Wong Salazar, “La construcción del paisaje…” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 16 / Julio 2024 / pp. 44-63 55 ISSN 2422-5932
Más adelante, en el “paisaje” santiagués, Darío exhibe una pretensión
totalizante del cuadro que pinta al llevar su descripción narrativa hacia un
expresionismo exacerbado. Comienza con la personificación de un sauce
para situarlo en el imaginario de los cuentos de hadas. Luego, el narrador
avanza mientras reconstruye el cielo y horizonte americanos: “cuando del
sol quedaba apenas en el cielo un tinte violeta que se esfumaba por ondas,
y sobre el gran Andes nevado un decreciente color de rosa” (Darío, 2013:
36). La paleta de colores refuerza el imaginario propuesto al principio y le
otorga al paisaje una Stimmung acorde a la escena de amor que percibirá el
cronista. Antes, el artificio había sido expuesto, por lo cual a Darío solo le
queda hiperbolizar los sentidos añadidos de las escenas que construye. Lle-
var el artificio hacia su máxima expresión. De ahí que coloque a los cón-
dores de bronce como epítome de su programa estético, la culminación de
la descripción del paisaje: representantes de la potencia del vuelo ameri-
cano. A continuación, la crónica añade alusiones al vuelo en sus metáforas
y símiles: “y arriba el cielo con su inmensidad y con su fiesta de nubes,
plumas de oro, alas de fuego” (Darío, 2013: 37). Por último, después de
haberse sumergido también en la laguna, concluyendo de este modo el
recorrido totalizante del cuadro, Darío inunda el paisaje en una atmósfera
lumínica de ensueño que compagina con el espíritu de sus personajes.
A partir del análisis propuesto pueden establecerse algunas conclusio-
nes. La primera sugiere que el lugar asumido por el sujeto figurado por Da-
río se caracteriza por su indeterminación, se trata acaso del lugar “intersti-
cial” que ocupara Darío a lo largo de su vida como inmigrante intelectual
latinoamericano (Rama, 1985: 115). Las descripciones que construyen los
paisajes de estas crónicas son conducidas por una mirada que, al contrario
de la distancia marcada y perspectiva estable de dominación que ejerce el
sujeto europeo cuando crea su paisaje, se desplaza libremente a través de
una naturaleza proliferante atendiendo al detalle y captando con todos sus
sentidos un escenario otro. De ahí que intercale a las múltiples enumeracio-
nes universalistas elementos propios y referentes toponímicos de Valpa-
raíso: “cerro Alegre” (Darío, 2013: 26), “calle del Cabo” (Darío, 2013: 26),
“Camino de Cintura” (Darío, 2013: 26), y de Santiago de Chile: “la Ala-
meda” (Darío, 2013: 32), “colibríes” (Darío, 2013: 33), “la laguna de la
Quinta” (Darío, 2013: 36), “el gran Andes nevado” (Darío, 2013: 36), el
“palacio de la Exposición” (Darío, 2013: 36), “cóndores” (Darío, 2013: 36),
etc. Se añade a esto que vacile entre la primera y la tercera persona, expre-
sando de este modo un punto de vista que salta entre lo subjetivo y objetivo.
Por otro lado, hay, en efecto, una pretensión de representar paisajes
que se intuyan como partes de la totalidad y que a su vez la contengan den-
tro de sí. Al respecto, Darío se desapega de la tradición pictórica paisajística