74 |pp 64-81| Año XVII N° 30 |diciembre 2024 – abril 2025 |ISSN 1852-8171| Artículos
¿Un modelo con una B grande y dos pequeñas i y s?
En 2024, se contabilizan 46 universidades BIS, 29 UTs y 17 UPs. Todas ellas se enfocan en fortalecer habilidades
lingüísticas en inglés, con excepciones como la Universidad Tecnológica bilingüe franco-mexicana de Nuevo León,
que incluye el idioma francés, o la Universidad Politécnica de Santa Rosa Jáuregui, Querétaro, que integra el uso de
lengua de señas. Si bien el modelo BIS engloba tres conceptos, el bilingüismo predomina, llegando a absorber lo
internacional. En cuanto a la sostenibilidad, sin estar descuidada, su implementación necesita mayores recursos.
Una universidad BIS es ante todo anglófila y angloparlante, reflejando la hegemonía del inglés como el idioma de
comunicación mundial en ciencias, educación y negocios. Este fenómeno, según Altbach et al. (2009), solo
encuentra paralelo histórico en la preeminencia del latín en el ámbito académico de la Europa medieval. En el
contexto mexicano, la capacitación en inglés es ineludible debido a la influencia cosmopolita y sus vínculos con
Estados Unidos. Se ha convertido en una necesidad profesionalmente inclusiva, ante el carácter globalizante de
esta lengua, hasta ser denominada globish por varios autores. Más que un idioma en sentido tradicional constituye
una especie de "código esencial de comunicación", tal como lo define de Cassin (2004), cuyo descuido es un abono
de marginación.
El enfoque educativo de enseñanza-aprendizaje del inglés promovido en las instituciones mexicanas se inspira en
el método socio-constructivista Content and Language Integrated Learning (CLIL), que surgió en Europa en de la
década de los noventa (SEP, 2018). La modalidad BIS se fundamenta en esta filosofía pedagógica en la cual el
docente facilita el aprendizaje mientras que el estudiante asume la responsabilidad y el control de este proceso
(SEP, 2018). Esta base metodológica se fortalece con la inclusión del English as a Medium of Instruction (EMI)
(Dearden, 2015), que se impulsó a partir de la década 2010 en las universidades mexicanas para ofrecer una
alternativa a los modelos educativos bilingües en un país no angloparlante, donde la formación de ciudadanos
globales con habilidades técnicas específicas se ha vuelto un perfil imperante. El desempleo juvenil, a menudo
asociado con situaciones de pobreza, exclusión social y la inseguridad de un empleo informal importante (Godínez
y Vigueras, 2010), evidencia la experimentación de este método en el contexto de México.
Según Huerta Jiménez (2023), uno de los mayores obstáculos para la implementación del EMI es la competencia
limitada en inglés tanto de los estudiantes como del profesorado, que en el caso de las UPs y UTs, es escasamente
de tiempo completo. Además, la falta de recursos y la necesidad de equilibrar la internacionalización con la
preservación del patrimonio nacional representan desafíos adicionales. Resulta crucial en este entorno que los
docentes sean profesionales en ejercicio con certificaciones de dominio del idioma extranjero y habilidades
pedagógicas correspondientes, preferiblemente a nivel B2 o C1. Para afrontar este desafío, las Universidades BIS
ofrecen un cuatrimestre adicional de “Introducción a la Lengua Extranjera” al inicio de cada carrera y exigen un
nivel mínimo de A2, según el Marco Común Europeo de Referencia, con el objetivo final de certificar al menos un
B2 para cada estudiante.
La implementación del modelo BIS es gradual, siguiendo el esquema transicional del bilingüismo, el cual contempla
el uso de la lengua materna en los primeros cursos escolares para facilitar la adaptación del segundo idioma (SEP,
2018). En la práctica, conviene precisar que el cuatrimestre inicial de formación propedéutica se considera de
“inmersión lingüística total”, mientras que los siguientes cuatrimestres, dedicados a la formación técnica, integran
gradualmente asignaturas impartidas en inglés, hasta abarcar la totalidad del curriculum. Varios entrevistados
matizaron este logro al precisar que, en la práctica, el nivel B2 solo se logra en una minoría de egresados, y el inglés
representa poco más del 50% del idioma usado en los cursos, mientras que el resto se hace en spanglish, término
usual para referirse a una comunicación que mezcla inglés y español.
La internacionalización, segundo pilar del modelo, se entiende casi exclusivamente como la participación en una
movilidad internacional, la cual fue afectada por la pandemia de COVID-19 desde 2019. En la práctica, las vertientes