44 / pp 39-48 / Año 4 Nº6 / MAYO 2017 / ISSN 2408-4573 / SECCIÓN GENERAL
sión pedagógica de la intervención (si la tuviere) y finalmente cuáles son los factores que hacen posible el éxito de las estrategias
analizadas. No se trata un estudio en profundidad de cada una de las instituciones en sus múltiples dimensiones sino que el foco
de indagación está puesto en estos aspectos mencionados.
La puesta en marcha de esta propuesta supuso un largo viaje, recorriendo los caminos profundos de Latinoamérica, para llegar a las
escuelas que día a día, en contextos de alta vulnerabilidad social, imaginan y buscan crear un mundo más justo, donde el derecho
a la educación deja de ser promesa y se transforma en una realidad. El viaje tuvo dos momentos: el primero fue desde octubre de
2015 a febrero de 2016 y alcanzó cuatro países (Chile, Bolivia, Perú y Ecuador), durante casi cuatro meses, para visitar unas 25
instituciones educativas ubicadas en 22 ciudades diferentes. La segunda etapa del viaje fue fragmentada, dado que realicé peque-
ños viajes cortos desde Buenos Aires a diferentes puntos de Argentina y luego por Paraguay. En esta segunda etapa se sumaron al
trabajo de campo 12 escuelas más. En total fueron más de 150 días recorriendo escuelas secundarias en Argentina, Bolivia, Chile,
Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú.
Todas las escuelas visitadas comparten el hecho de atender a población urbana que vive en contextos de alta vulnerabilidad social.
Por lo general se trata de escuelas ubicadas en los márgenes de grandes ciudades, en barriadas o asentamientos informales que
han crecido en las últimas décadas y/o en algún caso puntual, se trata de escuelas céntricas a las que asisten jóvenes y adolescen-
tes “que no son del barrio”, es decir que tanto sus padres viajan como ellos cada día desde barrios periféricos de la ciudad hacia el
centro, para trabajar y estudiar respectivamente. En términos generales, a excepción de las escuelas visitadas en Chile y algunas
de Ecuador, las condiciones edilicias de las escuelas de los barrios marginales acompañan el deterioro de la infraestructura de las
barriadas que las albergan: escuelas “venidas abajo”, con puertas que se atan con alambres, vidrios rotos, pintura descascarada y
mampostería en deterioro. Su contexto en muchos casos incluye calles de tierra, falta de alumbrado público, basura acumulada en
las esquinas y constantes advertencias de tener cuidado al momento de informar a alguien que me dirigía a esa zona. En este senti-
do, un aporte importante para pensar la exclusión educativa podemos encontrarlo a partir de algunas de las ideas desarrolladas por
Moreno Yus (2001) a partir del desarrollo teórico de Loic Wacquant (2001, 2007) con el concepto de “escuela gueto” o “guetización
escolar”. Moreno Yus (2011) considera que la “guetización” se da a partir de condiciones socioeconómicas adversas en el entorno
escolar y por el abandono que sufren las instituciones públicas de estos espacios en particular, así como por las dificultades con
las que se topan estas instituciones para garantizar el derecho a la educación de los menores. La “guetización escolar” puede pen-
sarse como nueva forma de exclusión, que no sólo afectan a los estudiantes, sino también a las instituciones y los docentes que se
desempeñan en ellas. Desde esta perspectiva debería ser el contexto social y la propia institución educativa, y no sólo la población
escolar, los que tendrían que ser contemplados como entidades vulnerables.
Mi visita a las escuelas implicó particularmente tener entrevistas con sus directores (o rectores, según el país) o sus vices (vice-
directores o vicerrectores), es decir, con las figuras a cargo de la gestión escolar. En estas entrevistas algunos de los primeros
temas para abordar fueron las características de los estudiantes que asisten a la escuela y la de sus familias y el valor que tiene
para ellos la educación. Conversando con el director de una escuela ubicada en el barrio “La Chacarita”, uno de los asentamientos
informales en el bañado de Asunción me contaba lo importante que es la escuela para esos chicos: “La posibilidad de ser alguien
mínimamente está aquí”. La escuela para muchos de esos chicos supone una frontera entre lograr una inserción plena en la vida
social o tener una vida plagada de privaciones.
Es de destacar que en relación a los estudiantes, las descripciones elaboradas por los directores por lo general comenzaban vincu-
ladas a sus carencias (lo que les falta, lo que no tienen, lo que no pueden hacer, etc.) pero luego con el transcurso de la conversación
iban apareciendo aspectos positivos (su responsabilidad, su respeto por los maestros, su alegría al momento de realizar actividades
que les interesan, su compromiso cuando se involucran en proyectos, entre tantos otras). También la cuestión de la participación
de los jóvenes y adolescentes en el mundo laboral está constantemente presente en los testimonios de los directores. Al visitar
un colegio ubicado en la ladera del Cerro Rico en la ciudad de Potosí, en Bolivia, su director me contaba que la mayor parte de los
padres trabajan en las minas y muchos chicos también. Otros trabajan en ferias informales ayudando en los negocios familiares, y
en el caso de las mujeres, muchas deben cumplir funciones de cuidado de sus hermanos menores, aunque esto muchas veces no
es considerado en los propios relatos como “trabajo”. La cuestión del trabajo juvenil-adolescente no siempre es vista de manera
negativa. Si bien en varios testimonios los directores mencionan que el trabajar quita tiempo al estudio y horas de sueño al des-
canso que los estudiantes necesitan, otros directores creen que el desempeñar algún trabajo aporta a los estudiantes una mayor
responsabilidad en la realización de sus tareas. Tal es el caso, por ejemplo, del director de una escuela secundaria de la ciudad de
Puno, en el sur de Perú, que mencionó durante la entrevista que algunos de los alumnos de su colegio por las tardes se dedican
a cobrar boletos en el transporte público o son vendedores ambulantes en el centro de la ciudad y el percibe que esto les genera
a muchos una mayor responsabilidad en sus deberes escolares y les permite lograr una mejor organización de su tiempo para
cumplir con todas sus obligaciones.