Isola, Diego Bianchi Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023/ pp. 303-305 303 ISSN 2422-5932
DIEGO BIANCHI
(BUENOS AIRES, 1969)
Laura Isola
Universidad de Buenos Aires Universidad de Tres de Febrero
Es escritora, investigadora y curadora especialista en artes visuales y literatura. Estudió Letras
en la Universidad de Buenos Aires. Enseña "El concepto de belleza en las artes visuales y literatura en el
siglo XX" en el área de Formación general (UNIPE), “Literatura del siglo XX” en Letras de la Fa-
cultad de Filosofía y Letras (UBA) y dicta un “Taller de escritura de géneros periodísticos” en la Maes-
tría de Estudios Literarios Latinoamericanos (UNTREF). Publicó artículos en libros sobre crítica lite-
raria y ensayos sobre artes visuales. Colabora en la página de artes visuales en suplemento Cultura del
Diario Perfil y en La Agenda Revista-Buenos Aires.
Contacto: lauraisola@yahoo.com
ORCID: 0000-0001-9937-849X
DOI: 10.5281/zenodo.10436983
GALERÍA
ARTÍSTICA
Isola, Diego Bianchi Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 15 / Diciembre 2023/ pp. 303-305 304 ISSN 2422-5932
¿Qué hacer con toda la basura electrónica? La primera respuesta es convertirla
en arte. Pero sin demasiada esperanza ni trascendencia. Lejos de esas especu-
laciones más clásicas sobre las posibilidades reivindicativas (y curativas) del
arte, Diego Bianchi refuerza su presencia como la de un demiurgo de un futuro
horrible que ya está entre nosotros. Tampoco es una declaracn de principios,
ni una crítica ecologista. Es una sinfonía verdaderamente sorprendente por lo
nueva. Por la atonalidad de esas notas que suenan de las alarmas, por los colo-
res alejados de la naturaleza, por el ambiente claustrofóbico. También, por la
tristeza. O mejor dicho, la melancolía. La bilis negra, en su etimología, uno de
los cuatro humores cardinales y su relacn con la enfermedad pero además,
con los hombres de genio.
El panorama es desolador no tanto por la ausencia sino por la exuberan-
cia de objetos salidos de la mente del artista. Porque a lo que asistimos, cuando
entramos a la sala en penumbras, es a la mitad de la historia. Un muro traza
una diagonal que se pierde en el fin del espacio. No sabemos q hay del otro
lado. Para acceder hay que tirarse al piso y pasar por debajo, como quien cruza
un alambrado.
O había que pagar $50 y se abría una portezuela minúscula. En cualquiera
de los casos, el cuerpo físico y el cuerpo simbólico, el dinero, estaban en juego.
Ridiculizados, puestos a prueba, interpelados por el artífice de la obra. Un
guion para ser actuado o la novela que cumple con la fantasía de que los per-
sonajes se independicen y la destrocen. Nada bueno hay que esperar del otro
lado. No hay ran alguna, si sabemos leer bien de qué va la intriga.
Si Shutdown, la muestra que Diego Bianchi presentó en 2016 en la galería
Barro, transcurría en un futuro tan cercano que podía ser un presente posible,
ese ya ha llegado. El presente está encantador, la exhibicn que inauguró en Museo
de Arte Moderno, no sólo tiene a un tiempo, justamente ese presente, en su título.
Tambn sigue participando, al igual que Shutdown, de una forma de arte que
no sólo piensa las condiciones (contemporáneas) de produccn, artísticas, so-
ciales, políticas sino la contemporaneidad misma como una preocupacn más
entre las tantas que tiene el artista.
Para ello, mejor dicho, por un capricho ctico, un delirio de interpreta-
cn, lo que Diego Bianchi hace puede ligarse al género que mejor se lleva con
el presente, cuando este quiere dárselas de futuro. La ciencia ficcn tematiza
esa relación. Si en Shutdown Bianchi era un poco profeta, hacía una futurología
inmediata, con El presente es encantador habla del futuro pero en presente.
Isola, Diego Bianchi Revista de estudios literarios latinoamericanos
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La propuesta es, sin más ni menos, que el fin del mundo ha llegado y por
eso, la ironía en ese encanto. Además de la referencia, posible y diferida, al verso
de “El infierno está encantador esta noche” de Los Redonditos de Ricota, donde
presente se cambia por infierno y refuerza, por caso, esa raíz mesiánica. O lo
que es mejor, involucra la concepcn de mesianismo no tanto como el mo-
mento en el que ese fin va a llegar sino la respuesta (a un cndo”) no se
encuentra en una especulacn escatológica objetiva, sino en otra relacn con
la temporalidad y en una incertidumbre constante en la cual se encuentran los cre-
yentes”, sen lo que escribe Michel Haar. En eso estamos, mientras recorre-
mos la muestra. Cuando en el lugar de la religión ponemos arte y en eso cree-
mos.
En esta línea, la preocupacn es por el tiempo. ¿Q es originariamente
la temporalidad en la experiencia fáctica? ¿Qué quiere decir pasado, presente y
futuro en la experiencia fáctica?”, propone Heidegger en el curso que dicta
sobre las cartas del apóstol Pablo entre 1920 y 1921 y es, en parte, lo que
retoma Giorgio Agamben para su análisis sobre mesianismo, política y onto-
logía. De ahí que ella sea priorizar la potencia por sobre el acto. Lo que Bianchi
monta en el museo es algo así como un Arca de Noé. Menos para mostrar lo
que se tiene sino para salvar del fin de los tiempos obras, imágenes, prácticas,
sentidos, emociones. Eso que llamamos, grosso modo, una cultura.
El pasado, a su vez, tiene estatus de tradicn y archivo. Son las obras de
patrimonio del museo que desfilan camufladas, agazapadas, entreveradas entre
las propias del artista nacido en 1969. Esperando el momento que se activen
los mecanismos de correspondencia, de reconocimiento, de nuevas apropia-
ciones. Alestán piezas de Tomas Abal, Roberto Aizenberg, Antonio Amen-
dola de Tebaldi, Ary Brizzy, Mildred Burton, Zulema Ciorda, Enio Iommi,
Jorge Gamarra, Olga Gerding, Edgardo Giménez, Norberto Gómez, Alberto
Heredia, Gyula Kosice, Eduardo Mac Entyre, Margarita Paksa, Aldo Paparella,
Rogelio Polesello, Emilio Renart, Ruben Santantonín y Miguel Ángel Vidal,
entre otros.
En el laboratorio de Bianchi, esa invencn que volv exposicn de
arte; ellas destilan con un dejo fantasmal, con semblante de autómatas. Nos
renuevan la ilusn tomada del fantasy, algo dark, onírica y perfecta, que sólo
basta tocar un botón, darles cuerda o un beso para que tomen vida.