad del mecanismo de la es-
critura que, a esta altura, los dispositivos electro-tecnológicos resuelven por
nosotros con mucha eficacia. Se dirá todavía que las fuentes artificiales de
información no han condensado todos los libros, a pesar de las enseñanzas
del Aleph podremos persistir en la excusa de que es una cuestión de tiempo.
Así, reseñar libros parecería volverse cada vez más una tarea inútil, excepto
en el mercado de los currículums universitarios o de los oscuros dominios
editoriales. Sin embargo, sabemos también que cuando algunas cosas empie-
zan a volverse inútiles toman algún sentido que las detiene de su propio ago-
tamiento y la libertad de quien escribe, simplemente para valorar aquello que
se le ocurre que ha leído, puede dispensarnos de caer en la prepotencia para-
dójica que imponen los supuestos saberes críticos. Llegamos así, al punto por
el que me interesa detenerme en el libro de Mary Luz Estupiñán. Un libro
que “no le quita nada a nadie, sino que simplemente da” (9), pues, presentado
en esa posición, aparece más como un sosiego que como una demostración
insoportable de saber ante un mapa de biografías, entrevistas y lecturas canó-
nicas de la cronística de Clarice Lispector. Simplemente Clarice (2002) aborda
la escritura de Lispector dando muestras de todo lo que es necesario en buen
trabajo crítico dedicado a un autor: explora su biografía, la articula con la
obra, coteja con las propias declaraciones y comunicaciones de la autora, todo
eso, para presentarnos a Lispector de una manera nunca vista. Una Clarice
cotidiana, simple, imbuida en su dimensión de nombre de pila, una mujer que
escribe porque le produce “un placer intraducible”:
Cuando mis hijos eran pequeños escribía mientras los cuidaba, o sea con ellos
jugando a mi alrededor. Siempre quise evitar que ellos tuvieran de mí la ima-
gen de una madre escritora. Escribía entonces cerca de ellos, tratando de no
aislarme. Se puede imaginar lo que eso significaba; interrupciones a cada ins-
tante, uno que venía a pedirme que le contara un cuento, otro que venía con
preguntas locas, típicas de niño. Así trabajo yo. Las condiciones ideales están
dentro uno (61).
Lispector aparece como una mamá dispuesta a trabajar en casa, en un sofá,
con la máquina de escribir en las rodillas, como alguien que decididamente
no quiere separar la escena de escritura de su cotidianidad, aunque eso su-
ponga detenciones; una mujer excéntrica que se pregunta especialmente por
los modos (o no) de dar lugar en su vida a los espacios intelectuales; una