Isola, Proyecto Mnemosyne Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020/ pp. 421-423 421 ISSN 2422-5932
Laura Isola
Universidad de Buenos Aires Universidad de Tres de Febrero
Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Enseña “Literatura del siglo XX” en la
carrera de letras de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y dicta un “Taller de escritura de géneros
periodísticos” en la Maestría de Estudios Literarios Latinoamericanos (UNTREF). Escribe sobre
crítica de arte en el suplemento de Cultura del Diario Perfil. Se desempeñó como periodista cultural en el
suplemento Radar y Radar libros del diario Página/12 desde 1998 hasta 2004, en adncultura de La
Nación y Ñ de Clarín. Trabajó como curadora responsable del área de Letras del Centro Cultural
Ricardo Rojas (UBA). Enseña español y literatura latinoamericana para extranjeros desde 1995 hasta
la actualidad en diferentes programas de intercambio. Participa de programas de investigación sobre
literatura en el marco de los programas de Ciencia y Técnica de la UBA
Contacto: lauraisola@yahoo.com
Proyecto Mnemosyne
Obras 2006-2016 de Rubén Grau
GALERÍA
ARTÍSTICA
Isola, Proyecto Mnemosyne Revista de estudios literarios latinoamericanos
Número 9 / Diciembre 2020/ pp. 421-423 422 ISSN 2422-5932
Nueve noches con Zeus fueron suficientes para que Mnemosyne
engendrara a las nueve musas y se quedara, ella misma, con el lugar
de la titánide de la memoria. Es que la bella, de largos cabellos, no
necesitó ser diosa para ejercer un reinado tan importante, sobre
todo, en una sociedad básicamente oral e iletrada. La memoria,
entonces, tiene un funcionamiento no sólo como archivo
privilegiado en las civilizaciones clásicas sino que actúa en la
construcción del mundo que, no es ni más ni menos, que la
designación del nombre de las cosas. Además de los dioses que
mencionaste, leemos en Critias o La Atlántida de Platón, deberás
llamar a Mnemosyne por sobre todos esos. Prácticamente, la parte
más importante de lo que estamos diciendo se lo debemos a ella”.
Por lo tanto, hablar y recordar son acciones solidarias, implicadas y
altamente dependientes de la prolífera señora del dios de los dioses.
Sin embargo, ese papel central de la memoria que aparece no solo en
el texto de Platón sino en Heródoto, el padre de la criatura, la
Historia y también en Aristófanes, no ha perdido su relevancia
aunque ha variado: encontró otras formas pero sigue persistiendo en
su carácter acumulativo y de significación.
Un poco a eso y otras cosas más, nos atrevemos a pensar, que
se refiere Rubén Grau al nombrar Mnemosyne al proyecto y al
conjunto de obras que mostramos en el dossier. Desde una
multiplicidad de estéticas, poesía visual, objetos, instalaciones y
pinturas, el artista rompe con la idea de una memoria unívoca y
traslada su pensamiento a imágenes bellas y contundentes.
Una serie está formada por las fotografías intervenidas
bibliotecas ilustres, como la de Clorindo Testa, Eduardo Stupía,
Jacques Bedel y Luis Felipe Noé. Sobre esas fotos que denotan libros
y connotan los esfuerzos y las vanidades de los coleccionistas, Grau
extiende su arte. Tendiendo hilos, clavando mariposas, tejiendo redes
sobreimprime una interpretación abierta pero posible. Es que la
potencia imaginativa que está en esos collages obliga a prescindir de
las palabras. En todo caso, lo que activa es la memoria visual y algo
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parecido a un recuerdo emotivo. Ya no recordamos el nombre de las
cosas para poder hablar de ellas.
Mnemosyne, el grupo de obras, dota de una nueva significacn a
ese delgado equilibrio entre las palabras y las cosas. Suspende el
valor y crea un pequeño reservorio para que las imágenes nuevas se
impregnen y comiencen a funcionar, como en el principio de los
tiempos. Aquí lo visual es la dominante y todo lo que parecía que ya
habíamos visto, cae en la trampa como el insecto en la tela de la
araña.
En los bordes de un experimento que une un conceptualismo
blando encantador y una expresión lírica fuerte, las obras de Grau son
visuales y musicales. Porque suenan a la manera de una pequeña
sinfonía que invade la sala. Con distintos tonos opacos que se
podrían tocar sobre los libros de barro que construye para una
biblioteca ideal, como si fuera un xilofón. O escuchar el
imperceptible aleteo de una mariposa que sirve de respaldo de una
silla mínima, prefecta, como muestra absoluta de que tal cosa pueda
ser pensada.
O como referencia que ofrecía Mnemosyne a los consultantes,
según cuenta la historia del oráculo de Trofonio. Luego una serie de
pasos, de sacrificios y de beber de las aguas del río del olvido y el de
la memoria, quienes querían saberlo todo estaban exhaustos, locos y
desvariando. Listos para que los sacerdotes interpretaran sus delirios
y reordenaran el mundo. En todo caso, será la misma silla que ha
sobrevivido a las miles palabras, a los cuentos y los años.