López Durand, “Otros libros…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 3 / Mayo 2025 / pp. 103-143 108 ISSN 3008-7619
aspectos están “organizados por diferentes intenciones e intervenciones (las
del autor, el copista, el librero editor, el maestro impresor, los componedores
o los correctores)”, la materialidad se nos presenta como un signo lingüístico,
pues los agentes “pretenden cualificar el texto, determinar la recepción, con-
trolar la comprensión” (7). En el proceso de edición, al multiplicarse la par-
ticipación de las personas-agente, se multiplican también sus intenciones, que
son transmitidas y expresadas por medio de las diferentes características for-
males del libro. Éstas, por lo tanto, son portadoras de significación. En este
sentido, los bibliólogos Chartier (2006) y McKenzie (2005) llegaron a afirmar
que incluso dos ediciones de una misma obra (a saber, con un mismo conte-
nido), publicadas incluso con cierta cercanía temporal, se convertían en tex-
tos diferentes, puesto que cada una “da cuerpo a una intención muy distinta”
(McKenzie, 2005: 53. Las cursivas son mías). Intenciones, siguiendo a Cer-
vantes (2019), supeditadas a las dimensiones históricas particulares de cada
edición.
Uno de los objetivos de McKenzie era subsanar el reduccionismo que
identificó en los estudios bibliográficos al proponer “la bibliografía como el
estudio de la sociología de los textos” (2005: 31), que implicaba poner el va-
lor, además de en el significado de la materialidad (de la forma por la forma
misma), en la inherente colectividad de los procesos de la puesta en página a
lo largo de toda la cadena de producción de los libros. A su parecer, historiar
los libros no debía excluir “el estudio de las motivaciones sociales, económi-
cas y políticas de la edición, las razones por las que los textos fueron escritos
y leídos como lo fueron, el porqué fueron escritos de nuevo y rediseñados, o
se dejó que muriesen” (31). Así, un análisis de la materialidad desde ella
misma y desde las diversas agencias que la hicieron posible explicita los tras-
fondos de las preferencias, de las decisiones, las polémicas y los diálogos vi-
vos en uno o varios momentos de la cadena. Si la materialidad es, en efecto,
una “forma expresiva” (74), entonces en cada versión, en cada proceso de
cada agente, incluyendo a los propios escritores, “nos encontramos ante un
acto de creación” (55), o bien, ante poetas de la forma. Como ya lo anunciaba
Mckenzie (2005), pensar desde la materialidad conlleva diluir la noción de
autor. Cada agente puede, entonces, ejercer autoría. Cada libro es resultado
de múltiples autorías.
Sería objeto de otra investigación dar cuenta plena del panorama edito-
rial de las literaturas en lenguas indígenas y de su presencia en el soporte del
libro desde una sociología de los textos, no obstante, aquí sostengo que es