Añón, “Archivos digitales…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 5 ISSN 3008-7619
ARCHIVOS DIGITALES Y SUJETOS COLONIALES:
UNA RELACIÓN TENSIONADA
DIGITAL ARCHIVES AND COLONIAL SUBJECTS: A TENSE RELATIONSHIP
Valeria Añón
PELLC (UNTREF) - PEJ (UNAJ) - IIEAC (UNA-CONICET)
Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, profesora titular de Literatura Latinoamericana I
en la misma universidad e Investigadora Independiente de Conicet (Idihcs).
Contacto: valeuba@gmail.com
ORCID: 0000-0002-6306-2503
DOI: 10.5281/zenodo.14067630
DOSSIER
Pueblos digitales
Añón, “Archivos digitales…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 6 ISSN 3008-7619
Fecha de envío: 19/08/2024 Fecha de aceptación: 09/10/2024
Archivo colonial
Subjetividades
Humanidades digitales
Desigualdad
Colonialidad
En este trabajo me propongo recorrer los vínculos entre subjetividades coloniales y archivos digitales con el objetivo
de comprender las posibilidades y los desafíos que estos modos del archivo presentan para la investigación literaria
e histórica. Para ello, organizo el texto en tres zonas: un primer momento que me permita dilucidar qse
entiende por “sujetos coloniales” y cuáles son sus problemas, pensados desde la perspectiva de los estudios litera-
rios; un segundo momento en el que me interrogo acerca de “lo popular” en esta configuración de subjetividades;
un tercer momento en el que propongo un recorrido en torno a algunos archivos digitales y proyectos de Huma-
nidades digitales vinculados con un corpus colonial. Por último, esbozo un cierre en el que presento las posibili-
dades y los desafíos de los archivos digitales para la inscripción y resguardo de voces populares-coloniales.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Colonial Archive
Subjectivities
Digital Humanities
Inequality
Coloniality
in which I present the possibilities and challenges of digital archives for the inscription and safeguarding of popular-
colonial voices.
ABSTRACT
KEYWORDS
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A la memoria de José Antonio Mazzotti
Introducción
Todo archivo se organiza en torno a dos fuerzas contradictorias que buscan
salvaguardar, atesorar, conservar, por un lado, y perder, borrar, excluir, por
el otro. Preservación, inscripción, circulación se articulan a partir de secretos,
exclusiones e interdicciones (Añón, 2015a). Esta pulsión oscilante del archivo
es especialmente relevante en torno a voces y sujetos coloniales americanos,
y constituye un desafío para la investigación. En primer lugar, porque muchas
veces estos sujetos coloniales se inscriben en el archivo de manera elusiva,
mediatizada por la palabra escrita, la mano del amanuense y la traducción. Se
trata de “voces” antes que de escrituras, fuertemente arraigadas en tradiciones
y culturales populares, cuya naturaleza, eminentemente oral, presenta retos
complejos a la lógica sintagmática de la escritura y a la materialidad del im-
preso o manuscrito. En este marco, el cada vez s prolífico desarrollo de archi-
vos digitales parece haber llegado para brindar nueva vida a estas voces, con re-
cursos auticos, performativos, híbridos, que buscan recuperar la textura y la con-
textualizacn de estas subjetividades populares (Masera, 2024; Chicote, 2017).
En este trabajo me propongo recorrer los vínculos entre subjetividades
coloniales y archivos digitales con el objetivo de comprender las posibilidades
y los desafíos que estos modos del archivo presentan para la investigación
literaria e histórica. Para ello, organizo el texto en tres zonas: un primer mo-
mento que me permita dilucidar qse entiende por “sujetos coloniales” y
cuáles son sus problemas, pensados desde la perspectiva de los estudios lite-
rarios; un segundo momento en el que me interrogo acerca de “lo popular”
en esta configuración de subjetividades; un tercer momento en el que pro-
pongo un recorrido en torno a algunos archivos digitales y proyectos de Hu-
manidades digitales vinculados con un corpus colonial. Por último, esbozo
un cierre en el que presento las posibilidades y los desafíos de los archivos
digitales para la inscripción y resguardo de voces populares-coloniales.
Sujetos coloniales, ¿sujetos populares?
Tradicionalmente, Estudios culturales y Estudios literarios coloniales han re-
corrido caminos paralelos, aunque en verdad son mayores sus afinidades que
sus distancias (Añón, 2015b). Esas afinidades pueden verse, en especial, en
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torno a las nociones de sujeto (colonial/popular) que cada perspectiva
adopta.
La cuestión del sujeto (y su inflexión reflexiva, la subjetividad) ha estado
a la orden del día en los Estudios coloniales latinoamericanos en las últimas
décadas. En forma concomitante con los debates en torno al V Centenario
de 1492, los Estudios coloniales produjeron un viraje en el análisis de la cons-
titución de la subjetividad, que es posible caracterizar en dos momentos, no
excluyentes sino complementarios. Uno, que atiende más al discurso y a la
semiosis colonial y que, en el cruce entre colonialidad y enunciación, propone
caracterizar locus o funciones (textuales y efectivas): “lugares dicentes” como
los llama Walter Mignolo (1995), buscando eludir así el efecto reduccionista
o binario de las nociones de “literatura” y “narrador”, planteadas desde una
perspectiva etnocéntrica. A partir de aquí y, si recorremos los textos críticos
de los últimos veinticinco años, nos encontramos con sujetos coloniales
(Adorno, 1988), oscilantes (Wey Gómez, 1991), ambivalentes (Rodríguez
Garrido, 1995), migrantes (Cornejo Polar, 1994), de escritura (Mazzotti,
1996), transatlánticos (Ortega, 2012), entre varios otros, que no son privati-
vos de los Estudios coloniales, sino que tuvieron múltiples y heterogéneos
usos en los Estudios culturales (Añón, 2015b) y las teorías poscoloniales.
1
Otro, que tuvo lugar en las últimas décadas, cuando la concepción moderna
de sujeto (blanco, de élite, heteronormado, eurocentrado) fue revisada por el
“giro decolonial”, a partir de las nociones fundantes de una subjetividad mo-
derna que halla en el ego conquiro de Hernán Cortés su primera realización
1
La bibliografía al respecto es amplísima e imposible de glosar aquí. Sólo cabe apuntar que la mayoría
de los estudios coinciden en señalar como clivaje fundamental la historia de la subjetividadque Fou-
cault plantea y su original concepción del sujeto, “despojado de los poderes y atributos tradicionales que
le permitían dar sentido al mundo, fundar la experiencia y el conocimiento, producir la significación
(Chartier, 2001: 114). Aunque con numerosas críticas posteriores (por ejemplo, su énfasis en los meca-
nismos de sujeción y su concepción misma de “cuerpo”, elusiva y omnipresente que, según Hall, termina
adquiriendo un “valor residual casi totémico” (2001: 29), esta teoría es considerada uno de los puntos de
inflexión en las nociones de identidad y subjetividad, e incluso en la estrechamente vinculada noción de
alteridad. Esta posición, que pone en el centro la historización de las categorías acomo la posibilidad
de pensar la identidad más allá de la idea de un individuo o un yo es la que más me interesa aquí. La otra
zona de clivaje reconocida y discutida, con éxito dispar, es la teoría de Jacques Lacan y su idea de constitu-
ción del sujeto (y la subjetividad); destacable pero algo anacrónica para pensar este corpus. Así, la filo-
sofía planteó en forma generalizada la crítica del sujeto autónomo situado en el centro de la metafísica
occidental post cartesiana. El discurso de un feminismo y una crítica cultural influidos por el psicoanálisis
desarrolló la cuestión de la subjetividad y sus procesos inconscientes de formación(Hall, 2002: 13). A
partir de estas revisiones, Hall afirma que las identidades “están sujetas a una historización radical, y en
un constante proceso de cambio y transformación” (2002: 17).
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(Dussel, 1994) y en el concepto de “colonialidad del ser” (Maldonado Torres,
2007) su crítica, en tanto eje fundamental de esa “matriz transhistórica de
dominación” (Añón y Rufer, 2018: 108) que constituye la colonialidad (Qui-
jano, 2014).
Si bien estos conceptos, diversos, resultan atractivos, no obstante no
son del todo eficaces para su generalización: suelen funcionar bien para algu-
nas crónicas específicamente, en particular para la Nueva corónica y buen gobierno
del cronista andino Felipe Guaman Poma de Ayala cuyo tratamiento crítico
y los usos a los que se lo ha sometido merecen un trabajo aparte, pero se han
mostrado menos útiles para pensar diálogos o polémicas entre los discursos
en el archivo colonial temprano, desde una perspectiva comparativa y diacró-
nica, que además tenga en cuenta, a un tiempo, textos novohispanos, andinos,
rioplatenses, amazónicos...
Ello se debe a dos dimensiones: por un lado a que, a pesar de los hon-
dos debates, el concepto de “sujeto” y la noción de “identidad” no parecen
haber podido desprenderse, aunque sea en un nivel connotativo, de la carac-
terística de univocidad vinculada con la definición racional-iluminista que aún
atraviesa buena parte de nuestros estudios. De allí que, antes que sumar una
nueva caracterización, sea preciso evaluar si estamos ante la necesidad de
abandonar esta categoría para volver hacia conceptos que enfatizan la pluri-
vocidad y las tramas de tradiciones discursivas. Las nociones de “heteroge-
neidad enunciativa” (Cornejo Polar, 1994), “migrancia” (Trigo, 2017), “cora-
lidad” (Mazzotti, 1996) y “trama” (ón, 2012) parecerían abrir un camino
productivo en esa senda.
Más importante aún es el hecho de que, de la mano de este olvido de la
multiplicidad y la intermediación, reingresan las nociones de “intencionali-
dad” y “autor”, entendido este como un sujeto empírico, biográfico, en el
cual se basaría la verdad del discurso, más allá de las concepciones de autoría
en tanto auctoritas que tienen sus raíces en el mundo medieval y que también
atraviesan los textos. Claro que en este marco también nos cabe, como críti-
cos, una parte de la responsabilidad: cierta incapacidad de abandonar las fi-
guras de autor e intención, y por ende de crear categorías distintas, quizá más
productivas.
En este sentido es que resulta útil volver sobre la teorización acerca del
sujeto y la subjetividad que proponen los Estudios culturales, en especial sus
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textos más “clásicos”. Dos propuestas me interesan en este punto: la dimen-
sión de la voz; la pregunta por el poder. En primer término, la senda trazada
por Richard Hoggart en su libro The Uses of Literacy ([1959] 2013) en el cual
trabaja centralmente la cuestión de las subjetividades populares, con una me-
todología auto-etnográfica y a partir de la escucha y la atención a la voz a
las voces. Si bien aún su texto utiliza una definición identitaria basada en la
posición binaria, antitética, nosotros-ellos (a partir de la cual se produciría la
identificación y el autoreconocimiento), interesa aquí el énfasis que consiste
en pensar la subjetividad como algo que se construye en el discurso y en las
prácticas de las clases populares. De allí que uno de sus principales aportes
sea el de analizar minuciosamente los modos del habla popular, que funcionan
como cifra de la identificación y la diferencia; entendiendo el habla como una
táctica central de uso y desvío (De Certeau, 2000).
Esta concepción de las subjetividades populares tiene especial eco en
los trabajos de Stuart Hall ([1984] 2002), quien retoma y amplía el problema.
Hall utiliza como marco para su análisis las categorías de “clase” o “cultura”,
y en su “deconstrucción de lo popular” evita el inventario o la sinonimia con
la idea de masificación y consumo, para pensar lo popular como una instancia
de lucha, tensión, negociación y resistencia. Es decir, lo popular como pre-
gunta por el poder. Su perspectiva es especialmente interesante porque evita
los estereotipos y la mirada paternalista o miserabilista sobre los sujetos po-
pulares; porque piensa los discursos y las prácticas como operaciones hete-
rogéneas y oscilantes, entre la adecuación a la dominación, la negociación y
la resistencia. Si bien Hall se refiere a sujetos populares del siglo XX, creo
que buena parte de sus apreciaciones pueden ser útiles para entender la con-
formación y el funcionamiento de subjetividades en la experiencia colonial
americana.
Para dar cuenta de esta inflexión relacional de lo popular, los Estudios
culturales y coloniales ofrecen una nueva torsión en sus vínculos con la teoría
poscolonial y los Estudios de la subalternidad. El sujeto subalterno aparece
entendido desde el conflicto (Guha, 2002); como metáfora de la imposibili-
dad del saber y del decir; como espacio (textual y simbólico pero también
material) donde leer la colonialidad del saber y del poder (Mignolo, 2000;
Alabarces y Añón, 2016). Ingresa también aquí la pregunta sobre el habla del
subalterno planteada, desde diferentes presupuestos teóricos, disciplinares y
epistemológicos, por Michel De Certeau (1999) y por Gayatri Spivak (2011),
entre otros. En estas dimensiones quisiera detenerme para pensar los sujetos
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coloniales. Según Ranajit Guha (2002), el subalterno se define en una relación
de desigualdad y de dominación, basada en jerarquizaciones de casta, clase,
edad, género (entre otras). Esta desigualdad queda inscripta en el archivo y
exige una escucha atenta y una lectura en reversa por parte del investigador
(en este caso, del historiador). Aunque los contextos son disímiles (Guha
analiza la experiencia colonial de la India en el siglo XIX), las dinámicas, los
funcionamientos del poder colonial son análogos a los que previamente se
probaron y desplegaron en la experiencia colonial americana.
En efecto, quien se acerca al archivo colonial americano se encuentra
con la centralidad de testimonios, sujetos y voces hegemónicas, oficiales, eu-
ropeas, ya sea que se trate de capitanes o soldados encumbrados (los textos
fundantes, perdidos e interpolados del Almirante Cristóbal Colón; las cartas
de relación de Hernán Cortés para la conquista de México; la carta de Lope
de Aguirre en la fallida exploración de la Amazonía; las historias de soldados
como Bernal Díaz del Castillo en México o Pedro Pizarro en Perú; los Nau-
fragios y Comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca en sus fracasadas expe-
diciones al Norte y al Sur del continente); de historiadores y frailes (Francisco
López de mara con su historia de la conquista de América como parte
integral del proyecto imperial español; cronistas como Pedro Martír de An-
glería; historiadores-frailes como José de Acosta y, claro, Bartolomé de Las
Casas). Si bien todas estas enunciaciones pueden ser concebidas a partir del
concepto de “sujeto colonial”, tal como lo definió Rolena Adorno (1988), es
decir, un tipo de subjetividad inscripta en el texto, reconocible a partir de su
focalización y que engloba a colonizado y colonizador, su textura tiene más
que ver con las características del ego conquiro que identificó Dussel que con
las inflexiones de un sujeto subalterno.
En cualquier caso, en todas estas voces y escrituras persiste una disputa
con el poder metropolitano, una polémica con otros testimonios acerca de la
conquista, una escritura por mandato que también presenta cierta inflexión
performativa: son discursos que se proponen como verdaderos, que buscan
terciar en las disputas acerca de responsabilidades, logros y errores en cada
expedición, y que presentan la escritura y la información como un bien pre-
ciado para la Corona española en su empresa imperial. Por ese motivo, buena
parte de estas escrituras tiene un lugar central en el archivo colonial: ya sea
como impresos (la carta de Colón a Luis de Santángel o la Segunda carta de
relación de Hernán Cortés, por ejemplo, que tuvieron numerosas reimpre-
siones y traducciones en su contexto de producción) o como manuscritos
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que de todos modos circularon entre letrados y bibliotecas, y que se editaron
más tarde, en el marco de otros usos de la conquista (es el caso de la Historia
verdadera de Bernal Díaz del Castillo, impresa más de cincuenta años después
de su escritura e interpolada por el fraile Antonio de Remón). Estas versiones
fueron consultadas, utilizadas y discutidas por historiadores y críticos a lo
largo de los siglos, e incluso propuestas como “comienzo” de la literatura
latinoamericana, tal como postuló Carlos Fuentes (1990) acerca de la crónica
de Bernal Díaz, por ejemplo. No obstante, estas voces dejan afuera muchas
otras, en especial las “voces de la plebe”, como las denomina Loreley El Ja-
ber, es decir, “voces olvidadas” que “adquieren nombre”, que “se subjetivi-
zan” en el archivo judicial (El Jaber, 2022: 130).
2
Si bien El Jaber analiza casos
judiciales centrados en la experiencia colonial en el Río de La Plata, esta in-
flexión puede leerse en distintas zonas del archivo colonial temprano, po-
blado de pleitos, juicios de residencia, denuncias y probanzas, donde los su-
jetos populares adquieren una voz, aunque sea mediatizada, traspuesta de la
oralidad a la escritura, traducida en términos de género y de lengua.
Más complejo resulta encontrar en el archivo colonial escrituras mesti-
zas (Lienhard, 1983; Añón, 2017). Me refiero a historias, crónicas y testimo-
nios producidos entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVII,
principalmente en la Nueva España y en el Perú, desde una focalización os-
cilante entre la tradición autóctona y la europea, atravesados por distintas
lenguas y, en ocasiones, escritos en lenguas autóctonas como náhuatl, que-
chua o aymara, que suelen transmitir historias particularistas, es decir, la ver-
sión que cada comunidad propone de su origen, de su pasado y de su expe-
riencia en la conquista.
3
Lo cierto es que el lugar que estos textos ocuparon
en el archivo fue, en general, periférico: habitaron sus bordes, quedaron rele-
gados a lo largo de los siglos a partir de derroteros azarosos o fortuitos, liga-
dos más a la lógica del exotismo y del coleccionismo que a la política de res-
guardo que todo archivo detenta. Más allá del caso destacado de los Comenta-
rios Reales del Inca Garcilaso de la Vega (publicados en 1609 y en 1617, el
2
Continúa El Jaber: “Se trata de una voz contextualmente producida para la ocasión y de acuerdo a las
necesidades del poder, que es el que en principio la niega y, a su vez, cuando la precisa, acude a ella y la
visibiliza: una voz contingente” (2022: 130).
3
Este corpus incluye, en la Nueva España, las obras de Diego Muñoz Camargo, Hernando Alvarado
Tezozómoc, Cristóbal del Castillo, Juan Francisco Pomar, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, entre otras; en
el Virreinato del Perú, las obras del Inca Garcilaso de la Vega, Guaman Poma de Ayala, Titu Cusi Yu-
panqui, Santa Cruz Pachacuti Yamqui, por nombrar solo las más conocidas.
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primero, en vida del autor), y que hegemonizaron una mirada mestiza cuz-
queña sobre el pasado incaico y el evento de la conquista, la mayor parte de
estas crónicas mestizas permaneció perdida u olvidada, y fue “redescubierta”
a partir del siglo XIX, cuando resultaban útiles para conformar identidades
nacionales que rechazaban la experiencia colonial y postulaban un “rescate”
de personajes e historias prehispánicas o relatos épicos de la conquista. No
se trata, stricto sensu, de voces de la plebe, pero de voces subalternas, que
negocian su enunciación con los géneros (la historia, la crónica) y la lengua
(el castellano) imperiales, movidas por la pulsión polémica y la fe en la per-
formatividad de la escritura que atraviesa el archivo cronístico del siglo XVI.
En las numerosas capas que constituyen las voces subalternas de este
archivo, persisten, aún más en los bordes, las voces racializadas y marcadas
por la desigualdad de género. Me refiero a las voces de indígenas, esclaviza-
dos/as africanos/as, mujeres del común (es decir, no nobles) que también
hablan en el archivo, aunque la posibilidad de escucharlas fuera remota hasta
unas décadas atrás. ¿Dónde hablan? En géneros diversos, mediados y con-
trolados: la epístola (en especial, las cartas privadas), el discurso legal (en el
que descuellan los juicios por hechicería y por sevicia, interpuestos en general
ante tribunales eclesiásticos), los testamentos. En todos ellos adquieren ese
nombre y esa voz a la que se refiere El Jaber en relación con la plebe, a veces
de modo contingente, otras, articulando una enunciación propia, como en las
epístolas, por ejemplo (Añón, 2018). En cualquier caso, la materialidad de
estas voces suele resultar esquiva para el investigador: relegadas a legajos he-
terogéneos, con criterios de clasificación cronológicos o a partir del lugar de
procedencia de los documentos (las Audiencias, por ejemplo), el proceso de
leer en reversa, de escuchar estas “voces bajas” (Guha) requiere visitar esos
archivos, consultar innúmeros papeles diversos, buscar hojas sueltas, prestar
atención al equívoco: a veces estas voces aparecen mezcladas en los legajos
más inverosímiles, o reunidas entre documentos dispersos con el nombre de
“Indiferente general”, como ocurre en el Archivo General de Indias de Sevi-
lla, por ejemplo (Añón, 2023).
Se trata, en los casos hasta aquí referidos, de sujetos coloniales que son
sujetos populares, es decir, subjetividades inscriptas en los textos a partir de
una tensión constitutiva, de una negociación con la normativa de la ley y con
la dimensión de lo que puede ser dicho en un estado del Archivo (Foucault,
2002). Estas voces bajas, escurridizas, que habitan esos bordes, ven replicada
la desigualdad que constituye su enunciación en la materialidad misma del
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archivo y en las geopolíticas del conocimiento. Como señalé más arriba, en-
contrarlas requiere un trabajo minucioso, extendido en el tiempo, con nume-
rosas aristas; es decir, una experiencia del archivo que, como ya ha sido teo-
rizado de manera brillante por Arlette Farge (1991), funciona como una
suerte de oleada, un mar sinuoso que entrega algunos restos que deben ser
minuciosamente requisados en su inmensidad. Esto es así porque, en el cen-
tro de los Estudios coloniales está el problema de la “domiciliación” en el
archivo (Derrida, 1997). Este “lugar” al que remite el concepto implica, cen-
tralmente, el tránsito de lo privado a lo público, a una regulación estatal que
determina el status de los materiales archivables (Mbembé, 2000) y establece
sus exclusiones. En el caso de los archivos coloniales, la domiciliación suele
referir a espacios e instituciones del Norte global (metropolitanas en el con-
texto colonial), que resguardan, pero también esconden, obliteran el acceso a
escrituras y voces. Se trata de un funcionamiento del archivo que replica una
geopolítica del conocimiento asimétrica, desigual; que funciona a partir de
una “colonialidad del saber” (Mignolo, 2003), producto de esa matriz trans-
histórica de dominación, que jerarquiza, clasifica y excluye, y cuyas dinámicas
persisten más allá de la experiencia colonial.
Esta peculiaridad (esta dificultad) del archivo material parece estar
transformándose a partir de las posibilidades que ofrecen los archivos digita-
les, y las Humanidades digitales aplicadas a proyectos específicos en torno a
documentos, textos o voces del archivo colonial. Esa transformación, acele-
rada, pareciera estar modificando los modos en que nos acercamos a estos
objetos, en que realizamos investigación, incluso los usos posibles de textos
y voces coloniales en ámbitos pedagógicos. Ahora bien, ¿se trata de una ver-
dadera transformación o los archivos digitales reproducen la desigualdad y la
asimetría característicos de los archivos materiales? ¿Cómo aparecen las vo-
ces populares en su versión digital? ¿Cómo buscarlas, cómo categorizarlas,
cómo escucharlas? A ello me referiré en lo que sigue.
Archivos coloniales-archivos digitales
“¿Qué hace que un archivo esté vivo desde la investigación, la creación, la
docencia y la difusión?” (Masera 2024: 13). Retomo este interrogante de la
investigadora Mariana Masera para pensar cómo y en qué medida los archivos
digitales y los proyectos de Humanidades digitales han transformado nuestra
concepción del archivo colonial. Si bien el archivo se basa en una paradoja,
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puesto que “fija algo que por principio es móvil y se encuentra en constante
transformación”, como las voces populares (Masera, 2024: 16), también es
cierto que permite la inscripción de esas voces, que conviven en distintas
temporalidades: en principio, para las voces subalternas, la temporalidad de
su enunciación y la temporalidad de su circulación y lectura, que suelen ser
distantes (es decir, entre que el texto se produce y alcanza a sus lectores pue-
den pasar décadas, incluso siglos). De allí que los archivos puedan ser pensa-
dos como “organismos vivos, posibles de ser transformados” (Chicote, 2024:
160), y que esa concepción se transfiera a las voces populares en esos archi-
vos. Esta dimensión, que puede ser pensada para los archivos materiales, lo
es aún más en el caso de archivos digitales, en dos sentidos: por las nuevas
posibilidades que ofrecen y por los modos en que se inscriben las voces en
estos. Como señala Gloria Chicote en torno al Romancero, “los archivos di-
gitales plantean la posibilidad de efectuar un recorrido inverso del texto im-
preso al oral, a partir de nuevos mecanismos de oralización tales como la
lectura vocalizada, el canto y la memorización que nos conducen al concepto
de mnemotecas únicas y compartidas” (2024: 163-64). A ello se suma la po-
sibilidad de un enriquecimiento de la información acerca de textos y docu-
mentos, y de una navegación hipermedial que permite establecer nuevas co-
nexiones entre estos, muchas veces impensadas o imposibles ante el orden
de los legajos o la sintagmática naturaleza del documento impreso.
4
En el caso de los archivos coloniales, es preciso señalar su interdepen-
dencia con los archivos materiales, por un lado, y la expansión y transforma-
ción veloces que se han verificado en las últimas décadas. Al respecto, es
posible identificar dos momentos: una primera instancia en la que primaban
proyectos que buscaban preservar, dar a conocer y volver accesibles textos
seminales para la investigación; y un segundo momento en el que se aprove-
chan los avances de las herramientas digitales para ofrecer otra experiencia
de lectura y navegación, ya no tan apegada a la lógica del impreso. Entre estos
4
Señala Claudio Borja que “las humanidades digitales en América Latina han vivido un relativo auge en
los últimos años. Ejemplos de iniciativas de este tipo son la Red de Humanidades Digitales de México
(2011), el grupo de investigación en Humanidades digitais de Brasil (2011), la Asociación Historia Abierta
de Colombia (2012), la Asociación Argentina de Humanidades Digitales (2013) y la Associação das Huma-
nidades Digitais de Brasil (2013). Cada una ha contribuido a problematizar el aprovechamiento de herra-
mientas computacionales para la investigación y difusión de las humanidades (2022). En Argentina
destaco en especial la labor de Leonardo Funes y Gimena del Río Riande desde el SECRIT-Conicet y el
impacto que el equipo allí radicado ha demostrado en relación con textos y documentos medievales, así
como la labor de extensión y transferencia que llevan a cabo a nivel nacional e internacional.
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proyectos destaca el trabajo llevado a cabo en torno a la Nueva corónica y buen
gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala, desde fines del siglo XX. Se trata
de El sitio de Guaman Poma (www.pomma.kd.dk) que depende de la Biblioteca
Real de Dinamarca.
Rolena Adorno (2017) define el objeto material de la siguiente manera:
“Se trata de un libro códice, manuscrito, cocido, de papel de fabricación eu-
ropea de alta calidad”, con encuadernación del siglo XVI, y tres filigranas que
indican las fuentes del papel. “El manuscrito consta de 1188 páginas, no fo-
lios […] autógrafo, es decir, creado por la misma mano que lo firma […]
tanto los dibujos, con sus leyendas, de 400 páginas, como el texto, de 800
páginas”. En cuanto a su procedencia, se sabe que el manuscrito existe en
Dinamarca, en la biblioteca de los monarcas daneses, desde 1660, “donado
por un caballero diplomático y coleccionista de libros”, quizás Cornelius Pe-
dersen Lerche (Adorno, 2022: 40).
5
El manuscrito da cuenta de aconteci-
mientos en el Virreinato del Perú, aproximadamente desde 1580 hasta 1616.
El diseño del proyecto tuvo dos objetivos centrales: la conservación y
la accesibilidad. En efecto, debido al delicado estado del manuscrito (incluido
en la lista “Memoria del mundo de la UNESCO en 1997), y a la prohibición
de su uso o exhibición, en 1998 se encaró la digitalización. Esta fue resultado
de la cooperación internacional entre la Biblioteca Real (a cargo de la digita-
lización), la especialista Rolena Adorno, que ofició como consultora acadé-
mica, y la editorial Siglo XXI de México, que autorizó la reproducción de los
índices. Se trata de un proyecto articulado directamente a partir del manus-
crito y el impreso, que busca poner a disposición este documento al tiempo
que mejora y complejiza la interacción del lector con este.
El sitio presenta las imágenes de cada uno de los folios del manuscrito,
con una transcripción paleográfica revisada y con notas que siguen y amplían
las que realizaron John V. Murra y Rolena Adorno para la edición impresa.
También el aparato crítico ha sido renovado y retoma aportes sobre el texto
del primer lustro del siglo XXI. El sitio permite una navegación por páginas
5
Agrega Adorno: “Al haber sido nombrado caballero en 1660 por el rey Frederick III, Lerche tenía
buenos motivos para rendir homenaje a su soberano cuando regresó de España a fines de 1662, y el
manuscrito de Guaman Poma habría sido un regalo ideal para expresar su gratitud. Cabe preguntarse si
Lerche consideró que el manuscrito pudiera ser de interés para su rey por su celebración de la pompa y
gloria incaicas, y/o su testimonio sobre los excesos del colonialismo español, que ofrecieron más argu-
mentos para avivar la guerra ideológica entre los países protestantes del norte y los países católicos del
sur, y/o la novedad de sus cuatrocientos dibujos” (2022: 40).
Añón, “Archivos digitales…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 17 ISSN 3008-7619
y otra por dibujos, a los cuales es posible ampliar para una mejor visualiza-
ción. Incluye asimismo otros recursos digitales como artículos críticos, docu-
mentos, índices, así como un apartado bibliográfico, actualizado hasta 2004
y una versión en inglés de algunos de sus paratextos (no del texto original de
Guaman Poma). A ello se suman una tabla de contenidos y una tabla de di-
bujos, realizados por Rolena Adorno y su equipo (John Charles y Fernanda
Macchi) especialmente para esta edición digital.
6
En síntesis, el proyecto no
modifica sustancialmente la lógica del impreso, aunque sí permite una mayor
accesibilidad y un mejor trabajo con las imágenes. La edición digital recupera
y mantiene la significación conjunta entre imágenes y textos del manuscrito, que
no todas las ediciones impresas sostienen. Resulta destacable ades el trabajo
con la actualizacn de las notas, que incluyen nuevas lecturas.
La importancia de este sitio para los Estudios coloniales es múltiple: en
principio, se trató de un proyecto pionero que mostró a los estudiosos las
posibilidades del universo digital. Contribuyó diametralmente a los estudios
sobre la Nueva Corónica y sobre las crónicas mestizas andinas en general, e
iluminó la importancia de las imágenes como significantes cruciales en estas
crónicas. Asimismo, contribuyó a colocar en el centro del canon cronístico
una voz hasta hace unas décadas subalterna, ampliando el alcance que la edi-
ción impresa permitió desde fines del siglo pasado. Constituye asimismo un
recurso didáctico fundamental, puesto que permite que estudiantes se acer-
quen a este y realicen un recorrido propio, a partir de la tabla de imágenes
por ejemplo, que modifica y transforma la lectura sintagmática y consecutiva
del impreso.
A partir de esta experiencia o de manera concomitante a esta, y con
distintos fondos manuscritos, se multiplicaron proyectos de digitalización del
archivo colonial, que ampliaron exponencialmente el acceso a estos.
7
Entre
6
El aparato ctico no ha podido ser actualizado más allá de 2004, en parte debido a los numerosos proyectos
digitales paralelos que la Biblioteca Real tambn alberga (conversacn con la prof. Adorno, vía mail,
31.10.2024). No obstante, los materiales que se encuentran resultan valiosos y algunos de ellos siguen siendo
los que plantearon una línea clara de lectura de la Nueva corónica y buen gobierno. Una bibliografía crítica actuali-
zada sobre el texto de Guaman Poma fue realizada por Rolena Adorno para la Oxford Research Encyclopedia of
Latin American History (2019) y para la Oxford Bibliographies of Latin American Studies (2021). Ambas comple-
mentan de manera crítica y exhaustiva los materiales que brinda el sitio web.
7
Ofrezco aquí solo una pequeña muestra de la profusión y diversidad de proyectos digitales; la configu-
ración de una cartografía de archivos digitales en relación con fondos coloniales americanos es parte de
un proyecto en desarrollo que llevo a cabo junto a Héctor Costilla Martínez de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla y a Francisco Ramírez Santacruz de la Universidad de Friburgo.
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Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 18 ISSN 3008-7619
otros, en México podemos mencionar la Biblioteca Digital del Pensamiento
Novohispano (https://bdpn.unam.mx/es) que depende de la Universidad
Nacional Autónoma de México, y que incluye ediciones críticas de textos im-
presos y manuscritos editados en Nueva España entre el siglo XVI y el XVIII,
entre los cuales se destacan aquellos incluidos en la colección “Escritos de
mujeres”; el Proyecto Amocaxtli (https://www.amoxcalli.org.mx), vigente
desde 1999, financiado por Conacyt de México y que digitaliza el Fondo Me-
xicano de la Biblioteca Nacional de Francia, que incluye códices, cédulas y
contratos.
8
En tiempos más recientes, se desarrolla la biblioteca y archivo
digital del Centro de Estudios de Historia de México de la Fundación Carlos
Slim, que incluye documentos variados digitalizados (códices, cartas, docu-
mentos legales, relaciones y crónicas de la época virreinal), y el sitio Memórica.
Haz memoria (https://memoricamexico.gob.mx/es/memorica/Haz_memo-
ria), “que contiene una variedad de recursos digitales documentos escritos,
fotografías, videos, audios, libros, testimonios orales, tradiciones, entre mu-
chos otros provenientes de distintos archivos, bibliotecas, acervos federales
y municipales, colecciones privadas y familiares, recuerdos personales, con el
fin de difundir la riqueza de la memoria histórica y cultural de México”.
9
En-
tre estos se destacan los documentos coloniales y los accesos a numerosos
acervos que contienen documentos digitalizados en distintas instituciones del
país. A ello se suma el reciente sitio Códices de México (https://www.codi-
ces.inah.gob.mx/pc/index.php) que celebra los 75 años del Instituto Nacio-
nal de Antropología e Historia y los 50 años del Museo Nacional de Antro-
pología. El sitio ofrece las imágenes de los códices resguardados en la Biblio-
teca del Museo, en alta resolución, organizados temporalmente y geoposicio-
nados, con un breve detalle sobre el contenido e historia de cada uno. El
objetivo pedagógico es claro: se trata de acercar estos documentos a un pú-
blico amplio, aunque también resulta de gran utilidad para especialistas.
10
Por
8
Se señala en el sitio que “con el financiamiento de Conacyt se adquirieron trescientos expedientes que
incluyeron tanto documentos pictográficos o códices, como manuscritos en caracteres latinos. Para ini-
ciar el trabajo se formaron dos grupos, uno centrado en la paleografía y traducción de los manuscritos y
otro más, centrado en el análisis de las pictografías para la elaboración de diccionarios de glifos con
propuestas de lecturas en náhuatl(Bohar Betancourt, responsable del Proyecto). Cada uno de los do-
cumentos incluye una imagen facsimilar, una paleografía y una traducción en el caso de los documentos
en náhuatl, además de la presentación del texto. El proyecto contó con setenta y tres colaboradores, la
mayoría de instituciones mexicanas.
9
Tomado de la descripción del sitio web Memórica.
10
Como es evidente, en Hispanoamérica el caso mexicano es ejemplar en cuanto a desarrollo, financia-
miento y recuperación soberana de documentos y objetos prehispánicos y coloniales. Como ejemplo
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Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 19 ISSN 3008-7619
último y con respecto a la cultura visual, se destaca el proyecto ARCA (Arte
Colonial Americano), radicado en la Universidad de los Andes, Colombia (:
Arca :) y que ofrece una curaduría visual que contiene veinticinco mil pin-
turas coloniales producidas en las tres américas: Hispano, Luso y Angloamé-
rica”, a cargo del profesor especialista Jaime H. Borja Gómez.
11
Los proyectos en el Norte Global son más profusos y variados; en re-
lación con el archivo colonial podemos mencionar FAMSI, Fundación para
el avance de los Estudios mesoamericanos (http://www.famsi.org/spa-
nish/index.html) administrado por LACMA (Los Ángeles), y que incluye fo-
tografías, dibujos, piezas documentales, bibliografías y numerosos recursos
críticos; la Early Nahuatl Library (https://enl.wired-humanities.org/con-
tent/about), fundada en 2000 en el marco del Wired Humanities Project de
la Universidad de Oregon, y que incluye recursos sobre el náhuatl de un pe-
riodo amplio (1540-1825), tales como textos legales, sermones, peticiones,
títulos primordiales, textos literarios (huehuetlatolli) y lingüísticos (diccionarios,
vocabularios), provenientes de bibliotecas y colecciones de México, Estados
Unidos y Europa.
12
A ello se suma la Biblioteca Digital Hispánica
(https://www.bne.es/es/catalogos/biblioteca-digital-hispanica) con Fondos
de la Biblioteca Nacional de España, creada en 2008 y que incluye la digitali-
zación de “libros impresos, manuscritos, dibujos, grabados, folletos, carteles,
fotografías, mapas, atlas, partituras, prensa histórica y grabaciones sonoras”.
13
sirve el reclamo de ya larga data que el gobierno de México viene realizando hacia Austria por el penacho
de Moctezuma que se encuentra en el Weltmuseum Wien, y el financiamiento de diversos proyectos de
archivo y Humanidades digitales, entre los que se destacan el repositorio digital del AGN de México y el
sitio Memórica. A ello se suma el archivo digital LACIPI (Laboratorio de Culturas e Impresos Populares,
https://lacipi.humanidades.unam.mx/ipm/w/Inicio) que depende de la UNAM y que, aunque no toma
textualidades ni voces coloniales, constituye un proyecto ejemplar para inscribir y dar cuenta de la orali-
dad popular en sus múltiples géneros. Más allá del caso mexicano, destaco el proyecto de digitalización
de libros y manuscritos del Convento de Santo Domingo en Lima, Perú, que comenzó en 2024 bajo la
dirección de Martina Vinatea Recova y con un equipo de la Universidad del Pacífico, y los proyectos de
Humanidades digitales que lleva a cabo el grupo Estudios Indianos (https://estudiosindianos.up.edu.pe),
bajo la dirección de Martina Vinatea (Universidad del Pacífico, Perú) e Ignacio Arellano (Universidad de
Navarra, España).
11
Tomado de la presentación del proyecto ARCA (: Arca :)
12
La cantidad y diversidad de manuscritos digitalizados en este sitio es inmensa. En general, es posible
acceder a una imagen facsimilar de cada folio, con una presentación del mismo, una transcripción, una
traducción al inglés y, en algunos casos, una traducción al castellano. La búsqueda puede realizarse por
época, por género o por orden alfabético, y la navegación se realiza por página.
13
Si bien no se trata de una biblioteca específica de archivo colonial americano, incluye una colección,
“Hispanoamérica”, que ofrece numerosos documentos digitalizados. La búsqueda puede realizarse por
Añón, “Archivos digitales…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 20 ISSN 3008-7619
Con respecto a la cultura visual, se destaca el proyecto Vistas. Cultura Visual de
Hispanoamérica (1520-1820) (https://www.smith.edu/vistas/vistas_web/espa-
nol/index.html), creado por Dana Leibshon y Barbara Mundy, con financia-
miento del National Endowment for the Humanities (USA) y el Instituto Na-
cional de Antropología e Historia (INAH) de México, y con apoyo del Smith
College y Fordham University. La peculiaridad de este sitio, realizado en caste-
llano e inglés, es que está pensado para un público amplio y ofrece el acceso a
diversas imágenes y objetos, con explicaciones e interpretaciones de estos, y una
adecuada contextualizacn.
Entre los proyectos que dan cuenta de documentos que reúnen textos es-
critos e igenes, de difícil acceso, destaca el reciente dice Florentino Digital
(https://florentinecodex.getty.edu/es), impulsado por el historiador Kevin Te-
rraciano, de la Universidad de California, Los Ángeles, con el apoyo de la Getty
Foundation, y que permite el acceso a un documento central para los Estudios
coloniales, pero restringido hasta hace muy poco: el Códice Florentino.
14
Este do-
cumento crucial, cuyo original se encuentra en la Biblioteca Medicea Lauren-
ziana de Florencia, había sido parcialmente editado en alguna de sus versiones
(la versión castellana en general), muchas veces expoliado de sus imágenes, y
solo era posible acceder a una digitalización de varios de sus libros, página a
gina, a tras de repositorios como la ya mencionada Biblioteca Digital His-
nica o la Biblioteca Digital Mundial (https://www.loc.gov/collections/world-
tema, tipo de material, autor, año, lengua. Se accede a una ficha descriptiva y a una digitalización del
texto impreso, a la manera de la consulta en una biblioteca física.
14
Se trata de uno de los más destacados documentos del siglo XVI en México (López Austin y López
Quintana, 1988). Producido a lo largo de cuatro décadas por fray Bernardino de Sahagún, sus co-autores
y amanuenses indígenas y más de veinte tlacuilos o pintores (Magaloni Kerpel, 2016), está conformado
por doce libros que tratan los más variados temas acerca de la cultura, la historia y las creencias del
mundo náhuatl prehispánico, en dos columnas que incluyen el texto original en náhuatl, la traducción
castellana y una enorme cantidad de dibujos, que narran una tercera versión del relato. El Libro XII
incluye, además, un relato de la conquista de México-Tenochtitlan, narrado por protagonistas y testigos
(Añón, 2016). Se trata de un texto seminal para el estudio del mundo náhuatl, cuya producción, a varias
manos y voces, pone en el centro de la escena la cuestión de la autoría, los modos de producción del
discurso entre el mundo náhuatl y el europeo, la jerarquización y subalternización de ciertas voces y
trazos en pos de otras. El acceso a este documento ha sido por demás restringido, aunque algunos equi-
pos interdisciplinarios, como el dirigido por Diana Magaloni Kerpel, han podido realizar un estudio
detallado de su materialidad.
Añón, “Archivos digitales…” Nueva Revista de Literaturas Populares
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digital-library/about-this-collection/).
15
Las peculiaridades de este sitio son va-
rias y exhiben una serie de transformaciones en la conformación de proyectos
y archivos digitales. En primer lugar, una interfaz novedosa, que permite un
recorrido diverso y lúdico por parte del lector, articulando una lógica distinta
a la del impreso, en especial en relación con las imágenes. Asimismo, un tra-
bajo minucioso de paleografía del texto castellano, la traducción de este al
inglés y, en algunos casos, la transcripción del texto náhuatl. La búsqueda
puede hacerse por libro, por folio y, lo que es más destacable, por palabras
clave, lo cual resulta novedoso y muy prometedor para los investigadores y
en tanto recurso didáctico. La resolución de las imágenes es de gran calidad
y permite un trabajo pormenorizado con los textos escritos y visuales.
16
Este
proyecto importa porque, a diferencia de los otros que he enumerado, no
parece ceñirse de manera radical a la lógica del documento impreso y su di-
gitalización, sino que propone una aproximación al texto que se basa en las
transformaciones de las Humanidades digitales en el último lustro y ofrece
una experiencia de navegación diferente.
Luego de este breve mapeo general, que funciona metomicamente expo-
niendo algunas de las posibilidades del archivo colonial digital, pero que de ninguna
manera es exhaustivo, quisiera detenerme en las posibilidades y desafíos que las he-
rramientas digitales presentan para el archivo colonial y sus voces subalternas.
Sujetos coloniales/sujetos populares e impacto del archivo digital
En lo que respecta al archivo colonial y los Estudios latinoamericanos, uno
de los mayores impactos lo constituye, sin duda, la accesibilidad a materiales
raros, lejanos o deteriorados que ofrece la experiencia digital. En el apartado
anterior mencioné dos, la Nueva corónica y buen gobierno y el Códice Florentino,
pero pueden ser cientos, miles los casos. En efecto, si la domiciliación de
manuscritos, impresos y códices replica aún hoy la diferencia colonial, puesto
que buena parte de estos materiales se encuentran en bibliotecas e institucio-
nes del Norte global, la posibilidad de acceder a estos mediante su digitaliza-
ción transforma radicalmente las trayectorias de investigación que pueden
15
La Biblioteca Digital Mundial fue lanzada en 2009 por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos,
con apoyo de UNESCO y que concluyó en 2020. Incluye documentos de bibliotecas, archivos e institu-
ciones de todo el mundo.
16
A diferencia de otros proyectos y sitios, no ofrece aún recursos bibliográficos ni vínculos con otros acervos.
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Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 5-33 22 ISSN 3008-7619
realizarse desde el Sur. En épocas de profunda crisis, ataque y desfinancia-
miento de las Humanidades, este tipo de recursos asegura la persistencia de
investigaciones que son cruciales puesto que miran estos materiales con me-
todologías y conceptos que tienen su propia genealogía americana, e intentan
“descolonizar” los marcos con los que son leídos desde instituciones euro-
peas o estadounidenses. Esto vale no solo para impresos o manuscritos fa-
mosos, como los mencionados, sino también para esas voces de la plebe y
esas voces subalternas que habitan documentos judiciales o eclesiásticos y
que pueden consultarse, en alguna medida, en repositorios como PARES, el
Portal de Archivos Españoles (https://pares.cultura.gob.es/inicio.html); o
en el Repositorio Digital del Archivo General de la Nación de México
(https://repositorio.agn.gob.mx/), entre otros.
Una de las mayores ventajas de las herramientas digitales para dar
cuenta y explorar las voces populares lo constituye la rejerarquización de ma-
teriales que ofrece, lo cual permite una mayor accesibilidad a otras voces que
no llegan al impreso o al manuscrito. La experiencia de navegación virtual se
desplaza de la lógica del libro/legajo y ofrece, con distintos órdenes y moto-
res de búsqueda, una multiplicidad de escritos, en los cuales las voces subal-
ternas pueden adquirir mayor presencia o al menos desentenderse un poco
de la estampa imponente del impreso, en especial en el archivo colonial. Se
trata de experimentar otro tipo de ingreso o de búsqueda, que ya no depende
de la gica sintagmática de la biblioteca o la colección. En el archivo digital
ya no es el nombre de autor o el título el orden central, sino que experiencias
de navegación que favorecen búsquedas por página, imagen o palabra clave
habilitan nuevas concepciones del texto y permiten que aparezcan menciones
o detalles que muchas veces pasan inadvertidos en el impreso. Esto tiene
como consecuencia una aproximación diferente a multiplicidad y compleji-
dad de voces del archivo colonial. La experiencia digital permite comprender
a cabalidad que las voces y textos centrales, canónicos, solo constituyen una
perspectiva posible y que de ningún modo son únicas o singulares. Antes
bien, responden a una lógica de permanente diálogo, polémica y reclamo que
constituye el ethos del archivo colonial.
Otra de las ventajas de la experiencia digital en el archivo colonial lo
constituye el lugar central que otorga a las imágenes y la cultura visual. En
este sentido, es posible hablar de una renovación profunda en el modo en
que accedemos a voces y trazos de sujetos subalternos, a veces invisibilizados
por elecciones editoriales que los excluían, como en el caso de las imágenes
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del Códice Florentino. De allí que, como señalan Göbel y Müller, “la digitaliza-
ción [tenga] el potencial de producir relaciones más simétricas entre objetos
y reducir las asimetrías persistentes que existen entre distintos tipos de obje-
tos tales como, por ejemplo, la hegemonía que tiene en bibliotecas el texto
sobre la imagen” (2017: 19). En este sentido, los proyectos digitales han te-
nido un gran impacto en el análisis de la cultura visual, porque permiten con-
textualizar los objetos y establecer relaciones con una multiplicidad de obje-
tos y documentos, algo que los impresos solo realizan de manera parcial
(Mundy y Leibshon, 2017: 2). Esta contextualización transforma y amplía las
posibilidades de interpretación, y permite otorgar un lugar central a produc-
ciones, quizás anónimas, que no pasan necesariamente por la escritura pero
que constituyen modos centrales de la narración y el discurso de los sujetos
coloniales. A esto se suma una indudable ventaja que la imagen digital ofrece
al trabajo paleográfico a partir del uso del zoom, permitiendo descifrar o
desambiguar textos de modo que la consulta del material impreso, in situ, no
permite.
En términos del trabajo de producción de objetos digitales, la transfor-
mación también ha sido considerable.
17
Por un lado, porque el desarrollo de
este tipo de objetos exige un trabajo interdisciplinar que pone en jaque las
fronteras entre disciplinas y conduce a los quienes los desarrollan a replantear
y reformular de manera radical sus formas de trabajo. Por otro lado, porque
comienzan a configurarse ciertos “archipiélagos de conocimiento que tras-
cienden las diferencias institucionales (entre bibliotecas, museos y archivos),
sectoriales (entre ciencia y cultura), y espaciales (subnacionales y nacionales)”
(Göbel y Müller, 2017: 33; Salto, 2024). En este sentido, los proyectos de
Humanidades digitales presentan una afinidad inherente con los modos de
trabajo de los Estudios coloniales, que son por naturaleza transversales e in-
terdisciplinarios, y que discuten de manera radical nociones como la de auto-
ría, discurso y literatura (Albert-Adams y McCarl, 2020).
Ahora bien, más allá de las posibilidades que estas nuevas formas del
archivo ofrecen para el mundo colonial, se presentan también poderosos lí-
mites o problemas que deberían ser atendidos en forma urgente, teniendo en
cuenta la velocidad con que se producen las transformaciones en el mundo
17
Sigo la definicn de objeto digital que ofrecen Banzato y Gonlez:un objeto digital es un objeto de infor-
macn, de cualquier tipo de información o cualquier formato, que se expresa en formato digital(2017: 66).
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digital. Identifico tres tipos de problemas: uno, que tiene que ver con la visi-
bilización/silenciamiento de estas voces subalternas; otro, vinculado a la per-
sistencia de la colonialidad del saber; un tercero, relacionado con la pérdida
de la experiencia háptica y afectiva del archivo.
El primero se vincula con el tipo de búsqueda y navegación que los
archivos digitales permiten ya que, aunque suelen ocultarlo de manera eficaz,
estos también están organizados por la lógica del status (Mbembé, 2020) y
sus modos de clasificación. En este sentido, la búsqueda por fecha, autor o
procedencia (las Audiencias en el caso americano, por ejemplo) resulta espe-
cialmente refractaria al hallazgo de voces populares, y la experiencia de nave-
gación debe replicar entonces el trabajo minucioso que se da en el archivo
material: navegar página por página, en legajos de demorada carga, hasta en-
contrar aquel susurro o escritura inexperta que se busca. Si los marcadores
de estas voces y los motores de búsqueda siguen estando definidos por la
lógica del archivo material, la digitalización contribuirá a reproducir el pro-
ceso de silenciamiento de sujetos populares que ya hemos experimentado.
Por otro lado, y aunque no lo parezca, el acceso a esos archivos también suele
estar restringido a un acceso vía instituciones o membresías, o al pago por la
digitalización de documentos. Esto tiene especial impacto en el Sur global en
general, y más aún en el caso argentino, donde el desfinanciamiento de insti-
tuciones educativas y científicas públicas tiene como consecuencia el recorte
o eliminación de estos accesos, por lo que los investigadores muchas veces
se ven forzados a consultar solo fuentes accesibles en acceso abierto o a acu-
dir la buena voluntad de colegas de instituciones centrales, que les faciliten el
acceso o los textos. En términos de cultura visual, las posibilidades son in-
mensas, pero también son múltiples las dificultades y lecturas sesgadas que el
objeto digitalizado puede originar. En un trabajo de 2017, Barbara Mundy y
Dana Leibsohn describen y analizan un estado de la investigación en cultura
visual colonial americana a partir de los recursos digitales, y subrayan varias
dimensiones problemáticas. Más allá de cuestiones de financiamiento y de
dinámicas institucionales, me interesa retomar la apreciación acerca de la
forma en que la aparición sesgada de algunos objetos/textos, algunas colec-
ciones vinculadas con instituciones más poderosas, e incluso herramientas de
software específicas y el uso del zoom determinan y modifican modos de
mirar (y modos de leer) a partir de la accesibilidad a algunos objetos/textos y
no a otros, que permanecen invisibilizados.
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There are two questions that software does not invite [se refieren al Proyecto
Lienzo de Quauhquechollan] but which we think are worth asking. First, is there
ever a document or set of conditions for which “better seeing” particularly
the certain kind of high resolution seeing that zoom software invites- is not
useful as a route of knowledge? Second, for all of their advantages, zoom
technologies (and the parsing they encourage) do little to explain colonial
habits of viewing. Is there a value (or possibility of) using technologies to
illuminate visual cultures of the past, rather than rendering colonial creations
visible and legible through contemporary means? (2017: 7).
La mayor presencia virtual de ciertos objetos y colecciones, vinculados en
general con instituciones del Norte (museos, bibliotecas, archivos), y la posi-
bilidad de acceder a grandes financiamientos públicos y privados reproduce
la enorme preeminencia de unos objetos sobre otros, y pareciera estar confi-
gurando un nuevo canon, que no consigue desprenderse de las desigualdades
que lo constituyen (Mundy y Leibshon, 2017: 7). La domiciliación de estos
proyectos y sitios, y la dirección de estos por parte de investigadores de ins-
tituciones del Norte, aunque realicen trabajos interdisciplinarios con acadé-
micos del Sur, enfatiza nuevamente una agenda específica, unida a los intere-
ses y preocupaciones de instituciones hegemónicas. Nuevamente: la sinuosa
colonialidad del saber discute la supuesta democratización y desjerarquiza-
ción que el mundo digital prometía.
El segundo problema se vincula con la domiciliación a la que ya me
referí, y que aún organiza el archivo colonial y sus accesos. La experiencia
digital crea una falsa impresión de que todo está allí, al alcance de la vista y
de la mano, y el listado profuso que suele ofrecer cada pantalla provoca en el
lector esa idea de completud. Sin embargo, esa impresión resulta errada, lo
cual se verifica en la contraposición entre el archivo digital y el archivo mate-
rial. En efecto, aunque no lo parezca, solo una pequeña parte de los libros,
impresos, legajos y documentos varios del mundo colonial se encuentra digi-
talizada, algo que se experimenta, por ejemplo, cuando se intenta acceder vía
web a un archivo que se ha trabajado in situ, como es el caso de los documen-
tos del Archivo General de Indias que se consultan vía PARES. Además,
muchas veces los confusos motores de búsqueda (que varían de proyecto a
proyecto y de archivo a archivo) ocultan o no permiten acceder a documentos
que en efecto existen en la virtualidad, y por tanto se los da por perdidos o
se los ignora por completo. Esto es así porque todo archivo digital funciona
exhibiendo parte de sus acervos e invisibilizando sus faltas, lo cual también
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tiende a producir una falsa impresión de que todo está en la web, de que lo
que no puede verse en la experiencia digital, no existe. El archivo digital pa-
rece funcionar replicando la jerarquización, exclusión y silenciamiento que
caracteriza a todo archivo, en especial en lo que respecta a las voces subalter-
nas, que no están definidas por el nombre de autor como ley de consignación
(Foucault, 2002). “También hay que señalar que la creciente ‘ceguera digital’
que le otorga solamente valor a lo que existe virtualmente crea nuevas jerar-
quías entre los objetos: aquellos objetos que no son digitales o que no se han
digitalizado permanecen invisibilizados o se invisibilizan en el futuro” (Göbel
y Müller, 2017: 22). Por otro lado, si todo objeto digital se define por su re-
plicabilidad y su mayor movilidad, estas se hallan limitadas por “factores eco-
nómicos, de acceso a la red y de alfabetización digital y académica” (Banzato
y González, 2017: 66). De allí que, al tiempo que facilita y amplía ciertos ac-
cesos, “la transformación digital [también] crea nuevas fragmentaciones, des-
conexiones y exclusiones; […] parece reforzar la posición hegenica de ar-
chivos centrales” (Göbel y Müller, 2017: 33).
En tercer lugar y este punto es fundamental el archivo digital esca-
motea “la posibilidad de tener experiencias sensoriales, hápticas y estéticas a
partir de las interacciones directas con el objeto” (Göbel y Müller, 2014: 22).
El archivo colonial es, centralmente, un archivo material. El estudio de sus
formas, materiales (tipo de papel, tintas, trazos), su colocación con otros do-
cumentos en distintos legajos, el tamaño de los impresos, su encuadernación,
su procedencia brindan datos cruciales que no pueden ser reemplazados por
la imagen digitalizada ni por la descripción del objeto que las fichas catalo-
gráficas ofrezcan. La experiencia directa con estos objetos antiguos nos tras-
lada también a la experiencia física y sensorial de su producción y su lectura,
y resulta crucial para la formulación de hipótesis de lectura y para la com-
prensión de su enunciación y circulación.
Brindo dos ejemplos. El primero, en torno a un texto canónico, la Se-
gunda carta de relación de Hernán Cortés, firmada en Segura de la Frontera,
México, en octubre de 1520 por el capitán al mando de la expedición e im-
presa en Sevilla en 1522. La epístola tuvo numerosas impresiones, incluso
algunas muy lujosas, y traducciones, y una amplia circulación en Europa y en
todo el territorio del imperio español hasta 1527. (El manuscrito original se
desconoce). Se trata de una extensa carta de relación que narra la primera fase
de la conquista de México, y que incluye un texto visual conocido como Mapa
de Nuremberg, primera imagen europea de la ciudad de México. Esta imagen
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crucial suele circular de modo autónomo en los impresos y en la web, y ha
sido objeto de numerosos estudios que la vinculan con cartografías medieva-
les y renacentistas, por un lado, y con la mano de un tlacuilo mexicano, por
otro (Mundy, 2000).
Imagen 1. Plano de Tenochtitlan (1524). Atribuido a Hernán Cortés
La experiencia de la carta impresa en distintas ediciones o del acceso digital
al mapa establece para el lector una separación entre ambos textos, y conduce
a leerlos de acuerdo con distintas tradiciones discursivas y genealogías. No
obstante, el acceso a la edición física que pude consultar en la Biblioteca de
la Universidad de Bologna en 2019 me permitió unir ambas textualidades y
comprender otras lecturas e hipótesis, ya que el mapa no se encuentra sepa-
rado del texto, sino que, plegado, está inserto en la parte del texto en la que
se describe la ciudad, decisión editorial por demás asertada porque el mapa
da cuenta de su centro ceremonial y de sus naturaleza acuática (México-Te-
nochtitlan estaba construida sobre el lago de Tezcoco). Asimismo, la exten-
sión de la carta impresa y la encuadernación permiten apreciar su peso y ma-
nipulación, el hecho de que se trataba de un texto para circular en ambientes
letrados, y también como documento propaganstico de los logros de la Co-
rona española.
En otro sentido y en relación con voces populares femeninas, la expe-
riencia del archivo material también transforma los modos en que estos tex-
tos y estas voces son percibidos. Tomo el ejemplo de mi trabajo en el Archivo
Arzobispal de Lima en 2019. El Archivo resguarda documentos eclesiásticos
desde el Siglo XVI, de lo más variados. Entre ellos, me detuve en los juicios
de divorcio llevados a cabo por esposas abandonadas por maridos bígamos
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en el Virreinato del Perú en el siglo XVI y principios del XVII. El legajo en
un juicio de divorcio del siglo XVI me permitió acceder a algo inusual: la
escritura de puño y letra de una de las testigos, pariente de la demandante, en
favor de esta.
Imagen 2. Carta de testigo de juicio de divorcio del siglo XVI
La experiencia material exhibe varias cosas que no se perciben en la digitali-
zación: por un lado, el tipo de papel y de tinta, de menor calidad que el papel
del amanuense o escribano que inscribe el resto del juicio, lo cual da cuenta
de las condiciones materiales de estas escrituras femeninas; asimismo, el uso
del espacio en la página, sin márgenes, hasta los bordes, sin seguir un renglón
o una pauta, lo cual exhibe también la naturaleza inexperta de estas escrituras;
también su colocación en el legajo, luego de múltiples intervenciones y testi-
gos, da cuenta de la colocación subalterna de estos testimonios.
En fin, la experiencia material del archivo permite toda una serie de
inferencias e hipótesis que el objeto digital escamotea. El problema reside en
que este tipo de experiencias puede estar accesible a investigadores de insti-
tuciones centrales, pero resulta mucho más compleja y esquiva para quienes
realizan su trabajo en el Sur, y dependen de becas, estancias y desplazamien-
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tos costosos y complejos. Eso redunda en una desigualdad en el tipo de co-
nocimiento que puede producirse desde cada ámbito académico y en el tipo
de participación en la conversación en cada campo intelectual.
Coda: Las promesas del archivo digital
De lo expuesto queda claro que el universo digital para el archivo colonial, y
en especial para la inscripción de sus voces subalternas, ha permitido grandes
avances en cuanto a accesibilidad pero adolece aún de un problema crucial:
la reproducción de la jerarquización y la desigualdad que constituyen los ar-
chivos materiales y de los cuales los proyectos digitales son subsidiarios. En
efecto, tras la apariencia de estar ofreciéndolo todo a los ojos del lector más
lejano o recóndito, subyace la elipsis, el silenciamiento, la falta que afecta en
especial a aquellas voces subalternas que ya tienen un lugar subsidiario en el
archivo. Además y como señala Rolena Adorno con respecto a su participa-
ción en El sitio de Guaman Poma, “la tecnología no lo es todo” (2017) y, en
términos de archivos coloniales, aún depende centralmente de la paleografía
y la filología para diseñar objetos digitales que sean útiles, eficaces y adecua-
dos. Asimismo, la diferencia de accesibilidad a los archivos materiales que
relega a algunos investigadores y encumbra a otros también se replica en la
accesibilidad, conectividad y recursos que exige la versión digital, que pro-
mueve una falsa imagen de totalidad y transparencia.
Es indudable entonces que el avance del mundo digital y el desarrollo de
numerosos proyectos de Humanidades digitales constituyen un aporte central
para los Estudios coloniales y en especial para dar cuenta de las voces subalternas
en estos. Pero no debemos olvidar que las promesas de democratizacn e igual-
dad resultan incompletas, puesto que el universo digital suele reproducir las de-
sigualdades, y eso en especial en la medida en que depende de cuantiosos finan-
ciamientos solo accesibles en el Norte global, de equipos de trabajo especial-
mente formados en el campo y de vínculos directos con los archivos, bibliotecas
e instituciones que detentan los fondos documentales.
Se trata de acercarse a los archivos digitales sin romantizarlos ni totali-
zarlos, de utilizar sus recursos, herramientas y posibilidades para producir
conocimiento en Humanidades en tiempos de crisis, sin dejar de discutir la
necesidad del acceso a los archivos materiales centrales y la dimensión de
soberanía que en torno a esos objetos nos atañe como latinoamericanos.
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