
74 |pp 70-95| Año XVII N° 31 |mayo 2025 – noviembre 2025 |ISSN 1852-8171| Artículos
actividades de enseñanza no presenciales. Por otro lado, alude al síndrome experimentado por los académicos y
estudiantes de sentirse abrumados tras recibir información excesiva proveniente de las plataformas educativas,
así como sentimientos de frustración derivados de las limitaciones en la conectividad o de la falta de “know-how”
para la operación de plataformas y recursos digitales.
Para el caso argentino, en un trabajo publicado por Paulo Falcón (2020) se recopilaron los relatos de 43
universidades nacionales, 4 provinciales y 47 privadas sobre las acciones realizadas durante el primer semestre de
2020. Las conclusiones principales del libro destacan que todas las universidades llevaron adelante un proceso de
virtualización de la enseñanza universitaria y para ello la mayoría se inclinó por el uso de plataformas y software
de uso gratuito como Moodle. Sobre esta cuestión, resulta razonable suponer que la política relativa a la
evaluación y validación de los Sistemas Institucionales de Educación a Distancia (SIED) fue un antecedente
importante que ayudó a las universidades en su tarea de desarrollar una “enseñanza remota de emergencia”.
Asimismo, todas las universidades informaron haber desarrollado políticas de formación docente dirigidas al
desarrollo de competencias didácticas y tecnológicas para enseñar en entornos virtuales, tanto específicas para el
momento como aquellas que tenían antecedentes de formación en la temática previo a la pandemia.
Otro estudio reciente de Giselle González (2021), sobre la experiencia de cuatro universidades nacionales, señala
que durante el período de emergencia se produjo una rápida adaptación de las universidades a las exigencias de
incorporación de tecnologías digitales que, antes de la pandemia, se limitaban a iniciativas más o menos aisladas
pero que no lograban modificar de forma sustantiva la inercia organizacional de las universidades.
También, vinculado con lo anterior, resulta relevante un estudio de María Paula Seminara (2021) sobre los efectos
negativos de la pandemia en el bienestar psicológico de docentes y estudiantes a partir de un estudio de caso de
la carrera de Bioingeniería de la Universidad Nacional de San Juan. La autora advierte que durante el período de
emergencia los docentes manifestaron importantes niveles de desgaste emocional, pero que esto no
necesariamente se debía a las características de la modalidad virtual, sino a los factores de stress asociados con el
riesgo sanitario y el aislamiento social. Asimismo, el cambio abrupto y acelerado que debieron efectuar los
docentes para implementar una “enseñanza remota de emergencia” también ha sido un factor que puede
explicar estos sentimientos de desgaste emocional. En cuanto a los estudiantes, los resultados del estudio
mostraron ventajas y desventajas asociadas a la modalidad de educación a distancia. Los alumnos consideraron
como un factor positivo la posibilidad de acceder a las clases grabadas y las mayores flexibilidades horarias que le
permitieron combinar mejor el tiempo de estudio con sus responsabilidades laborales/familiares. No obstante,
señalaron como aspectos negativos las dificultades para lograr una interacción más fluida con sus docentes y
pares; las limitaciones para el acceso a recursos tecnológicos y de conectividad y los cambios emocionales
derivados de la situación de aislamiento social y riesgo sanitario.
Para el caso argentino, en octubre de 2021 el gobierno nacional aprobó la RMEN Nº3043/21 que suprimió los
aforos en las aulas. Desde entonces, se habilitó la reanudación gradual de las actividades académicas presenciales
en las universidades. A partir de aquel hito, las universidades y sus docentes comenzaron a discutir y tomar
decisiones de política académica sobre las distintas modalidades de enseñanza.
Acerca de este período crítico, Pedró y Ramos Torres (2022) advierten que la ayuda financiera disponible por
parte de las universidades fue extremadamente escasa durante la pandemia, por lo tanto, en muchos casos el
costo de las licencias de uso de plataformas, en particular las plataformas comerciales de videoconferencia
debieron ser costeadas por los propios docentes.
Por último, diversos estudios realizados durante la pospandemia comenzaron a analizar cómo las
transformaciones forzadas durante la emergencia sanitaria dejaron huellas persistentes en las prácticas de
enseñanza y en las condiciones de trabajo de los docentes. Viñas, M., y Secul Giusti (2025) sostienen que muchas
universidades argentinas consolidaron esquemas híbridos de dictado, combinando clases sincrónicas virtuales con
encuentros presenciales, especialmente en contextos urbanos con mayores niveles de conectividad. Por su parte,
Santin y López (2025) advierten que el pasaje abrupto a la educación remota de emergencia evidenció