Exposición:
Objeto móvil recomendado a las familias
Espacio de Arte Fundación OSDE, Buenos Aires
Febrero / Abril de 2017
Este artículo reseña la exposición Objeto móvil recomendado a las familias presentada en el Espacio de Arte de Fundación OSDE entre febrero y abril de 2017, con curaduría de Santiago Villanueva, investigación de Juan Cruz Pedroni y diseño de montaje de Osías Yanov. La muestra reunió un conjunto de más de 55 obras, en un arco temporal que iba desde los años treinta hasta el presente. A través del montaje y el anacronismo como principios desarticuladores de un relato histórico lineal y de un intenso trabajo con el diseño museográfico, buscó activar una “memoria inestable” del surrealismo en la Argentina para rastrear ecos de su presencia en el arte actual.
La exposición Objeto móvil recomendado a las familias parte de un supuesto: el surrealismo no murió o, al menos en la Argentina, sobrevive bajo formas insospechadas. Según Santiago Villanueva, curador de la exposición, la corta vida del Grupo Orión, que en 1939 hizo su aparición como embajada local del movimiento de vanguardia francés, fue leída por la historia como un fracaso. Pero fue ese mismo fracaso el que posibilitó su supervivencia hasta nuestros días: “Orión aún existe, no es necesario recordarlo, sino activarlo” (Villanueva et al., 2017: 54), y ese parece ser el espíritu de esta exposición que procuró trazar una “memoria inestable” del surrealismo en la Argentina.
Al ingresar a la sala, una gran superficie pintada de gris alterna con columnas cuyo volumen proyecta sombras verde fluorescente. Allí se destaca, solitaria, una única pintura de pequeñas dimensiones. Se trata de una obra de Fernanda Laguna realizada en 1994 cuyo título, Paisaje surrealista, explica la extraña familiaridad que genera: se trata de una copia de una pintura de Salvador Dalí. Junto al propio título de la exhibición que refiere a una obra de Max Ernst, se devela una de las características del relato curatorial que, a través de espacios en blanco y mecanismos de alusión, hará presentes a ciertas figuras mediante reenvíos. En este sentido, brillan por su ausencia artistas argentinos cuya filiación con el surrealismo fue expresa, que se hacen presentes de manera tangencial, como por ejemplo la figura de Juan Batlle Planas, ausente en la exposición, pero invocado a través de una obra de Roberto Aizenberg que lo homenajea. La selección es heterodoxa y recuerda la operación de absorción realizada por Breton cuando, en sus escritos y publicaciones, incorporó a artistas cuya pertenencia al surrealismo francés era, al menos, dudosa (Constantin y Wechsler, 2005: 17).
Interesado por las lagunas en la memoria histórica, el relato curatorial entrelaza una trama de afinidades entre obras y contextos de producción heterogéneos, y busca dirigir la mirada hacia figuras ocultas u olvidadas. En el conjunto (más de 55 obras), se destaca la presencia de artistas que fueron quedando fuera de los relatos de las historias del arte local, en conexión con proyectos como el Museo Argentino de Arte Regional de Marcelo Pombo, la propia producción de Villanueva como artista y otras exposiciones que circularon en la misma Fundación OSDE. Las obras reunidas de figuras como Mariette Lydis o Naum Knop funcionaron como pequeñas muestras individuales en la exposición y alimentaron otra de las hipótesis: la idea de que el surrealismo sobrevive bajo la forma de un arte aficionado que circula lejos de los centros y circuitos académicos (Villanueva et al., 2017: 7).
El primer espacio se completa con piezas escultóricas, como las dos “mesas” de Miguel Harte de 1991-1992. Sobre la superficie de una de ellas, desde un pequeño hueco, una minúscula figura sumergida en resina nos mira con insistencia mientras a su alrededor emergen decenas de símiles que la replican, como dobles. A su lado, una escultura de Jacques Bedel, ensamblada con acrílico y adoquines de madera (pertenecientes al antiguo pavimento de Buenos Aires), titulada Hipótesis para una prisión (1971), refuerza el clima inquietante del “autorretrato multiplicado” de Harte.
Remata el conjunto Festín, amor y venganza (2016) de Laura Códega, cuya materialidad y expresión transfigurada acentúa el carácter atrayente y enigmático del conjunto. La selección se desmarca desde el comienzo de cualquier uso ortodoxo de la categoría y anuncia que nos adentramos en un ejercicio curatorial que podría leerse como un intento de volver sobre el arte argentino de los noventa desde otros ojos. Como señala Graciela Speranza:
… no es la modernidad lo que ha muerto, ni tampoco en términos prácticos la pintura, ni el autor, ni los medios, sino los sucesivos relatos con los que hemos intentado traducir el arte moderno. La historia del arte es por definición anacrónica y se reescribe en el presente. Porque ¿dónde, cuándo, en qué relato, por ejemplo, murió el surrealismo? (Speranza, 2012: 145)
A partir de la conjugación de tiempos que genera la alternancia de imágenes producidas en momentos históricos diferentes y distantes entre sí, el montaje construye dispositivos de reunión y señalamiento que invitan al visitante a trabajar con las imágenes. Desprovistas de claves de lectura más allá de las proporcionadas por el breve texto de sala, las estructuras metálicas diseñadas por Osías Yanov funcionan en sí mismas como una especie de “sub-texto” (palabras de Yanov) plagado de trazos y señales, que parecen proporcionar indicios de asociaciones y vínculos posibles.
Unas estructuras metálicas de disposición-señalamiento, que se despliegan por las salas, por momentos funcionan como peanas o estructuras de sostén, mientras que en otros entran en directa intersección con las obras. El material nos remite al universo de la producción artística de Yanov, que viene investigando sobre la relación entre lo escultórico y la acción del cuerpo.
Pero estos artefactos acusan una ambigüedad intensa, no solo cuando se despliegan en el espacio, sino también cuando se separan de la función de sostén y adquieren autonomía: ¿debo leer esto como una obra más? El recorrido está marcado por el despliegue de esa ambigüedad. Por ejemplo, la estructura que rodea la pintura de Mildred Burton La indiferencia de Blonda Bug (1981). El dispositivo espacializa la imagen otorgándole una corporalidad que, por un lado, la expande y, por otro, trastoca nuestra forma de relacionarnos con ella. Este vocabulario kinético espacial, sumado a la convivencia de obras sin núcleos definidos ni ordenamiento cronológico, subraya el carácter sinuoso que adquiere el recorrido.
En otro de los muros, una serie de pinturas y dibujos que se yuxtaponen en línea, casi sin intervalos. Debajo, una línea curva subraya el conjunto. A pesar de lo recargado del gesto, la operación refuerza el efecto de homologación, pero una pregunta nos detiene: ¿quién produjo esto y cuándo? Obras de Orlando Pierri (el único integrante de Orión presente en la exposición) y Zdravko Ducmelic conviven con imágenes de Tobías Dirty y Mildred Burton. Volvemos sobre nuestros pasos cuando estas asociaciones inesperadas hacen saltar los marcos temporales y las categorías y vuelven evidente el anacronismo: su fecundidad reside precisamente en ese choque que permite acceder a múltiples tiempos estratificados, supervivencias y las largas duraciones (Didi-Huberman, 2011: 43). Como si resultaran más productivos los intersticios y las disyunciones, la muestra despliega un pensamiento de las relaciones que privilegia la opción por una mirada distraída de las certezas que se vea convocada por lo menor y ponga en funcionamiento lo que las imágenes mismas tienen para decir sobre el pasado en su propio espesor temporal. La exposición abre la posibilidad de trazar un recorrido espiralado y errante, que vuelve sobre el pasado desde un presente que lo convoca para reconfigurarlo. Como si esos pliegues en el tiempo se replicaran en el dibujo que trazamos con nuestro recorrido cuando se nos impone la necesidad de volver atrás, volver a mirar, mirar más detenidamente.
¿Qué conexiones imaginarias podemos trazar, entonces, a partir de la puesta en relación de este conjunto de obras? Entre la “metafísica sexy” de Adriana Minoliti y los cartones humorísticos de Leónidas Gambartes. Entre Aizenberg y Knop; entre Knop y Federico Klemm (ausente en la muestra, pero incluido en el catálogo). En el universo de imágenes que reúne la exposición, el surrealismo es convocado y entendido en términos temáticos. Se reiteran las figuraciones antropomorfas, rostros, miradas y cuerpos fragmentados o metamorfoseados, que trascienden lo humano hacia otras corporalidades, intersecadas con aparatos, dispositivos y conexiones que los amplían. Como en las esculturas de Naum Knop, Monitora (2016) de Tobías Dirty o Tronco Animal (2009) de Adriana Minoliti. Esta última perteneciente a una serie generada a partir de la pregunta por la ausencia del cuerpo femenino en la obra de Giorgio De Chirico. ¿Qué zonas se iluminan sobre el arte producido en Buenos Aires en el momento actual? Entre la influencia de la pintura metafísica en la producción local y el interés del surrealismo francés por la imbricación entre lo visual y lo sexual (Foster, 2008). ¿Qué complicidades entre Laura Códega, Mariette Lydis y Tobías Dirty?, ¿entre Eguía, Gambartes y Bianchic?
La exposición pone en juego una memoria del surrealismo para ponerlo en tensión propiciando la búsqueda de asociaciones inéditas y yuxtaposiciones inquietantes. Dicho procedimiento, al modo del principio-atlas, despliega una serie de resultados móviles y se presenta como un ejercicio que podría continuar, como de hecho sucede con el catálogo de la muestra que, en lugar de documentarla, continúa el ejercicio curatorial e incluye reproducciones de obras no exhibidas y de otros artistas. La máquina de asociaciones que pone en funcionamiento continúa en la imaginación del espectador. Nos invita a mirar desde una perspectiva corrida que nos descoloca el cuerpo como cuando una de las salas (vacía y pintada de azul) produce el efecto Huevojos de la obra de Harte en nuestra propia cara. El humor y la idea del surrealismo como fuga o “momento de exploración adolescente” abren intersticios en una exposición que no deja de desmarcarse de la pretensión de completud y coherencia para señalar el carácter ficcional de cualquier intento de revisar el pasado. Un intento por trazar nuevas líneas imaginarias, constelaciones que permitan trazar otros relatos, en una genealogía posible de los efectos, recepciones y lecturas del surrealismo en el arte local.
La exposición Objeto móvil recomendado a las familias se presentó en el Espacio de Arte de la Fundación OSDE entre fines de febrero y abril de 2017, incluyó obras de: Roberto Aizenberg, Jacques Bedel, Emilio Bianchic, Mildred Burton, Vito Campanella, Laura Códega, Juan del Prete, Jorge Diciervo, Tobías Dirty, Zdravko Ducmelic, Fermín Eguía, Leónidas Gambartes, Mónica Girón, Miguel Harte, Naum Knop, Fernanda Laguna, Mariette Lydis, Adriana Minoliti, Noé Nojechowicz, Orlando Pierri y Mariana Tellería.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Constantin, María Teresa y Diana Wechsler (2005). Los surrealistas: insurrectos, iconoclastas y revolucionarios en Europa y América. Buenos Aires: Longseller.
- Didi-Huberman, Georges (2011). Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
- Foster, Hal (2008). Belleza compulsiva. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
- Speranza, Graciela (2012). Atlas portátil de América Latina. Arte y ficciones errantes. Buenos Aires: Anagrama.
- Villanueva, Santiago (2017). “Muestra”, disponible en: Fundación OSDE (Consultado el 04/04/2017).
- Villanueva, Santiago; Claudio Iglesias; Juan Cruz Pedroni (2017). Objeto móvil recomendado a las familias, (Cat. Exp.), Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fundación OSDE. Disponible en: Fundación OSDE (Consultado el 13/04/2017)
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