Tanase, “Darío y el simbolista Mallarmé…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 16 / Julio 2024 / pp. 64-82 70 ISSN 2422-5932
77), poniendo énfasis en el intervalo cronológico entre el presente y el
tiempo indicado, lo que posiblemente insinúa que el poeta ya mantiene
cierta distancia con el simbolismo como escuela. Entre más de cien artículos
periodísticos que Darío publicó durante su estadía en Argentina, las ocasio-
nes en las que el poeta utiliza el término simbolismo o simbolista son solo ocho,
al menos que yo sepa, muy escasas dado el hito que marcó su contacto con
el simbolismo francés para sus derroteros poéticos –no aparece ni en sus
necrologías de Verlaine o de Mallarmé–.
Las siguientes son las menciones del simbolismo en las publicaciones de Darío en la etapa argentina (el
subrayado es de la autora): “El Desesperado [de Bloy] como obra literaria encierra, fuera del mérito de la
novela, dos partes magistrales: una monografía sobre la Cartuja, y un estudio sobre el Simbolismo en la
historia” (2015: 174) (“Los raros. León Bloy”, La Nación, 15-IV-1894); “[Tailhade] Fue de los primeros
iniciadores del simbolismo. Vive en su sueño. Es raro, rarísimo. ¡Un poeta! (2015: 235) (“Los raros.
Laurent Tailhade”, La Nación, 4-VI-1894); “[Charles Morice] Es, entre la juventud literaria, uno de los
maestros. Fué uno de los fundadores del simbolismo, después se separó del cenáculo” (1919: 3) (“El
sillón de Leconte de Lisle. La juventud y la Academia. Lo que dijo Charles Morice. Verlaine y Zola”, La
Nación, 7-I-1895); “Ha escrito un drama simbolista titulado Madame la Mort. La acción se circunscribe a
una lucha desesperada del protagonista, entre la muerte y la vida” (2015: 297) (“Los raros. Rachilde. Para
Brocha Gorda”, La Nación, 14-II-1895); “Su criterio [del pintor Ernesto de la Cárcova] es amplio y de
lejana vista. Admira a los artistas del renacimiento moderno, tiene en gran veneración a simbolistas y
místicos, Redon, Toorop, Denis” (1938: 113) (“Artistas argentinos. De la Cárcova”, El Tiempo, 25-VI-
1896); “Y si en Europa se ha estampillado con la estampilla de la decadencia a todos los que han salido
de la senda vulgar y común, entre nosotros, en nuestra lengua, créalo el señor Groussac, el último gace-
tillero boulevardier, que escribiera con algún cuidado del estilo, sería un estupendo simbolista” (1938: 122)
(“Los colores del estandarte”, La Nación, 27-XI-1896); “Como el rumor del día del carnaval se acerca,
mi oreja de poeta lo ha escuchado y mi mano de poeta ha ido a buscar en el fondo de todas mis cosas,
los mejores paramentos para mi musa. Me encuentro con un vestido viejo y con unos adornos viejos.
No son ya de moda: son clásicos, son simbolistas, son decadentes; yo los miro sonantes y bellos como
las campanas de oro y de plata del poema de Poe, aquellas campanas que él oía en trineo y que yo oigo
ahora puras y claras desde el más oculto fondo de la aldea de mi corazón” (1938: 181-182) (“Preludios
de carnaval”, El Tiempo, 4-II-1897); “Después pude darme cuenta de su obra completa y no olvidaré
cómo vi florecer el Luxemburgo, delante de su poema de melancólica luz y generoso simbolismo, el
Pauvre Pêcheur, una concepción que me hubiese sido despertada por San Francisco de Asís y continuada
por la elocuencia doctoral de Léon Bloy; la significación en el mundo de lo absoluto, de la pobreza,
perfumada por la dilección de Jesucristo. (1938: 138) (“Puvis de Chavannes”, El Mercurio de América, XII-
1898). El término simbolismo está escasamente utilizado para definir el carácter de una obra o un artista.
Los fragmentos sobre Bloy y Morice no son definiciones de su arte, sino pequeñas aclaraciones de he-
chos. En “Los colores del estandarte” sugiere que el simbolismo es una estampilla, así como la decadencia.
Cuando murió Verlaine, Darío escribió dos artículos necrológicos: “Paul Verlaine” (La Nación, 10-I-
1896), “Paul Verlaine” (Buenos Aires, 19-I-1896). Trataré de las necrologías de Mallarmé por Darío más
tarde en el presente texto.