Manuscritos, obra plástica, objetos: sobre el Fondo Osvaldo Lamborghini

How to Cite

Pérez , A. (2020). Manuscritos, obra plástica, objetos: sobre el Fondo Osvaldo Lamborghini. Estudios Curatoriales. Retrieved from http://revistas.untref.edu.ar/index.php/rec/article/view/873

Escribo en un opaco noviembre de 2020, distante del luminoso noviembre de 2016, cuando me contacté por email por primera vez con Elvira Lamborghini, la hija del Lamborghini menor, Osvaldo. Mi pedido era acartonadamente académico: estaba terminando la cursada de la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la UNTREF, quería escribir mi tesis sobre Lamborghini, y me interesaba saber si ella tenía manuscritos para tentar algún atisbo de crítica genética que pudiera guiarme en la maleza enrevesada de su escritura.

Elvira, con el primero de una serie de gestos que darían cuenta de su entereza, pocas veces vista en el hormiguero de herederos donde suelen reptar actitudes viles, me abrió la puerta de su casa. Resultó que ella, hacía muy pocos meses, había vuelto de Barcelona, trayendo consigo algunas valijas de notables proporciones llenas de material. Se trataba de todo lo que Lamborghini produjo los últimos cinco años de su vida, que los pasó en Barcelona, bajo el atento cuidado de Hanna Muck. Elvira no contó con ningún apoyo de las autoridades para hacer el traslado, e impulsada solo por su arrojo se lanzó a la tarea de repatriar el grueso de la producción de su padre. 

Todo lo que quedaba a nivel manuscritos, pinturas, objetos —casi lo único que quedaba, más bien— de la obra de un autor que quizá en el futuro sea señalado como uno de los que clausura en la literatura argentina el siglo XX, fue despachado en el aeropuerto como se despacha una valija llena de previsibles, intercambiables, triviales enseres personales. Milagrosamente, el material aterrizó sin problemas en Buenos Aires.

Lo primero que me llamó la atención cuando entré a la casa de Elvira fue un mueble plomizo, entre burocrático e industrial, un parco secretaire que desentonaba con el resto del mobiliario no solo por su apariencia, sino también por su tamaño. Como podría decir Lamborghini mismo, se trataba de una parte que no coincidía con el todo. Allí, había una gran cantidad de material prodigiosa y cuidadosamente archivado. Estaba el manuscrito de El pibe Barulo que, creo, fue el primero que le solicité para revisar, estaba La causa justa, estaba Tadeys, y también las ocho carpetas del Teatro Proletario de Cámara. Estaba todo lo que tenía que estar, todo lo que pacientemente su albacea César Aira había publicado primero en Ediciones del Serbal y luego en dos tomos de Novelas y Cuentos por Random House Mondadori, además de algunos de los poemas —ya que la mayoría eran previos— publicados también por las hacendosas manos de Aira. Todo estaba, y en orden.

Pero había más: una ruidosa cantidad de pinturas que el MACBA, el museo de Barcelona que, bajo la curaduría de un atentísimo Valentín Roma, hizo la primera muestra de su obra plástica, se había esmerado en archivar y organizar. Y no solo eso: también objetos: cajas de cigarrillos intervenidas y cuadernos y más cuadernos, una sucesión casi sin horizonte de cuadernos artesanales cuyas tapas estaban intervenidas con dibujos o fotografías de las mismas que empleaba en el Teatro Proletario, aquella pornografía soft, algo anacrónica y de revistas de saldo. Por último, también estaban los libros, varios de ellos en alemán, seguramente de la biblioteca de Hanna, que Lamborghini intervenía en diversos grados, según el caso.

Al comenzar a revisar, siempre en el departamento de Elvira, algunos de estos materiales cuya existencia se me acababa de revelar, noté que en muchos casos había fragmentos y poemas inéditos. Fulminada por el fulgor que prometía ese enchastre de diversas superficies, se lo comuniqué de inmediato a mi directora de tesis, Paola Cortes Rocca. Ella se encargó, con el beneplácito de Elvira, de hacer las gestiones necesarias para que todas aquellas cosas (y aquí la palabra cosa, se verá, no es gratuita) sean concedidas como préstamo al Archivo IIAC, que funciona en el Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura “Dr. Norberto Griffa” de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y reúne, entre otras cosas, colecciones bibliográficas y documentales de artistas, escritores, historiadores del arte e instituciones relacionadas con el arte y la cultura.

El Fondo Osvaldo Lamborghini se compone de tres series: proyectos literarios (donde se encuentra desde la mítica Tadeys hasta los originales de poemas descollantes como El divorcio), dibujos, pinturas y collages (con más de 200 producciones) y libros de artista (compuesto tanto por libros, revistas y cajas intervenidas, además de una bulliciosa cantidad de cuadernos y libretas). Al aceptar conceder como préstamo el material al Archivo IIAC, Elvira, en un gesto de nobleza que no habrá modo de terminar de agradecer, accedió a que todo el material sea digitalizado para estar a disposición tanto de académicos como posibles interesados. 

Accediendo a la web del Archivo (https://archivoiiac.untref.edu.ar/), es posible crearse un usuario y, cumplido este más que módico paso burocrático, acceder al Fondo Osvaldo Lamborghini en todo su esplendor. Cabe aclarar que este —brillante— esplendor no implica, al menos por ahora, la totalidad del material alojado en el Archivo. Si bien ya está completo en un porcentaje importante, la demencial cantidad de cuadernos artesanales que Lamborghini produjo en cuyo interior podía haber (o no) alguna que otra página escrita todavía no fue digitalizada por completo. 

Llegó un momento, que un poema nos permite fechar en noviembre de 1984, un año antes de la muerte del autor, en que Lamborghini se dedicó a darle un nuevo uso a las manos acostumbradas a sostener la lapicera para la praxis de una escritura singularísima. Ahora era el tiempo de sentarse a ver lo que él llamó “vagones fiacas, perezosos / detenidos, por no decir internos: / un tren de guerra / como si encontrado, habido hubiese / a mi manera el estilo vaca / de mirar los fulgores y el fragor que cada / tanto pasan”. Ahora sí que era en serio el me dedicaré a publicar lo que nunca escribiré. 

Si de 1983 a 1984 se percibe el abandono de la escritura en aras de lo plástico, entre 1984 y 1985 el trayecto desemboca en la que será su estación final: el trabajo físico del autor se limita ya a la faena de producir, y no escribir, los libros, cumpliendo con sobrada y sorprendente eficacia aquella prédica, primero publicar, después escribir, que había lanzado, creíamos, en broma, varios años atrás


 

 

 

 

Fondo Osvaldo Lamborghini (1981-1985), Archivo IIAC, UNTREF.