Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 241 ISSN 2422-5932
SOBRE PEAJES DE LA CRÍTICA
LITERARIA LATINOAMERICANA
DE WILFRIDO CORRAL
Madrid, Punto de vista, 2023.
por
Facundo Gómez
Centro de Historia Intelectual - Universidad de Quilmes / CONICET
Doctor en Literatura por la Universidad de Buenos Aires. Su tesis doctoral estuvo dedi-
cada a la praxis intelectual de Ángel Rama. En 2022, compiló América Latina, un pueblo
en marcha, una colección de ensayos inéditos del crítico uruguayo. Actualmente, desarrolla una
investigación posdoctoral centrada en las reuniones de Caracas y Campinas entre 1981 y 1982, y
en las transformaciones de la crítica literaria latinoamericana durante la década de 1980.
Correo electrónico: gomezefacundo@gmail.com
ORCID: 0000-0002-2616-4834
DOI: 10.5281/zenodo.16389995
RESEÑAS
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 242 ISSN 2422-5932
En las últimas décadas hemos aprendido, con algo de sorpresa y pavor,
que la indignación puede disparar procesos emancipadores, pero también
revueltas conservadoras. Que la insatisfacción contra el presente puede
derivar tanto en cambios superadores, como en querellas solo dirimidas
por el denuesto más lacerante. Y que, muchas veces, mientras el proceso
histórico se desenvuelve y se despliegan los debates, no es posible
diferenciar una derivación de la otra, por lo que cada intervención exige
detención en las formas y cautela ante los sentidos.
La crítica literaria y el estudio de las humanidades participan
plenamente de este clima global de época, tan pródigo en crisis,
incertidumbres, malestares. El nuevo libro de Wilfrido Corral docente e
investigador de extensa trayectoria en la academia estadounidense y
miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lenguaes un exponente de
cómo es posible identificar con claridad problemas y desafíos del campo
de estudios y, al mismo tiempo, ensayar una propuesta tan problemática
como el objeto que se pretende enjuiciar. Peajes de la crítica literaria
latinoamericana se despliega como un aporte de relieve para los estudios
literarios, en tanto indaga la compleja enunciación del discurso crítico
latinoamericano transnacional, tensionado entre las demandas teóricas e
institucionales y un ejercicio del oficio que pretende esquivar ciertas
agendas para reivindicar otros legados y tradiciones.
Concebida como un panorama polémico de la crítica latinoamericana
actual, la obra ofrece una cartografía posible de escrituras y proyectos, así
como también una mirada alternativa (irreverente, categórica) ante ciertos
consensos y prácticas hegemónicas del latinoamericanismo global. A lo
largo de sus trece capítulos, ordenados en tres grandes bloques, a los que
se agregan introducción, prólogo, epílogo y un “balance y liquidación” a
modo de palabras finales, el libro aborda diversos perfiles y discursos,
mientras recupera inquietudes que han adquirido centralidad en el
pensamiento de Wilfrido Corral, entre las cuales se destaca la crisis de la
crítica literaria. Desde su perspectiva, se trata de una práctica de lectura y
escritura que se encuentra hoy asediada y degradada por lo que él
denomina “excesos críticos y teóricos occidentales” (11), en referencia a
las transformaciones del campo tras la importación de la teoría literaria
francesa a cargo de la academia norteamericana (seguida de su posterior
exportación a las universidades periféricas) y el ascenso de nuevos
paradigmas estudios culturales, subalternos, feminismos, teoría queer–,
que terminan por diluir a la literatura como objeto de estudio en un mar
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 243 ISSN 2422-5932
de prácticas heterogéneas, dominadas en general por imperativos
multiculturalistas.
El autor viene reflexionando sobre esta preocupación desde hace
varios años. Ha escrito obras que abordan diferentes aspectos de la
cuestión, tales como El error del acierto (2013), Condición crítica (2015),
Discípulos y maestros 2.0. Novela hispanoamericana hoy (2019). Todos ellos
aparecen referenciados, citados y glosados en Peajes de la crítica, lo que dota
al volumen de un entramado intertextual y a la obra de Corral de un
innegable sentido orgánico. De hecho, el libro puede ser leído como un
tomo que se agrega a un extenso y monumental work in progress que
continúa el asedio y la reflexión sobre el estado actual de la literatura y la
crítica latinoamericana reciente. La particularidad de este volumen reside
en una estricta focalización en el discurso crítico y en el manejo de la
noción de peajes”, una metáfora que expresa con claridad ciertos
comportamientos intelectuales: la idea de que numerosos especialistas
abrevan en conceptos, perspectivas y estrategias de análisis con el
propósito de que sus trabajos sean legitimados por la academia
estadounidense, que en algunos pasajes es llamada también
“angloglobalismo”. El texto se propone entonces indagar las obras de
quienes acceden a pagar esta suerte de chantaje (teórico, institucional,
político) y de quienes se niegan a hacerlo; en general, escritores que
ejercen la crítica y ensayistas distanciados de la investigación académica.
La contraposición es marcada y dispara un enjuiciamiento moral contra
aquellos que abonan voluntariamente el mentado peaje.
Peajes de la crítica se abre con una introducción titulada “Crítica de
uno mismo”, que, lejos de plantear un ejercicio de metarreflexión sobre
el propio discurso, se encamina a una defenestración general de la crítica
ejercida por investigadores académicos. Con una entonación agonística,
Wilfrido Corral inicia un derrotero de denuestos que prolifera en los
siguientes capítulos. En el primer párrafo, se lee: “La crítica especializada
tiende a ser cerrada, hostil a la experiencia, agresivamente desinteresada
en la evidencia, y sus argumentos repiten doctrinas politizadas a gritos”
(11). Tres páginas adelante, se adicionan más cargos: “En ese tipo de
crítica, […] el público no percibe el sentido de seres humanos
particularmente sensibles o sensatos que explican algo que importa, sino
el neopuritanismo y poder punitivo de la actual «cultura de la
cancelación»” (14). El campo de estudios se asemeja a un páramo
desolador: “En términos iberoamericanos, contexto de este libro,
tampoco se escribe nada que se distancie de un sentido de aristocracia o
de polarización” (40). Los deslices se acumulan: falta de solidez y
erudición, adopción impostada de vocabularios teóricos, aceptación de
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 244 ISSN 2422-5932
agendas políticas que desvirtúan la lectura literaria, uso de un lenguaje
hiperespecializado, alejamiento voluntario del lector medio, edificación
de espacios intelectuales cerrados, renuncia a la participación en los
debates de la esfera pública, imposibilidad de asumir errores.
El cuadro se agrava si se considera además la cuestión geopolítica:
la crisis del discurso sobre las letras de América Latina se completa con
el auge de la llamada “crítica latinoamericanista”, que para el autor refiere
a aquella que es elaborada en la academia norteamericana, se escribe en
idioma inglés y establece estrictos patrones teóricos, a pesar de su falta
de solidez y rigurosidad. Se trata de una “crítica contextualmente
incorrecta de origen anglófono, que sigue defendiéndose con un
relativismo que siempre funciona a su favor” (15). Surge así otra
dicotomía, tendida entre los cultores de esta inflexión crítica y aquellos
que producen una crítica latinoamericana “local o nativa” (11). A
diferencia de los anglófonos, los iberoamericanos demuestran mayor
solvencia en sus lecturas y autonomía ante los dictámenes disciplinares
de la academia global. El esquema así planteado no admite matices:
trabajar en la universidad norteamericana, escribir en inglés o apropiarse
de conceptos del pensamiento contemporáneo suponen claudicación
ante la decadencia de las letras, la crítica y las humanidades. La “crítica
de uno mismo” se convierte en crítica de los otros: las falencias son
atribuidas a un círculo intelectual de cuyas máculas queda librada la obra
del autor, que es citada varias veces como ejemplo de inflexible
enjuiciamiento de la deriva de la teoría y la crítica literaria. Frente a
semejante coyuntura, la aspiración del libro se constituye en términos
épicos y redentores, en tanto sus capítulos “precisan cómo la crítica de la
narrativa latinoamericana actual puede ser libre o no” (40).
Semejante iniciativa continúa en el siguiente apartado con un
capítulo llamativo: la versión abreviada y traducida de la introducción a la
antología Theory’s Empire, compilada por Wilfrido Corral y Daphne Patai
en 2005, un texto que fue escrito en inglés, editado por dos profesores
residentes en Estados Unidos, publicado por Columbia University Press.
Más allá de que su inserción en la parte inicial de Peajes de la crítica busque
fundamentar una visión disidente ante el mainstream teórico del Norte
global, lo cierto es que resulta difícil disociar esta operación de las
modulaciones del “angloglobalismo” antes vilipendiadas. Tal fricción
entre lo denunciado y lo enunciado permite plantear ciertos matices al
esquema inicial y, de cierta forma, abre una mirada menos determinista
ante la diversidad de los estudios literarios contemporáneos. De todas
maneras, el blanco es preciso: el descarrilamiento de la teoría literaria
hegemónica hacia finales del siglo XX a causa de su nihilismo
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 245 ISSN 2422-5932
posestructuralista, la claudicación ante las agendas multiculturales de la
representación y la diferencia, el abandono de la literatura como objeto
de estudio y la ruptura con tradiciones de lecturas previas. Se observa
aquí, de nuevo, un gesto crítico que se enreda con aquello que cuestiona:
lejos del espacio académico estadounidense, la denuncia de profesores
que apelan a las teorías más sofisticadas para legitimar su palabra,
“convertirse en estrellas del firmamento académico y juzgar desde allí
uno, cualquiera o todos los aspectos de la vida política y cultural” (50) es
desconcertante y revela una falta de percepción ante el rol concreto de
los investigadores, críticos y docentes en la sociedad latinoamericana
actual, cuyas voces quedan licuadas y son inaudibles en el fárrago
discursivo de las redes sociales y la cultura audiovisual. La observación
transparenta que se trata de un conflicto inherente a una comunidad
determinada, la academia norteamericana, cuyos integrantes, incluso
aquellos que se consideran a mismos “disidentes”, no pueden dejar de
concebir la escena propia como la única arena de combate que es
realmente significativa.
A pesar de las tensiones observadas, el pasaje formula
interrogantes que exceden las particularidades de la universidad
estadounidense y adquieren trascendencia entre quienes están
involucrados en el estudio y la enseñanza de la literatura. Entre ellos, se
destacan los apuntes acerca de la incómoda experiencia de los
estudiantes de los primeros años de las carreras de Letras ante diseños
curriculares que toman a la literatura como mera ilustración de
paradigmas teóricos o como expresión de proyectos políticos. La
observación se complementa con otra constatación: los jóvenes docentes
que se presentan como candidatos a concursos para cargos de enseñanza
de la literatura asumen los aportes de las teorías literarias de mayor
prestigio como axioma, a la vez que exhiben una alarmante falta de
lectura de los textos literarios en cuestión. Una explicación posible a esta
situación es el carácter desintegrador de los vocabularios teóricos
posmodernos: “Lo que los lenguajes de la actual crítica y teoría hacen sin
duda es debilitar un espacio intelectual que debería protegerse el del
salón de clase y la enseñanza y en el que diversas ideas deberían ser
exploradas y desarrolladas con plena libertad y confianza” (57). Si hasta
aquí es inevitable concebir ciertas proposiciones del libro como
“conservadoras” por la repulsa ante cualquier renovación conceptual que
no sea del propio gusto, el adjetivo adquiere otros sentidos, mucho más
fértiles, cuando se piensa en la situación de las humanidades y la ciencia
en el contexto actual de la globalización neoliberal y la disrupción
civilizatoria del colonialismo digital, que margina, ataca y desmonta
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 246 ISSN 2422-5932
cuanta iniciativa cultural se muestre ajena al exacerbado utilitarismo del
mercado y los algoritmos. La defensa del aula, la universidad y los
institutos de investigación como espacio de enseñanza, comunidad y
resistencia amerita contemplar hasta qué punto algunas prácticas
deconstructivas (posliterarias, posfundaciones) debilitan la posibilidad de
explicar la pertinencia social de la formación de docentes y especialistas
dedicados a indagar las obras literarias e intervenir en debates culturales
decisivos.
Tras los textos introductorios, comienza el primero de los tres
grandes bloques que organizan el libro. Bajo el título de “Amortizar y
solventar” se agrupan tres capítulos que analizan las obras de autores que
se muestran complacientes con los dictámenes del angloglobalismo. El
apartado “Una crítica traducida y domesticada” revisa los volúmenes
publicados por Abraham Acosta, Mariano Siskind y Héctor Hoyos entre
2014 y 2015. Los tres se presentan como exponentes de la denostada
crítica latinoamericanista, escrita en inglés, cuyo deseo de pertenecer a la
hegemónica academia estadounidense los empuja a pagar los mentados
“peajes de la crítica”. Desde este punto de vista, los autores “ven la
crítica como performance, actuación más que rendimiento que debe
satisfacer a ciertos poderes” (83) y sus producciones se alzan como
modelos que deben ser cuestionados. Otros dos apartados de este bloque
están dedicados a los trabajos de Alberto Moreiras y Alberto Fuguet. El
primero es presentado como un intelectual español que se piensa a
mismo como “poshegemónico, cuasi-deconstruccionista de aflicción
progresista antidentitaria por utopías que no han llegado a realizarse”
(103). En sintonía, sus textos son denunciados como muestra de la
imposibilidad de la crítica latinoamericanista por escapar de la endogamia
del propio gueto académico. El segundo, referente del movimiento
literario MacOndo, es visto como un autor receloso de sus colegas
contemporáneos, que construye un panorama de las letras
latinoamericanas demasiado fragmentario, egocéntrico y complaciente
con su propia obra. Si estos pronunciamientos resultan esperables, no
sucede lo mismo con el abordaje de Fuga hacia dentro, el volumen de
Alicia Ortega Caicedo sobre la novela ecuatoriana en el siglo XX. Bajo el
título “De la crítica nacional a la nacionalista”, Corral denuncia que la
autora escribe en un registro académico, dialoga con la crítica
poscolonial, tiene una visión estrecha de la literatura nacional, es
hispanófoba y omite referencias bibliográficas a autores con los que no
está de acuerdo en términos políticos. La discusión parece cifrada en
cómo leer la historia de la novela ecuatoriana, lo que supone, en
principio, un debate legítimo y atinado. Lo que no se entiende es por qué
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 247 ISSN 2422-5932
el disenso crítico aplana las diferencias entre el libro de Ortega y los
otros textos analizados ni por qué plantear una mirada distinta sobre el
tema supone que la autora paga los peajes de la crítica o hace venias a la
teoría hegemónica.
El segundo bloque del libro es “Sin peajes: Cuatro críticos sui
generis”. De forma inesperada, el ácido enjuiciamiento es reemplazado
por la hagiografía. Los autores analizados en esta sección se contemplan
como auténticos modelos de práctica crítica, cuyos textos merecen ser
leídos, reseñados, emulados. Así, Christopher Domínguez Michael es
“canónico y seminal en sus quehaceres”, adhiere a trascendentales
valores eruditos y presenta una “ética intachable” (137), por lo que la
valoración de su obra resulta indiscutible. El llamado al cuestionamiento
riguroso queda desplazado: las obras del autor mexicano, editor de Letras
Libres y miembro de El Colegio Nacional, son revisitadas con
cordialidad. Ni los disensos suponen censura ni las observaciones
rupturas. La erudición de su pensamiento y la claridad de su prosa
eximen a Christopher Domínguez Michael de pagos de peajes, a la vez
que revelan que el único dispositivo cultural legitimador que merece ser
denunciado es el del angloglobalismo. La operación modélica se
comprueba en el resto de los autores del bloque. César Aira es aplaudido
por su oposición a la jerga universitaria, su burla a los sistemas de
validación de la disciplina y su defensa acérrima de lo literario, por fuera
de la “torre de marfil” contemporánea (203). El filósofo y ensayista Josu
Landa es enaltecido por su perfil como humanista, por su oposición a los
dogmas de la teoría literaria y la crítica latinoamericanista estadounidense
y por su búsqueda de “una hermenéutica menos paranoica que permita
mayor vinculación en esta época vulnerable que compartimos” (206). El
bloque se completa con otro capítulo que vuelve a desorientar al lector
desprevenido, ya que se aborda el trabajo de Anthony O. Scott, una de
las firmas más prestigiosas de The New York Times, donde se desempeña
como crítico de cine. Sí: un crítico de cine estadounidense que escribe en
inglés en un medio de comunicación hegemónico norteamericano es
propuesto como modelo para la crítica literaria latinoamericana, puesto
que enseña cómo se puede ejercer el oficio sin claudicar ante presiones
de la academia o el mercado. Peajes de la crítica parece mover sus
parámetros de examen y discusión de acuerdo con una lógica argumental
que no se explicita o que, en el mejor de los casos, se restringe a celebrar
cualquier escritura culta con eficacia comunicativa por fuera de la
producción académica global, la única bête noire que resiste los radicales
cambios de perspectiva presentes en cada uno de los bloques del libro.
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 248 ISSN 2422-5932
La tercera sección es “Los novelistas como críticos”, un título
que replica los dos volúmenes compilados por Norma Klahn y Wilfrido
Corral hacia 1991 y que completa la trama intertextual ya anotada. En
estos capítulos se puede constatar que la crítica literaria puede adquirir
originalidad, erudición y calidad cuando es ejercida por narradores
profesionales, insertos en la extensa tradición latinoamericana de
novelistas que también son ensayistas. Cinco son los autores relevados.
En primer lugar, se toma la crítica de José Balza. Tal como sucedía con
Domínguez Michael, los elogios se acumulan sin pudor: el escritor
venezolano es descripto como “incurablemente curioso, obsesivo,
equipado con una alusión para cualquier ocasión, un viajero intrépido y
autoconsciente, embebido y riguroso en la celebración de la prosa
discursiva y su crítica” (2019). El valor de sus interpretaciones se cifra en
su negativa a todo gesto complaciente con las modas teóricas y su
apuesta por un distanciamiento crítico y reflexión autoconsciente. Luego
se revisan las producciones ensayísticas del mexicano Enrique Serna,
entre las que se destacan Giros negros y Genealogías, en las cuales se
manifiesta un atributo que Peajes de la crítica también comparte:
“expresarse sin filtros” (264), un eufemismo para defender una prosa
dizque transparente, persuasiva y comunicativa, en oposición a la crítica
académica, empantanada en su jerga exclusivista. Prosigue la
consideración del argentino Patricio Pron y del ecuatoriano Leonardo
Valencia, dos exponentes de las promociones más jóvenes de novelistas
latinoamericanos que cultivan la crítica literaria en la prensa cultural y en
volúmenes ensayísticos. Del primero, se resalta su capacidad para
insertarse en una dinámica cultural pautada por los entornos digitales y
elaborar un discurso alejado de “la crítica literaria pontificante que reina
en la academia, a cuya obtusa jerga no hay ninguna venia en El libro
tachado […]” (280). Del segundo, se subraya su cuestionamiento explícito
a la imposición de agendas teóricas y una apuesta por los saberes de la
propia escritura literaria: “Dicho de otra manera, en su crítica no hay
ninguna performance, entendiendo por esta las improvisaciones que he
examinado para otros críticos” (290). El último autor incluido en esta
ilustre pléyade es Enrique Vila-Matas, consagrado autor español cuya
prosa ensayística parece repeler, a fuerza de calidad e ingenio, todos los
males contemporáneos del anglogobalismo.
El libro cierra con un epílogo, titulado “Hacia una crítica
iberoamericana renovada”. Sin embargo, no se leen allí recapitulaciones
ni conclusiones, sino que se plantea un nuevo recorrido por otros tres
libros de crítica literaria que parecen representar los rumbos actuales de
la disciplina. Con la intención de separar la paja del trigo” (311), se
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 249 ISSN 2422-5932
reseñan las obras Epílogo provisional. Una cierta tendencia de la narrativa
latinoamericana actual, de Elena Santos; Viceversa. La literatura latinoamericana
como espejo, de Constantino Bértolo y Paisajes en movimiento. Literatura y
cambio cultural entre dos siglos, de Gustavo Guerrero. El corpus tiene más
consistencia que los agrupamientos previos de textos y autores, aunque
la operación termina por ser la misma: identificar claudicaciones y
ponderar resistencias. De esta manera, Santos permite pensar una
renovación superadora que se constituye mediante una pura negatividad:
su crítica vale la pena porque “no utiliza crítica periodística ni privilegia
agendas estéticas o ideológicas ligeras” (312), no autoriza sus postulados
con referencias a novísimas teorías literarias, no se abroquela a
determinado coto académico. Por su parte, Bértolo rechaza las presiones
institucionales de la crítica anglófona y construye un discurso atento a las
particularidades de los textos literarios en desmedro de una malsana
abstracción conceptual. En este esquema, el trabajo de Guerrero es el
que se alza como el modelo a evitar, aquel que paga los peajes y hace las
venias, el que cae en la fatal “domesticación académica” (347). En los
párrafos finales, el epílogo admite la crisis de la disciplina y aboga por
una vocación autocrítica como modo de superar el asedio del
angloglobalismo; la apelación se completa con una adenda, “Balance y
liquidación”, que reconoce la falibilidad de los enjuiciamientos, declara la
sinceridad de las intenciones y asume el desafío de una crítica que
interpele a un público mayor.
De esta manera, se puede afirmar que Peajes de la crítica literaria
latinoamericana acierta al detectar cierta impostura en algunos desarrollos
del discurso crítico sobre las letras regionales, así como en comprender el
trascendental rol legitimador que la academia estadounidense ha
adquirido sobre los estudios latinoamericanos desde la década del
noventa. La crisis de las humanidades, el descarrilamiento de la teoría
literaria como orientación contestataria, el estallido de los proyectos
subalternos y poscoloniales, la deglución del programa de los estudios
culturales por parte de la academia globalizada son cuestiones que
atraviesan el libro y que motivan en parte algunos de sus argumentos
más sustanciales. Analizar cómo estas problemáticas impactan en la
práctica crítica no deja de ser un gesto pertinente, necesario, productivo.
Lo mismo se puede decir acerca la pregunta por un nosotros que,
por momentos, se puede captar en la argumentación. Por ejemplo,
cuando Corral discute la constelación bibliográfica de ciertos autores no
solo por el peaje que aceptan pagar, sino por la dificultad o falta de
voluntad para construir un diálogo colectivo más atento las
elaboraciones y proyectos locales pretéritos y contemporáneos. Escribe
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 250 ISSN 2422-5932
entonces: “Es difícil pensar en sus trabajos como una aseveración de una
masa crítica latinoamericanista, de un llamado del tipo «aquí estamos»”
(68). En esa última predicación, circunstancial y verbo significan tanto
como el sujeto tácito y sugieren interrogar los textos no solo por sus
orientaciones teóricas, sino por sus intenciones programáticas, sus
deseos de interlocución, su ánimo de construir en conjunto.
Otro de los aportes que se podría subrayar son las observaciones
sobre la relación entre literatura, teoría y enseñanza, una situación que
está atada a los vaivenes de la producción teórica, pero que tiene un
efecto social mucho más inmediato, en tanto influye de forma decisiva
en qué y cómo se enseña la literatura latinoamericana. No obstante, ni
este punto ni el anterior están desarrollados en el libro y lucen como
destellos de un pensamiento más amplio, integral, abarcador, que se
tiende sobre una amplia gama de fenómenos y procesos ligados al
devenir de la crítica literaria. Esta mirada totalizadora merece ser
desarrollada, organizada, argumentada; sobre todo, para clarificar mejor
los balances, las propuestas, las perspectivas generales del autor ante el
presente del discurso crítico iberoamericano. Esa formulación no se
encuentra explicitada y fundamentada en Peajes de la crítica literaria
latinoamericana, cuya estructura se asemeja más a una compilación de
monografías sobre autores, agrupadas de acuerdo con parámetros
maleables, discutibles: los críticos domesticados, los críticos
excepcionales, los novelistas como críticos, los críticos más recientes.
También se puede advertir otro elemento problemático del texto:
el estilo. Asombra el contraste entre la denuncia contra las escrituras
herméticas de la academia y la prosa digresiva del libro, que incorpora
constantemente referencias teóricas, literarias y filosóficas; que no
concede al lector instancias de definiciones, recapitulaciones,
conclusiones; que se muestra irónica y sarcástica a través de una
proliferación de adjetivaciones y atributos. El análisis de la obra
demuestra con creces que seguir y comprender el derrotero de
observaciones suscritas sobre la crítica literaria contemporánea demanda
una destreza lectora y un conocimiento de fuentes y autores que se
encuentra lejos de las posibilidades de ese amplio público añorado. Así,
Peajes de la crítica también le habla a un acotado grupo de especialistas
interesados en un pico tan preciso, particular y minúsculo como lo es
la crítica literaria sobre las letras latinoamericanas.
Pero quizás la cuestión que más debería llamar a la reflexión
colectiva es el tono que la obra adquiere, cargado de violencias,
destratos, descalificaciones. Corral celebra la crítica que se enuncia sin
filtros y procede entonces a acusar a la única autora considerada en el
Gómez, “Peajes de la crítica Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 18 / Julio 2025 / pp. 241-251 251 ISSN 2422-5932
libro de “blindarse procazmente de críticas utilizando su condición de
mujer” (92); calificar producciones como “activismo para su rebaño,
performance autoparódica” (122); denunciar a “los críticos literarios
autodenominados progresistas” y a los “provocadores que viven del
rencor y el miedo” (164); abjurar de “las cancerosas políticas de
identidad” (324). Algunas de estas caracterizaciones no escandalizan al
investigador de la literatura y el pensamiento latinoamericano que conoce
bien el rol de las polémicas y en la historia cultural de la región. Sin
embargo, aquí hay algo más peligroso, que fue anotado al principio: el
pasaje del malestar ante lo contemporáneo hacia el ataque furibundo,
focalizado en determinados ideas y sujetos, que apuesta a la invectiva
descalificadora para romper un statu quo que se considera complaciente,
confluye con el ascenso de una escena pública global que normaliza el
maltrato, inventa chivos expiatorios, justifica las represiones y añora un
pasado menos diverso y problemático.
Más allá de estas cuestiones, la lectura de Peajes de la crítica literaria
latinoamericana está plenamente justificada gracias a su amplia y
productiva mirada panorámica acerca de la actualidad de nuestro
discurso crítico, la indagación detallada de obras relevantes en la
exploración contemporánea de las letras regionales y también por la
evidente inquietud acerca de los problemas que atraviesa la disciplina en
el ámbito de la academia transnacionalizada. Es cierto: tales aportes
conviven con rasgos conflictivos que merecen ser subrayados. Pero, aun
así, los interrogantes planteados cómo leemos la literatura
latinoamericana, mo producimos crítica, cómo lidiamos con la
geopolítica del poder llaman a la reflexión, la revisión, el debate franco
entre latinoamericanistas. Y a un diálogo por fuera de los peajes y las
venias, pero también de las diatribas, admoniciones y exhortaciones
redentoras.
Bibliografía
CORRAL, WILFRIDO. El error del acierto (contra ciertos dogmas latinoamericanistas).
Valladolid: Universidad de Valladolid: Secretariado de Publicaciones e
Intercambio Editorial, 2013.
____. Condición crítica. Conversaciones con Marcelo Báez Meza. Crítica revisada.
Quito: Antropófago, 2015.
____. Discípulos y maestros 2.0. Novela hispanoamericana hoy. Madrid/Frankfurt,
Iberoamericana -Vervuert, 2019.
KLAHN, NORMA y CORRAL, WILFRIDO. Los novelistas como críticos. Tomo I y
II. México: Ediciones del Norte - Fondo de Cultura Económica, 1991.