63 |pp 60-73|Año XV N°26|diciembre 2022 – mayo 2023|ISSN 1852-8171| Artículos 
del siglo XX y que se direccionaron a partir del proceso de Bolonia de 1999 en la conformación del Espacio Europeo 
de  Educación  Superior  (EEES).  Este  proceso  incidió  en  la  producción  de  reformas  comunes  en  los  sistemas 
educativos  de  los  distintos  países  y  en  las  universidades  europeas  donde  los  cambios  afectaron  aspectos 
estructurales,  curriculares  y  pedagógicos.  De  este  modo,  comenzó  a  observarse  la  emergencia  de  políticas 
destinadas a  favorecer  el ingreso,  la  retención  y  la graduación,  así  como  la  implementación de acciones para 
disminuir el abandono, siendo las tutorías el principal dispositivo para atender tales problemáticas (Capelari, 2017).  
En América Latina y el Caribe, los procesos de convergencia político-económicos impulsados por el neoliberalismo 
tuvieron efectos en las universidades; así, adoptaron varias de las transformaciones estructurales, curriculares y 
pedagógicas  que  tenían  lugar  en  Europa.  De  este  modo,  las  tutorías  emergieron  en  este  contexto  como  una 
respuesta  institucional  a  problemáticas  que  instaló  la  masividad,  como  consecuencia  de  la  expansión  de  la 
educación superior en los últimos 15 años.  Asimismo, el acceso a  la educación superior comenzó a figurar en 
discursos académicos y políticos, en declaraciones e informes. Particularmente, en la región se registraron avances 
en términos de considerar un reto del siglo XXI el acceso, la permanencia y el egreso del mayor número posible de 
estudiantes (Capelari, 2017).  
Como  parte  de  este  proceso,  también puede  observarse  una  multiplicación  de  los  estudios  focalizados  en  las 
políticas de acompañamiento, como las tutorías y los dispositivos centrados en el acceso y la permanencia. En 
Argentina, se observa una prolífica producción acerca de las políticas de tutorías en las universidades nacionales y 
el  rol  de  los/as  tutores/as,  siendo  más  numerosos  aquellos  estudios  que  analizan  experiencias  localizadas  en 
carreras o facultades que atravesaron estos procesos. Entre éstos cabe destacar las investigaciones de Alcoba et al. 
(2015), Fascendini et al. (2019) y Nardoni y Smitt (2015), de donde se desprende que las tutorías se multiplicaron a 
partir del siglo XXI con los procesos acreditación de carreras realizadas por la Comisión Nacional de Evaluación y 
Acreditación  Universitaria  (CONEAU)  en  todas  las  universidades  nacionales  como  recomendaciones  frente  a 
problemáticas como el abandono y el rezago estudiantil. También, señalan que, a diferencia de lo sucedido en 
Europa,  se  ha  instalado  principalmente  la  figura  del  tutor  par,  desempeñado  por  estudiantes  avanzados/as, 
respecto del docente tutor/a y  que se observa una progresiva   institucionalización de  su  rol  al  interior de las 
instituciones. A su vez, señalan que las formas de implementación varían según las instituciones (Capelari, 2017, 
2019). Algunas de ellas privilegian la formación de los/as tutores/as en la práctica, esto es como formación “en 
acción”, a la vez que utilizan la investigación y la reflexión como dispositivo de enriquecimiento de la práctica. Si 
bien  en  su  gran mayoría  los  estudios  destacan  los  aportes positivos  que  realizan  las  tutorías,  resaltan  que  la 
evaluación  tradicional  presenta  limitaciones  en  cuanto  al  análisis  de  sus  impactos,  llegando  a  proponer  la 
autoevaluación como instrumento privilegiado (Alcoba et al., 2015; Nardoni y Smitt, 2015). 
Otra interesante línea de análisis es la construida desde las universidades del conurbano bonaerense, Argentina, 
centrados en las propias experiencias y la implementación de políticas de acompañamiento estudiantil. Entre los 
estudios que abrevan en esta línea destacamos los de Arias et al. (2015), Cambours de Donini y Gorostiaga (2019) 
y Gorostiaga et al. (2017). Éstos ponderan la especificidad territorial y poblacional que poseen dichas instituciones 
y señalan que, por dicha particularidad, en estas experiencias pueden observarse algunas tensiones que cruzan a 
los  actores  institucionales  respecto  de  las  políticas  de  retención:  “acompañamiento”  versus  “sobreprotección 
estudiantil, “compromiso respecto de la misión de inclusión” frente a “desentendimiento respecto de esa función”; 
“calidad  con  inclusión”  versus  “calidad  en  desmedro  de  la  inclusión  de  estudiantes  con  diferentes  capitales 
culturales”, entre otras (Arias et al., 2015; Gorostiaga et al., 2017). A su vez, se destaca que si bien se ha avanzado 
en la institucionalización de cursos de ingreso, la instrumentación de acciones de apoyo a los/as estudiantes de los 
primeros años y, en algunos casos, la revisión de los marcos curriculares y las estrategias de enseñanza, las políticas 
de acompañamiento son periféricas al curriculum y se centran en los/as estudiantes y no en la institución (Arias et 
al., 2015; Cambours de Donini y Gorostiaga, 2019; Ezcurra, 2013; Gorostiaga et al., 2017, entre otros/as). 
En síntesis, cabe mencionar que los estudios reseñados coinciden en que, más allá de la diversidad institucional y 
de  dispositivos  implementados,  se  observan importantes  avances  en  la  institucionalización  de  las  políticas  de 
acompañamiento  estudiantil.  Sin  embargo,  un  obstáculo  destacado  es  su  carácter  periférico  respecto  del