Fernandes de Miranda, Ximenes, “Presentación” Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 17 / Diciembre 2024 / pp. 1-15 6 ISSN 2422-5932
Ya Lucía Tennina, en “El papel de la crítica literaria en la
contemporaneidad”, piensa, en contacto con las transformaciones
diagnosticadas por Ludmer y Nelly Richard, una cierta inercia en la crítica
literaria. A este retrato del campo, sin embargo, la investigadora añade algunas
renovaciones y modificaciones en la figura del crítico literario, que coexisten:
los papeles del escritor, del archivista, del etnógrafo y del gestor cultural, cuatro
formas asumidas por los estudiosos de literatura que apuntan a renovadas
prácticas de investigación e inciden en la concepción misma de lo que significa
hacer crítica. En ese panorama trazado, subrayamos el paso de una imagen de
aislamiento y pasividad del sujeto de la crítica hacia actitudes que valoran el
involucramiento y el compromiso. Si la premisa de Tennina es la supervivencia
de la crítica, el texto la presentará como en un cambio de piel, hacia formas de
participación que recolocan en escena al crítico como integrante de un
escenario más amplio, donde el más allá de la crítica se construye a partir de
excursiones que hibridan los modos de escritura y amplían el horizonte del
estudio hacia la actuación institucional.
En otra figuración de una relación conflictiva con la institucionalidad,
“Tentaciones del diarista” de Wanderlan Alves sigue un punto de fuga en el
interior mismo de la actividad de lectura, a partir de un comentario sobre libros
recientes de Alberto Giordano y una vuelta de un lector vacilante. Alves resalta
la reflexividad y autocrítica de quien se percibe, de algún modo, volviendo a
poner en escena una cierta “discordia adolescente” –la de alguien que no quiere
renunciar al “deseo infantil de jugar” con los textos (e incluso de interrumpir
su lectura en cualquier momento), pero que se ve ante la “obligación adulta de
trabajar”, y pasa a buscar gestos para recuperar la “curiosidad conversadora e
interrogativa”, soñando escapar de un “destino burocrático” de la crítica
literaria que escribe por demanda externa. Ese péndulo entre la
profesionalización y el amateurismo, que John Guillory (2022) sugiere ser un
rasgo constitutivo de la crítica literaria desde su génesis, resuena en la propia
dramatización autoral de Alves, cuando dice, en la introducción, que desea
cultivar para sí una posición de “semi amateur”. El texto ensaya, además, una
alianza entre la crítica, la escritura y la actividad docente: los diarios de
Giordano le permiten pensar modos de escribir que se acerquen a la voz y,
sobre todo, al escenario de la clase, privilegiando la digresión, la fabulación y la
aproximación entre escritura y experiencia.
En “No vagar, a carne da utopía”, de Natalie Lima y Marina Florim,
percibimos una escritura oscilante que, como alternativa a la integridad de la
crítica ideológica o del desvelamiento, propone una lectura de Vaga carne, texto
teatral de la escritora y actriz brasileña Grace Passô, notando una productividad
teórico-estética en los gestos escénicos y en la tensión entre cuerpo, carne y
voz. El texto actúa y compone con la inversión propuesta en la escenificación
de una voz que se somete a la materialidad de un cuerpo. La opacidad en escena