Satucci, “Simplemente Clarice Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023 / pp. 299-302 299 ISSN 2422-5932
SOBRE
SIMPLEMENTE CLARICE
MARY LUZ ESTUPIÑÁN
Editorial Mimesis, 2022
por
Silvana Santucci
Universidad Nacional del Litoral Universidad Nacional de Tres de Febrero / CONICET
Nació en Santa Fe. Licenciada en Letras por la Universidad del Litoral. Dra. en Letras por
la Universidad Nacional de Córdoba, Investigadora asistente del CONICET y actualmente se desem-
peña como Prof. Adjunta de Lit. Iberoamericana II en la Universidad Nacional de Rosario.
Correo electrónico: santucxi@gmail.com
ORCID: 0000-0002-7704-164X
DOI: 10.5281/zenodo.10433588
RESEÑAS
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Que cada cual encuentre una retórica, un registro personal de escritura de-
pende de la relación que trace con las naturalidades de la lengua, con la idea
propia de lenguaje natural y con la prescindibilidad del mecanismo de la es-
critura que, a esta altura, los dispositivos electro-tecnológicos resuelven por
nosotros con mucha eficacia. Se dirá todavía que las fuentes artificiales de
información no han condensado todos los libros, a pesar de las enseñanzas
del Aleph podremos persistir en la excusa de que es una cuestión de tiempo.
Así, reseñar libros parecería volverse cada vez más una tarea inútil, excepto
en el mercado de los currículums universitarios o de los oscuros dominios
editoriales. Sin embargo, sabemos también que cuando algunas cosas empie-
zan a volverse inútiles toman algún sentido que las detiene de su propio ago-
tamiento y la libertad de quien escribe, simplemente para valorar aquello que
se le ocurre que ha leído, puede dispensarnos de caer en la prepotencia para-
dójica que imponen los supuestos saberes críticos. Llegamos así, al punto por
el que me interesa detenerme en el libro de Mary Luz Estupiñán. Un libro
que “no le quita nada a nadie, sino que simplemente da” (9), pues, presentado
en esa posición, aparece más como un sosiego que como una demostración
insoportable de saber ante un mapa de biografías, entrevistas y lecturas canó-
nicas de la cronística de Clarice Lispector. Simplemente Clarice (2002) aborda
la escritura de Lispector dando muestras de todo lo que es necesario en buen
trabajo crítico dedicado a un autor: explora su biografía, la articula con la
obra, coteja con las propias declaraciones y comunicaciones de la autora, todo
eso, para presentarnos a Lispector de una manera nunca vista. Una Clarice
cotidiana, simple, imbuida en su dimensión de nombre de pila, una mujer que
escribe porque le produce “un placer intraducible”:
Cuando mis hijos eran pequeños escribía mientras los cuidaba, o sea con ellos
jugando a mi alrededor. Siempre quise evitar que ellos tuvieran de mí la ima-
gen de una madre escritora. Escribía entonces cerca de ellos, tratando de no
aislarme. Se puede imaginar lo que eso significaba; interrupciones a cada ins-
tante, uno que venía a pedirme que le contara un cuento, otro que venía con
preguntas locas, típicas de niño. Así trabajo yo. Las condiciones ideales están
dentro uno (61).
Lispector aparece como una mamá dispuesta a trabajar en casa, en un sofá,
con la máquina de escribir en las rodillas, como alguien que decididamente
no quiere separar la escena de escritura de su cotidianidad, aunque eso su-
ponga detenciones; una mujer excéntrica que se pregunta especialmente por
los modos (o no) de dar lugar en su vida a los espacios intelectuales; una
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mujer atravesada por migraciones, una mujer casada, formada como esposa,
como exesposa, y como empleadora de otras mujeres para sobrellevar lo do-
méstico. Una mujer que usa como máscara social un anti-intelectualismo que
le permite manifestar sus desavenencias: “Tal vez ese haya sido el mayor es-
fuerzo de mi vida: para comprender mi no inteligencia he sido obligada a
volverme inteligente” (54). Siguiendo a Mary Luz Estupiñán, Lispector
desiste de reconocerse como intelectual en los términos de la época sin desis-
tir de la inteligencia, solo que remite a una inteligencia distinta y lejana de
aquella que asumen el “raciocinio”, la “lógica” y la “comprensióna los que
considerará obstáculos. “La suya es una inteligencia más bien cercana al
cuerpo” (54) y retoma la frase que le hace decir a Rodrigo S.M. en La hora de
la estrella “Yo no soy un intelectual, escribo con el cuerpo” y un diálogo con
María Martins en el que Clarice afirma No soy inteligente, soy sensible (54). A su
vez revisa la ambivalencia, que la lleva a afirmar y a veces a renegar de la
literatura y de la vida intelectual, concluyendo que lo suyo es más bien una
rehuida de la “institución literaria” y de ciertas prácticas de la época en torno
a la escritura literaria que la condujeron a interesarse por los detalles institu-
yentes y documentales de la vida.
Este libro, entonces, invita a ser leído con una inteligencia como la de
las plantas, pegada al cuerpo, y está escrito con una sensibilidad acogedora
que ubica en la simplicidad de la escritura, la raíz profunda de toda la activi-
dad. Asimismo, Estupiñán repone con mucho ingenio una clave latinoameri-
canista para volver a Lispector: si bien hay condicionantes necesarias para es-
cribir y vivir, al afirmar que no hay condiciones ideales, sino que estas están dentro de
uno, Lispector contraviene la idea de Virginia Woolf del cuarto propio. En
este marco, su no-estilo su no-crónica y su no-saber dejan de cifrar en la ra-
cionalidad tradicional que aisla en la vigilancia de un lugar de pertenencia, el
valor la escritura, dando espacio a lo espontáneo, lo fortuito y lo circunstan-
cial de la vida como partícipes necesarios del proceso de la escritura; aspectos
que Clarice integra, que busca no dejar afuera de su trabajo en pos de armar
una imagen de una escritora. En este punto, la crítica de Estupiñán nos invita
a la elaboración de una Clarice que escribe en un “estado de gracia”, esto es,
un estado de “dádiva del cuerpo”, pero al que insta a no confundir “con un
estado de trance” (95).
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En un estado tal se logra sentir que todo lo que existe persona o cosa respira y exhala una especie de
finísimo resplandor de energía”. De ese estado de gracia se sale l-e-n-t-a-m-e-n-te, pero es de difícil
acceso: Inútil querer: sólo viene cuando quiere y espontáneamente”. Es más, a este no se accede con
demasiada frecuencia, pues de ser así “tal vez pasaríamos definitivamente hacia el otro lado de la vida,
que también es real, pero nadie nos entendería jamás. Perderíamos el lenguaje en común. (94-95)
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La imaginación crítica de Estupiñán propone desarrollos teóricos muy
importantes para todos aquellos que se propongan estudiar críticamente el
fluir relacional entre escrituras, máquinas y autobiografías, entre escritura y
vida no antropocentrada, entre trabajo, vida doméstica, y maternidades, entre
oblicuidades y ficciones en la crónica latinoamericana. Desde múltiples pun-
tos de vista el libro aborda, con una convicción desenfrenada por los detalles,
un proceso donde “pensar” y “sentir” se transmiten, convierten y transfor-
man en actos de escribir (119).
Si Clarice sabe que “se es escritora mientras se escribe” (68) pero aún
así se siente “aficionada” (51), el trabajo de Estupiñán, también da muestras
de la importancia de entender a la escritura como un trabajo con la materia
sensible y su articulación en filigranas. Escribir simplemente aparece como una
actividad que, en lugar de cerrarse a la construcción de un yo, se dispone a
darse a otros; un acto que recuerda paradójicamente que hay que poner en
memoria aquello que, como personas, no se sabe que aún se sabe. Pero que
nadie se confunda, en este libro queda muy-muy claro que tal simpleza sólo
se alcanza “con mucho esfuerzo” (15).