Iriarte, sobre Cámara de eco Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / diciembre 2019 / pp. 200-210 200 ISSN 2422-5932
Anarchivismo.
Tecnologías políticas del archivo
,
de Andrés Maximiliano Tello
(2018)
Por Yael Natalia Tejero Yosovitch
Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de Tres de Febrero
Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, becaria doctoral de CONICET en el Instituto
de Filología y Literaturas Hispánicas Dr. Amado Alonso (FFyL, UBA) y docente de la Universidad
Nacional Arturo Jauretche.
Contacto: yael.tejero@gmail.com
RESEÑAS
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Los archivos se han convertido en una preocupación interdisci-
plinaria desde diversas latitudes. Andrés M. Tello, sociólogo,
doctor en Filosofía y académico de la Universidad de Playa An-
cha, publica en 2018 su ensayo Anarchivismo. Tecnologías políticas
del archivo, con el cual se inserta en el debate. La obra ofrece un
andamiaje teórico que permite integrar las nociones clásicas de
la tradición archivística con, por un lado, los enfoques que Mi-
chel Foucault y Jacques Derrida ofrecen de la noción de archi-
vo; por otro lado, con las concepciones del aparato estatal que
aportan Gilles Deleuze y Félix Guattari, y finalmente, con las
condiciones tecnológicas actuales que quedaron fuera de los
análisis de estos filósofos ya canónicos.
No es la primera vez que Andrés M. Tello construye este
tipo de articulaciones. Su labor como editor de Gobierno y
desacuerdo. Diálogos interrumpidos entre Foucault y Rancière (Commu-
nes, Viña del Mar, 2016), compila un conjunto de trabajos de
diversos autores (entre ellos, el propio Jacques Rancière), donde
se analiza la obra de este filósofo francés contemporáneo como
tributaria de la obra de Foucault y se propone una lectura ran-
cièriana de este último. También editó, junto con Raúl Rodrí-
guez Freire, el libro Descampado. Ensayos sobre las contiendas univer-
sitarias (Sangría, Santiago de Chile, 2012), que retoma los mo-
vimientos estudiantiles desde una perspectiva teórica, a partir
de una revisión histórica con énfasis en los efectos de la dicta-
dura y la consolidación del modelo neoliberal. También intenta
abrir alternativas para la construcción común y la cooperación
social, entendiendo a la institución universitaria como espacio
de luchas políticas. Esta compilación ofrece un conjunto de ca-
pítulos de lectura obligada para comprender algunos de los pro-
cesos sociales que eclosionaron en las recientes manifestaciones
de la sociedad chilena. Tello también ha sido co-editor de Sub-
versión Foucault. Apropiaciones teórico-políticas desde el sur (2018) y
autor de Capital algoritmo. El gobierno de la vida en la época de la Big
Data, actualmente en prensa.
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Uno de los objetivos de Anarchivismo es analizar los mo-
vimientos que desestabilizan toda quimera de ordenamiento
orgánico de los registros y remenes sensoriales que delimitan
los modos de vida en un espacio-tiempo determinado (10). Las
herramientas de cuantificación y almacenamiento de informa-
ción sobre nuestra vida cotidiana, que han tenido un crecimien-
to exponencial, brindan condiciones muy específicas para re-
pensar la noción de archivo. Por eso, el concepto acuñado por
la disciplina archivística en el siglo XIX ya no es suficiente para
analizar las dimensiones políticas, económicas, culturales, histó-
ricas y tecnológicas de lo que hoy denominamos archivo
1
.
Contrariamente al enfoque archivístico tradicional, Tello
entiende el archivo como
una superficie de registro extendida en el conjunto del cuerpo
social, que supone la articulación de diferentes procedimien-
tos, técnicas y prácticas sociales; un conjunto variable de ope-
raciones de clasificación y diferenciación jerárquica de los re-
gistros, tecnologías de selección y exclusión de inscripciones,
que son fundamentales para los modos de organización social
dados bajo las formaciones sociales que llamamos Estados
(62).
Es decir que la máquina del archivo no funciona única-
mente en el edificio destinado a depositar los documentos,
sino que es una máquina social que opera en el ordenamiento
jerárquico de los registros de la producción social y se constitu-
ye a partir de una articulación de diferentes cuerpos, prácticas,
técnicas y funciones enunciativas en un momento dado, supo-
niendo la configuración de todo un régimen sensible (62). La
formación de esta máquina social no es ni puede ser concluyen-
te, puesto que la naturaleza del archivo es inacabada: funciona
como una máquina maquínica (62)
2
.
1
En parte porque esta noción está presente en un variado conjunto de prácticas cotidianas: “en el funciona-
miento de las telecomunicaciones y las redes informáticas; en los usos de nuestros dispositivos móviles; en las
extensiones del aparato jurídico-legal; en los nuevos mecanismos de vigilancia y seguridad; en la gestión de
instituciones gubernamentales y privadas; en el funcionamiento de la banca y el capital financiero internacio-
nal; en los distintos organismos de investigación y producción de conocimiento; e incluso, en la misma com-
posición genética de la especie, mediante los bancos de ADN y los avances de la biotecnología” (10).
2
En esta línea, Tello se remite a las palabras de Deleuze y Guattari: Nosotros definimos las formaciones
sociales por procesos maquínicos, y no por modos de producción (que, por el contrario, dependen de los pro-
cesos). Así, las sociedades primitivas se definen por mecanismos de conjuración-anticipación; las sociedades
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El llamado archival turn en ciencias sociales, humanida-
des y artes indica que el archivo ya no es solo un insumo de la
actividad historiográfica sino un eje transversal que propicia el
cruce de saberes, prácticas de investigación y cuestionamientos
epistemológicos. A pesar de este panorama interdisciplinario,
Andrés M. Tello diagnostica una carencia: la falta de un estudio
sobre el inédito estatuto filosófico alcanzado por la noción de
archivo a lo largo del siglo XX, que tiene un lugar central en los
trabajos de Michel Foucault o Jacques Derrida, entre otros.
Como ya hemos dicho, este va a ser el punto de partida para
construir una articulación entre las nociones historiográficas del
archivo y dos líneas filosóficas: por un lado, las concepciones a
las que Michel Foucault consagra libros como Arqueología del sa-
ber (1969) y Las palabras y las cosas (1966); por el otro, el trabajo
de Jacques Derrida desplegado en toda su obra, de la que se
destacan De la gramatología (1986) y Mal de archivo (1997). La ma-
triz teórica se sustenta en las metáforas maquínicas que pro-
ponen Gilles Deleuze y Félix Guattari en Mil Mesetas (1980). Es-
tas articulaciones le permiten a Tello ocuparse del propósito
central: aquello que estremece las ensoñaciones archivísticas
en toda época pensada como tal. Es esto, nada menos, lo que el
autor denomina “anarchivismo, entendido como un movimien-
to que atraviesa cambios sociales heterogéneos y experiencias
de agitación colectiva. En estas experiencias operan ensamblajes
de cuerpos, afectos y tecnoloas que alteran los registros de
identidades, posiciones y funciones rotuladas en la máquina so-
cial que distribuye la producción general del cuerpo (y los cor-
pus) sobre la realidad, entendida como superficie de inscrip-
ción (8). El anarchivismo contiene la amenaza hacia toda orga-
nización del "presente" que toda máquina de gobierno pretende
instalar u operar; altera los principios de legitimidad resguar-
dados y dispuestos socialmente por clasificaciones instituciona-
les y mediante tecnoloas de registro cotidianas de los cuerpos,
sus rutinas y sus afectos (8).
El capítulo dos, titulado El arkhé estatal, presenta la fi-
gura del arconte como custodia de los registros, una función
importante para comprender el lugar privilegiado que le corres-
ponde a la máquina del archivo en el devenir histórico de las
con Estado se definen por aparatos de captura; las sociedades urbanas, por los instrumentos de polarización;
las sociedades nómadas, por máquinas de guerra; por último, las organizaciones internacionales, o más bien
ecuménicas, se definen porque engloban formaciones sociales heterogéneas” (2004: 442).
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formaciones sociales. A través de esta figura y de la noción de
máquina de archivo, será posible analizar la configuración
hisrica del aparato estatal, la clase dirigente que concentra el
poder y el funcionamiento de un conjunto variable de tecnolo-
gías de administración de los registros y de ordenamiento de
corpus documentales sobre lo enunciable y lo visible en un es-
pacio-tiempo determinado. Tello ilustra esta lógica a través de
casos tan distantes como las tablillas sumerias y las tecnologías
criptográficas del Pentágono.
Siguiendo la lectura maquínica de la sociedad que en-
cuentra en Mil mesetas, Andrés M. Tello se refiere al mecanismo
de cooptación por parte del Estado a través de los acoplamien-
tos específicos entre funciones estatales y máquinas de archivo,
donde aparecen dos funciones principales: el establecimiento de
un origen y el orden de los registros en la superficie social. Tal
como advierte Derrida, el funcionamiento maquínico del archi-
vo coincide históricamente con el doble sentido del término
griego arkhé: por un lado, la disposición de un principio his-
tórico, físico y natural; y por el otro, el ejercicio de un mandato
(o principio del nomos)
3
. El arkhé se expresa en el ordenamiento
que la máquina social del archivo produce en los registros. Este
ordenamiento y la gestión de las inscripciones establecen una
secuencia temporal que explica el origen de diversas dimensio-
nes de la realidad y expresa una dimensión mítica instauradora
de derecho. Existe una violencia archivadora en el estableci-
miento del arkhé en su doble sentido: la disposición del princi-
pio natural o histórico y el comienzo del mandato, que nos
remite a su principio nomológico
4
. El origen nunca cesa de co-
menzar ni de gobernar y mandar lo que ha iniciado. Ejemplos
de distintos momentos de la historia demuestran que en los ar-
chivos se cumple la función básica de organizar el registro de
las actividades económicas, legales y religiosas. Así, el doble
principio del arkhé se convierte en un doble principio del Esta-
do: gracias a su acoplamiento con la máquina social del archivo
se hace posible toda formación estatal.
3
Siguiendo la filosofía de Mil mesetas, el devenir, la transformación, el nexo, son ese acoplamiento que sólo
es posible pensar en proceso. Las variaciones del acoplamiento maquínico entre Estado y archivo alterarán
también los regímenes sensibles derivados del arkhé y el nomos, entendidos como comienzo y mandato (Cfr.
52).
4
Andrés M. Tello aclara los múltiples significados de nomos: apropiación, partir y repartir, apacentar. Es una
noción que designa el dictamen de la medida original, tanto de lo que es legítimo como de aquello que otorga
sentido a la ley (Cfr. 56).
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El trabajo de Andrés M. Tello ejerce la voluntad de de-
poner la mirada eurocéntrica con respecto al lugar de la máqui-
na social del archivo en las formaciones estatales. Si la escritura
fonética fue tomada como índice civilizatorio, esto revela la po-
sición occidental y limitada que ha tenido el análisis de los esta-
dos arcaicos en África, Polinesia y las Américas. Las sociedades
antiguas en estas regiones no contaban con un sistema de escri-
tura tradicional, pero desplegaron una superficie de registro pa-
ra su organización económica, política y social: una máquina
social del archivo. Articulada al Imperio Incaico, por ejemplo,
esta máquina se desarrolló a través de los quipus, que permitían
registrar censos de la población, balance de las cosechas, suce-
sos históricos y tradiciones. En otras palabras, la máquina social
del arkhé surge con la apropiación de tierras por parte de un
grupo social, la distribución del territorio entre sus integrantes y
el apacentamiento de los recursos
5
. Pero una vez que los asen-
tamientos humanos alcanzan cierto nivel de complejidad orga-
nizacional y de estructura jerárquica, comienzan a requerir una
administración más compleja donde la producción y la custodia
de los registros asume una función que legitima las instituciones
imperantes y garantiza su funcionamiento social. La conforma-
ción de los archivos muta a la vez que emergen otros grandes
imperios arcaicos: babilónicos, asirios e hititas, formaciones que
tal como sostiene Ernst Posner en Archives in the Ancient World
(1972), jamás hubiesen podido funcionar sin un almacenamien-
to y una administración eficiente de los distintos tipos de regis-
tros (comerciales, tributarios, gubernamentales, jurídicos, di-
plomáticos, religiosos o literarios).
La tesis de Anarchivismo con respecto al funcionamiento
del doble principio de la máquina social del archivo es que no
hay una conformación del arkhé exenta de una operación activa
de exclusión de las huellas ni de una violencia archivadora que
se manifiesta en modalidades de eliminación selectiva de ins-
cripciones o, incluso, en una destrucción planificada o eventual
de los registros. Por eso también se trata de la manifestación de
aquella violencia mítica que está presente en la instauración del
5
“Si los primeros depósitos documentales se conforman junto a los Estados e Imperios arcaicos, es porque
entre sus funciones básicas destacan: complementar la administración de las operaciones económicas, permitir
un monitoreo de diversas actividades sociales y registrar relaciones políticas de creciente complejidad en los
primeros centros urbanos. Dichas funciones resultan fundamentales para el despliegue de la formación social
del Estado, y en ese sentido, el acoplamiento de esta última con una máquina de archivo parece inexorable”
(59).
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archivo mismo. Sobre este aspecto del trabajo de Tello, Daniel
Link sostiene que el anarchivo reproduce el gesto de anarquis-
mo, en lo que respecta a la impugnación de los mandatos y
los orígenes: Lo que subraya es la desconanza que debería-
mos sostener ante los nombres (o las categorías), que son
tecnoloas de disciplinamiento (2019: 28).
La violencia del archivo, o lo que Tello llama poder ar-
cóntico, siempre supone un esfuerzo por determinar lo ilimi-
tado a partir del doble principio en la formación de un corpus.
A través del funcionamiento de la máquina social del archivo se
definen los parámetros en los que se desarrollan las actividades
colectivas; se configuran en el archivo diferentes formas de re-
gulación de prácticas discursivas. La organización del archivo y
su clasificación jerárquica nunca es igual a lo largo del tiempo,
pues la máquina social varía su funcionamiento estratégico y
las formas de sus articulaciones de acuerdo a la irrupción im-
predecible de los acontecimientos (63-64).
En la línea de Foucault, Tello afirma que el archivo es un
a priori histórico: es allí donde se busca dar coherencia a la histo-
ria, eliminando todo aquello que altere la narrativa propuesta
por la organización de los documentos, objetos o inscripciones.
Más allá de sus cambios, el archivo tiende a establecer el doble
principio del que deriva el ordenamiento de los registros que
resguarda. Cada nueva configuración se instaura mediante una
violencia archivadora y en esto resuena el clásico texto de
Walter Benjamin Para una crítica de la violencia (1921). Este
fenómeno se verifica en los relatos sobre los orígenes humanos
y su justificación en las estructuras de poder que cimentaron los
Estados e Imperios antiguos pero también en las máquinas esta-
tales modernas (por ejemplo, en la teleología del progreso). La
máquina social del archivo, además, no solo resguarda elemen-
tos de carácter heterogéneo sino que también establece la natu-
raleza de la conjunción entre esos elementos, a menudo incone-
xos. Para eso (y para legitimarlos), cuenta con cuatro mecanis-
mos fundamentales: un principio de ordenación o jerarquiza-
ción de los objetos y signos congregados; dispositivos de clasi-
ficación que varían de acuerdo al principio anterior, mecanis-
mos de valorización de su acervo y aparatos de control para su
acceso y su exhibición (65).
Anarchivismo otorga un lugar especial al primer archivo es-
tatal moderno, el de Simancas, fundado en 1540 por Carlos V
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para albergar los documentos del naciente imperio. La expan-
sión de la máquina imperial en el Nuevo Mundo supone, para
la Corona Española, un incremento de registro y de producción
de documentos derivados de sus múltiples organismos burocrá-
ticos. El Archivo de Simancas es expresión de nuevos acopla-
mientos entre la máquina social del archivo y la máquina estatal-
imperial: A partir de funcionamiento maquínico opera una vo-
luntad de identificación, selección, clasificación y jerarquización
de los cuerpos, los signos y los afectos de los nuevos territorios
sobre los que se extiende el imperio (67). El acontecimiento de
América conduce a un cambio en la política occidental en el
poder soberano (que incorpora en sus cálculos la vida de la
nueva población indígena) y en su forma de gobierno (sustenta-
da en un nuevo principio racial y en la categorización supe-
rior/inferior). Tello observa en esta transformación el surgi-
miento de una bio-colonialidad de poder. El gobierno del
Nuevo Mundo será el presupuesto necesario de la posterior
configuración biopolítica descripta por Foucault a propósito de
las sociedades occidentales del siglo XVIII y XIX (Cfr. 68-70).
El capítulo III, Inscripción y tecnologías del archivo,
aborda la diferencia entre inscripción y registro: la máquina so-
cial del archivo administra la superficie de inscripción que lla-
mamos mundo, constituyendo el registro donde sus marcas
son distribuidas y clasificadas. Este punto de partida habilita al
autor a realizar un repaso del modo en que Derrida deconstruye
la metafísica de la presencia, para finalmente afirmar que la de-
construcción traza la continuidad del nomos del arkhé en cual-
quier tipo de formación social.
En los abordajes de la materialidad de la huella y el so-
porte de los registros, ni Foucault ni Derrida han contemplado
las mutaciones recientes de la tecnología de archivación. El ca-
pítulo IV, Debajo del archivo, trabaja esta cuestión insoslaya-
ble. Tello recala en los aportes de Friedrich Kittler, referente de
la denominada arqueología de medios, un campo de estudios
interdisciplinarios que impugna el mito del progreso lineal de
los medios de comunicación. Esta disciplina aborda los nuevos
medios del pasado para comprender su presencia en los me-
dios de hoy y rescatar las contrahistorias de esas voces olvida-
das de la historia (Cfr. Vilar, 2018). Conviven en esta noción de
arqueología tanto su definición como historia de la cultura ba-
sada en exhumar e investigar artefactos del pasado para recons-
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truirlo, como su sentido foucaulteano: el análisis de las condi-
ciones de posibilidad de los enunciados y la descripción siste-
mática de los discursos como prácticas sometidas a reglas. Este
condicionamiento recíproco entre materialidad y discurso, que
la arqueoloa de medios refuerza, está presente en la perspecti-
va mediante la cual Andrés M. Tello analiza los acoplamientos
de la máquina social del archivo y el aparato estatal. Tanto el
proyecto de la gramatología como los abordajes foucaultianos
del archivo deben hacerse teniendo en cuenta los cambios expe-
rimentados por las máquinas de escritura informática. Kittler
sostiene que la materialidad del hardware altera y determina la
escritura y la programación del software (lo cual supone una ac-
tualización de la tesis de Marshall McLuhan: “el medio es el
mensaje). Se produce entonces una nueva disposición de las
relaciones de poder a partir de los lenguajes de programación y
encriptación informática.
El capítulo V, Registros espectrales, propone una dis-
tinción entre las nociones de memoria y archivo. Se establece
aquí una analogía entre los filósofos que pensaban la memoria a
partir de archivos de antiguos imperios y los neurocientíficos
que la piensan en relación a los archivos digitales. El examen de
esta cuestión conduce a Tello a afirmar que toda evocación de
una impresión pretérita implica un proceso de reelaboración
creativa (175) que lleva consigo la distorsión de los registros.
La memoria es una dislocación de las figuras almacenadas en el
archivo; por eso, el ejercicio de la memoria es siempre anarchi-
vista (178). El Capítulo VI, tituladoCapitalismo arcóntico,
señala que las empresas más poderosas son, actualmente, aque-
llas cuya actividad implica la acumulación de Big Data. Esto
impone un análisis genealógico de las máquinas sociales y la
transformación de sus tecnologías, que permita apreciar el pro-
tagonismo de los registros no como una mera novedad en los
procesos de producción, sino como una variación específica en
los acoplamientos entre archivo, aparato estatal y máquina capi-
talista, cuyo resultado es una formación que Tello denomina,
precisamente, capitalismo arcóntico.
El caso más elocuente que este ensayo recoge es el des-
tino de la última imagen de Salvador Allende con vida durante
el golpe de Estado que lo derrocó en 1973. Publicado en el New
York Times, premiado por la World Press Photo y comercializa-
do por Getty Images, el documento es actualmente propiedad
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de Visual China Group, que exige una cuantiosa suma en dóla-
res por su uso o adquisición. Este dato estremecedor abre el úl-
timo capítulo, titulado Máquinas anarchivistas, donde se ilus-
tra el funcionamiento del capitalismo arcóntico: salvaguarda el
acervo y, paradójicamente, mantiene el acceso vedado. Por otro
lado, esta parte también expone la verdadera función de los
aparatos represivos. Siguiendo a Rancière, Tello afirma que es
un error restringir la función de la policía a los mecanismos de
coerción y seguridad básicos; sino que se trata de la organiza-
ción de los cuerpos y las funciones en el espacio común. En
efecto, según los aportes del trabajo colectivo publicado en Go-
bierno y desacuerdo, la política no debe confundirse con los dispo-
sitivos de saber-poder de Foucault y tampoco con relaciones de
fuerza. Se trata más bien de una ruptura específica de la lógica
del arkhé (de todo mandato, comienzo o fundamento). Rancière
intenta disociar el pensamiento de lo político del pensamiento
del poder, puesto que el primero es el encuentro de dos lógicas
opuestas o heterogéneas, la policial y la política. Esta últi-
ma se constituye en ruptura con la lógica policial, haciendo así
visible la contingencia del orden. Ese orden no es otra cosa que
los registros e inscripciones operados por la máquina social del
archivo. No es posible mantener el ordenamiento social sin el
archivo que lo respalda.
En un presente de capitalismo arcóntico, donde las em-
presas más poderosas son dueñas de la inconmensurable can-
tidad de información que producimos, son necesarias otras
formas de rebelión, conscientes de los acoplamientos que el
aparato estatal y la máquina capitalista ejercen sobre la máquina
social del archivo. Por eso, el autor exhorta a los lectores a pen-
sar en la posibilidad de apropiación de las tecnologías de regis-
tro que permitan ensamblar las prácticas colectivas heterogé-
neas de las máquinas anarchivistas y la emergencia de modos de
subjetivación política que hagan posible un proyecto emancipa-
torio.
BIBLIOGRAFÍA
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