79 / pp 76-84 / Año 4 Nº6 / MAYO 2017 / ISSN 2408-4573 / SECCIÓN GENERAL
En el mejor de los casos, la investigación es sólo un elemento en la sumamente complicada mezcla de factores y fuerzas
que hay detrás de cualquier decisión política importante del gobierno. (…) Decir que la investigación ha ejercido una in-
fluencia en un caso concreto es sólo decir que la influencia de la investigación se ha considerado una entre muchas (2009,
pp. 49-50)
En segundo lugar, ciencia y acción suponen problemas disímiles y conocimientos epistemológicamente diferentes. Los problemas
de la práctica no son los mismos problemas de la ciencia: son poco estructurados, no son especializados, no pertenecen a una sola
disciplina, cruzan las fronteras de las ciencias. La acción práctica o política se sustenta en un conocimiento práctico, muchas veces
implícito, poco formalizado, ligado a la experiencia y que no busca comprender o explicar la realidad sino actuar sobre ella. Los
políticos, los decisores actúan orientados por un conocimiento práctico, un know how implícito, producto de la experiencia y orien-
tado por un interés práctico. En cambio, los problemas científicos son desafíos cognitivos más que desafíos para la acción. Buenos
análisis no dan lugar necesariamente a buenas prácticas. Las teorías científicas suponen un conocimiento altamente formalizado,
explícito que sigue las convenciones de las comunidades académicas. Esto explica que la traslación de una esfera a otra no pueda
ser lineal sino que exige reestructuración de ambos.
En tercer lugar, esta lógica lineal investigación-resolución de problemas no está tomando en cuenta que el conocimiento procede
muchas veces de una ruptura con la lógica, el modo de ver y de conceptualizar el problema previo. El trabajo teórico puede hacer
cobrar nuevos sentidos al problema o mostrar nuevos, al conectar las situaciones con una red conceptual significativa. (Naishtat,
2003)
Sólo cuando un problema es aprehendido desde esta peculiar perspectiva epistémica es elevado a la dignidad de conoci-
miento, y en este sentido habrá muchas veces una lucha a brazo partido entre el espíritu meramente técnico y la orientación
teórica. Con esto no quitamos valor a la noción de pertinencia en cuanto parámetro institucional de la universidad, sufi-
cientemente definido desde los conceptos de misión y de función social, pero mantenemos en cambio que el conocimiento
puede ser impertinente, y sin embargo pleno de sentido, como un recién nacido. (Naishtat, p. 16-17)
La ciencia ayuda a quienes deben tomar decisiones a tener marcos de pensamiento, da luz a problemas a veces no advertidos y
reformula los términos en que ellos son pensados. Aportan nuevas perspectivas de análisis y cambian los supuestos que hasta
entonces son tomados como evidencias. De este modo, transforman los modos de pensar los problemas.
La investigación puede ayudar también a ver nuevos problemas, a pensar lo que aún no es o no está, y a la reflexión que reconcep-
tualiza los problemas. En este sentido, cabe distinguir entre demandas y necesidades. Si la universidad investiga para satisfacer
demandas inmediatas corre el riesgo de dejar de cumplir una función central de universidad y de la ciencia que es la de ser genera-
dora de nuevas ideas, recursos y metodologías para hacer frente a contextos inesperados, a problemas potenciales o a prospectivas
y tendencias conjeturales.
Reconocidos estos límites, un tercer modelo de síntesis superadora es el interactivo-crítico que propone la generación de una inter-
fase de interacción o mediación, que intervenga como puente entre los campos de la investigación y la acción educativa.
Desde esta perspectiva, el vínculo entre actividades académico-científicas y políticas públicas es recursivo y está mediado por el
debate público de comunidades de prácticas diversas. Este modelo postula una interconexión crítica entre cuestiones de hecho y
de valor, entre conocimientos disponibles y decisiones políticas o prácticas. Establece una relación recíproca entre los expertos y
políticos: los primeros aconsejan las instancias decisorias y los últimos orientan a los primeros según las necesidades de la prácti-
ca. Pero esta relación y, por lo tanto, la toma de decisiones no son directas sino que están mediadas por la opinión y la discusión de
los participantes en una situación libre de dominio y coacciones, en términos de Habermas (1987). La relación entre investigación
y política no es lineal sino que intervienen múltiples mediaciones. Por un lado, los problemas formulados por los prácticos tienen
que traducirse a problemas científicos; y deben someterse también a crítica ideológica o sea al desocultamiento, desnaturalización
o develamiento de las condiciones históricas que muchas veces generan autocomprensiones distorsionadas de los problemas,
saturadas de pensamiento hegemónico y sentido común (por ejemplo: visiones fatalistas y naturalizadas del fracaso escolar en
sectores populares). Por otro lado, los resultados de la ciencia son reinterpretados, reconstruidos, adecuados y autenticados a la luz
de la práctica por las comunidades. Los resultados, en el contexto de la práctica, no son verdaderos sino auténticos (verdad para
nosotros aquí y ahora) (Habermas, 1987). De este modo, la teoría no da directrices sino información para la comprensión, crítica y
acción. Permite, a través de la autorreflexión, que los sujetos se conozcan a sí mismos y a sus situaciones haciendo conscientes los
procesos de formación social (Popkewitz, 1988).
Luego del desarrollo del conocimiento teórico y de las reflexiones críticas sobre la práctica, se pueden encontrar bases racionales
y prudentes para la organización de la acción a través del planeamiento. Acciones decididas por la propia comunidad educativa y