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/ pp 124-139 / Año 12 Nº23 / DICIEMBRE 2025 – JUNIO 2026 / ISSN 2408-4573 / SECCIÓN GENERAL
"regímenes de gubernamentalidades múltiples" (Foucault, 2006, p. 136) del Estado se encuentran afectados, pero
también como momentos específicos donde el juego estratégico, heterárquico y agonal de los actores sociales está
atravesado por la articulación de técnicas y prácticas gubernamentales destinadas a estructurar el campo de acción de
sí y de los otros (Castro-Gómez, 2007; Raffin, 2018).
La perspectiva foucaultiana distingue entre diferentes familias de tecnologías (Foucault, 2008): "las tecnologías de
producción, las tecnologías de sistemas de signos, las tecnologías de poder, las tecnologías del yo" (p. 48). Sin embargo,
Castro-Gómez (2010) advierte que Foucault construyó una quinta familia, las tecnologías de gobierno, que "aparecen
como un nuevo conjunto que se diferencia de las tecnologías de dominación porque no buscan simplemente determinar
la conducta de los otros, sino dirigirla de un modo eficaz, ya que presuponen la capacidad de acción (libertad) de
aquellas personas que deben ser gobernadas" (p. 39). Estas tecnologías pueden "intentar conducir la conducta de otros
conforme a metas no fijadas (aunque consentidas) por los gobernados", pero también podrían "conducir la propia
conducta conforme a metas fijadas por uno mismo" (Castro-Gómez, 2010, p. 40). En este sentido, como sostiene Ball
(2003), la reforma educativa es "acerca de los poderes que ejercen influencia sobre la existencia del individuo y sus
relaciones interpersonales" (p. 91), tratándose de "la reformulación de relaciones y subjetividades y en las formas de
disciplina nuevas o reinventadas a las cuales ello da lugar" (p. 91).
Las tradiciones que siguieron a Foucault ampliaron este programa. Rose y Miller (2010) mostraron que el gobierno actúa
más allá del Estado a través de ensamblajes de saberes expertos, dispositivos y programas que buscan conducir la
conducta a distancia, mientras que Dean (2010) sistematizó el estudio de regímenes de prácticas mediante categorías
como campos de visibilidad, formas de conocimiento, tecnologías y teleologías políticas. Desde esta perspectiva, el
dispositivo socio-estatal (Aguirre, 2021) lo entendemos como una trama heterogénea de discursos, instituciones, reglas,
instrumentos y afectos que enlaza agencias estatales y organizaciones sociales para orientar comportamientos y
organizar responsabilidades en el campo socioeducativo. Como se expresará en trabajos previos (Aguirre, 2023) el
enfoque de gubernamentalidad "permite cartografiar las relaciones de fuerza y poder ligadas a las políticas educativas
y comprender la producción de redes y dispositivos socio-estatales como agenciamientos múltiples y heterogéneos que
descentran el rol del Estado" (p. 3-4).
En este marco analítico, la racionalidad neoliberal se caracteriza por la economización de los medios de gobierno (De
Marinis, 2005), donde el Estado promueve la autoorganización y el empoderamiento comunitario, favoreciendo
modalidades indirectas de gobierno de las poblaciones. Como señala Rose (2007), el gobierno neoliberal actúa "por
medio de la activación de compromisos individuales, energías y elecciones, a través de la moralidad personal al interior
de un escenario comunitario" (p. 123). Esta modalidad representa una crítica desde una racionalidad liberal que
cuestiona el exceso de gobierno (Foucault, 2007), definida por su fobia del Estado y que asume "el gobierno de lo social
sin recurrir en absoluto al aparato del Estado" (Castro-Gómez, 2016, p. 13). Desde entonces, se propone una
economización de los medios de gobierno que vincula las necesidades del Estado con el autogobierno del sujeto y la
construcción de subjetividades (De Marinis, 1999). Así, emergen los procesos de ONGeización (Rose, 2007) donde la
sociedad civil organizada en instituciones como fundaciones, asociaciones, grupos de cooperación, entre otros, absorbe
una serie de funciones que antaño eran desempeñadas por el cuerpo estatal. Se trata de una privatización explícita, es
decir, de un viraje que concede al sector privado, desde un posicionamiento voluntario y filantrópico, las tareas de
asistencia y contención de las asimetrías sociales. En este marco, la inserción de la comunidad deviene en solución de
eficacia y eficiencia y de reducción de la carga económica-financiera de los Estados , significando el paso de una
economía política de la población a una economía política de las asociaciones intermedias y de la comunidad (Álvarez
Leguizamón, 2005)
En esta línea, se acuerda con Rose (1997) en que, en las sociedades caracterizadas por el liberalismo avanzado, se
produce un doble movimiento de desgubernamentalización del Estado y desestatización del gobierno, donde el énfasis
está en una "nueva pluralización de las tecnologías sociales" (p. 35). Esto no implica la supresión del Estado, sino su
desmonopolización en el ejercicio del gobierno. En la misma dirección, pensar una dimensión comunitaria
desgubernamentalizada, siguiendo a Grinberg (2006), es una cuestión que lejos de haberse producido ha devenido en
"nuevas prácticas y lógicas que no deben confundirse con la falta de gobierno" (p. 68). Se trata de una mutación en las
formas de gobernar que amplía y diversifica las instancias de regulación.
Este desplazamiento se hace visible en los análisis recientes sobre gobierno de la pobreza. Giavedoni (2012) muestra
que, contrariamente a la hipótesis de abandono, en los barrios vulnerabilizados de Rosario surgen técnicas positivas de
gobierno que regulan la vida cotidiana a través de la provisión de servicios básicos, como la energía eléctrica,