Aruquipa, “La fiesta travesti…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 1 / Noviembre 2023 / pp. 120-147 129 ISSN 3008-7619
Relata muy bien Ernesto Cavour, músico charanguista, quien reconoce
el barrio de Chijini como la cuna de artistas bohemios paceños, y que conoció
a Jaime del Rio cuando tenía 7 años, a través de su tío Jaime Sanjinés quien
fue su amigo. Lo recuerda como a un bohemio, siempre lo veía con su
chalinita envuelto, muy alhajo, simpático; ya luego de joven recuerda que los
amigos que le conocieron, contaron que el mismo Jaime se puso el
sobrenombre “del Río” como nombre artístico porque le habían levantado
del río, así como a moisés según la historia bíblica es salvado en el río, por lo
que era señalado como hijo “natural”.
El sobrino Raúl Ramírez Ustariz cuenta que su tío asistía a todas las
fiestas de los parientes, le decían el infalible, aunque muchos se enojaban por
su presencia porque jamás ha sido comprendido por su familia, lo han
discriminado privándole de los derechos que le correspondían, por ser hijo
natural, que en aquellas épocas era mal visto y peor aún si eras artista, después
de los malhechores eran mal vistos los artistas en ese entonces.
La familia emocionada me cuenta que su tío era un hombre muy
pretencioso, orgulloso, altanero, se vestía tan impecable que emulaba a
Gardel en presencia y voz, por eso le decían el zorzal de chijini. Todos los
días andaba con trajes de moda, todo un artista, un galán, había ganado
muchos premios de la alcaldía, vivía con escasos recursos, en un cuarto de
aproximadamente 7x4 metros, que su tía María Ramírez le había cedido, era
un solo cuarto donde estaban la cama, algunos muebles, la cocina y la sala,
espacio donde acogía a todos sus amigos y se armaba las noches bohemias.
A este relato complementa su sobrina Rilma Ramírez, contando que su tío
era muy cariñoso con ella y la llamaba mi pequeña lulú, me relata: “yo pasaba
todos los días por su casa, él me peinaba unas trencitas con rosones para ir al
colegio, tenía una paciencia única, y ya cuando era adolescente venía a mi
casa, como todo artista. Hasta en la actualidad, no tenía recursos, traía letras
escritas en papel a lápiz en unos medios cuadernitos y me decía: hijita
transcribe mis escritos en la máquina de escribir y le complacía. Su cuaderno
era lleno de composiciones, componía bastante, las paredes de su cuarto
estaban llenas de versos, mucha poesía ‘Si las paredes hablaran’, a este
inmenso mar de letras acompañaban fotos de artista de revistas antiguas
como Carlos Gardel, Frank Sinatra, era impresionante. Seguramente yo
transcribí muchas de esas letras mientras pasaba un programa radial que
complacía con canciones para hacer más popular al artista, entonces mi tío