89 |pp 82-97| Año XVII N° 30 |diciembre 2024 – abril 2025 |ISSN 1852-8171| Artículos
en el momento de la modernización, a ser concebida como un producto del sistema social establecido en el
contrato entre ciudadanos, individualmente libres de elegir y obligados a asumir los derechos de propiedad. Con
esta transición, Saviani (2001, p. 9) señala una característica fundamental: “Instala-se a cisão entre a aparência e
a essência, entre o direito e o fato, entre a forma e o conteúdo”. El desarrollo de la forma moderna de sociedad se
basa en la igualdad abstracta de derechos y posesiones, pero también en las desigualdades concretas en las
condiciones de acceso y participación (Cullen, 1997; Saviani, 1996).
Es necesario señalar que, para Saviani (2007), a partir de las revoluciones burguesas de finales del siglo XVIII y
mediados del XIX, la educación es tomada como un elemento de calificación de las masas productivas. El análisis
contemporáneo de la educación, principalmente desde la exposición de la teoría desarrollada por el filósofo Karl
Marx, propugna criticar la aprehensión inmediata de la educación. En este aspecto, es necesario entender la
educación como un sistema de mediaciones, que, según Saviani (1996), se circunscribe en la dinámica dialéctica
de ir más allá del sentido común (determinaciones aparentes e inmediatas) y elevar esta abstracción al nivel del
proceso de concreción (determinación real y materialista) de la conciencia filosófica. De esta manera, “Passar do
senso comum à consciência filosófica significa passar de uma concepção fragmentária, incoerente, desarticulada,
implícita, degradada, mecânica, passiva e simplista a uma concepção unitária, coerente, articulada, explícita,
original, intencional, ativa e cultivada” (Saviani, 1996, p. 2).
La cuestión sería entonces considerar la forma (apariencia inmediata) y el contenido (esencia concreta) de la
educación en el plan histórico de su producción material. Sería necesario fundamentar esta construcción en la
separación de una lógica formal de la educación, que se refiere a la aprehensión inmediata de su forma abstracta.
Por otra parte, también sería preciso avanzar en la constitución de su lógica dialéctica, es decir, la construcción
real del fenómeno educativo a nivel del pensamiento concreto (Saviani, 1996). La cuestión aquí es entender que
la educación entra en el ámbito de la ideología por consenso, o sea, quien establece el consenso es quien, a
través de la política, es capaz de incorporar sujetos dentro de una lógica abstracta, de relaciones inmediatas de
producción material de la existencia social. La ideología puede constituir diferentes significados y comprensiones,
pero su función converge en torno a proporcionar legitimidad a la hegemonía social: un conjunto de hábitos,
pensamientos y prácticas que emergen de la realidad concreta, pero que al mismo tiempo no remiten a la
realidad misma, por ser ideas homogeneizadoras de las condiciones inmediatas de producción y existencia social
(Chauí, 2000; Saviani, 1996).
La mediación que se desarrolla en la educación se fundamenta a partir de los intercambios entre las lógicas de las
políticas expresadas por una demanda de negociación con la valoración y valores, y comprende la dinámica de la
acción moral de determinados grupos sociales. Por tanto, la ética es la rama de la filosofía que emana de la
práctica social en la educación (Cullen, 1997). Así, no hay mediación sin poner en disputa valores constituidos y
compartidos, que se relacionan con ideas generales sobre ciudadanía, bienestar y justicia social, pues la acción
surge de esta negociación, determinada histórica y socialmente por los grupos sociales (Cullen, 2004). En este
sentido, la relación contextual entre ética y política en la educación moderna permite concebir el proceso
educativo como aquel mediante el cual el sujeto incorpora prácticas sociales de acuerdo a su fin natural (fin
abstracto), mediado por una hegemonía institucionalmente normativa. Es decir, una idea inmediata formada en
la ilusión social de igualdad entre desiguales y que se constituye hegemónicamente por un consenso ideológico
reproducido por la clase social dominante (Boneti, 2011; Cullen, 1997, 2004; Saviani, 1996).
En el modelo social moderno, la ética se distancia de la política, lo que resulta en un proceso de
instrumentalización utilitarista de la educación. Así, podemos admitir que hubo una inversión de objetivos, ya que
la ética y la política modernas conciben una sociedad de individuos consagrados y determinados por su libre
elección en relación con la libertad y el derecho a la propiedad. Sin embargo, esta idea plena no se materializa en
la existencia social, ya que algunos individuos cuentan con mejores condiciones económicas para garantizar su