Paredes, “Sobre Ficciones de pueblo Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 1 / Noviembre 2023 / pp. 248-254 248 ISSN 3008-7619
SOBRE
FICCIONES DE PUEBLO: UNA
POLÍTICA DE LA GAUCHESCA (1776-1835)
JUAN IGNACIO PISANO
Eduvim, 2022
por
Lautaro Paredes
Universidad de Buenos Aires - FFyL
Profesor de Letras por la UBA. Actualmente es integrante de la Cátedra Libre de Estudios Filológicos
Latinoamericanos “Pedro Henríquez Ureña” y forma parte del consejo de redacción de la Nueva Revista de
Literaturas Populares. Colaboró como becario durante el 2022 en el proyecto Archivo y diagrama de lo
viviente (siglo XX)”.
Contacto: lautaroo.paredes@gmail.com
ORCID: 0000-0002-3070-8080
DOI: 10.5281/zenodo.10144408
RESEÑAS
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Todo el libro de Juan Ignacio Pisano descansa sobre un supuesto problemático
pero, a la vez, seductor: no puede usarse la voz del otro sin implicarse. La voz
ajena nunca es algo dado, sino que se vuelve una zona inestable de peligro.
Pisano toma, para este supuesto, la concepción de Giorgio Agamben (2017)
según la cual el uso es aquello que implica al individuo con el mundo, al humano
con lo real y, en Ficciones de pueblo, compromete la palabra del letrado con lo
popular en su utilización de la voz gaucha.
Al mismo tiempo, la escritura avanza allí motorizada por un deseo: la
necesidad ineludible de no caer en los lugares comunes con que la
historiografía literaria y la crítica pensó la gauchesca. Esto se advierte, por un
lado, en el objeto que esta investigación construye, el cual incluye el período
colonial en su estudio de la gauchesca y recuperaneros secundarios como el
teatro, los diálogos y la prensa gacetera gaucha, acercándose a algo que podría
denominarse como la materia gauchesca. Por otro lado, esta preocupación se hace
notoria en la lectura particular que se hace de la figura de Bartolo Hidalgo.
Ficciones de pueblo intenta socavar la concepción de Hidalgo como el grado cero
de la gauchesca. Sin dejar de reconocer el lugar central que tuvo en el ambiente
intelectual rioplatense en los inicios del siglo XIX, Pisano interpreta su papel
como fundador de la gauchesca más como parte del proceso de canonización
del género.
Este esfuerzo por no caer en las concepciones dadas de la crítica hace
pie en el lugar central que le da Pisano a la investigación de archivo y en la
preocupación por la circulación y materialidad de los textos con los que trabaja;
elementos que contribuyen a despejar los prejuicios historiográficos de las
investigaciones. La búsqueda por el comprender un ambiente cultural hace, en
esta publicación, del trabajo de investigación una tarea moral; la escritura se
realiza entonces persiguiendo un objeto en constante movimiento: la imagen
del pueblo que en la lengua gauchesca se proyecta.
El autor de El último Falcon sobre la tierra hace el corte de su corpus en
el período que va desde 1776 (con Pedro de Cevallos como Virrey del Rio de
la Plata) hasta 1835 (inicio del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas).
Durante este período, Pisano percibe un “agauchamiento de la política”, lo
cual se ejemplifica con dos eventos históricos. En primer lugar, con el
homenaje que le hace Juan Baltazar Maziel en 1777 al Virrey Cevallos a partir
de la escritura de veinte poemas en los que toma la voz de un plebeyo rural.
Luego, el agauchamiento de la política se exhibe con las apariciones en la
década de 1820 en espacios públicos y de sociabilidad rural de Manuel
Dorrego figura destacada de la provincia de Buenos Aires que llega a ser
gobernador en dos ocasiones en las que interactuaba con los gauchos y
vestía las mismas ropas. Estos hechos son elocuentes para pensar una etapa
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en que el bajo pueblo se vuelve un actor central en la articulación política. A
la vez, éste fue un período en el que representar a la plebe rural, apropiarse
de sus costumbres y tomar su voz para hablar en nombre de lo popular,
fueron las formas disponibles para hacer política.
La gauchesca se piensa, entonces, como una zona propicia para estudiar
lo que Pisano llama “ficciones de pueblo”. Una ficcn de pueblo es un modo de
disputar desde la literatura aquello que constituye el sentido, en un contexto
determinado, del significante pueblo a partir de la consideracn del lugar del par
(en tensn) pueblo/plebe (Pisano, 2022: 21). La gauchesca despliega un
imaginario en que se juega la significación del pueblo, el cual se levanta como un
signo siempre inestable,vil y que nunca llega a coincidir consigo mismo. Esta
lucha al interior de la gauchesca, a la vez, se disputa el reparto de lo sensible en la
sociedad rioplatense. Aquello que Rancière concibió, y que Pisano recupera, como
[e]sa distribucn y esa redistribución de los espacios y los tiempos, de los lugares
y las identidades, de la palabra y el ruido, de lo visible y lo invisible(Rancière,
2011: 16). La gauchesca, por la hibridez intrínseca al nero, entre lo culto y lo
bajo, lo escrito y lo oral, la letra y la voz, crea relatos que exhiben una zona del
imaginario social desde una modalidad polifónica, y que permiten recuperar las
tensiones propias de la época en torno a la significación del pueblo.
El primer capítulo se aboca al período colonial, y el análisis se centra en
la obra de Juan Baltazar Maziel (1727-1788). Allí, Pisano recupera el espacio
destacado que ocu Maziel en el ámbito intelectual rioplatense y en los
espacios de socialización literaria, y pone el foco en su poema “Canta un guaso
en estilo campestre los triunfos del Excmo. Señor D. Pedro Ceballos” (1777).
Este poema con el que luego se recordaría la figura de Maziel es analizado a
partir de su inclusión en un corpus de veinte poemas que el escritor dedica al
Virrey Cevallos tras la expulsión de Portugal de la Banda Oriental. Desde allí,
Pisano logra disipar la idea de que este poema fue un “caso aislado” de una
literatura “protogauchesca”, y le permite integrarlo a un ambiente cultural que
ya manifestaba los elementos principales de la gauchesca.
1
¿Por qué tomar la voz de un plebeyo rural, de un guaso, para celebrar
las victorias del gobernante? Sen Pisano, este recurso se utiliza para darle un
sentido comunitario y pluriclasista al logro de Cevallos. “La voz del guaso
emerge, en la ficción, como signo de una plebe que se afirma en un territorio
sentido como propio y gobernado por un héroe” (106). Se crea, desde allí, la
ficción de un pueblo colonial y criollo. El pueblo se comprende como la totalidad de
una comunidad, y ésta se pone en función del Virrey como centro ordenador.
1
Pisano recupera la definición de Julio Schvartzman (2013), que propone como convención inicial del
género un pacto de lectura según el cual aquello que se lee es tomado como la versión escrita de algo
cantado o recitado por uno o más gauchos.
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El gobernante como el pncipe en Maquiavelo o el pastor en Tecnologías del yo
de Foucault hace posible el pueblo, el conjunto, la muchedumbre, y ésta tiene
por función celebrarlo y acompañar. Con todo, también se constituye como
pueblo criollo, dado que a pesar de percibirse como parte del Imperio español,
se realiza ya desde una configuración local y americana.
En el segundo capítulo estudia la poesía gauchesca de la década de 1810,
haciendo foco en los cielitos patrióticos; forma poética de la que Bartolomé
Hidalgo (1788-1822) fue referente. Pisano sostiene que en esta década la
concepción del significante pueblo sufre una reconversión a partir del
espacio disponible que deja la ausencia del monarca (Pedro de Cevallos o
Fernando VII). Desde la voz comunitaria del cielito, el pueblo empieza a
desplazarse desde su lugar periférico hacia el centro del discurso de la política:
[El cielito] Propone, y esto es un gesto más radical para la época, al gaucho como
parte del pueblo gracias al artificio mismo del uso de la palabra del otro. El
letrado no le da la voz, sino que construye el marco ficcional para que la voz
emerja y, circunstancialmente, el potencial blico plebeyo que se identifica
con lo que oye-lee se asuma parte de ese mundo en común. (Pisano, 2022: 192)
Los cielitos integran al bajo pueblo como parte de las promesas de igualdad
y libertad en torno al Sol de Mayo y, desde ahí, empieza a hacerse inteligible
o, retomando a Rancière, adquiere un nuevo capital en el reparto de lo
sensible. De esta forma, Pisano sostiene que estos discursos delinean una
ficción de pueblo cívico. Él lee en versos como “Aquí no hay centros ni coronas/
Ni tampoco inquisición/ Hay puros mozos amargos/ Contra toda
expedición” que Hidalgo cantaba en 1819, como un doble movimiento, a
partir del cual se desplaza a España como centro de un imaginario político, a
la vez que integra al bajo pueblo a los ideales de la ilustración.
El siguiente capítulo se aboca al teatro gauchesco de todo el período
estudiado (de 1776 a 1835), donde Pisano encuentra cuatro obras gauchescas:
El amor de la estanciera (1780-1790), El valiente fanfarrón y criollo socarrón (década
de 1800), Las bodas de Chivico y Pancha (1826) y El detalle de la Acción de Mai
(1818). La serie teatral tan poco estudiada, afirma Pisano, plantea la
posibilidad de nuevas intertextualidades, imaginarios de lo cotidiano-
gauchesco, y puede funcionar como puente para nuevas lecturas. Mientras
las tres primeras obras retoman el teatro español de la época y proponen una
trama familiar, construyendo una cotidianeidad rural y la posibilidad de una
ficción de pueblo matrimonial, El detalle de la Acción en Maipú se aproxima al
ideal de un pueblo cívico, a partir de la narración de un soldado gaucho
narrando la batalla revolucionaria.
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Luego, en el cuarto capítulo, se trabajan los diálogos gauchescos que,
sostiene Pisano, en la década de los veinte desplazan a los cielitos como forma
dominante de la gauchesca. En ese contexto, Hidalgo es puesto nuevamente
en el centro del análisis, y Pisano recuerda que fueron sus diálogos, como el
“Diálogo patriótico interesante…”, los que le dieron la fama en su época al
escritor. Estos diálogos son pensados como una continuación o desviación
de la ficción de pueblo cívico que Pisano lee en los cielitos de la década
anterior, pero una diferencia fundamental es que estos diálogos ya no hablan
desde un gaucho pensado como sujeto colectivo, sino que quién habla ahora
lo hace desde una enunciación individual.
2
La ficción del diálogo gauchesco hace de ese espacio indecidible el terreno sobre
el que opera su intervencn a partir de subjetividades que, desde la palabra, se
inmiscuyen en los asuntos de la comunidad política: opinan, brindan argumentos,
debaten posturas ajenas y brindan diagnósticos de la coyuntura. (349)
Estos diálogos proponen al gaucho como individuo capaz de entrometerse
en la política y, desde allí, construyen una ficción en la que es posible que se
constituya como sujeto de la enunciación.
El capítulo finaliza con el análisis de la prensa gacetera de la época,
recuperando al fraile Francisco de Paula Castañeda y su ficción de pueblo católico,
y a Pedro Feliciano de Cavia y su labor en el periódico Las Cuatro Cosas como
continuación de la posición hidalguiana.
El último capítulo de Ficciones de pueblo estudia la labor de Luis Pérez
(ú. t. s. XVII ?, s. XVIII) como “gaucho gacetero”. A partir de un trabajo
de recopilación archivística, Pisano recupera esta figura que promovió
distintas publicaciones periódicas desde una enunciación plebeya. El Gaucho
y El torito de los muchachos fueron sus periódicos más exitosos, pero contó a su
vez con otros como El Negro, La Negra y La Gaucha como órganos de difusión
que buscaron incluir y dar voz a los sectores más excluidos de la sociedad
rioplatense. Desde una enunciación orgánica al rosismo, Luis Pérez refleja un
período de pasaje en el cual el significante “pueblo” pasa ahora a representar
a los sectores bajos de la sociedad, y no al conjunto de los individuos en
oposición al Imperio español: Se trata del primer experimento estético que
en la región del Río de la Plata hace de los excluidos de la razón ilustrada un
objeto de reivindicación desde su misma condición marginal” (496). El
2
En los capítulos anteriores, se había propuesto a las obras de teatro y a los últimos cielitos de Hidalgo
(como el “Cielito patriótico del gaucho Ramón Contreras…”) como parte de este proceso de
individualización del sujeto rural dentro del imaginario gauchesco, pero ninguno había logrado la
popularidad de los diálogos, los cuales circulaban como hojas sueltas impresas desde la prensa gacetera.
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pueblo deja de ser la sociedad toda, y pasa a ser una división interna que se
crea por la insistencia del rosismo en la separación elite/plebe:
La lucha facciosa de estos años esconde un debate por la composición y el
sentido del verdadero pueblo, y la gauchesca, de un modo diverso respecto de
las décadas previas, aparece como una forma literaria destacada en el marco
de un conflicto que no solo se juega en los campos de batalla, sino también
en el terreno del lenguaje. (504)
Lo plebeyo deja de ser, de esta forma, una parte más dentro de una sociedad
igualitaria, y crea la ficción de un pueblo rosista, lo cual signifila ficción de
un pueblo protagonista.
Pisano estudia el aporte de Luis Pérez en la construcción del relato del
fusilamiento del Cnel. Manuel Dorrego y su martirización para el partido federal.
Desde allí, se crea un relato en que Rosas, metonímicamente, se constituye como
parte del pueblo, a la vez que invierte la significación de lo civilizado a partir de
la construcción de los salvaje unitarios. La pomica civilización/salvajismo contra
civilizacn/barbarie pone en tensión la significacn de lo civilizado, que en el
discurso del rosismo deja de ser la participacn en la alta cultura y pasa a
describir la cercaa con el federalismo. Esta inversión tuvo como cleo
fundante la idea de que los unitarios abusan de su lugar en la sociedad,
quebrantan las leyes y rompen los pactos sociales, la cual se instala por el
recuerdo traumático del levantamiento que llevó al fusilamiento de Dorrego y
su posterior puesta en relato. De al, Rosas se constituye como aquel hombre
de pueblo capaz de proteger a la población plebeya.
El libro finaliza con tres escenas (una del siglo XVIII, otra de 1811 y
una última escena ficcional tomada de El torito de los muchachos) en las que se
exhiben los cambios en la participación política del bajo pueblo en los
cincuenta años que van desde 1776 a 1835. De esta forma, Pisano recupera
la concepción dada en un principio del pueblo como un significante que varía
en su sentido, confirmando que “Pueblo es un significante ligado a la
contingencia que lo nombra y a la coyuntura que lo reúne” (197).
***
Treinta y cinco años después, en una carta de 1870 al Ministro de Relaciones
Exteriores de Venezuela, Sarmiento escribe que “aquí no hay casi pueblo
(1900: 10), justificado en las olas migratorias y la falta de una política educativa
que pueda “salvar la lengua y crear la Republica(Id.). Ficciones de pueblo: una
política de la gauchesca (1776-1835) muestra que hubo un momento en que el
pueblo pudo agruparse en torno a una lengua que lo contea. Un discurso que
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lo hablaba y que le dio, por momentos, una voz propia. Entrado el siglo XX,
esta ligazón entre sociedad y ficción se intenta recuperar con la postulación de
El gaucho Martín Fierro como poema épico nacional en un proceso que
desemboca en El payador de Leopoldo Lugones. Desde una posición más
autóctona, y con una perspectiva de lo popular, que recupera a Lugones pero
que también es sensible a los planteos de Martínez Estrada sobre lo propio, del
original americano, Carlos Astrada intenta volver a construir un pueblo, en ese
entonces peronista, haciendo uso otra vez de la gauchesca. En El mito gaucho
Astrada sostiene que
[…] desde el fondo plástico del mito de los argentinos, el mito gaucho, tal
como se nos ofrece en la vivencia pampeana de Martín Fierro, surgieron los
lineamientos rudimentarios, pero básicos, de esta lucha y sobre ellos la tarea
de levantar sobre la pampa, bajo la Cruz del Sur, una comunidad política, justa
y libre, y asentada en lo vernáculo. Es precisamente por imperativo de tal
misión instauradora que, en medio de la llanura infinita, se yergue el gaucho,
en pugna anímica con la extensión y los elementos cósmicos y telúricos, para
trazar la órbita de un destino (Astrada, 1982: 36)
La gauchesca regresa ahora como la lengua poseedora de todo el oro pampeano.
Retorna como la voz del mito de lo argentino, que en Lugones fue lo nacional
que se vuelve, en Astrada, lo comunitario, y que sin saberlo ve una imagen,
de que hubo una vez un guaso, que cantó en estilo campestre, y se imaginó
que un pueblo era posible.
Bibliografía
AGAMBEN, GIORGIO. El uso de los cuerpos. Buenos Aires: Adriana Hidalgo
Editora, 2017.
ASTRADA, CARLOS. El mito gaucho. Buenos Aires: Editorial Docencia, 1982.
PISANO, JUAN IGNACIO. Ficciones de pueblo: Una política de la gauchesca (1776
1835). [E-pub]. Villa María: Eduvim, 2023.
RANCRE, JACQUES. Política de la literatura. Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2011.
SARMIENTO, DOMINGO FAUSTINO. Educar al soberano, en Obras, tomo XLVII.
Buenos Aires: Imprenta y Litografía “Mariano Moreno”, 1900.
SCHVARTZMAN, JULIO. Letras gauchas. Buenos Aires: Eterna Cadencia
Editora, 2013.