Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 1 ISSN 2422-5932
PRESENTACIÓN / APRESENTAÇÃO
Gabriel Fernandes de Miranda
Universidade do Estado do Amapá
Licenciado en Historia en la Universidade Federal do Rio de Janeiro y en Letras en la
Universidade Federal Fluminense. Cursó la maestría en Estudios de Literatura en la Universidade do
Estado do Rio de Janeiro y el doctorado en la Universidade Federal Fluminense, donde defendió la tesis
devenida libro Passado comum? Arte e política na América Latina contemporânea (Cotia: Margem da
Palavra, 2024). Es profesor de Literatura en la Universidade do Estado do Amapá e investigador del
grupo de investigación del CNPq Pensamiento Teórico-Crítico sobre lo Contemporáneo.
Contacto: gabriel.miranda@ueap.edu.br
ORCID: 0000-0002-0789-2107
Vinícius Ximenes
Instituto de Ciência, Tecnologia e Inovação de Maricá
Cursó el bachillerato em Ciencias Sociales en la Universidade Federal do Rio de Janeiro, la
maesta y el doctorado en Estudios de Literatura en la Universidade Federal Fluminense, donde recibió
el Premio de Excelencia por la disertacn devenida libro Rituais, poemas, pronomes. Um estudo com
lia de Carvalho Hansen (Rio de Janeiro: Papéis Selvagens, 2022). Es investigador docente en el
Instituto de Ciência, Tecnologia e Inovação de Mari. Integra el grupo de investigacn del CNPq
Pensamiento Trico-Crítico sobre lo Contemponeo.
Contacto: viniciusximenes@id.uff.br
ORCID: 0000-0002-7584-3681
DOI: 10.5281/zenodo.14536855
DOSSIER
La atmósfera poscrítica:
nuevas prácticas de investigación en literatura
Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 2 ISSN 2422-5932
I.
En un texto de 1995, Eve Sedgwick cuestionaba la utilidad de perpetuar ciertos
“hábitos críticos” vinculados a la hermenéutica de la sospecha. Frente a esa
tradición desconfiada, que se apoyaría en una postura paranoica, concebida
como una amalgama de elementos anticipatorios, reflexivos, y una teoría fuerte
compuesta por afectos negativos, Sedgwick señalaba un desacuerdo entre la
actitud del desvelamiento, típica de este abordaje, y una coyuntura política que
hacía hipervisibles ciertas violencias. La alternativa entonces ofrecida, una
“lectura reparadora”, llevaría una apertura a la sorpresa y a la dimensión
afectiva –y, podríamos añadir, una salida de una posición “inmunitaria” de la
subjetividad crítica (cf. Esposito, 1998).
Uno de los desarrollos más representativos de este tipo de provocación
se encuentra en la trayectoria de Rita Felski. Al menos desde Literature after
feminism (2003) se van delineando en sus trabajos los cuatro modos de relación
con el texto literario cartografiados en Uses of literature (2008): reconocimiento,
conocimiento, encantamiento y extrañamiento. Su reflexión, que se consolida
en The limits of critique (2015), convoca a pensar en las posibilidades de una
relación movida por confianza e inversión en lugar de sospecha y escepticismo
aunque algunas evaluaciones de los libros de Felski hayan señalado que la
provocación no se resuelve en un modo de leer exactamente propositivo (Best,
2017; Guillory, 2022; Biset, 2024).
Aun cuando la genealogía de un pensamiento poscrítico suele apuntar al
texto de Gregory Ulmer (1983), “The object of postcriticism”, y al ensayo de
Sedgwick, con paso habitual por un artículo clásico de Bruno Latour (2004), al
situar el debate en América Latina notamos el desarrollo de una tendencia que
también señaló límites de una crítica más interpretativa, probando otros
procedimientos de montaje y disposición del razonamiento podríamos situar
ahí diversos trabajos de Raúl Antelo, Josefina Ludmer y Silviano Santiago,
donde la fluctuación entre ficción y teoría abre camino para la aproximación a
otros campos artísticos (como las artes visuales o la performance, el cine o la
fotografía), pero también a otros métodos disciplinares (por ejemplo, de la
“arqueología forense”, al excavar archivos literarios o teóricos; o de la
antropología, en los montajes de voces y testimonios)
1
.
1
Uno de los problemas que surgen entre los meandros latinoamericanos y la tendencia poscrítica anglófona
tiene que ver con una profusión de terminologías: “post-criticism”, “post-critique”, “poscrítica”,
“postcrítica”, “pós-crítica”. La confusión conceptual se complica cuando notamos que hay un abismo de
traducción, ya que, en inglés, dos palabras aparecen como objeto de salida, fuga o reevaluación. Entre
critique y criticism hay interlocuciones y desacuerdos. El diccionario Routledge de términos literarios define
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Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 3 ISSN 2422-5932
Si ya hay una tradición de investigar las políticas de la crítica, las operaciones
de la crítica o las retóricas de la crítica, quisimos aquí prolongando un camino
iniciado por Marcelo Topuzian en “Las operaciones de la a-crítica” (2017)–
contribuir a mapear un escenario emergente que pasa por las nociones de
poscrítica, post-autonomía, crítica ficcional, ficciones teóricas y nicas. En
este escenario se esbozan también otros caminos de construcción institucional
y de colaboración, en un momento en que la seguridad posicional del homo
criticus es sacudida por las teorías disidentes de género, que exponen las
implicaciones de los modos de enunciación. Así, si con Ulmer la poscrítica era
un modelo particular de escritura, la discusión reciente se nutre de una
creciente insatisfacción con ciertas consecuencias políticas de la subjetivación
autodenominada crítica (el refuerzo de la soberanía, de la autoridad y del
individualismo neoliberal impregnado en el campo).
En un texto reciente de Emmanuel Biset (2024), se puede hacer un
balance de diferentes instancias de “abandono de la crítica”. Sistematizando
convergencias y complementariedades entre contribuciones diversas, Biset
nota el paso de actitudes negativas o deconstructivas a una positividad aún por
inventar. El cambio se demarca, también, por una salida de ciertas
implicaciones: el crítico como observador; una ausencia de proposiciones en
los procedimientos de desvelamiento; la percepción de que la conformación
del procedimiento crítico como desnaturalización suponía un carácter negativo
del concepto mismo de “naturaleza”. Todavía, Biset señala una tensión entre
el abandono y la “crítica de la crítica”, indicando que el desapego de sus hábitos
no sería tan fácil como podría parecer, por la vinculación entre crítica y
legitimidad: para salir de la circularidad presupuesta en una crítica de la crítica,
sería necesaria la apertura a una “forma de un pensamiento radical que es otra
cosa que la crítica” (2024: 68).
Al hacer un balance de sus producciones en 2009, Josefina Ludmer decía:
“A esta altura pienso que la tarea crítica se ha transformado en un delirio
[...]”(2021: 313). ¿En el temblor provocado por su polémica propuesta de la
post-autonomía, que pone en circulación conceptos como realidadficción
imaginación pública, lo que se suspende no es, también, la negatividad inherente
y la tendencia opositora presente en la(s) perspectiva(s) crítica(s)?
Desde esa perspectiva, pensamos que es posible demarcar dos modos de
intentar cambiar el camino. Un primero, vinculado a una contaminación entre
lectura y intervención pública, y un segundo, de tipo performativo, como una
transformación misma de la escritura en los estudios literarios.
el primero como un modo de escritura relacionado con la difusión de la Kritik kantiana y, posteriormente,
el pensamiento de Marx con la crítica de la economía política. El segundo sería, de acuerdo con el mismo
diccionario, un modo de relación con la literatura que conjuga análisis y juicio, pudiendo ser delimitado
como crítica interna o crítica externa (Childs y Fowler, 2006: 39).
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En este primer desdoblamiento de una crisis de la crítica y sus avatares,
Graciela Montaldo (2017) diagnostica importantes transformaciones a partir de
la década de 1990. La destrucción causada por una primera ola neoliberal y el
avance de conglomerados editoriales habrían forzado un realineamiento de la
circulación crítica a partir de la emergencia de casas editoriales alternativas. Las
consecuencias serían un lugar menor ocupado por la literatura y la crítica y una
entrada de esta última en circuitos de consumo. Montaldo veía en ese
reposicionamiento un carácter dialógico que abandonaba la disposición previa
a la complejidad retórica. El escenario actual sería el de un desajuste del locus
crítico a partir de flujos sociotécnicos, con la profusión de información de las
redes y la disputa por la atención, y la asunción del papel productivo de la
universidad. La escritura pasa a desarrollarse también en este espacio y su
alianza con las editoriales alternativas genera una mezcla en la cual incluso la
ficción pasa a “hacer crítica” (2017: 58): habría así una “ecología crítica” que
supondría la convivencia y la complementariedad.
Más recientemente, Luis Ignacio García (2022) dedicó parte de un ensayo
a la discusión que nos interesa aquí, una alternativa a la crítica como trabajo de
sospecha: observando la receptividad como método alternativo a los discursos
explicativos orientados a desvelar las determinaciones de la creencia en el
trabajo de Vinciane Despret, García agrupaba a esta autora, Isabelle Stengers y
Donna Haraway en una “gestualidad poshumanista” (2022: 15) que requeriría,
más que un cambio de objeto, una transformación en las prácticas. Para él, esas
“maestras del cuidado” estarían proponiendo, contemporáneamente, ejercicios
de pensamiento orientados a la proliferación de los lazos, la creación de
condiciones de existencia y el desarrollo de una “voz media” que se deja habitar
por otras existencias que se entrometen en el sujeto del conocimiento,
sedimentando otras capas en la atmósfera poscrítica, con el Antropoceno y la
interfaz entre humanidades y ciencias naturales.
Esa misma imbricación aparece en un artículo de Franca Maccioni (2023),
en el cual intenta aproximarse a alternativas a la hermenéutica de la sospecha a
partir de un diálogo con producciones orientadas a los nuevos materialismos,
identificando gestos complementarios en la escena de la teoría: el abandono del
giro lingüístico y la disolución del dualismo humano/no humano. Diferente de
las otras contribuciones al debate, la suya aborda directamente el legado
estructuralista y semiótico en busca de una ecología semiótica y de una
superación del dilema entre las dos alternativas anteriores. Ni la búsqueda
obsesiva por la referencia, ni el radical cierre del lenguaje supuesto en el
programa estructuralista de origen saussuriano: Maccioni prolonga el
diagnóstico de una “escena postextual” en la teoría (Biset, 2022) y piensa la
conexión con el archivo de la crítica y la hermenéutica de la sospecha de modo
más matizado, en relectura, con gestos que permitirían ver, incluso en los
patriarcas de la tendencia como Nietzsche, un señalamiento de la interpretación
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no como una capa sobrepuesta a la realidad, sino como una operación
generalizada más allá de las existencias humanas.
La discusión y la fluctuación de los términos y lecturas de la poscrítica se
encaminan hacia impasses que parecen retornar a la nota de Biset sobre las
oscilaciones entre el abandono y la integración al sistema crítico. En esas
instancias, la difusión del debate también parece actuar siguiendo una lógica
expansiva: de los estudios literarios a las humanidades, de las humanidades a la
ontología, a la cosmopolítica o a la catástrofe climática. Ese juego de escalas
aún queda por ser pensado.
II.
En la convocatoria, habíamos buscado textos que ayudaran a repensar los
procedimientos y métodos de la investigación en literatura, ya fuera a través de
una rehabilitación post-estructuralista de la historia y de los vínculos entre la
teoría, la crítica y la sociedad, ya en la exploración de conexiones impensadas
con otros campos, o aún, por enfoques meta-críticos que señalan otros modos
de estudiar y escribir. Preguntamos por alternativas a la valoración de la
distancia crítica y por qué tipos de positividad serían posibles. Las cinco
contribuciones que recibimos fueron al corazón de este anhelo, en sus diversos
polos. En su composición fluctuante, responden a una atmósfera que solicita
modos de pensar el debate por medio de una organización marcada por la
inestabilidad de las posiciones, por la discusión de las premisas teóricas y por
la inscripción de un deseo de reinvención sin que eso signifique adherir a una
“superación” de la crítica.
En diálogo con las preguntas posicionales, podemos leer el artículo de
Carolina Ramallo, “La perspectiva de género en los estudios literarios sobre el
siglo XIX”, entendiendo a la docente como “autora de curriculum” (Gerbaudo,
2021) y suscitando una reflexión sobre los usos de la teoría en la mediación con
el material de la enseñanza. El trabajo de Ramallo opera con una creatividad
pedagógico-institucional y una apuesta en la clase, sin renunciar a la
preocupación por posibles anacronismos, defendiendo la incorporación de las
cuestiones de género de manera transversal, y no como temas. En aulas
compuestas mayoritariamente por alumnas que son madres, la resonancia en la
experiencia ayuda a hacer del cuidado el centro de la teorización, y así nos lleva
a la valoración de la conversación, la escucha y la escritura ficcional como
medios de producción de conocimiento más acogedores, permitiendo una
alianza renovada con estudiantes, acercando la enseñanza a sus demandas e
intereses: después de todo, si estos desconfían de la desconfianza docente,
¿cómo construir una mínima confianza mutua? La aproximación a los textos
por puntos de identificación provisoria puede hacer que los debates teóricos
tengan más sentido y mitigar la resistencia a la teoría.
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Ya Lucía Tennina, en “El papel de la crítica literaria en la
contemporaneidad”, piensa, en contacto con las transformaciones
diagnosticadas por Ludmer y Nelly Richard, una cierta inercia en la crítica
literaria. A este retrato del campo, sin embargo, la investigadora añade algunas
renovaciones y modificaciones en la figura del crítico literario, que coexisten:
los papeles del escritor, del archivista, del etnógrafo y del gestor cultural, cuatro
formas asumidas por los estudiosos de literatura que apuntan a renovadas
prácticas de investigación e inciden en la concepción misma de lo que significa
hacer crítica. En ese panorama trazado, subrayamos el paso de una imagen de
aislamiento y pasividad del sujeto de la crítica hacia actitudes que valoran el
involucramiento y el compromiso. Si la premisa de Tennina es la supervivencia
de la crítica, el texto la presentará como en un cambio de piel, hacia formas de
participación que recolocan en escena al crítico como integrante de un
escenario más amplio, donde el más allá de la crítica se construye a partir de
excursiones que hibridan los modos de escritura y amplían el horizonte del
estudio hacia la actuación institucional.
En otra figuración de una relación conflictiva con la institucionalidad,
“Tentaciones del diarista” de Wanderlan Alves sigue un punto de fuga en el
interior mismo de la actividad de lectura, a partir de un comentario sobre libros
recientes de Alberto Giordano y una vuelta de un lector vacilante. Alves resalta
la reflexividad y autocrítica de quien se percibe, de algún modo, volviendo a
poner en escena una cierta “discordia adolescente” la de alguien que no quiere
renunciar al “deseo infantil de jugar” con los textos (e incluso de interrumpir
su lectura en cualquier momento), pero que se ve ante la “obligación adulta de
trabajar”, y pasa a buscar gestos para recuperar la “curiosidad conversadora e
interrogativa”, soñando escapar de un “destino burocrático” de la crítica
literaria que escribe por demanda externa. Ese péndulo entre la
profesionalización y el amateurismo, que John Guillory (2022) sugiere ser un
rasgo constitutivo de la crítica literaria desde su génesis, resuena en la propia
dramatización autoral de Alves, cuando dice, en la introducción, que desea
cultivar para una posición de “semi amateur”. El texto ensaya, además, una
alianza entre la crítica, la escritura y la actividad docente: los diarios de
Giordano le permiten pensar modos de escribir que se acerquen a la voz y,
sobre todo, al escenario de la clase, privilegiando la digresión, la fabulación y la
aproximación entre escritura y experiencia.
En “No vagar, a carne da utopía”, de Natalie Lima y Marina Florim,
percibimos una escritura oscilante que, como alternativa a la integridad de la
crítica ideológica o del desvelamiento, propone una lectura de Vaga carne, texto
teatral de la escritora y actriz brasileña Grace Passô, notando una productividad
teórico-estética en los gestos escénicos y en la tensión entre cuerpo, carne y
voz. El texto actúa y compone con la inversión propuesta en la escenificación
de una voz que se somete a la materialidad de un cuerpo. La opacidad en escena
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se lee con la ayuda de los escritos de Édouard Glissant que ocupan entonces
un locus inestable, entre el armazón teórico y una poeticidad que intensifica los
efectos percibidos en Passô. El recorrido puede ser sintetizado por la propuesta
deleuziana de una imagen del pensamiento que admite y da centralidad a los
elementos externos que fuerzan al sujeto pensante, desmontando su
constitución tradicional, marcada por una integridad y una interioridad. Lima y
Florim dialogan con el giro afectivo que ha aparecido como uno de los motores
de la poscrítica (Anker y Felski, 2017), haciendo de su práctica de estudio el
testimonio de la transformación del sujeto crítico por la agencia del objeto,
rompiendo o haciendo caer las barreras inmunitarias de su condición soberana.
Finalmente, el texto de Fábio Saldanha, “Ir até onde não dá mais pé”, se
coloca como una respuesta procesual a la convocatoria de este dossier,
dialogando con la pregunta por los fines y crisis de la crítica. En un primer
momento, autoetnográfico, el ensayo maneja el disenso institucional en la
Universidad de São Paulo, discutiendo la sustentación legitimada de una cierta
posición crítica marcada por la autoconfianza e por un ímpetu infinito de
revelar el secreto del otro en el escenario brasileño, vinculada a la escuela de la
formación (que tiene a Antonio Candido como modelo). En un segundo
momento, la problemática de la relación entre lector y poema se aborda
considerando el encuentro literario como una relación con un Otro cuyo cierre
tiende a una incorporación que elimina su diferencia. Todavía, la dimensión
anticipatoria y el distanciamiento que la postura de crítico exige traen rastros
del deseo en el origen de toda y cualquier investigación en literatura. Saldanha
señala, entonces, los lazos entre el amor y los estudios literarios, dialogando
con los apuntes de Sedgwick que mencionamos en la apertura (de los cuales él
mismo fue uno de los traductores al portugués) al mostrar el poco espacio
legado por ella a la alternativa reparadora. Al invertir en los gestos
deconstructivos que encaran con paciencia las premisas y recusando
soluciones que, queriendo salir de la paranoia, terminan siendo complacientes
, arriesgando la falla y el buceo hasta “ahogarse”, Saldanha busca una
profundidad no-extractiva que sepa mantener abierta la posibilidad de la
sorpresa y de jugar con las aporías, sin dejar de encaminarse hacia una actitud
propositiva, aunque declaradamente indecisa, en la defensa de una relación
afectiva y friccional entre sujeto del estudio y texto estudiado.
A Carolina, Fabio, Lucía, Marina, Natalie y Wanderlan les agradecemos
la disposición para pensar juntos y la generosidad de someter artículos en
diálogo con la convocatoria. Agradecemos a las revisoras anónimas que nos
ayudaron a construir este número. Y agradecemos a los amigos de Chuy, muy
especialmente a Leo Cherri, por el cuidado editorial y la receptividad a esta
propuesta. Esperamos que disfruten del resultado.
Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 8 ISSN 2422-5932
Apresentação (Português)
I.
Em um texto de 1995, Eve Sedgwick questionava a utilidade de perpetuar
certos “hábitos críticos” (Sedgwick, 2018: 130) vinculados à hermenêutica da
suspeita. Frente a essa tradição de pensamento desconfiado, que se ampararia
em uma postura paranóica, pensada como um amálgama de elementos
antecipatórios, reflexivos e uma teoria forte composta por afetos negativos,
Sedgwick assinalava um descompasso entre a atitude do desvelamento, típica
dessa abordagem, e uma conjuntura política que tornava hipervisíveis certas
violências. A alternativa que se oferecia ali, uma “leitura reparadora”, marcaria
uma abertura para a surpresa e para a dimensão afetiva e, poderíamos
acrescentar, uma saída de uma posição “imunitária” (cf. Esposito, 1998) da
subjetividade crítica.
Um dos desenvolvimentos mais representativos deste tipo de provocação
encontra-se na trajetória de Rita Felski. Ao menos desde Literature after feminism
(2003) vão se desenhando em seus trabalhos os quatro modos de relação com
o texto literário cartografados em Uses of literature (2008): reconhecimento,
conhecimento, encantamento e estranhamento. Sua reflexão, que se consolida
em The limits of critique (2015), convoca a pensar nas possibilidades de uma
relação movida por confiança e investimento em vez de suspeita e ceticismo
embora algumas avaliações dos livros de Felski tenham apontado que a
provocação não se resolve em um modo de ler exatamente propositivo (Best,
2017; Guillory, 2022; Biset, 2024).
Ainda que a genealogia de um pensamento pós-crítico costume apontar
para o texto de Gregory Ulmer (1983), “The object of postcriticism”, e para o
ensaio de Sedgwick, com passagem habitual por um artigo clássico de Bruno
Latour (2004), ao situarmos o debate na América Latina notamos o
desenvolvimento de uma tendência que também apontou limites daquela
crítica mais interpretativa, testando outros procedimentos de montagem e
disposição do raciocínio poderíamos localizar diversos trabalhos de Raúl
Antelo, Josefina Ludmer e Silviano Santiago, onde a flutuação entre ficção e
teoria abre caminho para a aproximação a outros campos artísticos (como as
artes visuais ou a performance, o cinema ou a fotografia), mas também de
outros métodos disciplinares (por exemplo, da “arqueologia forense”, ao
escavar arquivos literários ou teóricos; ou da antropologia, nas montagens de
vozes e testemunhos.
2
2
Um dos problemas que surgem na relação entre os meandros latino-americanos e a tendência pós-crítica
em língua inglesa tem a ver com uma profusão de terminologias: “post-criticism”, “post-critique”,
“poscrítica”, “postcrítica”, “pós-crítica”. A confusão conceitual se complica quando notamos que um
abismo tradutório que, em inglês, duas palavras aparecem como objeto de saída, fuga ou reavaliação.
Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 9 ISSN 2422-5932
Se já há uma tradição de investigar as políticas da crítica, as operações da crítica
ou as retóricas da crítica, quisemos aqui prolongando um gesto iniciado por
Marcelo Topuzian em seu “Las operaciones de la a-crítica” (2017) contribuir
para mapear, nesta linhagem, um outro cenário emergente, que passa pelas
noções de pós-crítica, pós-autonomia, crítica ficcional, ficções teóricas e fônicas.
Neste cenário esboçam-se também outros caminhos de construção institucional
e de colaboração, num momento em que a segurança posicional do homo criticus
é abalada por suas marcas performativas e submetida ao crivo das teorias
dissidentes de gênero, que expõem as implicações dos modos de enunciação.
Assim, se com Ulmer a s-crítica era um modelo particular de escrita, a
discussão recente se abastece de uma crescente insatisfação com as
consequências políticas da subjetivação autodenominada crítica (o reforço da
soberania, da autoridade e do individualismo neoliberal impregnado no campo).
Num texto recente de Emmanuel Biset (2024), pode-se ter um balanço
de diferentes instâncias de “abandono da crítica”. Sistematizando
convergências e complementaridades entre contribuições diversas, Biset nota
a passagem de atitudes negativas, ou desconstrutivas, a uma positividade ainda
por inventar. A mudança é demarcada, também, por uma saída de certas
implicações: o crítico como observador; uma ausência de proposições nos
procedimentos de desvelamento; a percepção de que a conformação do
procedimento crítico como gesto de desnaturalização pressupunha um caráter
negativo do conceito mesmo de natureza”. Biset aponta, entretanto, para uma
tensão entre o abandono e a “crítica da crítica”, sinalizando que o
desprendimento dos bitos não seria tão fácil como poderia parecer, pela
vinculação entre crítica e legitimidade: para sair da circularidade pressuposta
numa crítica da crítica, seria necessária uma abertura a uma “forma de un
pensamiento radical que es otra cosa que la crítica” (2024: 68).
Ao fazer um balanço de suas produções, em 2009, Josefina Ludmer dizia:
“A esta altura pienso que la tarea crítica se ha transformado en un delirio [...]”
(2021: 313). No abalo provocado por sua polemizante proposta da pós-
autonomia, colocando em circulação conceitos como realidadficción e imaginación
pública, o que se suspende não é também a negatividade inerente e a tendência
oposicional da(s) perspectiva(s) crítica(s)?
Nessa perspectiva, pensamos ser possível demarcar dois modos de tentar
mudar de caminho. Um primeiro, vinculado a uma contaminação entre leitura,
Entre critique e criticisminterlocuções e discordâncias. O dicionário Routledge de termos literários define
o primeiro conceito como um modo de escrita relacionado à difusão da Kritik kantiana e, posteriormente,
o pensamento de Marx com a crítica da economia política. O segundo seria, de acordo com o mesmo
dicionário, um modo de relação com a literatura que conjuga análise e julgamento, podendo ser delimitada
como internal criticism ou external criticism (Childs; Fowler, 2006: 39).
Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 10 ISSN 2422-5932
imaginação e intervenção pública, e um segundo, de tipo performativo, como
uma transformação mesma da escrita nos estudos literários.
Nesse primeiro desdobramento de uma crise da crítica e seus avatares,
Graciela Montaldo (2017) diagnostica importantes transformações no campo
literário a partir da década de 1990. A destruição causada pela primeira onda
neoliberal e o avanço de conglomerados editoriais teriam forçado um
realinhamento da circulação a partir da emergência de casas editoriais
alternativas. As consequências seriam um lugar menor ocupado pela literatura
e pela crítica, com uma entrada desta última em circuitos de consumo. Nessa
renovação do discurso, Montaldo enxergava um traço dialógico que
abandonava a disposição à complexidade retórica. O cenário atual seria o de
um desarranjo do locus crítico a partir de influxos sociotécnicos, com a
proliferação de informação nas redes, a disputa pela atenção e a assunção do
papel produtivo da universidade. A escrita passa a se desenrolar também nela,
e sua aliança com editoras alternativas gera uma mescla na qual mesmo a ficção
passa a hacer crítica (2017: 58): haveria, assim, uma “ecologia crítica” que
enfatiza a convivência e a complementaridade.
Mais recentemente, Luis Ignacio García (2022) dedicou parte de um
ensaio à discussão que nos interessa aqui, uma alternativa à crítica como
trabalho de suspeita. Notando a receptividade como método alternativo aos
discursos explicativos voltados ao desvelamento das determinações de crença
no trabalho de Vinciane Despret, o ensaio agrupava essa autora, Isabelle
Stengers e Donna Haraway em uma “gestualidad poshumanista” (García, 2022:
15) que exigiria, mais do que uma mudança de objeto, uma transformação nas
práticas. Para ele, essas “mestras do cuidado” estariam propondo,
contemporaneamente, exercícios de pensamento voltados para a proliferação
dos laços, a criação de condições de existência e o desenvolvimento de uma
“voz media” que se deixa habitar por outras existências que se intrometem no
sujeito cognoscente sedimentando, no debate pós-crítico, camadas
relacionadas ao Antropoceno e à interface de humanidades e ciências naturais.
Essa mesma imbricação aparece em artigo de Franca Maccioni (2023), no
qual se tenta aproximar de alternativas à hermenêutica da suspeita a partir de
um diálogo teórico com produções voltadas para os novos materialismos. Ali,
Maccioni identificava gestos complementares na cena da teoria: o abandono da
virada linguística e a dissolução do dualismo humano/não-humano (Maccioni,
2023: 117). Diferente das outras contribuições ao debate, a sua aborda
diretamente o legado estruturalista e semiótico em busca de uma ecologia
semiótica e de uma superação do dilema entre as duas alternativas acima. Nem
a busca obsessiva pela referência, nem o radical fechamento da linguagem
suposto no programa estruturalista de origem saussuriana: Maccioni prolonga
o diagnóstico de uma escena postextualna teoria (Biset, 2022) e pensa a ligação
com o arquivo da crítica e da hermenêutica da suspeita de modo mais matizado,
Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 11 ISSN 2422-5932
como releitura, em gestos que permitiriam ver, mesmo nos patriarcas da
tendência como Nietzsche, a interpretação o como camada sobreposta à
realidade, mas como operação generalizada mais além das existências humanas.
A discussão e a flutuação dos termos e leituras da pós-crítica se
encaminham para impasses que parecem retornar à nota de Biset sobre as
oscilações entre o abandono e a integração ao sistema ctico. Nessas instâncias,
a disseminação do debate também parece seguir uma lógica expansiva: dos
estudos literios às humanidades, das humanidades à ontologia, à cosmopolítica
ou à catástrofe climática. Esse jogo de escalas resta ainda a ser pensado.
II.
Na convocatoria deste dossiê, buscávamos por textos que ajudassem a repensar
procedimentos e métodos da investigação em literatura, fosse através de uma
reabilitação pós-estruturalista da história e dos vínculos entre a teoria, a crítica
e a sociedade, fosse na exploração de conexões impensadas com outros
campos, ou ainda, por abordagens meta- críticas que apontassem outros modos
de investigar e escrever. Perguntamos por alternativas à valorização do tom
distanciado e por que tipos de positividade seriam possíveis. As cinco
submissões que recebemos foram ao coração deste anseio, em seus diversos
polos. Em sua composição flutuante, respondem a uma atmosfera pós-crítica
que indica modos de pensar o debate por meio de uma organização marcada
pela instabilidade das posições, pela discussão dos pressupostos teóricos e pela
inscrição de um desejo de reinvenção sem que isso signifique aderir a uma
suposta “superação” da crítica.
Em diálogo com as perguntas posicionais, podemos ler o artigo de
Carolina Ramallo, “La perspectiva de género en los estudios literarios sobre el
siglo XIX”, entendendo a docente como “autora de currículo(Gerbaudo,
2021) e suscitando uma reflexão sobre os usos da teoria na mediação com o
material ensinado. O trabalho de Ramallo opera com uma criatividade
pedagógico-institucional, apostando na sala de aula, sem abrir mão da
preocupação com possíveis anacronismos, defendendo a entrada das questões
de nero de maneira transversal, e não como temas. Em turmas compostas
majoritariamente por alunas que são mães, a ressonância na experiência ajuda
a fazer do cuidado o centro da teorização e nos leva à valorização da conversa,
da escuta e da escrita ficcional como vias de conhecimento mais acolhedoras,
permitindo uma aliança renovada com estudantes, aproximando o ensino de
suas demandas e interesses: afinal, se estes desconfiam da desconfiança
docente, como construir uma mínima confiança mútua? A aproximação aos
textos por pontos de identificação provisória pode tornar os debates teóricos
mais plenos de sentido e mitigar a resistência à teoria.
Lucía Tennina, em “El papel de la crítica literaria en la
contemporaneidad”, pensa, em contato com as transformações diagnosticadas
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por Ludmer e Nelly Richard, a existência de uma inércia na crítica literária. A
esse retrato do campo, entretanto, a pesquisadora adiciona alguns movimentos
da figura do crítico literário, reconhecendo a coexistência dos papéis do escritor,
do arquivista, do etnógrafo e do gestor cultural quatro formas assumidas pelos
estudiosos de literatura que apontam para renovadas práticas de pesquisa e
incidem na concepção mesma do que significa fazer crítica. Nesse panorama,
sublinhamos a passagem de uma imagem de isolamento e passividade do sujeito
da crítica para atitudes que prezam pelo envolvimento e engajamento. Se o
pressuposto de Tennina é de uma sobrevivência da crítica, o texto a apresentará
como em uma mudança de pele, em direção a formas de participação que
recolocam em cena o crítico como integrante de um cenário mais amplo, onde
o mais além da crítica se constrói a partir de excursões que hibridizam os modos
de escrita e ampliam o horizonte do estudo para a atuação institucional.
Em outra figuração de uma relação conflituosa com a institucionalidade,
no artigo de Wanderlan Alves, “Tentaciones del diarista”, o ensaio de uma fuga
se no interior mesmo da atividade de encontro com os textos, a partir de
um comentário sobre livros recentes de Alberto Giordano e da retomada de
um leitor hesitante. Alves ressalta a reflexividade e autocrítica de quem se
percebe estar, de algum modo, reencenando uma certa “discórdia adolescente”
a de alguém que não quer abrir mão do “desejo infantil de brincar” com os
textos (e mesmo de interromper sua leitura a qualquer momento), mas que se
diante da “obrigação adulta de trabalhar”, e passa a buscar gestos para
recuperar a “curiosidade conversadora e interrogativa”, sonhando escapar de
um “destino burocráticoda crítica literária, que escreve por demanda externa.
Esse pêndulo entre a profissionalização e o amadorismo, que John Guillory
(2022) sugere ser um traço constitutivo da crítica literária desde sua gênese,
ressoa na própria dramatização autoral de Alves, quando diz, na introdução,
que deseja cultivar para si uma posição de “semi amateur”. O texto ensaia ainda
uma aliança entre crítica, escrita e atividade docente: os diários de Giordano
lhe permitem pensar modos de escrever que se aproximem da voz e, sobretudo,
do cenário da sala de aula, privilegiando a digressão, a fabulação e a
aproximação entre escrita e experiência.
Em No vagar, a carne da utopia”, de Natalie Lima e Marina Florim,
percebemos uma escrita oscilante que, como alternativa à integridade da crítica
ideológica ou do desvelamento, propõe uma leitura de Vaga carne, texto teatral
da escritora e atriz brasileira Grace Passô, notando uma produtividade teórico-
estética nos gestos nicos e na tensão entre corpo, carne e voz. O texto
performa e compõe com a inversão proposta na encenação de uma voz que se
submete à materialidade de um corpo. A opacidade em cena é lida com o
auxílio dos escritos de Édouard Glissant escritos que ocupam um lócus
instável, entre arcabouço teórico e uma poeticidade que intensifica os efeitos
percebidos em Passô. O percurso pode ser sintetizado pela proposta deleuziana
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de uma imagem do pensamento que admite e centralidade aos elementos
externos que forçam o sujeito pensante, desmontando sua constituição
tradicional, marcada por uma integridade e uma interioridade. O texto de Lima
e Florim se aproxima da virada afetiva que tem aparecido como um dos
motores da pós-crítica (Anker & Felski, 2017), quando a prática de estudo
testemunho de uma transformação do leitor pela agência do objeto, quebrando
ou fazendo ruir as barreiras imunitárias de sua condição soberana.
Por fim, o texto de Fábio Saldanha, “Ir até onde não mais pé”, se coloca
como resposta processual à convocatória deste dossiê, dialogando com a
pergunta pelos fins e crises da crítica. Num primeiro momento, autoetnográfico,
o ensaio maneja o dissenso institucional na Universidade de São Paulo,
discutindo a manutenção legitimada de uma certa posão crítica marcada pela
autoconfiança e pelo ímpeto infinito de revelar o segredo do outro no cenário
brasileiro, vinculada à escola da formação (que tem Antonio Candido como
modelo). Em um segundo momento, a problemática da relação entre leitor e
poema é abordada levando-se em consideração o encontro literário como uma
relão com um Outro cujo fim tende a se materializar como uma incorporação
que elimina sua diferença. Porém, mesmo a dimensão antecipatória e o
distanciamento trazem rastros do desejo na origem de toda e qualquer pesquisa
em literatura. Saldanha aponta, então, para os laços entre o amor e os estudos
literios, dialogando com o texto de Sedgwick que mencionamos na abertura
(do qual ele mesmo foi um dos tradutores ao português) ao mostrar o pouco
espaço legado por ela à alternativa reparadora. Investindo nos gestos
desconstrutivos que encaram com paciência os pressupostos e recusando
soluções que, querendo fugir da paranoia, terminam sendo complacentes ,
arriscando a falha e o mergulho, Saldanha busca uma profundidade não-extrativa
que possa manter aberta a possibilidade da surpresa e do divertir-se com as
aporias, sem deixar de enveredar para uma atitude propositiva, ainda que
assumidamente indecisa, na defesa da relação afetiva e friccional entre sujeito do
estudo e texto estudado.
A Carolina, Fabio, Lucía, Marina, Natalie e Wanderlan agradecemos
principalmente a disposição para pensar juntos e a generosidade de
submeterem artigos em diálogo com a chamada. Agradecemos às pareceristas
anônimas que nos ajudaram a construir este número. E agradecemos aos
colegas da Chuy, muito especialmente a Leo Cherri, no cuidado editorial e na
receptividade a esta proposta. Torcemos para que gostem do resultado.
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Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 14 ISSN 2422-5932
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