D’Agostin Alano, “Unos indios…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 3 / Mayo 2025 / pp. 266-269 266 ISSN 3008-7619
UNOS INDIOS - SU HABLA
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DE JOÃO GUIMARÃES ROSA
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Traducido y anotado por
Natássia D’Agostin Alano
Leitora Guimarães Rosa - Universidad Nacional de Tres de Febrero MRE | CAPES
Es graduada en Letras, Lengua Portuguesa y Literaturas en Lengua Portuguesa, por la Universidade
Federal de Santa Catarina (UFSC, 2014), magíster (2017) y doctora (2023) por el Programa de Posgrado en
Lingüística de la UFSC, en el área de concentración en Lingüística Aplicada. Actualmente, se desempeña como
lectora Guimarães Rosa (Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil) en la Universidad Nacional de Tres de
Febrero (UNTREF), donde es docente en el Laboratorio de Investigación e Innovación en Política y Gestión de
Lenguas (UNTREF LINGUA) y en la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos.
Contacto: ndagostin@untref.edu.ar
ORCID: 0000-0001-7932-0100
DOI: 10.5281/zenodo.15490325
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João Guimarães Rosa, diplomático, profesor y escritor, participó en 1947 en una expedición organizada
por la Universidad de Brasil (UB) en Río de Janeiro. La investigación tuvo como destino el extenso
estado de Mato Grosso (antes de la división entre Mato Grosso y Mato Grosso do Sul), recorriendo
ciudades como Campo Grande, Corumbá, Nhecolândia y el Pantanal Mato-Grossense. El grupo estaba
compuesto por estudiantes de la Facultad Nacional de Filosofía de la UB, bajo la coordinación del pro-
fesor Hilgard O’Reilly Sternberg, y por alumnos del Instituto Río Branco, dirigidos por Rosa. La crónica
Uns índios sua fala fue escrita durante esta expedición, a partir de las observaciones y vivencias del autor
en ese contexto (MORAES, 2018; 2022).
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Esta crónica de Guimarães Rosa fue publicada en la sección Letras e Artes del periódico A Manhã el 25
de mayo de 1954 y posteriormente en Ave, Palavra (1970), obra póstuma que el autor organizaba en los
meses previos a su fallecimiento en 1967. El libro reúne treinta y siete textos que Rosa publicó en perió-
dicos y revistas entre 1947 y 1967. Para la traducción de este texto, tuve en cuenta las actualizaciones de
los acuerdos ortográficos del portugués.
TRADUCCIÓN
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Me refiero, en Mato Grosso,
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a los Terenos
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pueblo meridional de los Aruak.
Desde Campo Grande, ellos aparecen. Pero, si mal no me informo, sus prin-
cipales reservas o aglomeraciones se encuentran en Bananal, en Miranda, en
Lalima e Ipegue, y cerca de Nioaque. Urbanizados, vestidos como nosotros,
calzando medias y zapatos, salen de una tribu secularmente ganada para lo
civil. En la Guerra del Paraguay, además, sirvieron, se consolidaron; de ellos
y de su comandante, Chico das Chagas, narra A Retirada de Laguna.
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Primero hablé con dos, jóvenes y binominados: uno se llamaba U-la-lá
y también Pedrinho; el otro era Hó-ye-ná, o sea, Cecílio. Poca charla.
La sorpresa que me dieron fue al escucharlos hablar entre ellos, en su
rápido, ríspido idioma. Una lengua no propiamente gutural, no guaraní, no
nasal, no cantada: sino firme, contenida, oclusiva y sin blandura lengua para
gente enérgica y tierra fría. Me entraba y me salía por los oídos aquella indi-
visible extensión de sonido, hilo crespo, en articulación soplada; y me asom-
braba su gama de fricativas palatales y velares, y las vocales sordas. La respeté,
pronto respeté a sus hablantes, como si representasen alguna viejísima cul-
tura.
Me dieron el sentido de un puñado de palabras, que pregunté. Sueltas,
revelaban su oculta silabación, que antes se desvanecía en lo natural de la
entrecharla. Así, pues:
frío kás-sa-
onza -i-
pez khó-é (kh alemán, ou khi griego)
río khú-
Dios í-khái-van’n-u-
serpiente kóe-ch’oé
pajarito -o-pon’n-o (h aspirada).
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El autor se refiere al estado de Mato Grosso, pero en la actualidad tanto el estado como las localidades
mencionadas a continuación (Bananal, Miranda, Lalima, Ipegue y Nioaque) forman parte de Mato
Grosso do Sul, que se separó de Mato Grosso en 1977, dando lugar a un nuevo estado brasileño. En el
siguiente enlace se puede consultar la evolución territorial de Brasil desde 1872: https://acor-
tar.link/iHWMmW
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Aunque el término Terenos se utiliza con frecuencia, la denominación apropiada para este pueblo
indígena es Terena.
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Referencia al libro de Visconde de Taunay (1874).
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El arduo apunte resultó arbitrario. Solo para una idea. Y, obviamente, las
palabras traídas así están re-muertas,
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sin velocidad, sin ardor. Pero, aun así,
hiere fuerte su revés.
Después, en el arraial de Limão-Verde, 18 km de Aquidauana, al pie de
la sierra de Amambai, los visité: un asentamiento de disidentes 60 familias,
más de 300 almas indígenas, bajo el cacicazgo del naa-ti Tani, o Daniel,
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capitán.
El lugar, Limão-Verde, era gico y a-parte, casi de mentira, con un
excesivo grosor y esmalte en la vegetación, como el de Oxfordshire en julio:
pasto intacto y montañas de mangos, y el ocaso de Italia, abierto, en fin, puro
color.
Casi junto a nosotros, más adelante, también llegaba una terena, a ca-
ballo. Con zapatos de cuña y con su niño indiocito en los brazos. Quisimos
conversar, pero ni nos dejó. Convenció al caballo de que diera la grupa, dán-
donos la espalda, y así giraron, y des-giraron, cuanto fue necesario.
Pero, al avistarnos, el capitán Daniel rompió de allí con todos sus súb-
ditos. Y él era un verdadero jefe, por cara y cruz. Su personalidad clamaba
bajito. En cualquier lugar, sin alardes, solo con llegar, sería respetado. El des-
calabro, la indigencia, el gitanismo disimulado de su gente no le quitaban el
aire espacioso de patriarca y pompa. Él representaba: y, con ritual vacío y
simples palabras, nos dio, en un instante, el esquema de una gran hospitali-
dad.
Mientras podía, también me entretuve con un grupo: Re-pi-pi (“la
liana”), I-li-hú, Mó-o-tchó, Pi-têu, É-me-a-ka-uê y Bertulino Quirino Apáuas.
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La palabra ‘remortas’ en el texto original no es común en portugués, pero parece remitir tanto a ‘remo-
tas’ (algo distante en el tiempo o espacio) como a la idea de algo muerto o inexistente. El uso del prefijo
‘re’ en ‘remortas’ también sugiere en portugués una repetición o refuerzo, como si algo estuviera ‘nueva-
mente muerto’ o ausente repetidamente. Este juego de significados parece reflejar, además, una posible
interferencia de Rosa con el español, donde el prefijo ‘re’ refuerza la idea de repetición o intensificación.
Por eso, la traductora optó por traducirla como ‘re-muertas’, manteniendo la connotación de distancia y
muerte, además de la reiteración implícita en la palabra.
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Basándose en las discusiones de Joaquim Dias (2015), Joana Passi (2022) señala en su tesis que, en
1947, el cacique Daniel Dias (o Capitán Daniel) denunció abusos contra los indígenas de la Aldea Limão
Verde al Serviço de Proteção ao Índio (SPI), incluyendo ataques a las plantaciones y destrucción de
cercas. Estas denuncias fueron registradas en los archivos de la DGI y del SPI (Passi, 2022: 107-108;
Dias, 2015).
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Le hacía preguntas a uno: ¿cómo se dice esto en lengua terena? ¿Y aquello?
y él se esforzaba en enseñarme; pero los otros se burlaban: Na-kó i-kó? Na-
i-ko? (‘¿Cómo es que vamos? ¿Cómo que vamos?’) Kómo k’bámo?
¿Cómo te zafás de esta?...”
Apenas tuve tiempo de ir tomando notas de mi pequeño vocabulario.
De regreso a Aquidauana, al releerlo, me di cuenta de algo, que fue un des-
cubrimiento. Los colores. Eran:
rojo a-ra-ra-i’ti
verde ro-no-no-i’ti
amarillo he-ya-i’ti
blanco ho-po-i’ti
negro ha-ha-i’ti.
Sí, sí, claro: el elemento ‘i-ti’ debía significar color’, un sustantivo que se había
sufijado; de ahí que ‘a-ra-ra-i’ti’ sería color de guacamayo’, y así sucesiva-
mente. Entonces pahoras en la ciudad tratando de averiguarlo. Valía. Toda
lengua son rastros de viejo misterio. Fui en busca de los terenos que vivían
en Aquidauana: una cocinera, un vago, un albañil, otra cocinera, quienes me
susurraron largas cosas, en su habla apagada, de tanta intensidad. Pero ‘i-ti’
no era eso.
Es decir, era y no era. “I-ti” quería decir solamente “sangre”. Aún más
bello. Porque, de pronto, fui imaginando: rojo sería “sangre de guacamayo”;
verde, “sangre de hoja”, por ejemplo; azul, “sangre del cielo”; amarillo, “san-
gre del sol”; etc. De ael afán de poder saber exactamente el sentido de “-
no-nó”, “hó-pô”, “há-há” y “hê-yá”.
Sin embargo, no lo encontré. Ninguno me decían significaba cosa
ninguna. Cero nada, cero. Una tristeza. Y no podía demorarme, seguir inves-
tigando. ¿Na-kó i-kó? Una tristeza.
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En la preparación de este texto para su publicación en 1970, Rosa propuso una modificación en este
párrafo, la cual agregamos aquí, en nota: Sin embargo, no encontré. Ninguno me decían significaba cosa ninguna,
huída por los fondos de la lógica. Cero, nada, cero. Y no podía dejar allí mi cabeza, sola especulando. ¿Na-kó i-kó? Una
tristeza.