Busquet, “Detalles de la Tierra…” Nueva Revista de Literaturas Populares
Número 4 / Noviembre 2025 / pp. 280-284 281 ISSN 3008-7619
“Es o no es escritura de IA”, tal el fantasma que recorre hoy el campo textual.
Perseguida por esta nueva espectrología, me sentí en libertad de escribir
acompañada más por el ritmo que la lectura de este libro impregnó, que por
las directrices académicas que indican la correcta escritura: espejo, hoy día,
de una textualidad artificial. Supongo que hay estelas, seguramente mínimas,
de ese español antiguo que se lee en fragmentos transcritos de los diarios de
Colón y otros tantos registros de época. Y supongo, también, posiblemente
haya algún que otro rastro de la oralidad americana –¿cómo llamarla?– que el
libro recoge y transcribe de las tantas fuentes que lo habitan.
¿Cuál es la fuerza motriz de esta obra que viaja, a través de los distintos
capítulos, a tiempos, algunos cercanos, otros tan lejanos como fundacionales?
Esa pregunta acompaña mi lectura de este libro especialísimo. Libro hecho
de libros, en el sentido de libro de lecturas: Pablo Franco cuenta lo que lee,
las obras que efectivamente leyó y dejaron en él una conciencia que no pudo,
sino, escribir. Ahora me toca a mí hacer una lectura de sus lecturas y, como
inevitablemente pasa, se trata de hacer algún mojón y decidir alguna dirección
que dispare un sentido en este texto que avanza a mucha velocidad desde un
polo –sur– al otro –norte– del continente, pero también desde un tiempo –
¿originario?– hasta otro –actual– de nuestra América.
¿Cómo capturar, entonces, una especie de unidad en la amplia variación
de apartados temáticos que integran Detalles de la tierra sin mal? Propongo la
siguiente: una polaridad que va desde la numismática y fantasiosa visión de
los primeros conquistadores –dirá el padre De las Casas: “El día pasado,
cuando el Almirante iba al río del Oro, dijo que vido tres sirenas que salieron
bien alto de la mar”– hasta –vereda opuesta o, quizá, contigua– la Tierra sin
mal, “Yvy Marãeỹ”, expresión registrada a comienzos del siglo pasado por el
pseudo etnólogo alemán Nimuendajú en sus estudios sobre, lo que, de modo
muy general, se denomina el pueblo guaraní, pero que –como aclara Franco–
abarca, en realidad, “muchas parcialidades” como “los ava, tupi, mbya, ta-
piete, ache, pãí tavyterás o kaiova, ñandéva o chiriguanos, chane, chana timbu
y kariña”, todos ellos tan solo algunos, muy pocos, de los nombres de las
tantísimas poblaciones que habitaron y habitan este suelo indoamericano.
Sobre esta última palabra, se lee: Indo: “proviene de una antigua lengua
reservada para los oficios sagrados y escrituras sagradas del hinduismo”. In-
dio: “el nombre de un río que nace en la meseta tibetana, pasa por la India y
atraviesa Pakistán”. Indígena: “proviene del latín y se utilizaba para designar
la adscripción a un lugar de nacimiento: de indi- (de allí) y gen- (nacido). Su