Piña, “Darío y la cuestión animal” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 16 / Julio 2024 / pp. 6-21 15 ISSN 2422-5932
reparto de la violencia que hacen que algunas poblaciones o sectores pobla-
cionales estén más expuestos que otros a experimentarla.
Sobre su otra contestación a la creación del cementerio, aquella sobre
el derroche de sentimentalismo, Darío muestra una predisposición hacia la
permeabilidad. A medida que, como lectores, recorremos la necrópolis junto
con el cronista, se nos transcriben las dedicatorias y frases de recuerdo de los
desdichados dueños que Darío en un comienzo califica como “inscripciones
extraordinarias y ultrasentimentales” (1920: 205). De la misma manera que
los obituarios ordenan, sumarizan y humanizan una vida (Butler, 2006: 58),
estas inscripciones en las tumbas animales cumplen el rol de cualificar una
vida, de separarla de la zoè. Las dedicatorias que Darío anota, de hecho, son
muy elocuentes en este sentido. Algunas de ellas, atribuyen a las mascotas
características típicamente asociadas a los animales domésticos como lo pue-
den ser la fidelidad, la bondad, el cariño y la compañía, mientras que otras
hablan de verdadera amistad, afecto e inteligencia. Lo que más desconcierta
a Darío es encontrar citas literarias de escritores amantes de las mascotas,
como Baudelaire y Victor Hugo. Para contrarrestar todo esto, se encarga de
discutir cada una de las atribuciones positivas que encuentra en las citas e
inscripciones para proclamar, en cambio, que los animales de compañía son
interesados, malignos y vanidosos. Además, relativiza con ironía la necesidad
del duelo por su pérdida: “Camino entre flores y tumbas. Una buena cantidad
de huesos caninos yacen allí, adornados como despojos de seres queridos”
(1920: 204). Lo que hace Darío en su primera apreciación es delimitar cuáles
son las vidas que vale la pena llorar y cuáles no, apelando a una “distribución
diferencial del dolor” según la cual sólo las vidas humanas son las que mere-
cen ser lloradas cuando se pierden (Butler, 2006: 16-7). En la circunscripción
o la extensión del duelo a las vidas animales se juega algo más que el derroche
burgués; se trata de establecer cuáles son los contornos culturales de lo hu-
mano.
Sin embargo, Darío se ablanda poco a poco y muestra alguna clase de
flexibilidad, aunque siempre controlada bajo un estricto cálculo:
Me explico el hombre triste, solitario, hosco á golpes de la vida, desconfiado
de sus semejantes, en esta inmensa selva de lobos bípedos en que vivimos y que
llamamos mundo. Desengañado, herido, burlado por la amistad, desgarrado
por el amor, desdeñado por la consecuencia, encuentra en un perro el silencio
afecto, la caricia de los ojos, la cuasi palabra del ladrido inteligente, el salto
que equivale á un apretón de manos. Y en sus horas amargas mira al compañero
cuadrúpedo como que quiere participar de su dolor, como que le quiere conso-
lar, como que busca la manera de hacerse entender y como que comprende
las palabras y las miradas. (1920: 208, énfasis agregado)