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/ pp 220-222 / Año 12 Nº22 / JULIO 2025 – NOVIEMBRE 2025 / ISSN 2408-4573 / RESEÑAS DE LIBROS
articulación entre evaluación y formación docente. A partir de ello, proponen avanzar hacia políticas más integrales que
reconozcan la especificidad de la docencia universitaria y su centralidad en la misión institucional.
Por su parte, Carolina Abdala, María Eugenia Barros, Diego Reynaga y Rubén Jesús Barrios abordan la participación
estudiantil en la evaluación docente, a partir de un estudio de caso en la Universidad Nacional de Tucumán. A través de
entrevistas, identifican obstáculos recurrentes: falta de retroalimentación, escasa formación crítica del estudiantado,
desconfianza en la confidencialidad y percepción de inutilidad del proceso. El capítulo destaca que, si bien la
participación estudiantil está normativamente reconocida, en la práctica su incidencia es limitada. El equipo investigador
plantea estrategias orientadas a fortalecer la dimensión pedagógica del vínculo evaluador-evaluado, y a consolidar una
cultura institucional participativa y formativa.
Déborah Saientz, Melina Lazarte Bader, Julio Sal Paz y Claudio Sebastián Fernández profundizan el análisis institucional
a partir de un estudio comparado entre las universidades de Tucumán y del Sur. El trabajo explora cómo las normativas,
las culturas organizacionales y las representaciones docentes configuran las formas concretas de evaluación de la
enseñanza. Los autores sostienen que la docencia sigue siendo concebida como una función subsidiaria de la
investigación, lo que genera un desequilibrio persistente en la valoración institucional. El capítulo propone repensar la
carrera académica para que contemple, de manera efectiva, las diversas dimensiones del trabajo docente, y no solo su
correlato en publicaciones científicas.
La tercera sección del libro se ocupa de los procesos evaluativos en investigación científica, con énfasis en la equidad,
la diversidad de trayectorias y la responsabilidad institucional. Laura Rovelli analiza cómo los sistemas de promoción
de la investigación en Argentina —especialmente CONICET y ANPCyT— evalúan las trayectorias iniciales de los y las
jóvenes investigadores. La autora sistematiza las lógicas y requisitos de ingreso a la carrera científica, señalando que
la exigencia de trayectorias lineales, publicaciones tempranas y movilidad internacional funciona como filtro excluyente.
Su propuesta apunta a incorporar criterios más diversos, que reconozcan contextos institucionales, pertenencias
territoriales y situaciones de desigualdad estructural.
A su vez, Luis Porta, Mariana Foutel, Jonathan Aguirre y Laura Proasi abordan la evaluación desde la experiencia
biográfica. Mediante entrevistas a docentes e investigadores/as de distintas disciplinas, indagan en las vivencias
subjetivas de ser evaluado y de evaluar. El estudio revela cómo los procesos evaluativos configuran trayectorias,
modelan identidades académicas y afectan la vida personal. Los autores proponen incorporar formatos como el CV
narrativo, que permita visibilizar aspectos no cuantificables, como el compromiso institucional, la vinculación territorial
o los desafíos personales atravesados. Se trata de un enfoque sensible que propone humanizar la evaluación,
rescatando su dimensión ética y relacional.
Desde una perspectiva de género, Melina Morzilli y Leticia Muñiz Terra analizan cómo impactan los dispositivos de
evaluación en las trayectorias de mujeres científicas que han atravesado experiencias de maternidad. A partir de diez
entrevistas biográficas, las autoras identifican desigualdades estructurales en el modo en que las instituciones
reconocen —o no— los tiempos de cuidado, los efectos del embarazo o la crianza en la producción científica. El estudio
propone introducir ajustes institucionales, como la flexibilización de criterios temporales, la valoración de trayectorias
no lineales y el acompañamiento específico a mujeres en etapas críticas de su vida profesional y personal.
Mónica de la Fare y Laura Rovelli abordan la dimensión ética en la evaluación de la investigación. A partir del estudio
de comités de ética en universidades argentinas, analizan el grado de institucionalización de prácticas de integridad
científica. Las autoras advierten una escasa sistematización, especialmente en áreas como ciencias sociales o
humanidades, donde las normativas son más recientes o difusas. El capítulo propone fortalecer la formación ética, crear
instancias de consulta efectivas y desarrollar protocolos adecuados para la evaluación de proyectos en sus distintas
dimensiones, desde la ética del trabajo de campo hasta la gestión de datos y la publicación responsable.
Cierra el libro el estudio de Pedro Fiorucci sobre la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos
Aires (CICPBA). A partir de una reconstrucción histórica e institucional, el autor analiza los cambios recientes en las
políticas de evaluación, especialmente en lo que respecta a la formación e inserción de investigadores jóvenes. El
estudio destaca la particularidad de este organismo, que ha desarrollado dispositivos con fuerte anclaje territorial y
articulación con las universidades provinciales. El capítulo permite visibilizar experiencias locales de evaluación que
buscan equilibrar criterios de calidad con principios de equidad y desconcentración disciplinar.