34 |pp 30-43|Año XV N°26|diciembre 2022 – mayo 2023|ISSN 1852-8171| Artículos 
permitan garantizar una propuesta de inclusión. Desde esta perspectiva oficial, el ejercicio de la docencia en UNAJ, 
imprime demandas específicas, proponiéndose como algo trabajoso.  
Cabe aquí preguntarse acerca de la eficiencia simbólica de esa narrativa oficial a la que nos referimos en el párrafo 
anterior. Es decir, siguiendo a Duschatzky y Corea (2002), indagaremos acerca de las implicancias de este discurso 
institucional como productor de subjetividades docentes - en este caso – en torno a un conjunto de normas y 
valores.  
Respecto de lo anterior y en consonancia con la narrativa oficial, encontramos que, en un gran grupo de los/as 
docentes relevados/as, el objetivo de incluir a sectores que antes no habitaban las universidades, logrando no 
solamente su acceso, sino también su permanencia y graduación, conlleva la necesidad de reflexionar acerca de 
sus prácticas docentes. Estas reflexiones, en algunos casos, son impulsadas a nivel grupal, en distintas instancias 
colectivas en las que se abordan temáticas vinculadas al ejercicio de la docencia, herramientas y prácticas. En otros 
casos, el impulso a revisar el quehacer docente se verifica a nivel de la institución en general. Tal es el caso de una 
docente  que enfatizaba  en que  percibe  una visión compartida  respecto  de  las funciones del  profesorado que 
decanta desde la Universidad al resto de los actores que la integran.  
Generar prácticas docentes que no reproduzcan exclusiones, que sean innovadoras, que se encuentren abiertas a 
la reflexión constante, son algunas de las valoraciones que encontramos en gran parte del profesorado para el 
ejercicio de su trabajo en UNAJ, sobre todo en aquellos que se ubican en asignaturas ubicadas al inicio de las 
carreras. Esta acepción asimila la inclusión educativa a la revisión de las prácticas docentes e implica, entonces, una 
transformación  de  los  modos  “tradicionales”  de  enseñar  y  aprender.  A  menudo,  esto  implica  que  algunos/as 
docentes las entiendan como aquello que garantiza y corre del plano meramente discursivo la noción de inclusión. 
Con respecto a esto, un profesor nos decía:  
Pero sí, se trata de pensar de esa manera, inclusiva. Y también eso impacta en la forma de enseñar. Esto 
que te decía de volver a los contenidos sin la respuesta. Entonces tratás que eso de la inclusión sea verdad 
y no sea un discurso evasivo. De que bueno, están acá en la Universidad, les pusieron la Universidad acá, 
pero los seguimos tratando como los tratan allá en [Universidad Nacional de] La Plata: siendo exclusivos 
y siendo segregatorios (sic) digamos. (Docente, IIyA, Varón, Entrevista 4) 
 
En el fragmento anterior, el docente hace referencia a la UNLP a los fines de ejemplificar un modelo “tradicional” 
de universidad. Emerge aquí una noción de inclusión que implica un hacer distinto, de modo que la garantía de una 
“inclusión de verdad” se verifica en la práctica y no permanece únicamente en lo discursivo. Para ello, es necesario 
dejar de poner en marcha prácticas que privilegien a aquellos sectores para los que fue originariamente pensada la 
universidad. Desde su perspectiva, la creación de casas de estudio en territorios donde antes no había ofertas 
educativas nacionales es un puntapié inicial en  favor de garantizar el  acceso a la educación superior, pero no 
suficiente. Esta insuficiencia se debe, a que se necesita, además, transformar el modelo universitario, repensarlo, 
cambiarlo, de lo contrario se continuará excluyendo. Desde su mirada, el eje de la inclusión “de verdad” debería 
estar puesto en lo vincular y en los modos de enseñar.  
Si  bien  la  inclusión educativa  se  plantea  como  deseable y  en  pos  de  la  cual  muchos  manifiestan  encontrarse 
trabajando,  identificando  aciertos  y  logros  en  el  camino,  expresan  también  que  la  misma  no  es  una  realidad 
alcanzada y que, si así lo fuera, no se plantea como estática, sino que demanda de una construcción continua.  
Otra docente refiere al hecho de que la Universidad haya sido creada en este territorio en particular no es sinónimo 
de haber eliminado la exclusión, de haber resuelto las desigualdades. Establece la necesidad de pensar entonces 
cómo, desde la práctica diaria institucional, éstas se refuerzan. Sin ese ejercicio de revisión y reflexión, pero, al 
mismo tiempo, de transformación de las prácticas docentes y de la Universidad, la inclusión se asimila a una mera 
repetición vacía de significado: 
yo decía significante vació porque se repite y se repite como si fuese algo que está dado y no tiene que 
ser discutido. A lo que voy, no tiene que ser discutido en términos de si se hace o no se hace. Sí, claro, se 
hace, para eso estamos acá. El punto es bueno, cómo.” (Docente, IIyA, Mujer, Entrevista 2)