Logística de los cambios curriculares

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Mundt, C. (2021). Logística de los cambios curriculares. INNOVA UNTREF. Revista Argentina De Ciencia Y Tecnología, 1(3). Recuperado a partir de http://revistas.untref.edu.ar/index.php/innova/article/view/997

“Un ejército marcha sobre el estómago de sus soldados” (Napoleón).

En junio de 1812, al comienzo del verano europeo, Napoleón entró en Rusia con un ejército de 690.000 hombres. Era el mayor ejército jamás reclutado en la historia de Europa. Hemos leído (“La guerra y la paz”, Tolstói) y visto películas sobre esa famosa invasión a Rusia que selló la suerte de quien había dominado al continente durante casi dos décadas. Y la desastrosa retirada a partir de diciembre bajo los rigores del invierno ruso.
Sin embargo, haciendo hincapié en la frase del encabezamiento del mismo Napoleón, seguramente no hemos reflexionado sobre “la logística” de este hecho histórico. Cada mañana, había que disponer de 690.000 desayunos… El mero intento de pensar esta cuestión desarticula cualquier posibilidad de dar respuesta. Tal la complejidad del problema planteado.
En 1941, también en el mes de junio en el comienzo del verano europeo, 129 años después, Hitler repitió el ensayo con similares desastrosas consecuencias. Cuando los ejércitos alemanes se habían adentrado profundamente en territorio ruso empezaron a quedar demasiado alejados de sus bases de aprovisionamiento y a merced del inclemente invierno ruso. Un buen ejemplo más de la incidencia de la logística en grandes hechos históricos.
Esta nueva área del desarrollo académico, particularmente en la UNTREF, está inserta en la nueva realidad del mundo actual, en el que la globalización de los sistemas económicos, productivos, tecnológicos, comerciales y de transporte cobra una relevancia nunca antes igualada. Los procesos económicos, y sobre todo los productivos, habían tenido anteriormente un profundo anclaje a los contextos geográficos de regiones y naciones y sólo el comercio mundial ponía en circulación a grandes distancias los bienes producidos. Fueron dos avances tecnológicos capitales del siglo XIX en el terreno del transporte, el ferrocarril y el barco a vapor, los que permitieron expandir el mundo de las naciones de los siglos anteriores con sus atascados caminos terrestres y sus frágiles medios marítimos. La logística fue cobrando de esa manera una importancia creciente y, en muchos casos, su ausencia significó una limitante de proyectos y ambiciones.
Hoy, ningún área importante del desarrollo económico y del comercio internacional puede obviar las exigencias logísticas en permanente proceso de complejización. La interconexión de pasos intermedios conducentes a la obtención de productos finales, sean bienes o servicios, es cada vez mayor y requiere procesos de planificación, de organización, de programación y de implementación que no pueden quedar librados al azar o la improvisación. Cuando la competencia entre empresas, regiones y países y los tiempos cada vez más comprimidos para detectar posibilidades, aprovechar oportunidades y ocupar nichos de demanda se vuelven acuciantes han dejado de ser viables los modelos que se regían por los espacios exclusivos y los tiempos dilatados.
A ese mundo deben ingresar como profesionales los licenciados en Logística. Por ende, ese mundo debe entrar en su carrera para que, de ese modo, ésta lo incorpore a su formación. A esa tarea está abocada nuestra Licenciatura en Logística a partir del replanteo curricular que demanda el sistema de créditos académicos a poner en práctica.
¿Por qué un sistema de créditos? Porque esa realidad cambiante y acelerada, diversificada y abierta a propuestas innovadoras sólo puede ser abordada por un profesional que haga “espejo” con ella, que tenga su misma impronta y acompañe su dinámica. Esa realidad no es un marco, ni una exterioridad en la cual se encuadran la universidad, las carreras, los profesores y los estudiantes. Es un elemento constitutivo de sus lógicas y modos de pensar y de entender, al cual todos esos componentes deben adaptarse.
Un sistema de créditos tiene una finalidad fundamental que es dotar de flexibilidad a la currícula, a los modos en que el estudiante realiza su formación. Porque es con esa finalidad que se lo dota de flexibilidad tanto en los modos de formación como bajo la forma de opcionalidad o electividad de espacios formativos. No se trata de lugares diferentes por los que éste transita, sino formas diferentes de transitar. Si la currícula es rígida, uniforme, “plana”, las lógicas formativas se vuelven necesariamente repetitivas. Rigidiza sus procesos y, a través de ellos, rigidiza su mente; por cuanto el capital intelectual es solidario con los modos de su adquisición. La carrera entendida como eso (como “carrera”) instala una lógica lineal, unidireccional de sumatoria de asignaturas. De vallas a superar. Más de mera sucesión que de encadenamiento.
Éste es el objetivo diferente que debe instalar profundamente un sistema de créditos: un modo distinto de formarse (de aprender y de estudiar), la apertura de un abanico de propuestas formativas que impidan la conformación de una lógica mecanicista de aprobar materias. Correr el centro de atención de lo “bajado” por la institución a una articulación entre lo que ésta propone y grados crecientes de libertad de elección por parte de un estudiante que deviene progresivamente, a través de asumir y aprender su oficio de estudiante, un graduado. O sea, un profesional.
La cuestión de la flexibilidad instala el tema de la diversidad, de la polivalencia, de lo multidisciplinario. La flexibilidad traslada el eje de atención de los contenidos, de aquello que podríamos considerar “lo duro” de la enseñanza, a aquello que, a través del manejo de los contenidos, pretendemos que el estudiante aprenda. Centrarse exclusiva y prioritariamente en los contenidos es equivalente, en un paralelismo con la carpintería, con hacer hincapié en el martillo. El martillo es necesario, porque es necesario saber para qué se usa, qué finalidades puede tener. Pero, lo fundamental es aprender a martillar. El martillo sirve para que una pieza –en este caso, el clavo– una dos elementos separados de modo que queden unidos. El objetivo, entonces, no es el martillo sino el clavo y tampoco es el clavo ni clavar, sino unir dos piezas antes aisladas. Por ese propósito es que existe el acto de clavar, para lo cual es necesario el clavo y posteriormente el martillo.
Las posibilidades de adaptación a esos procesos sociales y culturales de transformación de la realidad antes citados demanda un perfil profesional que está íntimamente relacionada con el modo en el que el estudiante fue formado en el ámbito institucional, no sólo de los contenidos disciplinares que adquirió.
Cuanto más abierta, flexible, modular, práctica y receptiva al medio social sea la currícula de su carrera, más abierta, flexible, modular, práctica, aplicada será su formación profesional y más abierto, flexible, modular, creativo será su capital intelectual y las posibilidades y ámbitos de realización de su práctica. En pocas palabras, su realización como profesional.
¿Por qué titulé esta reflexión como una “logística” de los cambios curriculares? Una razón podría ser para resultar simpático a un lector proveniente del área de la logística. No es ésa la razón. La razón es que cada carrera debe “encarnar”, hacer propia la herramienta conceptual, pedagógica y metodológica que es un sistema de créditos. En este caso, verlo desde una perspectiva logística; como en otros casos deberá hacerlo desde una perspectiva biológica (un cuerpo), o administrativa (una estructura) o geográfica (un territorio).
Porque debemos preparar a nuestros egresados para esas realidades globales e instantáneas que incrementan exponencialmente las exigencias sobre la logística de todos nuestros procesos y organizaciones. Aun cuando sea poco probable que se los convoque para asegurar “690.000 desayunos”….