Rosetti, “Tecnopopulismo…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 230-233 230 ISSN 3008-7619
SOBRE
TECNOPOPULISMO. CÓMO LA APELACIÓN
AL PUEBLO Y AL SABER EXPERTO EROSIONAN LA
DEMOCRACIA
CRISTOPHER J. BICKERTON Y CARLO INVERNIZZI ACCETTI
Buenos Aires: katz, 2024; trad. María Gabriela Rai
por
Miguel Rosetti
Universidad de Buenos Aires Universidad Nacional de Tres de Febrero
Es profesor de la Universidad de Buenos Aires, en la tedra de Literatura del Siglo XX. Dicta las materias Narrativa
Universal 1 y 2 en la Universidad de las Artes. Asimismo, es docente de posgrado en la Maestría de Estudios
Literarios Latinoamericanos, en la Universidad de Tres de Febrero. Actualmente coordina una Maestría en Hu-
manidades digitales que comenzó a dictarse en 2023 en la misma casa de estudios. Participa en diversos proyectos
de investigación que abordan las problemáticas del archivo, las literaturas comparadas y la historia de las ideas.
Contacto: miguel.rosetti@gmail.com
ORCID: 0009-0008-2710-3137
DOI: 10.5281/zenodo.14071129
RESEÑAS
Rosetti, “Tecnopopulismo…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 230-233 231 ISSN 3008-7619
A cada época le corresponde su prefijo. Si a principios del siglo XX podemos
detectar una fuerza de trascendencia, encapsulada en la proliferación de la
partícula “super” (del superhombre, al superyó y el superrealismo), si durante
el transcurso de sus décadas es posible verificar un fuerte deseo, ya no por lo
nuevo, sino por la renovación, en el desfile de la anteposición “neo” en los
imaginarios del siglo XIX (del neoliberalismo al neomarxismo y la neovan-
guardia); si la centuria se cierra con los tonos nostálgicos del after clímax del
“pos” (posmoderno o posindustrial o posmemoria); no es aventurado postu-
lar, en un ejercicio intuitivo de semántica histórica, que el afijo “tecno” satura
el vocabulario crítico del presente (del tecnocapitalismo al tecnofeudalismo).
El libro de los politólogos Christopher J. Bickerton y Carlo Invernizzi Ac-
cetti, Tecnopopulismo. Cómo la apelación al pueblo y al saber experto erosionan la demo-
cracia, añade a esta seña de contemporaneidad la proeza de unirlo a otro de
los conceptos fetiches de la hora: el de populismo.
Semejante acto de nominación requiere extensas y pormenorizadas
aclaraciones sobre el alcance de su uso y pertinencia por parte de los autores.
En particular, porque, como bien desarrollan en varios tramos, el término
resulta, a primera vista, un monstruo conceptual. ¿No es el populismo (como
tecnología de gobierno, como teoría social, como discurso) contrario a los
principios tecnocráticos del saber experto? ¿Acaso no responden a imagina-
rios y prácticas que no sólo divergen sino que programáticamente se enfren-
tan? El texto sale airoso de esa encrucijada ya que define el suelo común en
el que ambas fuerzas encontraron una sinergia específica. Aún con tensiones
internas y modulaciones propias, tanto la apelación al pueblo como a la ex-
pertise de gobierno se convirtieron, tras la crisis de los partidos políticos de
masas, en fuentes de legitimidad, capaces de coexistir sin asperezas evidentes
en el escenario público. En efecto, el presupuesto sobre el que el texto se
inscribe y al que da sentido es que la crisis de las democracias actuales deriva
de esa convivencia, porque supone la idea de que es posible “cumplir eficien-
temente con la voluntad popular”, sin mediaciones políticas de ningún tipo.
La muestra trabajada, al mismo tiempo diversa pero acotada, se res-
tringe a experiencias políticas de Europa occidental (el Reino Unido, Italia y
Francia) desde la década de los noventa hasta el comienzo de la pandemia
(1990-2020) y abarca un abanico ideológico a priori extendido que pasa por
Tony Blair, Peppe Grillo, Matteo Salvini y Emmanuel Macron. Define tipo-
logías y variedades, menciona esporádicamente coordenadas fuera de este
Rosetti, “Tecnopopulismo…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 230-233 232 ISSN 3008-7619
campo de acción (Podemos en España, Trump en los Estados Unidos), prácti-
camente silencia actores de Europa oriental y Latinoamérica. El resultado es
habilitar la categoría y dotarla de potencia descriptiva no solo para esta serie
de fenómenos políticos, que emergen tras la caída del muro de Berlín lo que
el texto denomina el fin de “la era de la ideología”–, sino también a un rasgo
sostenido de la vida democrática contemporánea, que determina (y los auto-
res insisten, una y otra vez, en ello) “incentivos y restricciones” para los ac-
tores políticos.
De este modo, uno de los momentos más ricos de la argumentación
radica en dar respuesta a la pregunta que inventa la traducción española.
¿Cómo el tecnopopulismo socava a las democracias? ¿En qué aspectos esta
crisis se hace visible? El más palpable, el descontento democrático. La polí-
tica, al dejar de poner en escena valores en conflicto, al perder de vista las
instancias intermedias de representación, al retroceder al punitivismo, reple-
garse en la identidad y clausurar horizontes revolucionarios, abre camino a
una degradación de la vida cívica que se pone de manifiesto en un conjunto
de aspectos mundanos de las prácticas políticas. Uno de ellos es la paulatina
radicalización de la beligerancia discursiva sin que esto suponga un desarrollo
del debate público. Por el contrario, esta polarización tiene por objetivo único
bajar a las audiencias la certeza de que el candidato o líder, recortándose del
establishment, ya sea como un verdadero outsider (Beppe Grillo o Boris John-
son), o como un traidor al mismo (Tony Blair o Emmanuel Macron), están
investidos de una verdad general, son vicarios del “pueblo” y están munidos
excepcionalmente de la solución práctica del problema. Las sociedades pare-
cen siempre estar asoladas por un solo problema (sea la inflación, la inmigra-
ción, la corrupción) que el “tecnopopulista” sabe detectar y resolver. Esta
hostilidad lleva por un lado a la impugnación moral de los adversarios, al
mismo tiempo a una desmaterialización de los criterios de representación,
por las que estas figuras dejan de atenerse a la dinámica de los objetivos dife-
renciados (fundamental en otras teorías del populismo, ya clásicas, como la
de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe) y logran desencastrar su práctica de los
grupos de apoyo para presentarse más allá de los intereses partidarios y so-
ciales, como “ejecutores”. En este sentido, la lógica tecnopopulista se mues-
tra capaz de dar cuenta de una dinámica, una fenomenología de lo público,
que no sería difícil de constatar empíricamente, al menos de modo parcial, en
distintas latitudes.
Rosetti, “Tecnopopulismo…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 2 / Noviembre 2024 / pp. 230-233 233 ISSN 3008-7619
Sin embargo, si bien el tecnopopulismo se define como una lógica, los
autores optan también por referenciarlo, intermitentemente, como un modo
de acción política, o, directamente, como una performance, dejando vislum-
brar la verdadera naturaleza e implicancias de la categoría, su significado más
profundo. Esto es, la transformación de la opinión pública en un escenario
en estado permanente de campaña en el que se puja por ofrecer el único
producto político capaz de ganar. Con las consecuencias que ello tiene para
la organización política en la que los cuadros y las bases partidarias se con-
vierten en analistas de opinión, grupos focales, detectores de tendencias, los
primeros, y público, consumidores, espectadores, los segundos. adida la
particular novedad de que el fenómeno no significa una despolitización (no
es una tecnocracia) sino una sobrepolitización derivada de la “movilización
cognitiva” en la que los deseos y sentimientos de la población son puestas en
el primer plano de los debates.
En este sentido, tal vez por los límites disciplinarios que se impone de
partida se trata estrictamente de un trabajo que oscila entre la historia polí-
tica y el análisis de sistemas de gobiernos comparados, el texto dibuje los
contornos del debate dejando afuera los dos peligros que amenazan (pero
apuntalan) a su objeto. En sus términos, el Escila y Caribdis del tecnopopu-
lismo lo constituyen, por un lado, las formas de fascismo práctico que se
pueden registrar debajo de los marcos normativos vigentes de las democra-
cias liberales, en los que la transformación conceptual de las nociones de de-
mocracia, saber, partido, voluntad general y pueblo delatan una reconfigura-
ción y un umbral en la sustancia de lo común. Y por el otro, la radical irrup-
ción de las tecnologías digitales (y la cultura algorítmica que se desprende de
sus métodos cuantitativos y cualitativos de medición), ofreciendo un terreno
fértil para el crecimiento, tonificación e impulso del fenómeno tecnopopu-
lista.