Oliveira Valentim, “Reforestar…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 4 / Noviembre 2025 / pp. 293-296 295 ISSN 3008-7619
El autor recuerda que la frontera entre lo que llamamos “afuera” y
“adentro” es ilusoria, pues aquello que ocurre en los bosques, en el clima y
en la tierra también sucede en nuestro propio cuerpo y en nuestra memoria.
Somos naturaleza, y la herida del mundo es también la nuestra. De ahí que el
contacto con lo natural sea, a la vez, experiencia estética, práctica espiritual y
medicina del cuerpo. Caminar bajo los árboles regula el pulso y fortalece la
inmunidad; respirar en el bosque libera tensiones y restaura equilibrios. Más
allá de lo biológico, se abre un espacio de contemplación y reencuentro con
lo sagrado. En diálogo con el shinto y el zen, la obra insiste que el shinrin yoku
no es metáfora, sino pacto ancestral con la tierra.
La obra también despliega relatos personales, como las conversaciones
con volcanes o las caminatas hacia las montañas, donde la escritura se con-
vierte en rito de paso. En “Conversaciones con los volcanes” el autor con-
fiesa cómo un poema escrito en la infancia, ante la tragedia del Nevado del
Ruiz, le permitió sentir el poder colectivo de la palabra para sanar e hilar
memorias y dolores. En la quinta parte del libro, el capítulo “Comenzar a ver
el rito de madurez” se traduce en un aprendizaje de la mirada: ya no mirar la
ciudad, sino “los árboles con sus cortezas, las nervaduras de las hojas titilantes
y la transparencia de la luz” (Vivas, 2024: 290). Ver, en este sentido, es habitar
de otro modo.
Finalmente, en capítulos como “No arte, sólo medicina”, Rocha Vivas
reafirma que la literatura, la poesía y el pensamiento no son adornos ni eva-
sión, sino medicina vital. El arte se entiende aquí como acto de curación y
cuidado, inseparable del cuerpo y de la tierra: “Un rito de paso realizado sig-
nifica que la naturaleza-cultura nos vuelve a dar a luz” (Vivas, 2024: 318). En
esa clave, el libro recuerda que “todo es vida” (Vivas, 2024: 320), no hay
muerte, sino transformación, continuidad y regeneración. La naturaleza, nos
dice, es presencia, respiración y palabra compartida. La muerte, en este hori-
zonte, no es fin, sino metamorfosis: las cenizas alimentan al agua, el agua
nutre a la tierra, la tierra sostiene nuevas semillas. Así, la vida se expande en
ciclos incesantes, donde lo visible y lo invisible se funden en la memoria del
“Gran Corazón”.
Reforestar la imaginación propone, con belleza y hondura, un retorno
a lo vivo. Leerlo es emprender una restauración interna, donde algo en noso-
tros, silencioso, arcaico y libre, comienza a brotar. En tiempos marcados por
la conexión digital, la aceleración productivista y el déficit de naturaleza, esta
obra se vuelve imprescindible: una invitación a reimaginar nuestra relación