Pérez Guarnieri, “Misibamba…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 4 / Noviembre 2025 / pp. 200-236 211 ISSN 3008-7619
afroporteños y de saberes congoleños. Tales fueron algunas de las funciones
que desarrollé en el campo, donde ensayé diversas estrategias lingüísticas
entre el español, el francés, el inglés y algunas frases en kikongo. Fui un mundele
–portador de piel blanca– en R. D. Congo, tocando el tambor ngoma, lo cual
me inscribió de un modo particular en la consideración congoleña. De un
modo similar ocurrió al ser blanco, académico y tamborero en mis encuentros
en Ciudad Evita con las familias afroporteñas. Fui mundele en R. D. Congo
pero como académico y conferencista recibí muestras de respeto en los
ámbitos institucionales de Kinshasa. Fui mundele cargando bolsas de
supermercado en el barrio Gombe y extrayendo dinero del cajero automático
del hotel Memling –dónde en 1960 se hospedó Louis Amstrong– y corriendo
para evitar el arrebato de los kuluna –bandas delincuenciales de adolescentes–
. Fui un blanco académico en mi Universidad, en La Plata, presentando a
María Elena Lamadrid y a Thobos Lubamba –maestro tamborero
congoleño– en diversos eventos. Fui un blanco académico atemorizado y
torpe esperando a Carlos Lamadrid en la intersección de las avenidas
Cristanía y Crovara para ir al barrio BID, en Ciudad Evita. Allí, en el patio de
la tía Coca, fui un tamborero aprendiz del candombe porteño y transmisor
de las musicalidades kongo.
Para abordar mi trabajo, utilicé el canto Misibamba como un sextante,
aquel instrumento utilizado por los navegantes para trazar rumbos oceánicos
midiendo el ángulo entre un cuerpo celeste y el horizonte (Baumann en
Balkenhol et.al, 2020). Más allá de la poética, esta comparación señala la
historicidad de los vínculos a través del Atlántico negro. Paul Gilroy (1993)
destaca la figura del barco como una unidad de análisis o cronotopo que
funciona como una referencia inmediata sobre la travesía intermedia, los
proyectos del regreso redentor al África y la circulación de ideas, activistas,
materialidades y sus artefactos claves: libros, documentos, grabaciones,
partituras, instrumentos musicales, etc. “El barco seguía siendo quizás el
conducto más importante de la comunicación panafricana antes de la
aparición de las grabaciones long play” sostiene Linebaugh (en Gilroy, 1993:
13, traducción propia), lo que nos permite destacar el sonido como una
expresión determinante para el mapeo itinerante de estas rutas. El mundo
atlántico se fue costurando, uniendo y re-de-construyendo a través de los
barcos que se configuraban como espacio-tiempos que conjuntaban idiomas
y formas de cultura expresiva como narraciones, cantos, danzas y toques de
tambor, circunstancia que invita a pensar, siguiendo a Marcus Rediker, que
“todo el barco, dado que era de madera, constituía un vasto instrumento de
percusion” (Rediker, 2021: 386). Solo reemplazaría “instrumento de
percusión” por “tambor”, ya que en las etnografías experienciadas para esta