Carballar, “La palabra en el cuerpo…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 1 / Noviembre 2023 / pp. 244-247 245 ISSN 3008-7619
Es difícil imaginar hoy un género moderno y popular en el que la voz juegue
un papel tan destacado como en el hip-hop. Todo cae en ella y todo es
reclamado por ella. Lo hace desde uno de los conceptos más importantes del
estilo: el flow, soporte y “porta-voz”, que define a quien empuña el micrófono.
El Hip-Hop es trans-genérico, porque si bien la voz y su encarnadura prosódica
–los MC’s, son pura garganta emitiendo como antenas parlantes en el furor
de sus escuchas– se destacan, la voz tiene que estar encarnizada: necesita de la
imagen para ser en el mundo y debe estar situada en una escena (que incluye
la manera de caminar, de hablar, de vestirse, de comunicarse, una suerte de
“vivir juntos”). Como todo género popular, el hip-hop tiene sus reglas, sus
desvíos, sus calles más o menos céntricas y sus baldíos. El beat, la base,
métrica y rigurosa, proviene de máquinas apropiadas por los primeros
cultores de esta música. Es conocida la anécdota de los primeros DJ’s usando
los discos de Kraftwerk –grupo de una estética, en principio, alejada del ardor
y la improvisación hip-hoperos– para usar de base en las jams callejeras de las
ciudades post-industriales de la costa este norteamericana. La máquina brinda
la métrica, el pulso: es como Apolo que impuso su metro a las ninfas –
risueñas, atrevidas y díscolas– para la poesía; los rapers, a través del flow,
liberarán la prosodia de esa métrica, como artistas performáticos, en tensión
con la acentuación implacable del beat.
Es tan fuerte la asociación entre el hip-hop y la voz que la palabra se
escribe, no podría ser de otra manera, en el cuerpo. Asociado a la
improvisación, cada artista de hip-hop es un pliegue sobre la respiración, la
pausa, el ataque, dice al decir. Tomar aquellas grabaciones de la Düsseldorf
transatlántica habla también del aspecto mundial del hip-hop, que, a su vez,
se relaciona con un espacio marginal de América: Jamaica y sus productores
musicales, en un cruce de lecturas heréticas de géneros musicales y textos
sagrados. Toda escuela es heterodoxa.
A riesgo de ser anacrónico de toda anacronía (pero imaginemos que
estamos “recortando y pegando”), cito aquí a Daniel Link (2015), quien cita
a Amado Alonso, cuando en Poesía y estilo en Pablo Neruda escribe:
Las palabras, además de ser unidades de sentido, tienen un peso somático,
requieren una representación sensible de ellas mismas, con su propio sonar,
y sobre todo, con la obligada actividad orgánica para producirlas. No hablo
aquí de la actividad de la mano al escribirlas, me refiero a la actividad de
nuestro organismo entero al hablarlas, y en especial a la acción de los
órganos articuladores, que, aun en la representación silenciosa de la palabra
viva, esquematizan el trabajo productor. Al pensar una frase, nuestro
organismo hace las palabras: la lengua no recorre físicamente todos sus
caminos, pero ahí está dibujado el trayecto en un embrión de movimiento;