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/ pp 52-66 / Año 9 Nº17 / DICIEMBRE 2022 – JUNIO 2023 / ISSN 2408-4573 / SECCIÓN GENERAL
conocimientos que el docente va a utilizar durante su vida profesional, pero también cuando enfrenta un proceso de
cambio y reorganización de lo aprendido durante su formación inicial (Vaillant y Marcelo, 2001; Cañón, 2012).
En la manera en que las autoridades educativas atienden esta etapa se identifican cuatro modelos: el modelo “nada o
húndete”, el “de compañerismo”, el “de adquisición de competencias necesarias” y el formalizado de “mentor-
protegido” (Meza, 2017). En el primero el docente carece de apoyo de sus pares, no interacciona con ninguno, se piensa
que el desarrollo profesional solo le compete a él, se parte del supuesto de que la formación inicial le ha provisto de las
competencias suficientes para su desempeño. El segundo supone una relación de apoyo informal que el docente tiene
de sus pares de mayor experiencia quienes por iniciativa propia le ayudan en algunos asuntos específicos, esta relación
ocurre sobre todo si comparten intereses o responsabilidades similares. En el tercero existe una intención especifica de
formación, sea por normativa institucional o indicación de la autoridad, un profesor experimentado de manera formal y
jerárquica orienta al principiante en las destrezas que le aseguren un desempeño docente eficiente, este modelo rompe
con la idea del aprendizaje y trabajo individual y se acerca al trabajo colaborativo. El último modelo implica la existencia
de una relación formal entre el docente novel y un profesor experto en la docencia con la capacidad de orientarlo en los
procesos de aprendizaje profesional, su relación es bidireccional porque a la vez que enseñan también aprenden.
Estos modelos destacan la existencia de una relación, algunas veces estrecha y otras lejana, entre el docente novato y
el experto, resaltando que el acompañamiento, asesoría o tutoría se basa en las interacciones entre los actores
educativos o con otros agentes sociales. Esta relación asegura el aprendizaje de saberes básicos para la docencia,
saber para enseñar, saber enseñar o comunicar, saber aprender, saber trabajar con y construir con y saber escuchar e
innovar (Meza, 2017).
En esta interacción que conlleva a la formación del docente novel intervienen tres elementos esenciales: su experiencia
personal o modo de vida que le ha permitido formarse una concepción general del mundo; su experiencia escolar como
estudiante que ha contribuido a la formación de su propio concepto del maestro y la enseñanza y; su experiencia con
el conocimiento formal que se refiere a los conocimientos que se forman de la experiencia continua y se validan en la
reflexión constante, directa o indirecta, con los especialistas (López, 2006).
En la etapa de iniciación docente concurren, por un lado, la aspiración a ser reconocido, aceptado por sus iguales y
sentirse integrado al mundo profesional y, por otro, fuertes tensiones emocionales que pueden generar sentimientos de
inseguridad y falta de confianza (Castelló y Mayoral, 2005). Los problemas más comunes que se presentan en esta
etapa son la falta de apoyo emocional, los sentimientos de soledad, una falsa colegialidad para integrarse con el núcleo
escolar, el aprendizaje de la burocracia escolar, la adquisición de hábitos profesionales, la vinculación con los padres
de familia, las dificultades didácticas, la asignación del grupo escolar, el control del aula y el compromiso con la escuela
(Barba, 2011), los cuales se traducen en necesidades físico-emocionales, socio-psicológicas y personal-intelectuales,
menciona Gold (como se citó en Vaillant y Marcelo, 2001).
Las preocupaciones y dificultades que vive el profesor de reciente ingreso representan un choque con la realidad y
pueden corresponder a un nivel macro, es decir, a problemas relacionados con la organización escolar, con la escuela
en su conjunto, o a un nivel micro que se refiere a lo que ocurre al interior del aula, por ejemplo, a la selección de
contenidos, materiales, organización de la clase y mecanismos de evaluación, entre otros (Cisternas, 2016).
Cañón (2012) denomina las dificultades en académicas, didácticas, organizacionales, sociales, material-tecnológicas y
de educación especial, clasificación que permite analizar la preparación que han adquirido durante su formación inicial
para enfrentar la problemática del trabajo docente cotidiano e identificar las situaciones en las que debido a una nula o
escasa formación le han provocado alguna dificultad en su desempeño docente.
Las situaciones
académicas
se refieren a la motivación de la clase, al empleo de diversos mecanismos de evaluación,
así como las causas que facilitan o limitan los aprendizajes, la capacidad para determinar el nivel de aprendizaje, pero
también al dominio de las materias que debe impartir; las
didácticas
se refieren a las condiciones para generar un clima
favorable para los aprendizajes, la participación de la clase, la selección de contenidos y su adaptación a las
características del grupo y de cada alumno; las
organizacionales
se refieren a la disciplina y organización del trabajo en
el aula, la atención a los problemas de y con alumnos, la sobrecarga de trabajo, el involucramiento en la toma de
decisiones de la escuela y la organización de su tiempo para la preparación de las clase y la realización del trabajo
administrativo; las
sociales
implican la relación con los padres de familia, con los demás profesores y con los directivos,
pero también al conocimiento de la satisfacción de los alumnos con la enseñanza y la creación de un ambiente basado
en relaciones de respeto con los alumnos, la
material-tecnológica
trata sobre el uso de las Tecnologías de la Información
y Comunicación en el aula, la selección de los materiales propios para el desarrollo de la materia y el dominio de
diferentes métodos de enseñanza; finalmente las situaciones de
educación especial
se refieren a considerar las