Iriarte, sobre Cámara de eco Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 7 / diciembre 2019 / pp. 200-210 205 ISSN 2422-5932
El trabajo de Andrés M. Tello ejerce la voluntad de de-
poner la mirada eurocéntrica con respecto al lugar de la máqui-
na social del archivo en las formaciones estatales. Si la escritura
fonética fue tomada como índice civilizatorio, esto revela la po-
sición occidental y limitada que ha tenido el análisis de los esta-
dos arcaicos en África, Polinesia y las Américas. Las sociedades
antiguas en estas regiones no contaban con un sistema de escri-
tura tradicional, pero desplegaron una superficie de registro pa-
ra su organización económica, política y social: una máquina
social del archivo. Articulada al Imperio Incaico, por ejemplo,
esta máquina se desarrolló a través de los quipus, que permitían
registrar censos de la población, balance de las cosechas, suce-
sos históricos y tradiciones. En otras palabras, la máquina social
del arkhé surge con la apropiación de tierras por parte de un
grupo social, la distribución del territorio entre sus integrantes y
el apacentamiento de los recursos
. Pero una vez que los asen-
tamientos humanos alcanzan cierto nivel de complejidad orga-
nizacional y de estructura jerárquica, comienzan a requerir una
administración más compleja donde la producción y la custodia
de los registros asume una función que legitima las instituciones
imperantes y garantiza su funcionamiento social. La conforma-
ción de los archivos muta a la vez que emergen otros grandes
imperios arcaicos: babilónicos, asirios e hititas, formaciones que
tal como sostiene Ernst Posner en Archives in the Ancient World
(1972), jamás hubiesen podido funcionar sin un almacenamien-
to y una administración eficiente de los distintos tipos de regis-
tros (comerciales, tributarios, gubernamentales, jurídicos, di-
plomáticos, religiosos o literarios).
La tesis de Anarchivismo con respecto al funcionamiento
del doble principio de la máquina social del archivo es que no
hay una conformación del arkhé exenta de una operación activa
de exclusión de las huellas ni de una violencia archivadora que
se manifiesta en modalidades de eliminación selectiva de ins-
cripciones o, incluso, en una destrucción planificada o eventual
de los registros. Por eso también se trata de la manifestación de
aquella violencia mítica que está presente en la instauración del
“Si los primeros depósitos documentales se conforman junto a los Estados e Imperios arcaicos, es porque
entre sus funciones básicas destacan: complementar la administración de las operaciones económicas, permitir
un monitoreo de diversas actividades sociales y registrar relaciones políticas de creciente complejidad en los
primeros centros urbanos. Dichas funciones resultan fundamentales para el despliegue de la formación social
del Estado, y en ese sentido, el acoplamiento de esta última con una máquina de archivo parece inexorable”
(59).