Gelado, “De la mediatización…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 4 / Noviembre 2025 / pp. 123-144 123 ISSN 3008-7619
DE LA MEDIATIZACIÓN A LA MEDIACIÓN: GUSTAVO
E. URRUTIA, UN MACHIAVELLO FONCÉ
FROM MEDIATIZATION TO MEDIATION: GUSTAVO E. URRUTIA,
UN MACHIAVELLO FONCÉ”.
Viviana Gelado
Universidad Federal Fluminense (UFF)
Profesora e investigadora de literatura latinoamericana en la Universidad Federal Fluminense (UFF).
Autora de libros y artículos sobre literatura y arte de vanguardia, cultura popular y estudios afrolatinoamericanos.
Entre ellos: Vanguardia y cultura popular en los años veinte en América Latina (Corregidor, 2007).
Contacto: gvgelado@id.uff.br
ORCID: 0000-0002-3576-6845
DOI: 10.5281/zenodo.17476365
DOSSIER
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Número 4 / Noviembre 2025 / pp. 123-144 124 ISSN 3008-7619
Fecha de envío: 03/09/2025 Fecha de aceptación: 24/09/2025
Mediación
Gustavo E. Urrutia
Postabolición
Plus dolor
Literatura cubana
El artículo se ocupa del contrapunto entre mediatización y mediación en el trabajo periodístico de Gustavo E.
Urrutia y contrasta nociones propuestas por el autor con motivos y tropos de la tradición literaria cubana, en el
contexto de los debates sostenidos durante la República.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Mediation
Gustavo E. Urrutia
Post-abolition
Plus pain
Cuban literature
tradition, in the context of the debates held during the Republic.
ABSTRACT
KEYWORDS
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Los escritores no se han ocupado del negro sino desde
dos únicos puntos de vista: el económico y el literario.
Fernando Ortiz, “Las supervivencias africanas en Cuba”,
Entre cubanos (1913)
“Cubanidad mediatizada”
1
El contexto en el que Gustavo E. Urrutia (La Habana, 1881-1958) desarrolló
su labor periodística, en medios impresos y en la radio, estaba atravesado por
diversos condicionamientos de orden práctico (económico y social,
especialmente) y por sobredeterminaciones derivadas de un proceso de
independencia largo y tortuoso, en cuyo desenlace la interferencia en la
acción política y bélica de Estados Unidos desplazó a las dos legítimas fuerzas
en conflicto: Cuba y España.
En ese proceso largo y tortuoso en pro de la independencia de Cuba,
tuvieron lugar diversos levantamientos, conspiraciones, rebeliones y guerras
en los cuales la participación directa de los afrocubanos
2
había sido, en
algunos casos, anterior y, en los acontecimientos bélicos, siempre
fundamental. Lejos de pacificarse, la República que resultó de ese proceso
estuvo condicionada, política y económicamente, por la prevalencia de los
intereses de Estados Unidos, uno de cuyos signos más notables fue la
imposición de la Enmienda Platt a la Constitución cubana en 1902. Las
disputas entre los partidarios de diversos proyectos político-institucionales,
así como los efectos ocasionados a la dependiente economía cubana, tanto
1
La investigación contó con el apoyo del CNPq (Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e
Tecnológico, MCTI) y la CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento do Pessoal de Nível Superior,
MEC), gracias a los cuales pude consultar diversos fondos documentales en el Schomburg Center for
Research in Black Culture (NYPL), en la biblioteca Beinecke (Universidad de Yale) y en la Hemeroteca
del Instituto de Literatura y Lingüística “José Antonio Portuondo Valdor” en La Habana.
2
Fernando Ortiz utiliza el término en el título de su libro Hampa afrocubana: los negros brujos, prologado
por Lombroso, en 1906. El 12/dic/1942, en la conferencia “Por la integración cubana de blancos y
negros” dictada en el Club Atenas, Ortiz (1973) atribuye el primer uso del término en Cuba a Antonio
de Veitía, en 1847 sin, no obstante, referir su contenido semántico en aquel contexto. La consolidación
en el uso de este término se inicia en la década de 1920, con la creación de publicaciones e instituciones
consagradas al estudio de aspectos de la cultura de los afrodescendientes en Cuba, motivadas, en buena
medida, por el interés de asociarlos a la producción de una cultura nacional moderna, por parte de
intelectuales y artistas (en su mayoría blancos). En dicha conferencia, Ortiz refiere también la hostilidad
manifestada por negros y mestizos cubanos ante su uso, por entender que se trataba de la puesta en
circulación de un atributo de producción exógena al grupo y a servicio de la persistencia de prejuicios
raciales (especialmente, en lo relativo a las religiones de matrices africanas). Sobre los debates en torno a
la definición de este término, cfr. T. Fernández Robaina, 2005 y 2015.
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en lo que se refiere al modelo de producción como a sus efectos en el ámbito
social, dominaron la agenda pública, imponiendo, en lo que atañe a los
debates interraciales, un ejercicio constante de análisis comparado, crítico y
contrastivo de la historia, cultura y condiciones específicas nacionales frente
a las tensiones, debates y opciones adoptados por los estadounidenses.
Así, la guerra por la independencia cubana se vio seguida por las
reivindicaciones de reconocimiento de igualdad de derechos de diversos
sectores, en particular, de los veteranos negros y mestizos, organizados en
asociaciones que se vincularon al Directorio Central de las Sociedades de
Color, creado en 1888, dos años después de la abolición de la esclavitud
3
en
la Isla.
En virtud del fracaso en la consecución del reconocimiento pleiteado
por los veteranos mediante el apoyo de los dos partidos tradicionales
(conservadores y liberales) aun cuando, entre sus miembros de mayor peso
estuvieran políticos y veteranos negros y mestizos, un grupo constituido por
veteranos de la guerra de independencia, comerciantes y pequeños
propietarios, optó por la fundación de la Agrupación Independiente de
Color, luego partido, el PIC-Partido Independiente de Color, en 1908.
A pesar de la amplitud y pertinencia social de las demandas propuestas
por el programa presentado por el PIC, el malestar que producía en sectores
hegemónicos su sola existencia (inédita en el continente), así como la
aprobación de la Enmienda Morúa (que prohibió la constitución de partidos
políticos organizados de acuerdo con criterios raciales) en 1910 y la
radicalización de la estrategia del PIC en 1912 resultaron en uno de los
episodios más traumáticos de la historia cubana: la guerra racial de 1912,
conducida por el Ejército Nacional, entre cuyos comandantes figuraba José
Francisco Martí, hijo de aquel bajo cuyo lema fundacional de la nación “con
todos y para el bien de todos” había sido creado el PIC. (Portuondo Linares,
2002; Helg, 2000)
En ese período, la llamada gran prensa cubana amplificó el uso del
adjetivo “racista”, para hacer referencia a las demandas racialistas de
3
Después de una serie de iniciativas locales de tenor reformista, sustentadas a lo largo del siglo XIX por
miembros de la élite criolla, las cortes españolas autorizaron la suspensión del Patronato apenas en julio
de 1886. La medida, aceptada por la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, por el Círculo de
Hacendados y por la Sociedad Económica de Amigos del País, resultó en la abolición formal de la
esclavitud en la Isla. La historiografía al respecto es vasta. Para una visión alternativa de los hechos, cfr.
Deschamps Chapeaux, 2013.
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reconocimiento de igualdad de derechos civiles, que permaneció vigente aún
en las décadas en las que Gustavo E. Urrutia llevó a cabo su actividad
periodística.
En efecto, la consideración de estos condicionamientos y
sobredeterminaciones es fundamental para entender, en su contexto, las
paradojas del pensamiento de Urrutia, la estrategia política (apartidaria) de su
participación en ese proceso y, consecuentemente, la retórica, estilo y tono
adoptados en sus intervenciones públicas en medios impresos y en la radio.
Ese contexto dota de una densidad específica las nociones propuestas por él
para reflexionar sobre los desafíos contemporáneos a la convivencia
ciudadana interracial entre cubanos.
Como veremos, si bien se trata de nociones o de tropos en circulación
en otros ámbitos o períodos, la reflexión de Urrutia opera sucesivas
resignificaciones y refuncionalizaciones en diálogo (in)tenso con su presente
político, social, económico y cultural. De tal modo, “el problema negro” y la
condición neocolonial de la República serán vistos por Urrutia en diálogo
con tropos de la tradición literaria, cultural e historiográfica relativas a la
institución de la esclavitud y sus legados culturales, económicos y sociales (del
dolor al plus dolor), así como incorporará a esa reflexión nociones
provenientes del ámbito del psicoanálisis (por donde se esfuerza por
distanciarse de los discursos psicologistas étnicos, vigentes en el período) y
de los movimientos culturales y artísticos que concentraron los debates entre
las décadas de 1920 y 1950.
En esa línea, aun cuando sus columnas periodísticas se dejen interpelar
por las urgencias contemporáneas, su reflexión estará orientada, de modo
sostenido y profundo, por la construcción de vías prácticas de acceso efectivo
a los derechos ciudadanos por parte de los “elementos de color” cubanos.
Así, el imperativo colectivista adoptado como política y perspectiva general
de su trabajo periodístico y, en particular, en la edición de su página “Ideales
de una raza” (1928-1931), el planteamiento de la noción de “plus dolor”, la
resignificación de nociones tales como “complejo de inferioridad” y “nuevo
negro”, además del tratamiento de temas como el de la santería, vistos con
notorios prejuicios por parte del público asiduo del conservador Diario de la
Marina, serán propuestos por Urrutia como aspectos dignos de atención,
respeto y estudio en el marco de la cultura cubana.
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Para llevar a cabo su trabajo fundamental de mediación en la prensa y
en la radio, Urrutia articuló una red interracial de colaboradores para su
página Ideales de una raza”, formada por intelectuales, artistas y actores
sociales y políticos, con los que cooperó a su vez, a lo largo de su vida, en el
diseño y ejecución de diversos proyectos en el marco de instituciones
culturales y sociales como el Club Atenas, la Universidad del Aire, la
Institución Hispanocubana de Cultura, la Asociación nacional contra las
discriminaciones racistas, entre otras.
“un Machiavello foncé”
Antecedentes de la labor periodística de Urrutia en Cuba son los periódicos
creados por mujeres y hombres negros, como La Armonía (1879) y, más tarde,
El Nuevo Criollo (1904-1905), dirigidos por Rafael Serra; La Fraternidad (1878-
1880 y 1890) y La Igualdad (1892-1895), publicados por sectores vinculados
al Directorio Central de las Sociedades de Color bajo la presidencia de Juan
Gualberto Gómez y, más tarde, dirigidos por el mismo Gómez, La República
Cubana (1902) y El Liberal (1907); Minerva, Revista Quincenal Dedicada a la Mujer
de Color (1888-1889), dirigida por Miguel Gualba; así como Previsión (1908-
1910), dirigido por Evaristo Estenoz, presidente del Partido Independiente
de Color. A los precedentes, hay que agregar, en lo que se refiere a la
colaboración asidua de un afrocubano en un periódico de la llamada gran
prensa de la Isla, la experiencia de Ramón Vasconcelos, quien mantuvo una
columna, “Palpitaciones de la raza de color”, en La Prensa entre 1915 y 1916,
firmando con el seudónimo “Tristán”.
“Ideales de una raza
4
estrena como columna a cargo de Urrutia en el
Diario de la Marina el 18 de abril de 1928 y se transforma en página dominical
4
Las referencias a la columna “Armonías” y a la página “Ideales de una raza” en formato día/mes/año
corresponden a consulta directa en hemeroteca. Las columnas y notas incluídas en antologías o
recopilaciones contemporáneas aparecen con indicación del autor, año y página(s) de la edición. Las
primeras diez columnas (18 al 27/abr/1928) fueron reeditadas por Pedro Cubas-Hernández (Urrutia,
2006). P. Cubas Hernández (2012), además, organizó y prologó una antología de la página “Ideales de
una raza” (1928-1931). Por su parte, T. Fernández Robaina (2018) organizó una antología de
“Armonías”, publicadas por Urrutia entre 1928 y 1952. Para una visión de conjunto acerca de la página
“Ideales de una raza”, cfr. A. Cubas-Hernández, 2006 y 2012. Para una visión de conjunto del periodismo
de Gustavo E. Urrutia, cfr. T. Fernández Robaina, 1990, 2007 y 2018. Para una visión de conjunto acerca
del debate racial en la República, con especial atención a la producción de Urrutia, cfr. A. Fernández-
Calderón, 2014; A. Cubas-Hernández, 2018. Para lecturas puntuales sobre “el plus dolor” y “el nuevo
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el 11 de noviembre del mismo año. En este formato, la gina se publica
regularmente, editada por Urrutia, hasta el 4 de enero de 1931, cuando Lino
D’Ou periodista y político afrocubano, teniente-coronel del Ejército
Libertador en la última guerra por la independencia inició la edición de la
página “Marcha de una raza” en el diario El Mundo. Por su parte, la columna
“Armonías”, firmada por Urrutia, aparece por primera vez en la página
“Ideales de una raza” el 11 de noviembre de 1928, desempeñando la función
de nota editorial de la página. A partir de esa fecha, y aun después de que la
página “Ideales de una raza dejara de circular, Urrutia mantuvo
colaboraciones esporádicas con el Diario de la Marina, en las que continuó
utilizando el título de la columna “Armonías”, hasta la década de 1950. La
página “Ideales de una raza” (1928-1931), a su vez, formó parte del magazine
que componía el “Suplemento literario” dominical del Diario de la Marina,
dirigido por José Antonio Fernández de Castro, entre 1927 y 1930.
Colaborador en ambas secciones, el ilustrador y periodista Armando
Maribona fue quien sugirió a los directores del Diario de la Marina la
incorporación de Urrutia al equipo de editores (Fernández Calderón, 2014:
177).
Luego, serían Fernández de Castro y el pintor y caricaturista mexicano
Miguel Covarrubias quienes colaborarían en el establecimiento de los
contactos que posibilitaron una renovación de las redes entre artistas e
intelectuales jóvenes de La Habana y Nueva York (Guridy, 2010: 151-194;
Arroyo, 2013; Kutzinski, 1993: 151-152), de las que resultaría un diálogo
intenso entre Gustavo E. Urrutia y Nicolás Guillén, en La Habana, y
Langston Hughes y Arturo A. Schomburg, en Nueva York, gracias al cual
poemas y artículos de los cubanos serían publicados en The Crisis y
Opportunity, con traducción de Hughes, así como poemas de Langston
Hughes serían publicados en “Ideales de una raza”, traducidos por Fernández
de Castro (27/abr y 13/jul/1930). En “Ideales...” se publicará también una
reseña de The weary blues de Hughes (6/jul/1930) por Jorge Mañach, poeta y
ensayista vinculado a la revista de avance y director de la Universidad del Aire.
Y Urrutia publicará, a su vez, tres “Armonías”, dedicadas a la visita de Arturo
A. Schomburg a La Habana, “en busca de libros cubanos”, y a la labor del
puertorriqueño como curador y mediador panafricanista avant la lettre desde
la sede de la Biblioteca pública de Nueva York localizada en el barrio de
negro”, nociones específicas que Urrutia propuso (la primera) y resignificó (la segunda), cfr. M. E. Oliva,
2025.
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Harlem (“Schomburg”, 2/nov/1932, “La visita de Mr. Schomburg”,
5/nov/1932 y “Teamwork”, 9/nov/1932).
5
En descompás retórico con estos diálogos e intercambios, el
conservador Diario de la Marina anuncia el 16 de abril de 1928 la novedad de
la columna, “Ideales de una raza”, en un lenguaje afectado y decadentista,
cargado de superlativos cursis (“interesantísima sección”, “finísima visión”,
“bellísimo tema”, meritísima clase social”). A ese anuncio, Urrutia va
respondiendo con registros heterogéneos, de acuerdo con el objeto, escena o
propósito de la columna, aunque tal vez el primer contrapunto más sostenido
se diera en junio de 1929, con la serie dedicada a “La cuestión económica del
negro”, en la que prevalece un registro más directo y llano, que abre espacio,
inclusive, a la transliteración de la oralidad popular de los afrocubanos
(“Pregones antiguos”, 17/jul/1929), algo que la “poesía negra cubana
contemporánea aún hesitaba mucho en poner en práctica (Gelado, 2010).
No obstante, es importante notar que la retórica del anuncio del Diario
de la Marina sirve como marco dentro del cual, en la perspectiva de la clase
hegemónica a la que éste representaba, cabía dar espacio a los “Ideales de una
raza” y al “distinguido ingeniero” (y no arquitecto, como correspondía) Sr.
Gustavo Urrutia. El anuncio del 16 de abril de 1928 fue publicado, además,
sin el acompañamiento habitual del retrato del responsable por la sección. De
la vaguedad del título de la sección, del error en la atribución profesional y de
la ausencia de retrato, Urrutia hará objeto de su ironía (“Frívolo”,
23/abr/1928) en la serie inicial de diez columnas que escribe en su período
de prueba (del 18 al 27/abr/1928) y en las que define su espacio “no es
academia, ateneo ni cátedra, sino más bien taller, laboratorio, clínica”
(“Explicando”, 9/abr/1928), además de introducir el tratamiento de dos
temas que se tornarán recurrentes: la “esclavitud económica” de “la raza de
color” (“La defensa”, 22/abr/1928) y el “prejuicio racial” (“El diagnóstico”,
25/abr/1928).
5
Además de las tres columnas citadas, el diálogo sostenido entre Urrutia y Schomburg también se
traduciría, entre otras colaboraciones, en la publicación, en “Armonías”, de versiones extractadas por
Urrutia de artículos de Schomburg publicados inicialmente en inglés (“El obispo negro de Panamá”,
7/dic/1932 y “Juan Latino, esclavo y catedrático”, 11/feb/1933) y en la noticia de la incorporación a la
colección de la sede de la calle 135 de la Biblioteca pública de Nueva York (hoy, Schomburg Center for
Research in Black Culture), de la colección empastada en papel de seda de las páginas de “Ideales de una
raza” (“Imperialismo afrocubano”, 1/mar/1936).
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En la primera columna de la serie, Urrutia asume su propia experiencia
como lugar de enunciación; decisión que, al tiempo que crea una escena de
diálogo franco y una arena regida por su honestidad intelectual, abrirá espacio
también, en contrapunto, a no pocos temas o motivos de debate a lo largo
de todo el período de publicación de la página. Así, si el propósito general
enunciado es, en el orden interracial, “que se nos escuche”; “explicarles” a
los cubanos blancos “nuestros puntos de vista [...] y hacer ver además cómo
piensa, cómo siente, cómo sufre y qué anhela la raza de color en Cuba” (“De
la propia experiencia”, 18/abr/1928), la estrategia de desvío hacia “la
estética” (aprovechando el ejemplo antinaturalista de las vanguardias plásticas
contemporáneas), para extraer de ella como primer (y persistente)
diagnóstico el “prejuicio racial” como mera ficción” (“El diagnóstico”,
25/abr/1928), servirá también para revelar a quienes, entre aquellos
destinatarios blancos, están dispuestos a escuchar y quienes no (“¡Cállense...
y esperen!”, 8/jul/1928). Entre los primeros, estarán aquellos que poco
después van a colaborar ocasionalmente con la página: Jorge Mañach,
Francisco Ichaso, Juan Marinello, jóvenes minoristas vinculados a la revista de
avance y a su empeño en promover (no sin debates internos ni
contradicciones) el afrocubanismo como poética de una vanguardia nacional.
Entre los debates sostenidos entre afrocubanos y minoristas, es digno
de nota (por sus proyecciones, décadas más tarde) el abierto por Urrutia con
posterioridad al cierre de “Ideales...”, el 11/mar/1931, y dirigido a Mañach
con el título “La solución cubana y la solución norteamericana: los pioneers”.
El debate se extendió hasta el 3/mayo/1931. En él, el título de la columna
de Urrutia servirá, a su vez, para contrastar dos modos de “solución cubana”:
o la armonía, en la que se preserve la heterogeneidad, o la fusión, en la que
se imponga la homogeneidad. Si bien ambos autores convergen en el modelo
a ser seguido (el de la armonización de la heterogeneidad), los medios para
alcanzarla se presentan como posibles para Urrutia dentro del socialismo, al
paso que, para Mañach, la eliminación de las desigualdades económicas por
un régimen socialista no garantizaría la erradicación del prejuicio racial.
(Fernández Robaina, 2018; Ibarra Cuesta, 2009: 247-252). Diferentemente de
Mañach en este punto, Juan Marinello compartía con Urrutia la percepción
de que el marco legal vigente no había sido capaz de garantizar el ejercicio
efectivo de la igualdad de derechos entre cubanos negros y blancos, al tiempo
que era más enfático que Urrutia en la expresión de su esperanza de que esa
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igualdad sólo sería posible “por medios inusitados, violentos” (Marinello,
1931: 16).
Por su parte, otro joven poeta, contemporáneo de los minoristas,
Nicolás Guillén, se transformará en colaborador asiduo de la página
“Ideales...” en diciembre de 1928. En ella publicará importantes textos
periodísticos en los que contrapone las experiencias históricas de los negros
cubanos y estadounidenses, defendiendo insistentemente la vía de la
conciliación, sin subordinación, cubana, en lugar de la segregación y la
discriminación practicadas en el país vecino. En crónicas, notas breves y
entrevistas –“El camino de Harlem” (21/abr/1929), “La conquista del
blanco” (5/mayo/1929), “El blanco: he ahí el problema” (5/jun/1929),
“¿Periódicos negros de cubanos o periódicos cubanos de negros?”
(4/ago/1929), entre otros retrata a afrocubanos destacados en la historia
política, artística y deportiva reciente y discute acerca de los obstáculos
contemporáneos a las relaciones interraciales en Cuba, agravadas por las
consecuencias de la crisis financiera internacional, que afectará a la industria
azucarera cubana (controlada por empresas estadounidenses) y profundizará
las desigualdades ya existentes en el mercado de trabajo, con la introducción
de mano de obra en condiciones análogas a la esclavitud, procedente de
Jamaica y Haití. En ese contexto, a la formulación ya importada en el siglo
XIX del tema objeto de debate –“el problema negro” o “la cuestión del
negro”– se suman el de la “inmigración indeseable” (de chinos, jamaiquinos
y haitianos) y la preocupación expresada por la élite de que, con ella, se
produzca un “reennegrecimiento de Cuba”, que amenace los logros
alcanzados por los cubanos negros y blancos en diversos ámbitos de la
convivencia ciudadana (basada, de todos modos, en la persistencia de las
desigualdades) (Fernández Calderón, 2014: 123-130; de la Fuente, 2001: 245-
292; Zanetti Lecuona, 2006).
Además de sus textos en prosa, Guillén iniciará la publicación de los
poemas de sus Motivos de son en la página “Ideales de una raza”. El primero
de ellos, “Pequeña oda a Kid Chocolate”, saldrá el 29 de diciembre de 1929;
otros más, dedicados a José Antonio Fernández de Castro, se publicarán el
20/abr/1930.
Por su parte, Fernández de Castro tuvo colaboraciones breves pero
significativas en la página “Ideales...” Una de ellas fue la traducción de
poemas de Langston Hughes (27/abr y 8/jun/1930), en el marco de la
segunda visita del poeta estadounidense a La Habana. Otra fue su edición de
Gelado, “De la mediatización…” Nueva Revista de Literaturas Populares
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los Escritos de Domingo del Monte, en 1929. Abolicionista, del Monte
mantuvo una tertulia a la que invitó, en 1836, a Juan Francisco Manzano,
poeta esclavo autor de una Autobiografía; escrito singular en el marco de una
tradición literaria que no promovió esa práctica y cuya primera edición en
español se publicaría recién en 1937, al cuidado de José Luciano Franco. Bajo
el título “Un libro interesante”, Fernández de Castro divulgará, a través de
“Ideales...”, su trabajo como editor de los escritos de del Monte,
fundamentales para entender, en red, las prácticas escriturarias (creación,
revisión, edición, traducción, desmontaje y remontaje de fragmentos
textuales y/o de relatos de episodios narrativos con componentes
dramáticos, utilización de la escritura del esclavo como objeto de incitación
estética para la producción de otros relatos ficcionales, etc.) y la estabilización
de motivos, figuras y medios expresivos en una producción mediatizada por
los señores de esclavizados.
Esta tensión entre mediatización y mediación constituiría una de las
principales preocupaciones de Urrutia, así como la motivación qui más
importante para la proposición de su columna “Armonías” y la edición de la
página “Ideales de una raza”. En efecto, Urrutia se presenta
fundamentalmente como mediador –“un Machiavello foncé”–en pugna
contra lo que denomina “la cubanidad [...] mediatizada” (Urrutia, 2002: 207).
Relativamente frecuente en la época en su forma adjetiva, el término
“mediatizado” aparecerá en “Ideales...”, en una colaboración firmada por
Laureano López Garrido, “Criterios en solfa” (1/set/1929), en la que su
autor examina los principales lineamientos del debate sostenido en la página
hasta ese momento, indicando que, aunque más o menos acertados y
claramente formulados, ninguno de los criterios utilizados en el debate de
lo económico a lo estético, pasando por lo intelectual alcanzó “aquello que
hiere sin que se descubra el tajo”, “mediatizando los derechos” de la raza de
color de Cuba, la misma que siempre “se sintió cuban[a] y no ‘colon[a]’”.
En ese contexto, Urrutia vincula la mediatización, conjuntamente, al
prejuicio racial y a la explotación del trabajo, aproximando metafóricamente
su designación del prejuicio racial como plus dolor” a la noción de plusvalía;
ambas (dolor y plusvalía) presencias constantes por tratamiento dramático
hiperbólico o por silenciamiento en la tradición literaria que se ocupa de la
esclavitud y sus legados en la literatura nacional. No obstante, en el
pensamiento de Urrutia, la aproximación entre ambas nociones empezará a
cristalizarse apenas hacia 1933, en el contexto de la revolución contra la
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dictadura de Gerardo Machado y la percepción desengañada, por parte de
Urrutia, de que la república burguesa no garantizaba la igualdad de derechos
ni de oportunidades, como lo expresará de modo más contundente a partir
de su conferencia “El problema negro”, presentada en el marco del Segundo
curso organizado por la Universidad del Aire, en julio de 1933.
La noción propuesta por Urrutia, “El plus dolor”, aparece por primera
vez como título en la columna “Armonías del 5/oct/1930, escrita en
respuesta a la afirmación del minorista Suárez Solís de que los afrocubanos
estarían “pidiendo derechos nuevos a quien no puede dár[se]los”, en un
contexto de precarización laboral (profundizado por la crisis de 1929) en el
que los afrocubanos demandan, en razón de su estatuto jurídico, ser
priorizados en la distribución de los puestos de trabajo (una de las
reivindicaciones presentes en el programa del PIC de 1908). Caracterizado
por Urrutia como un “dolor espiritual”, especifica:
No habla el negro de un dolor específico suyo, equivalente al de los demás.
Él se queja de un plus dolor. El negro puede ser guajiro, capitalino,
hacendado, banquero, obrero, etc., con todas las taras o las ventajas de esas
clases sociales, pero además lleva consigo los inconvenientes específicos de
ser negro, porque nuestra sociedad no es solo clasista, sino también racista.
La presencia del dolor, no obstante, no será nueva, tanto en las columnas de
Urrutia como en las de los colaboradores (negros o blancos) de la página
“Ideales de una raza”. En efecto, el dolor aparece como expresión de la
postergación colectiva de los afrocubanos, para la cual éstos piden atención
y comprensión (“Explicando”, 19/abr/1928); como expresión de
pertenencia patriótica afrocubana desoída, mal comprendida y no
correspondida (“Cuba será blanca... o no será”, 28/jun/1928); como
constatación de la persistencia de prácticas racistas desde el período de
vigencia de la institución de la esclavitud (“Igualdad y fraternidad, nobles
ideales de la raza negra”, 6/jun/1929); como expresión de desengaño (que
podría alternarse con la queja, la ironía o aun la risa), ante la exclusión de las
mujeres negras y mestizas del mercado de trabajo (“Cubanismo puro”,
5/feb/1930); como autorretrato caricatural e irónico (“Lamentaciones de un
negro feo” de Lino Pérez, 9/jun/1929). Aparecerá también, con afectación,
en la carta mediante la cual José Ignacio Rivero, director del Diario de la
Marina, declina el pedido de renuncia de Urrutia, motivado por la persistencia
Gelado, “De la mediatización…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 4 / Noviembre 2025 / pp. 123-144 135 ISSN 3008-7619
de notas editoriales de tenor racista en el mismo medio cuyo staff Urrutia
integra; ambas cartas, publicadas en la sección “Armonías”, el 15/jul/1934.
Ese “dolor espiritual” al que Urrutia hace referencia constituye uno de
los motivos o tropos presentes en la literatura romántica antiesclavista. Como
motivo, integra la retórica de la verosimilitud romántica de la interdicción del
amor interracial (Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda) o del ta del
incesto (Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde) o aun, de la combinación de ambos
(Francisco de Suárez y Romero); como tropo romántico, el amor no
correspondido (Cecilia Valdés y José Dolores Pimienta). También regula la
Autobiografía
6
de Juan Francisco Manzano, de modo tal a permitir que sea, en
arreglo a la explotación del dolor, que el manuscrito autógrafo sufra
desmontajes y remontajes, por parte de sus revisores, editores y traductores,
en orden a promover, con mayor intensidad y eficacia, la producción del
efecto de conmoción entre el público que interesa ganar para la causa
antiesclavista.
Cecilia Valdés ofrecerá aun otra línea de lectura. Esta, tal vez, de tensión
o (dis)continuidad con las demandas presentadas por Urrutia ante la sociedad
de la república burguesa. En efecto, si en la novela publicada en Nueva York
en 1882, pero cuya acción transcurre entre 1812 y 1831, aparecen numerosos
personajes negros y mestizos sugeridos, sobre todo, por las trayectorias de
músicos y artesanos talentosos de existencia histórica, que ejercen actividades
artísticas o manuales estimadas por la burguesía urbana de la época como el
“célebre Brindis”
7
y el maestro sastre Francisco de Paula Uribe;
8
en la
6
Aunque la primera edición impresa en español de la Autobiografía de Manzano fuera editada por José
Luciano Franco en 1937, el texto era conocido en inglés (en la edición y traducción de Richard Madden)
y el manuscrito autógrafo había sido consultado por diversos autores antes de su publicación. Entre ellos,
Francisco Calcagno, en su Poetas de color, transcribe varios fragmentos, además de ofrecer informaciones
sobre la circulación de la obra de los autores que estudia (además de Manzano, Plácido, Agustín
Baldomero Rodríguez, Echemendia y Antonio Medina) (Cfr. Calcagno, 1887: 49-84). Por su parte, en
1927, Carlos M. Trelles publicó su Bibliografía de autores de la raza de color, de Cuba en la revista Cuba
Contemporánea (año XV, tomo XLIII, núm. 169, ene.-abr./1927, pp. 30-78), en la que consta la referencia
a los Apuntes autobiográficos de Manzano en la Biblioteca Nacional (33). Una versión ampliada de esta
Bibliografía... fue publicada en la página “Ideales de una raza” entre el 7/abr/1929 y el 2/mar/1930.
7
Claudio Brindis de Salas Monte (1800-1872), violinista y contrabajista, padre y primer maestro de
Claudio José Brindis de Salas (La Habana, 1853-Buenos Aires, 1911), “el Paganini negro”. Fue
compositor popular. Director de la orquesta La Concha de Oro, conjunto de 150 músicos y cantantes.
(Cfr. Carpentier, 2012: 103-113).
8
“Francisco de Paula Uribe y Robirosa”, sastre habanero, miembro de la “incipiente burguesía ‘de color’
que las autoridades coloniales trataron de destruir en el Proceso de la Escalera” en 1844, junto con
Gelado, “De la mediatización…” Nueva Revista de Literaturas Populares
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república burguesa, Urrutia demandará en más de una columna el
reconocimiento del derecho a la igualdad en el ejercicio de los derechos civiles
y en el acceso al mercado de trabajo, sobre todo en el comercio pero también
en los servicios públicos (especialmente, el de la salud), para las jóvenes
cubanas negras y mestizas. (“Armonías”, 23/mar/1930) En otras palabras, si
en 1832 José Antonio Saco constataba, en su Memoria sobre la vagancia en la isla
de Cuba, el hecho de que “[l]as artes están en manos de la gente de color”,
refiriéndose a la excelencia de compositores y músicos, bien como a la
sofisticación del trabajo de los artesanos en diversas áreas; después de la
abolición de la esclavitud y de la proclamación de la independencia, los
dispositivos de mediatización se habían ido reconfigurando de modo tal a
obstaculizar el acceso de la “gente de color” al ejercicio efectivo de los
derechos civiles garantizados nominalmente por la Constitución,
excluyéndolos inclusive de sectores de la producción en los que su maestría
había sido estimada en el siglo anterior, dentro de un marco institucional
radicalmente distinto. Así, si el taller de Francisco de Paula Uribe había sido
frecuentado por los ricos propietarios de la época y el maestro sastre había
recibido de ellos un tratamiento de estima y respeto; y si, más tarde, la
sombrería de Vicenta García de Estenoz (cuyo domicilio era también sede
del PIC y su periódico Previsión) había entrado al siglo XX con pareja suerte,
el recrudecimiento del racismo en torno a los sucesos de mayo de 1912 había
dejado una marca profunda y duradera en las relaciones interraciales.
En diversas columnas iniciales, Urrutia insiste en el carácter
incomprensible, en términos objetivos, de la exclusión de las jóvenes de color
en el comercio, siquiera en funciones más modestas y discretas (“De la propia
experiencia”, 18/abr/1928; “Explicando”, 19/abr/1928; “Variaciones”,
21/abr/1928, entre otras) pero, paralelamente, se resiste a analizar la
motivación para tanto en clave de prejuicio racial. Por su parte, entre las
mujeres que colaboran con la página mediadoras también en otros ámbitos
, la cautela de Urrutia será acompañada por las educadoras Consuelo Serra
(“Nuestros valores étnicos”, 27/ene/1929) e Inocencia Silveira (“Lo que
somos”, 10/feb/1929), que optarán por registros que oscilan entre una
defensa idealista de derechos ciudadanos y la interposición comedida de la
demanda de esos derechos. Diferentemente, la periodista y política Catalina
Pozo Gato dirigirá a la página una “indagación”, “La mujer cubana y la
Claudio Brindis de Salas Monte, el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y otros eminentes
artistas y artesanos negros y mestizos (Cfr. Bueno, 1986: 43-67. La cita corresponde a la página 63).
Gelado, “De la mediatización…” Nueva Revista de Literaturas Populares
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cultura” (30/nov/1930), en la que la reivindicación igualitaria asume el tono
del alegato, al explicitar el malestar existente entre las mujeres negras con
formación técnica o superior ante la desigualdad manifiesta en el acceso a
puestos de trabajo en correlación con sus pares blancas, menos capacitadas
(Rubiera Castillo-Martiatu Terry, 2011: 96-106; de la Fuente, 2001: 144-198
y 199-244).
En la hesitación de Urrutia (positivamente animado por el éxito de su
experiencia personal y, al mismo tiempo y por deber de oficio, obligado a
enfrentar objetiva y cotidianamente las evidencias de prácticas racistas)
parece refractar aquella de los editores de la Autobiografía de Manzano, que
oscilan entre la decodificación y transcripción de “cosía” (Suárez y Romero)
o “teoría” (Franco), en fragmento en el que el aún-esclavo, pero ya poeta
publicado y reconocido, relata su rutina. (Manzano, 2007: 52 y 87) A
propósito, vale traer un par de hilos más a esta serie iniciada con Manzano y
Uribe y que, pasando por Vicenta García de Estenoz, llega a Urrutia.
En Bastillita y punto atrás” (13/abr/1929), antes de proceder a realizar
el doblez, Urrutia exhibe su paño y monta la escena: la de la respuesta a un
amigo blanco sobre el excedente de tiempo y espacio desperdiciado en el
tratamiento de asuntos que no parecen a propósito de los “ideales”. La
pregunta del amigo, sin embargo, apuntaba al sentido de haber escrito un
artículo sobre materia de arquitectura y urbanismo en el contexto de la
ejecución de obras de remodelación en el entorno del Capitolio y,
consecuentemente, del Diario de la Marina, en lugar de tratar del tema de su
sección. El arquitecto sonríe y recuerda que otros amigos, también blancos,
le habían reprochado el tratamiento continuo del tema racial y se pregunta
quién soportaría ese suplicio”. Pero poniéndose serio, subraya el hecho de
que, de vez en cuando, “estamos en el caso de opinar [...] sobre materia de
ética, de estética y de todos los demás ideales y sentimientos que son comunes
a todos los seres civilizados, para que se vea lo que llevamos dentro, junto
con los anhelos igualitarios, y como sustento de éstos.”
A continuación define políticamente la sección, su papel como
responsable por ese espacio y su estrategia conciliadora, al paso que defiende,
con ironía, el derecho a ocuparse de arte, ciencia y moral “como refinados
lubricantes” de los “sermones igualitarios”.
Más allá del humor, el señalamiento de sus interlocutores como blancos
no es de importancia menor, puesto que, si bien expresan opiniones opuestas
Gelado, “De la mediatización…” Nueva Revista de Literaturas Populares
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entre sí, ambos se arrogan el derecho de reconvenir, uno, al arquitecto, por
haber hablado de arquitectura, y los otros, al periodista, por hablar en sus
columnas de aquel objeto para el que, precisamente, ese espacio había sido
creado. En ambos casos, los interlocutores se atribuyen la facultad de
(re)orientar profesionalmente a aquel a quien, al contrario, deberían ver como
autoridad en la materia. En tal sentido, tal vez no sea un dato menor observar
que, en la correspondencia que mantendrá con Langston Hughes en 1930, se
alterna el uso de papel membretado del Diario de la Marina y de “Gustavo E.
Urrutia / Arquitecto / Construcciones especiales para climas cálidos”.
En todo caso, ambos condicionamientos expresan la desestimación de
las competencias profesionales del compañero de staff, es decir, exponen la
percepción de su condición como siendo la de un no igual. Ambos pretenden
mediatizar al arquitecto y al periodista. No obstante, la explicitación de estos
condicionamientos sirve para revelar la estrategia del periodista en la arena
política –“la seccioncita mía es una minúscula Secretaría de Estado”, la
definición de su persona en esa arena –“soy un Machiavello foncé”– y un
propósito que transciende y refuncionaliza el medio –“revelarse y servir a su
patria en el alto puesto que le corresponde”.
La “bastillita del título aparece así resignificada e invita a una
interpretación que, siendo metafórica, simula modestia y apunta, en su
aparente literalidad, a uno de los ámbitos del comercio que interesa
reconquistar, por su importancia social y económica, especialmente para las
jóvenes afrocubanas. Al tiempo que el “punto atrás” remite a la estrategia de
actuar con aparente condescendencia ante la mediatización, mientras
embasta, desde su sección, la participación efectiva de los afrocubanos en la
vida social, institucional y económica de la comunidad nacional.
“Bastillita y punto atrás” es el simulado repliegue estratégico que induce
al mediatizador a creer que aún dispone de los dispositivos de control sobre
el trabajo del “Machiavello foncé”, al tiempo que éste, consciente de lo “que
le corresponde”, preserva su libertad de acción y decisión sobre aquello que
constituye un derecho conquistado para el ejercicio de un trabajo digno de
“todos los seres civilizados”.
El otro hilo que quisiera traer es el de la cortina y la cuerda que dividen
el salón de baile, cuyo uso es pagado, en partes iguales, por negros y blancos,
impidiendo, no obstante, que se vean. En “Frívolo” (23/abr/1928), Urrutia
invita a correr la cortina que separa a negros y blancos, confiando en que,
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después de que ambos grupos efectivamente se conozcan, la cuerda se
desatará sola. Se trata, en ambos casos, de elementos imagéticos altamente
significativos en la historia del difícil tránsito de la segregación a la
constitución de una comunidad de iguales. La cortina es también velo, trama
que oblitera la visión mpida del objeto de interés y estudio; que ofusca,
aliena, separa unos sujetos y comunidades políticas de otras. Correr la cortina
para que los cubanos se conozcan más y para que, del reconocimiento de los
valores objetivos de los afrocubanos, resulte la eliminación de los obstáculos
que impiden el goce efectivo de los derechos civiles, garantizados por la
Constitución nacional y el régimen republicano (la “nación con todos y para
el bien de todos”, anhelada por Martí).
“Ir más allá de la cortina de la esclavitud” es la metáfora que Arturo
Schomburg (1925) utilizará, en su artículo “The negro digs up his past”, para
invitar a las sociedades del período postabolición a dejar atrás los puntos de
vista del pasado esclavista y atender a los que el “nuevo negro está
proponiendo contemporáneamente: la consideración del negro como agente
colectivo de su libertad y de progreso material comunitario, y como
productor cultural desde los inicios de la civilización humana. No obstante,
tanto en la república neocolonial antillana como en la nación hegemónica, lo
que se verifica, aunque de modos diversos, es la persistencia de los
condicionamientos y sobredeterminaciones de ese pasado, de los cuales la
línea de color (la cuerda) será, en términos de ordenamiento social, una de las
más visibles.
Entendido en el marco del imperativo colectivista y de la estrategia
política de concertar sonidos diferentes y simultáneos, compartido con
Arturo Schomburg, Urrutia se plegará una vez s sobre su propia
experiencia, para proyectarla comunitariamente, corriendo la cortina y
rectificando la miopía y la ignorancia de un ficcional Dr. Alfa en la columna
“El único arquitecto” (1/jul/1928). Parte de la serie “Ritornello” (Cubas
Hernández, 2012:23), diseñada con el propósito de actualizar el debate,
promover el cuestionamiento de la noción de “raza cubanay proponer su
sustitución por la de cultura en concomitancia con la acción orientada en
Cuba, especialmente, por Fernando Ortiz,
9
asume la forma canónica (y
también s popular) de la filosofía occidental. En efecto, en toda la serie,
9
La noticia de la conferencia de Ortiz en Madrid sobre “Raza y cultura” es tema de “Directrices”,
editorial sin firma de 1929, Revista de avance, núm. 30, ene/1929, pp. 3-4.
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bajo la forma de diálogos entre el columnista y el Dr. Alfa, las funciones del
maestro y el discípulo se trastocan, dando visibilidad a la expresión de
estereotipos y prejuicios recurrentes en la época, como el proceso de
blanqueamiento de músicos y compositores famosos, así como de los héroes
nacionales (“¿Juan Gualberto es negro?”, 29/jun/1928); y la generalización
de la idea del exclusivismo del genio en lugar del reconocimiento igualitario
de la participación colectiva de los afrocubanos en la producción material y
simbólica nacional, promovidos ambos por el pensamiento hegemónico.
Sobre el contrapunto entre raza y cultura, Urrutia debatirá también con
Jesús Prado Rodríguez, lector y correspondiente asiduo de la página
“Ideales...” radicado en Michigan. En la columna “La esclavitud, la cultura y
el negro” (9/feb/1930), el debate gira en torno a Aleluya (1929), primera
película sonora de King Vidor. Con un elenco compuesto integralmente por
actores negros, Aleluya presenta las relaciones entre capital y trabajo en una
comunidad de esclavizados de una plantación algodonera del sur de Estados
Unidos y, de un modo problemático, el lugar y función que desempeñan, en
ese contexto, la religión y la música. A propósito del drama del protagonista,
Prado Rodríguez había opinado que “[l]a emancipación espiritual del negro
empieza con la esclavitud”. En su respuesta, Urrutia sostendrá la hipótesis de
que el negro de América no es negro, puesto que “desvinculado de su tierra
natal por la esclavitud, ya no tiene nada en común con el africano, ni el color,
ni el carácter, ni la lengua, ni la mentalidad”, dado que acabó asumiendo la
cultura del colonizador. El diagnóstico, no obstante, no es pesimista, pues
contrapone:
El negro americano nada tiene que agradecer a la esclavitud. De ella es una
lamentable consecuencia que tiene sus días contados. [...] Así lo demuestra
esa misma cinta “HALLELUJAH” y la tragedia de su vida espiritual, a pesar
de su cultura.
No es a la esclavitud, sino a la libertad a quien ha de bendecir El Negro
[africano]. En un régimen de libertad civil diversos pueblos de África están
asimilando la civilización occidental y adaptándola a su carácter. [...]
Su cultura, que no se debe a la esclavitud sino a la libertad, que
trasciende a su raza y la beneficia [...]
Al tiempo que asocia la mediatización a la condición colonial, Urrutia asienta
en el colectivismo las esperanzas emancipatorias y vincula a su realización las
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condiciones de posibilidad de creación de una cultura propia que, en lugar de
ser moldeada por la presión de la condición colonial, va a seleccionar en la
civilización occidental aquello que considere útil y adecuado a sus intereses y
carácter.
Consideraciones finales
Asumiendo una estrategia política de tenor más pedagógico que polémico en
su producción periodística y en su acción institucional, Urrutia entendía que
su labor tendría mayores probabilidades de circulación e interlocución entre
los diversos sectores intelectuales y sociales que interesaba sensibilizar y
convocar como “elementos de revolución”.
En consonancia con esta estrategia en el contexto postabolicionista,
Urrutia asume el papel de mediador, contra la mediatización de la república
neocolonial, e invita a sus contemporáneos a correr la cortina de la esclavitud
y construir, en fin, la nación “con todos y para el bien de todos”.
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