73 / pp 60-75 / Año 4 Nº6 / MAYO 2017 / ISSN 2408-4573 / SECCIÓN GENERAL
El valor añadido que aporta el “aula didáctica” puede avalarse por visiones ya recordadas, como las de Purini (Purini, 1984) o Laeng
(Laeng, 1977), a las que se suma la postura de Della Volpe: “La Arquitectura expresa ideas, valores, por un sistema de signos
tridimensionales-geométricos” (Della Volpe, 1964). Estas potencialidades educativas han sido asimismo tratadas en algunas Tesis
Doctorales, como la de José Manuel Muñoz: “Pedagogía de los espacios. Bases teóricas para el análisis y reconstrucción de la
educatividad de los espacios” (Muñoz, 2003).
3.2 El “aula didáctica” como germen y metáfora de la comunidad de aprendizaje universitaria
El presente texto efectúa una aproximación analítica e interpretativa al aula universitaria, en clave de propuesta conceptual que
optimice su trascendental misión formativa. Así, el “aula didáctica” puede proyectarse como paradigma al servicio de la transfor-
mación hacia la excelencia de los espacios físicos donde se aloja la formación integral de la persona. Cuando alumnos y profesores
interactúan, lo hacen en un espacio físico determinado, el cual pasa directamente a participar en el proceso; cabría explicar que son
los primeros quienes debieran identificarse con mayor intensidad con la Arquitectura áulica, ya que la innovación contemporánea
establece que el aprendizaje se centre en ellos. En esa identificación es donde se cimienta la ya expuesta empatía con el lugar, que
estimula la predisposición positiva para desarrollar dicha actividad formativa.
Al comprender el “aula didáctica” como germen de la comunidad de aprendizaje, se está insinuando su interpretación como metá-
fora social. Una comunidad implica una congregación de personas que comparten unas actividades, organizadas conforme a deter-
minados criterios, y que interactúan dentro de un contenedor arquitectónico. Consecuentemente, se podría definir metafóricamente
el “aula didáctica” como una “microescuela”, o parte de una “microsociedad”. Algo que proponían los profesores Segovia y Beltrán
en su definición del “aula inteligente”:
Cada aula inteligente es una microescuela en la que sus participantes definen sus normas de convivencia y su organización
con libertad y responsabilidad, teniendo en cuenta el desarrollo evolutivo de los escolares y los objetivos que se deben
alcanzar en su formación (Segovia&Beltrán, 1998, p.229).
En su conocido trabajo sobre los edificios educativos, Di Bitonto y Giordano hacen referencia a esta visión: “También por la indica-
ción sugerida del paralelismo entre escuela y sociedad…” (Di Bitonto&Giordano, 1995, p.115).
Insistiendo en estos paralelismos “aula-escuela-sociedad”, podría interpretarse también que su Arquitectura podría constituirse en
alegoría de los espacios edificados de la sociedad en su conjunto, que no son otros que las ciudades, entendidas como escenarios
educadores (Valero, 2003). De este modo, el entorno sociourbano pasaría a ser valorado como una potencial macrocomunidad de
aprendizaje, que se nutre de la Universidad, pero que a la par le devuelve un beneficio formativo que termina, como último eslabón
en la secuencia de escalas físicas, en el “aula didáctica”.
A la vista de las recientes tendencias de innovación vinculables al fundamento teórico del “aula didáctica” (ilustrado en este texto
con una sucinta relación de ejemplos prácticos), es evidente que dichas innovaciones tienen que ver con la transformación del límite
(espacio-temporal), ya que gracias a esas mutaciones se consolidan y cristalizan comunidades de aprendizaje, que trascienden a
los convencionales espacios rígidos del aula tradicional. Y cabe asimismo concluir que las actuaciones que impulsan la modernidad
y el cambio de paradigma educativo pueden resolverse sin necesidad de requerir de grandes o costosos recursos, sino que se
fundamentan en estrategias de actuación sutiles, empleando medios materiales singulares, tanto arquitectónicos como relativos
al mobiliario.
3.3. Criterios de optimización: sobre la reformulación del límite
Es necesario que las Universidades procedan a reformular sus existentes espacios docentes, y –dada la multiplicidad de factores
intervinientes (formales, psicológicos, pedagógicos, etc.), es deseable que se acometa tal reformulación mediante una estrecha
colaboración entre arquitectos, representantes institucionales y educadores, como es asimismo recomendable que en dichos pro-
cesos proyectuales participen colectivos (alumnos, profesores y miembros de la comunidad sociourbana próxima). El psicólogo
americano John Dewey recomendaba que los estudiantes cooperasen en la construcción de los objetos, como una oportunidad de
fomentar las iniciativas individuales y grupales, contribuyendo de ese modo a la cristalización de una comunidad de aprendizaje
comprometida con el lugar (Dewey, 1918).
Pero, ante la constatación de la obsolescencia del diseño arquitectónico tradicional del aula (como contenedor espacio/temporal
rígido), es conveniente que se ideen proyectos que apuesten por procesos de desmaterialización de los límites, para extender los
dominios formativos más allá de los convencionales núcleos docentes. De esta forma, se generarán nuevos lugares de aprendizaje,
que responderán a la fundamentación inherente al “aula didáctica”.